Holi, gente bonita :) En los últimos días encontré una bonita canción en una playlist de Splurifai y todo en mi ser dijo: ¡Klance! Jamás había escrito algo concreto sobre la ship, todo siendo ideas sueltas y escenas fuera de un contexto más grande. Al final, me tomé mi tiempo para hacer este pequeño one-shot :D

Espero que les guste y gracias por pasar a darle un vistazo.

Disclaimer: Los personajes de Voltron Legendary Defender no me pertenecen. Hago esto sin fines de lucro por lo que no recibo remuneración económica a cambio.


Lance no tenía que ser un experto en cada ámbito de las relaciones humanas, pero, tenía que volverse un experto. Estaba letrado en cómo ser irresistiblemente encantador, en cómo tener su autoestima por las nubes, en el arte de las mascarillas y las cremas exfoliantes. Era el partido perfecto. Y aún así, nadie parecía interesarse en él lo suficiente.

La chica de la pastelería de la semana pasada, toda encantos y sonrisas coquetas, le dejó su número escrito en una servilleta, y sin embargo, cuando Lance trató de llamarla el número no existía. No lo entendía, si ella misma se lo dio sin que él lo pidiera. Hunk y Pidge dijeron que «debió equivocarse en un dígito» y su corazón roto dijo: «te lo dio porque seguramente la incomodaste».

El chico del taller mecánico de hace tres días, amigo de uno de los compañeros de Hunk, también le dio un número falso. Lance llamó hace dos horas y el muchacho que atendió el teléfono tenía una voz completamente diferente; se disculpó, colgó la llamada y salió a correr.

El taller en cuestión, donde trabajan Hunk y Matt, hermano de Pidge, está a un par de cuadras de la casa de su madre. Lance hace una parada rápida en la casa, a robarse un yogurt de fresa y para molestar a su hermano mayor. Besa a su madre en la mejilla y desaparece antes que el enfurecido de Carlo lo atrape. El resto del camino lo recorre trotando. Entra al taller como el dueño. Saluda a Clara, la secretaria; ella indicándole dónde está Hunk. Encuentra al susodicho debajo de un Chevy veinte-doce rojo, con las piernas estiradas y tarareando.

—Hey, hombre.

—Ey, –es toda la respuesta de Hunk.

—Adivina qué me acaba de pasar. –Dice, como quien no quiere la cosa. Se sienta sobre el pequeño escritorio que cada garaje poseía por default; el rechinido de la madera llama la atención de Hunk, quien le gruñe.

—Bájate de ahí, ¿cuántas veces tengo que repetírtelo? –Murmura su mejor amigo–, no lo sé, Lance, estoy ocupado.

Lance hace una mueca, se cruza de brazos y bufa. —Ya sé que eres un hombre muy ocupado, ¡el más ocupado del planeta! Pero esto es importante.

Hunk se rie y dobla una pierna. —No me hagas pucheros, Lancey.

—¡No estoy haciendo pucheros!

—De acuerdo, –burla Hunk–, ¿qué tan importante es este asunto tuyo?

Lance jadea dramáticamente, indignado. —¡Muy importante!

—¿De verdad?

—¡Sí!

—¿De vida o muerte? –Jadea Hunk, fingiendo sorpresa.

—¡Hunk!

El aludido sale de debajo del auto, alcanzando un trozo de tela y limpiándose las manos con él. Su risa provoca gruñidos enfadados en Lance. Se miran, uno desde el suelo y otro de pie. Hunk se sienta, bostezando, y Lance frunce el ceño.

—Soy todo tuyo. –Dice Hunk, levantándose con calma y caminando hacia Lance, quien está recargado sobre el escritorio. Le hace una seña para que se mueva y tras ser obedecido garabatea en una pequeña libreta.

Lance se queda callado hasta que Hunk deja el lapiz atrapado en el espiral. Suspira. —¿Recuerdas a Shiro?

—¿El flamante Shiro? –Hunk enarca una ceja, curioso. Lance le cubre la boca con ambas manos, avergonzado.

—¡No lo digas en voz alta! –Reclama, para después hacer un sonido de disgusto y retirar sus manos de los labios de su mejor amigo, quien le ha lamido los dedos en un intento de liberarse de su agarre. Se limpia las manos en su ropa. —Qué asco.

Hunk se ríe a su costa. —¿Qué hay con el flamante Shiro, viejo? ¿Le pasó algo a él o a Keith?

Lance gruñe, disgustado.

Hay un chico que trabaja en el taller, poco más alto que Pidge, con más cabello que ella, con bonitos ojos violetas y una risilla encantadora: Keith. El problema es que tiene un mejor amigo que te mueres, Shirogane, que es un dios griego reencarnado con vestuario juvenil, cabello teñido y dientes perfectos; al que Lance le pidió su número de teléfono hace tres días, por cierto. No conforme con eso, Keith acapara a Hunk cada que tiene oportunidad, con toda su sabiondez sobre coches y vestiduras, motores y rines. Ya tiene un mejor amigo, que se conforme con ese. Lance estaría más que conforme.

—No todavía, –responde, sombrío. O lo intenta, porque Hunk lo mira con una sonrisa sarcástica en los labios. Lance siente la cara caliente. —¡Me dio un número falso! –Se queja, levantando las manos al aire como poseso.

—¿El flamante Shiro? –Pregunta Hunk, incrédulo.

—¡Deja de decirlo en voz alta!

Esta vez, Hunk suelta una carcajada que retumba en toda la habitación.

—Hombre, dudo mucho que Shiro, el dios benevolente, haya hecho semejante atrocidad. –Dice Hunk, dramático. Lanza el trozo de tela hacia un bote de plástico que está en una esquina de la habitación. Ahoga un bostezo. —Lo vi esta tarde, todo generosidad, trayendo comida para Keith.

En serio, Lance piensa, él podía más que conformarse con Shiro. Pero, el que le haya dado un número falso es una cosa imperdonable.

—Pues no lo sé, pero te digo que me dio un número falso.

Hunk le mira con escepticismo, después suspira y le extiende una mano. —Anda, muéstrame.

Tras un sonido exasperado, Lance saca su celular de su bolsillo izquierdo, alcanzándolo a la mano de Hunk.

Su mejor amigo lo revisa con dedos hábiles y rápidos, hace un sonido de reconocimiento, extrae su propio celular de algún lugar de su pantalón de mezclilla y teclea rápidamente. Luego suelta una carcajada incrédula.

—No te dio un número falso, –asegura, devolviéndole su teléfono. Lance lo toma, inseguro–. Te dio el número de Keith.

Hunk empieza a reírse como si hubiera escuchado el chiste del año, y Lance se queda ahí, de pie, confundido más que antes.

—¿Por qué me daría el número de Keith?

—Viejo, –dice Hunk entre risas–, no lo sé.

—Pudo sólo no haberme dado su número, decirme que no y listo.

Hunk suspira, relajándose. —Shiro sabe cosas que nosotros no, no cuestiones su sabiduría.

Lance le mira, entre molesto e incrédulo. —Pero el que me contestó no sonó como Keith.

Hunk hace un gesto para restarle importancia. —Debiste llamarlo en su hora de la siesta, duerme como un tronco y su voz siempre suena diferente cuando despierta.

—¿Por qué me dio el número de Keith?

Hunk ríe, una última vez antes de bostezar. —Viejo, de verdad que no lo sé. ¿Por qué no le preguntas al mismísimo Keith? Es mi vecino hoy.

Algo hace clic repentinamente en el cerebro de Lance. —¿Duerme durante el trabajo?

—¿Qué? –Hunk se rasca la coronilla, pensativo–. No lo he visto hacerlo, y dudo que lo haga a decir verdad.

Lance concilia, haciendo un sonido nasal y camina hacia la puerta. Se detiene a mitad del camino. —¿No tienes que ver con nada de esto, o sí?

Hunk sonríe, haciendo un ademán para restarle importancia. —No sé de qué me estás hablando, hombre.

Eso basta para que Lance gruña y abandone la habitación.

El garaje de Hunk de esta semana es el último, uno que está en una de las esquinas del complejo. Sólo puede tener un vecino, y ese vecino presumiblemente es Keith. Keith, el de ojos bonitos y comentarios mordaces. Con el que siempre termina discutiendo de una manera u otra, porque le gusta llevarle la contraria. Con el que a veces termina teniendo conversaciones profundas sin darse cuenta. Entrar en su garaje puede ir muy bien o muy mal.

Lance decide darle una oportunidad. Golpea tres veces la puerta antes de girar el picaporte y poner un pie dentro. Lo primero que ve son unos ojos enormes y morados, primero curiosos y después agitados.

—¡La-Lance! –Dice Keith, poniéndose de rodillas y recogiendo unas hojas de papel del suelo, donde segundos atrás estaba sentado. Lance corre a ayudarle, alcanzándole varios papeles. —No es necesario, –le corrige rápidamente.

Lance le resta importancia con un movimiento de su muñeca. —Nah, es mi culpa, por aparecer sin avisar.

Keith sonríe, reuniendo su trabajo del suelo. Se levanta y los coloca sobre su escritorio. Lance husmea antes de entregarle los que recogió por su cuenta.

—¿Son tus diseños? –Pregunta, interesado.

Keith enarca una ceja, mirando los papeles que Lance le entrega y enrojece. —Sólo son garabatos.

Keith es un artista. Su pasión es la mecánica. Es un poco curioso cómo mezcla ambos haciendo diseños de autos, robots, aviones, naves espaciales. Lance se ha cansado de halagarle el talento, pero sin duda no se cansará de ver de lo que Keith es capaz.

—Son garabatos muy buenos.

Keith ríe. Se pasa una mano por la nuca y desvía la mirada hacia el auto que descansa frente a sus ojos. Lance sigue la dirección de sus ojos y sonríe.

—¿Interrumpí tu trabajo?

—¿Qué haces aquí?

Se interrumpen el uno al otro, Lance ríe y Keith bufa divertido.

—No interrumpiste nada, –se adelanta Keith–, ya había terminado. Tu turno.

Lance le lanza una mirada enfadada y Keith se ríe a su costa.

—Shiro me dio tu número cuando le pedí el suyo.

Aquello causa una curiosa reacción en Keith, quien enrojece furiosamente y esconde la cara entre las manos. Gruñe y se queja entre murmullos. Lance se queda pasmado, sin palabras ni más iniciativa.

—¿Fuiste tú entonces? ¿El que marcó hace rato?

Lance jadea, sintiéndose atacado. —N-No fue mi culpa, él me dio ese número, y no reconocí tu voz. No es mi culpa.

Keith se descubre la cara, mirándole con el ceño fruncido. —No dije que fuera tu culpa en ningún momento. Sólo estaba–

—Ah, claro, y ahora soy un mentiroso. –Interrumpe Lance, cruzándose de brazos. Keith boquea varias veces, incapaz de responder. Lance se mofa de él, bufando una risa. —¿Qué?

—Eres un idiota, –suspira Keith, resignado. Se soba las sienes con una mano y cierra los ojos. Murmura un muy bajito «no sé cómo puedes gustarme» y gruñe poquito después.

Lance traga saliva. Y repite: —¿Qué? –Mientras descruza los brazos y los deja caer a sus costados.

Keith le mira, abriendo los ojos con lentitud. —¿Qué?

—¿Qué... Qué dijiste? –Pregunta Lance, incapaz de asociar una alucinación con la realidad.

—¿Que eres un idiota? –Responde Keith con obviedad.

—N-No, –dice Lance, y su mirada debió reflejar su desesperación pero le provoca una risilla a Keith. Una de esas risillas bonitas y suaves. —No, eso no, lo otro.

—¿Qué cosa? –Inquiere Keith con calma, enarcando una ceja–. No sé de qué me estás hablando, Lance. –Ríe, entrecerrando los ojos debido a una sonrisa burlona.

—Dijiste que... Que te gustaba.

Keith abre los ojos, primero lento y luego con prisa, como asustado. —N-No es cierto.

—S-Sí, sí es cierto.

—N-No.

—¡Sí!

—¡No!

—¡Que sí!

—¡Que no!

—¡Pues me gustas! –Lance toma aire y Keith se queda sin respiración. —¡Me gustas, maldito roba amigos!

Keith jadea, indignado, y Lance se cruza de brazos con orgullo, elevando su mentón.

—No te va el amarillo, –dice Keith, como una puñalada. Y funciona, él sonriendo cuando ve a Lance boquear–, y también me gustas, idiota.

—¡El amarillo es mi color!

Keith suelta una carcajada. —Ni en tus sueños.

Lance ríe, incrédulo. Fascinado. Keith le esquiva la mirada con nerviosismo, pero la devuelve con la misma velocidad.

Cuando Keith se cruza de brazos también, Lance alcanza su cintura con ambas manos y sus cuerpos chocan con fuerza al juntarse.

—Animal, –se queja Keith, pero la respuesta de Lance es una risa burlona.

Las manos en la cintura forman círculos y hay unas manos más nerviosas trepando por los bíceps hasta el cuello. El primer contacto de sus labios es torpe, entretenidos en una risa que el gritito de emoción de Lance provoca en ambos. El segundo contacto es un beso de verdad. El tercero lo es todavía más. Las manos de Keith encuentran sostén en el cabello de Lance y las manos de Lance aprietan suavemente los músculos de la cintura de Keith.

Se besan por largo rato. Hasta que casi tropiezan contra el cofre del coche y a Lance se le duerme un pie por el golpe. Keith se ríe hasta el cansancio, hasta que le duele el estómago y hasta que Lance lo silencia con otro beso. Keith hace un sonido de gusto y corresponde con calma. Retoman su posición, abrazados como estaban antes de la interrupción.

—¿Por qué Shiro me dio tu número?

Keith hace un sonido nasal. —No lo sé, ¿qué le dijiste?

Es el turno de Lance de sonrojarse. —Quería que me diera consejos para conquistarte.

Keith no quiere reírse, en serio. No quiere. Pero igual lo hace, qué más da. Se carcajea con ganas, pese al gesto de enfado que Lance compone.

—Shiro, el dios benevolente. –Burla Keith, limpiándose las lágrimas todavía entre risas.

Lance gruñe, ejerciendo más fuerza con su agarre y consiguiendo asi la atención de Keith. —Hunk dijo que no cuestionara su sabiduría.

Keith vuelve a estallar en carcajadas y Lance lo suelta, cruzándose de brazos y bufando enfurruñado.

—Sabe cosas que nosotros no. –Dice Keith, respirando agitado. Lance le mira, con un puchero en los labios. Keith sonríe, todavía divertido; extiende una mano hacia Lance. —Ven acá.

Lance gruñe, renuente, pero cede cuando Keith ríe bajito. Acepta la mano, entrelaza sus dedos con los contrarios y vuelve a besar a Keith, esta vez con mayor intensidad.

Keith jadea entre el beso, dejándose hacer. Piensa brevemente en el teatro que le armará a Shiro más tarde en el departamento que comparten y más le vale a Takashi tener una buena explicación.

—Hm, ¿bebé? –Dice Lance, entre besos. Keith casi se derrite, ¿desde cuándo se tienen apodos de esa clase? —¿Por qué tu voz sonaba diferente al teléfono?

Keith desvía la mirada, ríe nervioso y le roba un beso rápido. —Jamás lo sabrás.


Ese Keith. La verdad es que reconoció la voz de Lance, entró en pánico y fingió una voz. Así como Lancey todo el fic, negándose su obvia atracción hacia Kitty.

Creo que para el final escalamos de cero a cien en un ratito gg. Creo que Hunk estuvo tan fuera de personaje que uno ni se da cuenta(?) y que quedó claro que Shiro siempre estará de metiche en mis fics. Nimiedades.

Fue muy divertido jugar con el Klance. Me parece que son muy dinámicos y se pueden adaptar a todo. Epa, hahaha. Me gustan demasiado cuando los dos dicen algo súper meloso, se dan cuenta, y se sonrojan como perdedores. Es mi trope fav de estos dos.

Y bueno, muchas gracias por leer (L).