Boku no Hero Academia/My Hero Academia no me pertenece.
Se suponía que esto sería algo absurdo pero de repente seguí escribiendo y se transformó en esto. Al terminar recordé esas listas que a veces encuentro en Tumblr sobre los universos alternos de almas gemelas que existen... y luego pensé en Shigatsu wa kimi no uso y en cómo me fascinó ese anime/manga.
Debo admitir que esos universos donde tu alma gemela le da colores a tu mundo son bonitos.
KatsuDeku. Relación no establecida. Older!Izuku. Soulmate AU.
Brillante
Suspira hastiado por enésima vez, mantiene sus brazos cruzados y ciñe ligeramente sus manos intentando contener el enfado que siente en ese momento, frunce el ceño y quiere matar a su compañero, el cual no ha dejado de hojear su cuaderno.
—¿Por qué otra vez aquí?, ¿tengo que estar en la biblioteca cuando yo no lo necesito? —pregunta, balancea incesantemente su pierna derecha de arriba abajo, exasperado.
—Porque cuando estudiamos en tu casa siempre terminamos jugando en la consola —responde el muchacho al otro lado de la mesa, apenas separa sus ojos rojizos de las páginas de su cuaderno, buscando los ejercicios que no ha entendido de la clase pasada.
—¿Y yo tengo la culpa de eso? —alza la voz, no tiene la paciencia para esto.
El otro se queda pasmado, no tiene forma de contestar eso porque es perfectamente obvio que la culpa no es suya. Sonríe complacido al ver que ha puesto en un aprieto al chico.
—¡La tienes por tener la consola en tu habitación! —protesta.
—¡¿Haaa?! —grita molesto, se levanta y golpea la mesa entre ellos con bastante fuerza, el sonido hace eco en la sala de lectura —¡Tú eres el que siempre empieza! —qué infantil.
La biblioteca está en silencio y de repente se escucha el murmullo del resto de las personas en el edificio.
—Disculpen —esa molesta voz —, ¿podrían evitar hacer mucho ruido?, molestan a los otros usuarios —maldice al pelirrojo y de paso al dueño de aquella voz.
Dirige su atención al joven que se ha acercado a la mesa que ocupan y chasquea la lengua al ver que en efecto es la voz de la persona que tanto le cabrea. Gruñe y sus dientes chirrian, justo como con la consola, esto es culpa de Kirishima.
—Sí, perdona —el bermejo se apresura en disculparse.
El joven sonríe, sus mejillas pintadas con algunas pecas se abultan debajo de sus ojos y éstos resplandecen con ese color jade similar al de su cabello. Cómo lo detesta, siente sus sus propias mejillas arder. El más alto se aleja poco a poco y lo sigue con la mirada hasta que lo ve ocupar su lugar detrás del escritorio de recepción; vuelve a tomar asiento y se cruza de brazos, casi parece que hace un berrinche.
—Bakugou —llama su atención —, si tanto odias venir podrías simplemente negarte, ¿sabes? —suelta Kirishima. Sí, podría —. Aunque en realidad no creo que lo odies, porque de cualquier forma terminas viniendo cada vez.
Agh, quisiera ver su cabello arder, sólo un poco.
—Tú eres quien me ha pedido ayuda —objeta, debería estar agradecido de que no lo ha dejado colgando como a Kaminari.
—¿Y ahora te sientes obligado a cumplir? —el pelirrojo no le cree y se nota en su mirada rojiza cargada de sospecha.
—¡Sólo apresúrate para irnos de aquí! —resopla.
Kirishima entorna los ojos y al cabo de unos segundos deja el tema y se pone a buscar de nuevo en los apuntes de su cuaderno. Pasados algunos minutos el pelirrojo encuentra los problemas de matemáticas que no ha resuelto en clase y él mismo saca sus apuntes para explicarle cómo resolverlos.
Media hora pasa y de diez ejercicios sólo han resuelto dos, pero no parece notarlo pues otra cosa ha capturado su interés —aunque llamarle cosa es un poco grosero—.
Curioso se gira sobre la silla y voltea hacia atrás —Veo que no tienes tanta prisa como dices —Kirishima le saca de sus pensamientos y le ve con los brazos cruzados sobre la mesa, luce cansado, no, más bien aburrido —, estás en las nubes.
—¿Qué?
—Has estado mirando en su dirección desde hace como diez minutos —declara el de la cicatriz.
No puede verlo pero sabe que su cara se ha puesto roja por el comentario del otro —¡Claro que no! —porque es la verdad. Intenta evadir el tema —¡¿Ya terminaste?! —exclama con fastidio, sus mejillas están calientes y darse cuenta de eso sólo lo empeora.
—Sí —contesta sin ánimo.
Revisa la respuesta y avanzan, Kirishima empieza a leer el tercer problema y de repente se detiene para regresar a ese tema de conversación que no quiere abordar.
—¿Por qué no le hablas? —sugiere —, no es como si no supieras su nombre, lo trae pegado en el bolsillo de su camisa.
La cuestión no es que pueda o no hablarle ni que pueda dirigirse a él por su nombre. Lo molesto y por lo cual no ha podido despegar su mirada escarlata del pecoso es que aparentemente hay algo que sólo él puede ver, porque la gente a su alrededor no dice nada y Kirishima tampoco lo ha mencionado.
Todo él resplandece con colores tan vibrantes que hacen opacar al resto de su entorno.
—Cállate, no te incumbe —lo silencia y le hace continuar con la resolución de los ejercicios para irse de ahí.
Mientras el pasto luce un verde mate, los ojos y cabello de ese joven tienen un tono verdoso sublime que las palabras no le alcanzan para describirlo. Y si es que no ha perdido la cabeza eso sólo significa una cosa, una que realmente no desea admitir por lo absurdo, ridículo y disparatado que suena.
Corren rumores sobre personas destinadas y almas gemelas, algunos los ha escuchado de sus compañeras en el salón de clases, otros en su camino a casa al salir de la escuela y otros mientras cambia los canales en el televisor. Cada uno contado de diferente manera pero todos coinciden en que los colores se vuelven más brillantes, que repentinamente el mundo parece pintado en tonos grises y mates alrededor de esa persona.
Se siente estúpido al hacer esto pero así es menos vergonzoso.
Busca en los estantes, lee cada lomo de los libros y se detiene al ver el primero que pone algo sobre colores y almas gemelas. El libro es delgado, tiene pasta blanda y por el tipo de portada es obvio que está dirigido a un público adolescente principalmente femenino, espera que ningún conocido le vea con eso en las manos.
—¿Hoy estás solo? —viene de su derecha y se paraliza en su sitio.
Su cuerpo está tan rígido que apenas logra girar la cabeza para observar a quien le ha cuestionado. Abre los ojos de par en par y se queda en blanco, no puede siquiera responder. ¿Por qué tiene que ser él?, le deslumbra como todas esas veces.
—¿Has encontrado lo que buscabas? —su mirada cetrina baja al libro que carga en sus manos.
No quiere imaginar lo que el otro está pensando. ¿Alguien como él leyendo esa clase de cosas?, por favor, debe ser una broma. Observa el rostro ajeno con detalle y puede jurar que sus ojos han centelleado. De repente sus orbes esmeraldas se clavan en los suyos encarnados y le figura que resplandece aún más.
—¿Tú también los ves?
