Hola... Me llamo Lluvia (aunque eso probablemente no importa) y este es el primer fanfic que decido subir a esta página web, ni si quiera estoy segura de si es lo suficientemente bueno o de si gustara, pero quería darle una oportunidad, ya que no hay suficiente fanfiction de esta increíble pareja . Estoy abierta a todo tipo de críticas, sobre todo a las constructivas. Y... um... Supongo que debería pasar a los temas serios.

Advertencias: Uso de tabaco, insultos, temas sexuales y sexo mas adelante.

Disclaimer: Axis Powers Hetalia pertenece única y desgraciadamente a Himaruya Hidekaz.

Me inspire para escribir este fanfic con la canción "Sweater Weather" de The Neighbourhood, que escuche en un vídeo de HongIce que vi en Youtube. Así que... allá vamos.


Cause it's too cold

For you here and now

So let me hold

Both your hands in the holes of my sweater

Jia Long

Un alto y esbelto joven asiático abandona su oscuro apartamento, alejándose del callejón en el que vive y saliendo de la penumbra, para adentrarse en las concurridas y adoquinadas calles de la ciudad. Entrecierra los ojos, al no estar aún acostumbrado a la luz del día, y saca su móvil al oírlo vibrar. « ¿Dónde estás? Llegas tarde y esto ya se está llenando » El emisor del mensaje es Yao Wang, el jefe y mentor de Jia Long en el restaurante japonés en el que el joven trabaja. Puede llegar a ser muy estricto y pulcro, pero es, después todo, un personaje muy importante para Jia Long, ya que es el único que le obsequio trabajo y ayuda cuando este llego a Estados Unidos.

Una vez se encuentra allí, descubre que Yao no estaba equivocado: El lugar esta atestado de personas haciendo sus pedidos, el pobre Im Yong Soo es el único tratando de hacerse cargo de todo, y Jia Long ve que el coreano a duras penas puede.

- Ya estoy aquí –le susurra al entrar en la barra, y camina hasta la cocina con rapidez para anunciarle a Yao su llegada y para ponerse su delantal.

- ¿Por qué siempre tienes que llegar tan tarde? –le regaña su superior al verlo entrar.

- Lo siento, viejo –se disculpa Jia Long, con una sonrisa– Ahora mismo me pongo a funcionar –Yao suspira, pero no puede evitar sonreír. Mientras tanto, Jia Long se prepara para una larga jornada en el ajetreado restaurante en el que trabaja. Ni si quiera hay mesas o sillas, es un establecimiento en el que el público simplemente pide su comida y se marcha. Sorprendentemente, ha tenido mucho éxito y en los dos años que Jia Long lleva trabajando allí, nunca ha habido falta de clientes. Además, puede que el público también se sienta atraído cuando se trata del personal de ese lugar. Podría decirse que Jia Long, Im Yong Soo y Kasem (un chico tailandés que trabaja allí de vez en cuando) son verdaderamente atractivos. Jia Long ha tenido muchas y muchos pretendientes en su paso por allí, pero a diferencia de Im Yong Soo, jamás se ha dejado influenciar por ello.

- ¿Qué desea hoy?

- Sera un… –su jornada laboral ha comenzado.

Emil

Mierda, mierda, mierda. Un joven delgado de estatura baja se encuentra subido a una silla, apartando objetos de un armario que estaba fuera de su alcance. Sus ojos se iluminan al divisar una caja de cereales en el mencionado armario, y la coge mirando su interior con ansias. Solo cincuenta dólares. Suspira. Está jodido, esta vez está realmente jodido, y no tiene ni idea de que va a hacer. Van a dar las nueve de la noche y aún no ha probado bocado en todo el día, a esas alturas, su estómago no para de rugir y pide comida a gritos. No vine a Nueva York para morirme de hambre. Mierda, joder. Si al menos pudiera llamar a alguien, pero está solo, completamente solo en una de las ciudades más grandes del mundo y en un sucio apartamento que a duras penas puede pagar. Suspira, sin poder evitar sentirse miserable, pero sabe que tiene que comer. Y por lo tanto, coge esos últimos cincuenta dólares y baja de la silla, para después salir a paso ligero de su apartamento y adentrarse en los laberintos urbanos de Manhattan. Los supermercados ya han cerrado, así que no le queda otra opción que cenar en algún restaurante barato. Cruza algunas calles y callejones, en busca de algo que pueda ser barato pero no sea extremadamente mediocre. Finalmente, divisa un restaurante chino con grandes luces neón por rotulo y decide que le gusta la comida china y que probablemente no es muy caro. Sin embargo, al entrar y al fijarse en un cartel con diferentes tipos de sushi, descubre que el restaurante no es chino, sino japonés. Bueno, ya que estoy aquí.

El lugar se encuentra vacío, exceptuando al asiático que se encuentra tras la barra, sentado en un taburete leyendo una revista. En seguida se pone en pie al ver a Emil entrar, y extrañamente, le sonríe.

- Buenas noches –le saluda el oriental.

- H-Hola –a Emil le cuesta hablar con desconocidos sin ponerse nervioso y tartamudear como un idiota.

- ¿Sabes lo que quieres, o te gustaría mirar la carta? –Emil se fija mejor en el joven tras la barra. Es muy atractivo. Con una piel bronceada de aspecto suave, ojos rasgados de color negro, cabello desordenado color chocolate y una complexión fuerte, no musculosa, pero si fuerte.

- Mirare la carta, gracias –contesta tras haberle examinado, y comienza a leer la carta en busca de algo que pueda llamarle la atención, no sabe demasiado de comida japonesa. Mientras tanto, el asiático parece no quitarle la mirada de encima a Emil. Le examina, fijándose en cada mínimo rincón que los atuendos del pálido chico dejan ver.

- Pareces un ángel –observa el oriental– ¿Te lo han dicho alguna vez? –Emil levanta la mirada en shock.

- N-No… –después baja la mirada, tratando con todas sus fuerzas no sonrojarse, pero puede sentir sus mejillas arder.

- Con ese pelo y esos ojos… Solo te faltan las alas –continúa Jia Long, divirtiéndose ante las reacciones del adolescente que tiene frente a él.

- P-Para, idiota –musita este, haciendo a Jia Long reír.

- No deberías de llamar idiota a quien te va a servir la cena –y le guiña el ojo– De todas formas ¿Qué deseas? Un menú familiar ¿Tal vez? –Emil niega rápidamente con la cabeza.

- Un menú individual –ignora el sorprendido rostro del joven al otro lado de la barra, y se centra en la carta del restaurante– Pediré yakisoba de pollo y tempura de verduras.

- Vaya... Tienes buen gusto ¡Marchando! –Jia Long da la orden a la cocina y rápidamente, vuelve a la barra de nuevo, para continuar con su descarado flirteo.

- Y… ¿Me concederías el placer de saber tu nombre? –pregunta, apoyándose en la barra con una sonrisa seductora de medio lado.

- ¿T-Te preparas las líneas, o algo así? –le contesta Emil en un tono tímido.

- No, con alguien como tú me salen de forma natural –las mejillas del islandés enrojecen aún más– Por cierto, soy Jia Long.

- Emil –murmura el chico.

- Tienes un acento peculiar –añade Jia Long– ¿Puedo preguntar de dónde eres?

- Islandia –le informa, aún sin hacer ninguna clase de contacto visual– Pero he vivido toda mi vida en Noruega.

- Ya veo –Jia Long esboza una sonrisa casi burlona– Así que eres un ángel nórdico –un ligero tintineo le avisa de que la comida de su cliente esta lista, y se acerca hasta la cocina con rapidez para hacerse con el pedido y entregárselo a Emil– Aquí tienes, angelito –Jia Long deposita la comida en la barra mientras Emil comienza a sacar dinero de su cartera.

- Eres molesto –le susurra el islandés, con el ceño fruncido. Paga su cena y comienza a abandonar el lugar.

- Espero volver a verte por aquí, angelito –se despide Jia Long, Emil cierra la puerta con un portazo y con las mejillas exageradamente sonrojadas. Estúpido asiático.

Jia Long

El día finalmente ha terminado para Jia Long. Ese europeo tan interesante ha sido su último cliente, y después de que él se haya marchado, limpia el restaurante junto a Yao, para después despedirse de su jefe y comenzar a caminar con prisa hacia su apartamento. Si tiene algún tipo de prisa, es más que nada por el gélido aire invernal que hay en el ambiente. Cinco minutos más tarde, ya se encuentra llegando al callejón en el que vive, cada vez más cerca de la entrada de su apartamento. Sin embargo, una figura sentada en los escalones que llevan al gran portón hace que su paso se convierta en uno más lento. No tiene ni idea de quién puede ser, pero en barrios como ese es mejor no fiarse de nadie. Sin embargo, al llegar, se encuentra con una grata sorpresa. Emil, el islandés que una hora antes había estado en su restaurante, está sentado allí. Con un cigarrillo en la mano, un abrigo de aspecto viejo y la mirada perdida en el horizonte. Parece triste y cansado. El islandés levanta la mirada y vuelve a fruncir el ceño al ver quien se encuentra frente a él.

- ¿Tu otra vez? –dice simplemente, dándole otra calada a su cigarrillo.

- ¿No hace un poco de frío para que un adolescente este sentado en un barrio peligroso fumando a las diez de la noche? –le pregunta Jia Long, y Emil aparta la mirada, molesto.

- No tengo frío, no soy un adolescente, vivo en este barrio, a ti no te importa si yo fumo o no y me da lo mismo la hora que sea –contesta, y por muy duras que sus palabras sean, aún sigue comportándose con torpeza y timidez. Es como el chico malo que jamás consiguió ser malo. Jia Long se limita a sonreír.

- ¿Y cuál es tu edad, angelito?

- No soy ningún ángel, y tengo dieciocho –el hongkonés no puede evitar reír. Por supuesto que es un adolescente, o al menos, hace un año lo era, pero no parece haber crecido mucho.

- Así que el angelito es mayor –canturrea Jia Long en un tono burlón.

- Lo haces por vacilar ¿Verdad? –pregunta Emil, y sin darse cuenta, hace un pequeño puchero. Es adorable.

- Un poco, pero también porque me gustas –Jia Long no se ha divertido tanto burlándose de alguien en su vida, definitivamente, ha decidido que Emil le gusta.

- Pues si de verdad te gusto no deberías joderme a cada oportunidad que tienes –el pálido sujeto descubre que su cigarrillo se ha terminado, y tira la colilla al suelo para después ponerse en pie y pisotearla– Ahora me marcho –se dispone a sacar sus llaves para entrar en el edificio, pero entonces se da cuenta de que Jia Long sigue ahí, esperando tras él– Tu también… ¿Vives aquí? –se gira para descubrir a un Jia Long con una expresión de estar disfrutando mucho del espectáculo.

- En efecto –contesta el asiático– Así que… Somos vecinos –añade en un tono meloso que produce escalofríos a Emil.

- Mierda –farfulla el islandés– De todos, tenías que ser tú.

- Se siente –Jia Long sonríe ahora de oreja a oreja, mientras entra en su edificio junto a Emil. Esto, señoras y señores, es tener suerte. Se paran frente al ascensor, que al ser extremadamente antigua, baja con una lentitud desesperante.

- Y… ¿A qué piso vas? –pregunta Emil, o más bien susurra. Parece intentar ocultar su voz en todo momento.

- Al quinto.

- Oh, mierda –Jia Long vuelve a sonreír.

- ¿Así que eres mi vecino de enfrente, eh? –Emil trata de ocultar su rubor, pero no puede– Creo que voy a ir a pedirte sal más de una vez.

- Nunca te abriré –le responde Emil, tajante, a lo que Jia Long ríe. Finalmente entran en el ascensor, creando un ambiente incomodo en el que el hongkonés se limita a mirar a Emil descaradamente y el islandés se limita a ruborizarse de cuando en cuando. Ding. Una campanada les hace saber que ya están en el quinto piso. Ambos parecen querer salir rápidamente de allí, por eso, al intentar salir los dos a la vez, se chocan, creando una atmosfera aún más incómoda. Se miran un par de segundos.

- Hasta pronto, angelito –le dice Jia Long, con una sonrisa burlona.

- Hasta nunca, si dios se apiada de mi –se despide Emil, y así es como ambos entran en sus respectivos apartamentos, enfrentándose a dos realidades completamente diferentes.

One love, two mouths

One love, one house

No shirt, no blouse

Just us, you find out


Traducciones para las estrofas de la canción: "Porque hace demasiado frío para que estés aquí ahora, así que déjame sujetar tus manos en los agujeros de mi sudadera" y "Un amor, dos bocas. Un amor, una casa. Sin camiseta, sin blusa. Tan solo nosotros, te dejo adivinar."