Le habría gustado contar una historia simple. Decir que en su relato no existía el típico enamoramiento no correspondido. Salir del cliché acerca del chico invisible que tenía un flechazo por la chica más popular de la escuela; que con tan solo cepillarse el cabello y vestirse con ropa costosa, un día la gente se fijaría en él de una manera distinta, pero eso solo sucedía en los cuentos de hadas y él, por supuesto, estaba muy lejos de ser una princesa.

Se colocó el casco de su motocicleta una vez acabó de fumarse su cigarrillo, su jefa lo despediría si se enteraba que había pasado el rato holgazaneando a la orilla de un puente en lugar de estar atrapado en el trafico provocado por el remolque que había volcado segundos después que él atravesara ese tramo de la carretera.

Había obtenido una buena propina durante su última entrega, sus estúpidos compañeros de clases organizaron una fiesta para despedir el verano y darle la última bienvenida al inicio de clases en la secundaria Tomoeda.

El ambiente era demasiado denso esa noche, ni siquiera las estrellas habían querido asomarse en el cielo. Syaoran sentía que una extraña oscuridad lo acechaba. No dejaba de sentirse perseguido desde el día en que su familia fue asesinada. Un suceso sumamente raro, ya que no poseían ni el dinero ni la posición para ser perjudicados de tal manera.

Su vida desde entonces se había convertido en un pequeño infierno, pasando de un hogar de acogida a otro, hasta que un día llegó al hogar de Clow, un sujeto bastante peculiar, raro y extravagante y sin embargo, una buena persona.

—¡Muchacho, ven, siéntate! ¡Corre! —le apuró una de las meseras— ¡Ese es el accidente en el que estuviste atrapado, ya está en las noticias!

Syaoran se quedó estupefacto mirando la pantalla brillante sobre la pared, intentando reconocer las imágenes del catastrófico accidente en él que nunca había estado.

—Fue horrible —mintió, retrocediendo un poco de ella para disimular su olor a tabaco—. Lamento la tardanza.

—¡Oh, no te preocupes! —canturreó ella, anudando una toalla en sus manos—. Cerraremos dentro de pocos minutos y mi hijo ganó algo de dinero haciendo las entregas mientras tú no estabas.

—Genial —suspiró Syaoran.

—Te serviré la cena.

Syaoran intentó detenerla, estaba un poco cansado de cenar pizza cada noche de su vida desde hacía tres meses. Sabía que la señora Hiraguizawa no lo alimentaba por lastima o para que cumpliera sus obligaciones laborales con más entusiasmo, no. Había un propósito más oscuro sobre todo aquello.

La miró salir de la cocina con una bandeja y dirigirse al lugar que él siempre quería evitar. La mesa 16. Ubicada estratégicamente en la esquina lateral izquierda que carecía de iluminación y estaba fuera del radar de la cámara de vigilancia del restaurante. La señora Hiraguizawa situó su plato frente a un chico, quien ese día llevaba puesta una camiseta negra con un horrible y de mal gusto extraterrestre impreso en su pecho.

—Linda camisa —se burló, sentándose para masticar su cena.

El rostro de Eriol se iluminó.

—Sabía que te gustaría. —Viniendo de otro sujeto Syaoran habría creído que esa respuesta estaba cargada de sarcasmo, pero llevaba dos meses exactos estudiando a Hiraguizawa y no lograba encontrar nada falso en él.

—Mañana es nuestro primer gran día —exclamó Eriol, juntando sus manos sobre la mesa—. Me adelantaré unos minutos y esperaré por ti en los casilleros. Estoy ansioso por hacer amigos en esta ciudad, y nada mejor que empezar por conocer a los tuyos, podemos inscribirnos juntos en el club de...

Syaoran ignoró completamente al chico. Eriol iba a sentirse muy decepcionado al saber que Syaoran no tenía a nadie a quien presentar. Lo único que deseaba era terminar la escuela y mudarse de Tomoeda lo más rápido posible.

—¿Entonces estás aquí porque tu papá volvió a casarse y odias a tu madrastra? —preguntó Syaoran, tal vez haciendo preguntas incomodas conseguía que ese chico cerrara la boca. La señora Hiraguizawa había insistido en que ellos lograran ser amigos la mitad del verano y a decir verdad él había puesto muy poco interés en el asunto. Y esta era la oportunidad de terminar con ello.

Eriol se quedó callado un segundo, tal vez mientras pensaba su respuesta.

—Técnicamente no la odio, es solo que no tolero que quiera jugar el rol de mi madre. —Revolvió su malteada como tratando de resolver los enigmas del universo con la crema batida—. Tengo un padre autoritario, ¿sabes? Hizo todo para ganarle mi custodia a mamá. Pero bueno, veme aquí, comenzando de cero en el lugar donde siempre he deseado estar.

Era la primera vez que Syaoran lo escuchaba hablar con los ánimos apagados, quizá había cruzado ciertos límites con su pregunta.

—Nos vemos mañana —dijo, recogiendo su plato de la mesa.

—¡No llegues tarde! En todo caso, te llamaré temprano por la mañana para despertarte —se despidió emocionado Eriol.

Syaoran no quiso preguntar cómo aquel fenómeno había obtenido su número telefónico. Se limitó a salir del restaurante y subir a la motocicleta, la cual había sido un regalo de cumpleaños por parte de Clow. Tenía que reconocer su cariño por aquel hombre. Pero el amor en su opinión era un arma demasiado peligrosa.

Al llegar a casa fue recibido por un preocupado Clow.

—¿Qué haces despierto a estas horas? —preguntó Syaoran, tratando de minimizar el asunto. Sabía cuál era la preocupación de su tutor. Un accidente en el que ni siquiera había estado, sin embargo debía mantener su mentira.

—¿Estás loco? Casi mueres arrollado por docenas de autos ¿y todavía me preguntas por qué sigo despierto?

—Estás haciendo un escándalo de todo esto, mira, ni siquiera estoy despeinado —chistó, tranquilizando al hombre.

Clow dejó caer los hombros con un suspiro. Syaoran era un muchacho sumamente descuidado.

—¿Viste algo extraño antes que ese camión volcara?

—¿Tendría qué?

Syaoran se quitó los zapatos y brincó directamente sobre el sofá donde acostumbraba dormir. Clow mantenía una habitación adecuada para que él descansara cómodamente, pero desde aquel día, prefería mantenerse alerta todo el tiempo y reaccionar con rapidez en caso que a alguien se le ocurriera entrar a medianoche y hacerle daño a su ahora protector.

—¿Solo es curiosidad? —respondió Clow.

—Solo fueron desperfectos mecánicos, tú mismo lo habrás escuchado en las noticias.

Clow pareció dudarlo un momento y terminó por apagar las luces y retirarse a su habitación.

Syaoran meditó un momento sobre la tortura que le esperaba en la secundaria, por algún motivo no lograba relacionarse con las personas, hasta ese día había llevado una vida bastante solitaria. Sin embargo eso no había sido suficiente como para evitar que sus ojos se fijaran en la chica más inalcanzable de todas, Sakura Kinomoto.

Probablemente todos los chicos en la secundaria tenían un enamoramiento por ella, pero algunas veces su anhelo quemaba, dolía. En las pocas miradas que ella le había dedicado, Syaoran había percibido cierta aprensión, algo que incluso podía interpretarse como miedo. Él era una persona tosca y muy reservada, pero estaba seguro que nunca le haría daño a nadie, no sin un motivo, al menos.