Ninguno de los personajes me pertenecen, todos ellos son creación y propiedad de Sunrise

Gyeokseol

Prólogo

Las sabanas crujieron como un susurro cuando se levantó, dejando el espacio vacío y cálido destinado sólo para ella. Por la cortina metálica se dejaban traslucir las luces de los letreros que adornaban la calle, hablando y exponiendo productos, promocionado una vida muy lejos de su alcance. Sonrió silenciosa mientras recogía su ropa dispersa, mientras ajustaba sus jeans claros, sus botas con el taco medio desafiante, la blusa que adornaba con orgullo su torso. Todo regado en el piso, con su olor y el de ella aún prendidos en la tela, reacios a irse, a dejarla. Estaba bien.

Así estaba bien.

Así lo quería.

Terminó de abrochar sus botas, los pantalones dentro de ellas ajustándolas, la sensación conocida y confortable de estar nuevamente en su piel, de ser otra vez ese ser irreal que se paseaba por las calles alumbradas por los neones, promocionando esa vida que nunca podría tener.

Tan lejos a pesar de tenerlos tan cerca.

Ella entremedio.

Tan lejos.

Y tan cerca.

Sonrió otra vez, no podía dejar de hacerlo, no podía cuando la vida le sonreía a ella también. Se giró, un hombro guiando toda la acción, su silueta recortada por las luces rojas y blancas que se filtraban por la cortina de metal, el mundo transfigurado fuera (o quizás transfigurado dentro). La nieve acariciando suave la ventana cerrada. La nieve acumulándose cruel y despiadada sobre el asfalto. La nieve cayendo indiferente sobre los hombros apresados por las chaquetas y los abrigos de quienes huían de ella.

Una vida tan lejana.

Se acercó a la joven que dormía aún profundamente en la cama, sin extrañar el cuerpo caliente que le había hecho compañía, que le había marcado a fuego un signo en el cuello. Que le había dejado una sensación plácida y etérea, sólo concebida y resguardada en ese sueño lánguido y tranquilo.

Más allá del descanso común.

Llevada por las sensaciones que seguramente aún recorrían su cuerpo encendido, sus nervios jóvenes, sus pupilas verde eléctricas. Sus pupilas alumbradas por una vida sobrehumana que las unía y compartían.

Que las alejaba de las luces que se filtraban por las cortinas metálicas.

Acarició suavemente su frente, despejándola de los mechones que caían sobre ella, los mechones azulados que jugueteaban con su rostro, ocultándolo. Delineando suaves líneas, cortando sus cejas firmes, su boca con el labio inferior sobresaliente. Cortando ese rostro que tantas veces había besado en un intento por memorizarlo.

Se despidió con esa suave caricia. Aún sonriendo.

Siempre sonriendo.

Y cuando cerró la puerta tuvo la seguridad que había repetido el mismo gesto que ella le había dedicado hacía solo unas madrugadas atrás.

NdA: Esto es una idea loca... como todas. Serán cuatro episodios más, espero tenerlos en un tiempo decente... en fin. Saludos.