Disclaimer: Todos los personajes y lugares que aparecen en esta historia pertenecen a J.K. Rowling; esta historia no está escrita con fines lucrativos.
Capítulo 1: Dudas y arrepentimientos
–Ginny, cariño¿te encuentras bien?– preguntó con preocupación la señora Weasley que llevaba largo rato observando a su hija.
–Oh, sí mamá. Estoy bien. – la pequeña de los Weasley mentía, pues las ligeras sombras que habían aparecido bajo sus ojos no eran resultado de encontrarse precisamente bien.
Y como buena madre que era, Molly supo que a su hija sí le ocurría algo. Alcanzó a sentarse junto a Ginny en el sofá de aquel destartalado salón y sólo con una mirada instó a su hija a que le contase la verdad.
–Quizás es porque no puedo dormir bien mamá. Sí, es sólo eso, estoy cansada. – contestó la pelirroja mirando al frente de nuevo, evitando así que su madre pudiese leer en sus ojos.
–Sé que es difícil cariño. Para todos nosotros lo es el estar en esta casa, pero en estos momentos es el único lugar seguro, y mientras Dumbledore y el resto de la Orden encuentran otro deberemos permanecer aquí. – Molly alargó un brazo por encima de los hombros de su hija y la abrazó, mientras pensaba que si su pequeña no podía dormir era por algo más que por estar en aquella casa.
Cuando aquella noche Ginny se tumbó en su cama, el miedo y la duda que la atormentaban parecieron crecer un poco más. Sentía la necesidad de hablarle a alguien sobre aquello, de poder escuchar de una voz amable que sólo eran sueños, que él no era así… Pero nadie tenía tiempo para ella en aquella casa, a pesar del elevado número de personas que pasaban por allí a diario. Su padre se pasaba el día entre el trabajo y las misiones de la Orden, al igual que sus dos hermanos mayores; su madre, si no estaba en la cocina, estaba reunida con los miembros de la Orden que llegaban; quizás le hubiera preguntado a Lupin o a Tonks, si tuviese la confianza necesaria para ello… pero ellos apenas paraban por la casa.
En cuanto a Fred y George… demasiado ocupados con su tienda y con las pequeñas tareas que les asignaban como nuevos miembros de la Orden. Y las otras dos personas en quien confiaba después de sus padres se pasaban el día ocupados. Si bien ni Hermione ni Ron eran aún miembros de la Orden, eso no los librara de sus extensos deberes (uno de los inconvenientes de ser prefecto, según le dijo su hermano semanas atrás), ni tampoco de las tareas de limpieza que cada día les mandaba la señora Weasley. No es que Ginny se librara de limpiar junto con ellos, pero simplemente ellos hablaban de otras cosas y ella se sentía un poco tonta de confesar ese miedo que desde sus sueños le atormentaba, porque hacerlo implicaría confesar también el impulso (bastante estúpido según pensaba ella ahora) que la había llevado a escribirle una carta a Él.
No era una carta de amor como seguramente todos podrían pensar, sino de amistad. De una amistad que ella deseaba pero que él nunca había mostrado demasiado interés por tener. Y esa era la principal razón de su temor. El hecho de haberle escrito aquella carta sobrepasaba bastante los límites que Harry, sin quererlo tal vez, había impuesto con respecto a ella.
En aquella carta Ginny le hablaba a Harry con la naturalidad que se habla a los amigos, naturalidad que no existía entre ellos. Le preguntaba incluso cómo se sentía desde lo ocurrido a Sirius (omitiendo nombres por supuesto, el correo vía lechuza podía ser interceptado). Incluso ella se atrevió a darle su apoyo, tal cual haría un amigo.
"Pero él no es mi amigo" – se había dicho para sí misma mil veces desde que se diera cuenta de su error.
El error no fue escribirle (a pesar de que en todos los años que se conocían nunca habían recibido una carta del otro), el error fue hacerlo justo en aquel momento, con aquellas palabras. Pero si lo hizo fue porque, tras días sin noticias de él, Ron había recibido una carta, y aunque su hermano no dejó que ella la leyera, sí que le contó a Hermione. Y lo que el más pequeño de los chicos Weasley no sabía era que su mejor amiga acabaría contándole a Ginny. Más que nada porque también era gran amiga de la pelirroja y sabía que ella, al igual que todos en aquella casa, necesitaba saber cómo estaba Harry.
Hacía sólo dos semanas que habían terminado el colegio cuando aquella carta llegó para Ron. Cuando Hermione habló con Ginny sobre eso, esta última se convenció de que la soledad y el dolor de Harry eran aún mayores de lo que ella había visto en sus ojos aquel último día en el tren.
Y fue eso lo que la decidió a escribirle, a mostrarle de alguna manera su apoyo.
Pasaron los días y lo único que se supo de Harry era a través de las cartas que mandaba a Ron o a Hermione… pero no a ella.
En un principio Ginny pensó que él se habría sentido un poco desconcertado y por eso no contestaba; pero ella espera que al menos le dijera a Hermione, como siempre hacía. Sin embargo, en ninguna de las cartas posteriores él comentó algo sobre Ginny, como si no hubiera recibido la carta.
Y algunas semanas más tarde allí estaba ella, deseando no ser tan impulsiva a veces y pararse más a pensar lo que hacía.
Dándole de nuevo vueltas a la situación, una vocecita en su cabeza dijo que la posibilidad de que Harry se enfadara con ella no era ni mucho menos tan grave comparada con la situación que vivía el mundo mágico.
"Ya" – pensó ella, como contestando a la voz – "pero si él se enfada de nada habrá servido el ligero acercamiento del curso pasado".
Y ya no pudo pensar más por aquella noche…
Al despertar la mañana siguiente, el recuerdo del sueño apareció de nuevo…
Ginny estaba sentada al pie de la escalera, esperando que él llegara. Cuando apareció tras la puerta, todos corrieron a saludarle, ella también se levantó e hizo ademán de acercarse, cuando él se volvió y la miró duramente. De pronto ella se sintió aún más pequeña bajo su mirada… fría y cargada de resentimiento.
Buscando el apoyo de alguien Ginny volvió la cabeza, pero ahora sólo estaban ellos dos en el vestíbulo. Quiso hablar, pero la voz no salió.
–¿Para qué vas a preguntar Ginny¿Acaso no decías saber cómo me siento? – dijo el joven irónicamente mientras seguía con su vista fija en la de ella – No lo sabes. Por mucho que lo intentes nunca vas a sentirte tan sola como estoy yo, tan perdido y culpable por la muerte de una persona demasiado importante… Ojalá nunca tengas que saberlo.
Ella lo seguía mirando temerosa, pero sin decir nada. Para qué intentar reprocharle, si ella sabía perfectamente que él tenía razón.
–No sé por qué me escribiste. – sentenció él con voz firme.
–Yo… yo quería darte mi apoyo. Hacerte sentir que no estabas solo.– contestó Ginny mirándole de nuevo. – Dejarte saber una vez más que yo comprendo cómo puedes sentirte con respecto a Voldemort.
–¡Oh vamos Ginny! – rió Harry – Que tú fueras poseída por él una vez no significa que puedas comprenderme. Además, no necesito el apoyo de nadie más, tengo el de aquellos que me importan y es bastante.
Ella se quedó un poco perpleja ante la forma tan cruel con la que Harry le estaba contestando.
Sin darle tiempo a replicar, el muchacho caminó hacia las escaleras. Una vez subidos un par de escalones se dio la vuelta y concluyó la conversación:
–Y no estoy solo. Ya te dije que tengo gente importante a mí alrededor. Y realmente no necesito a una mocosa como tú.
Y él siguió subiendo las escaleras mientras ella se daba la vuelta para seguirle y decirle un par de cosas… pero nunca llegaba a decirlas, siempre despertaba antes.
Ese era el sueño que llevaba teniendo algunos días, aunque con ligeros cambios cada vez. A veces Harry sólo la miraba pero no le hablaba, y otras veces ni eso, simplemente pasaba por su lado como si ella no estuviera allí.
Sin embargo, esa mañana la pelirroja no tuvo tiempo de pensar en ello, ya que Hermione había subido a su habitación para que fueran a desayunar.
Si la menor de los Weasley hubiese hablado con alguien de aquella carta, seguramente los sueños no se producirían, porque al fin y al cabo si ella soñaba con eso era porque se pasaba el día preguntándose qué haría Harry al verla, pensando todo el día en lo mismo. Y ya se sabe que el inconsciente nos suele recordar en nuestros sueños aquello que nos preocupa.
Mientras desayunaban en un silencio que ya se hacía habitual, llegaron algunas lechuzas con el correo. Ginny ni siquiera levantó la vista de su plato, creía que nadie le escribiría… Pero una bonita lechuza color café se posó sobre su plato.
Bastante sorprendida, la pelirroja cogió la carta y se dispuso a abrirla. Esperaba que fuera de Harry… Al leer la firma una sonrisa se dibujó en su rostro.
Se levantó de un salto y se fue a su habitación a leer tranquilamente, desoyendo las voces de su madre para que se terminara el desayuno.
Gracias por leer mi fic!
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NaSiRiD
