Disclaimer: Nada de Glee me pertenece, por desgracia pertenece a RIB.
Nota: Escrito para el primer reto de la comunidad de LJ Spanish Femslash. Situado enel verano en el que acaban el instituto.
Conseguir donuts y un batido de vainilla con leche de soja un lunes a las 12 de la noche en Lima es complicado; incluso durante el verano. Pero a estas alturas no es capaz de negarle nada a Rachel. Basta un tweet expresando un capricho a nadie en particular y Quinn ya está saltando de la cama. Baja las escaleras a hurtadillas y saca el coche de su madre del garaje; todo en el más absoluto silencio. Cuando se detiene en el jardín trasero de los Berry, Rachel está meciéndose despreocupada en el columpio que hay colgado del árbol. La saluda con una sonrisa cuando entra en el coche.
Conduce directamente hacia las afueras, a la estación de servicio que otras veces han encontrado abierta a altas horas de la noche; y que, para regocijo de Rachel, es distribuidora de productos vegetarianos y ecológicos.
Hace mucho calor y Rachel lleva un vestido tan corto que su ropa interior y parte de los muslos están en contacto directo con el asiento y Quinn no puede dejar de notarlo. La idea de esa parte del cuerpo de Rachel sobre el asiento del coche de Judy… si su madre adivinara sus pensamientos…
La radio está sintonizada en una emisora con música de los setenta. En un intento de cambiarla por parte de Rachel y en otro de subir el volumen por parte de Quinn, sus brazos se rozan. Las dos se apartan en un movimiento rápido, eléctrico.
Aparcan detrás de la estación de servicio y cuando Rachel regresa cargada con los donuts, su batido y una coca-cola light para Quinn, se la encuentra fuera del coche, bailando y murmurando la letra de una canción que le es desconocida.
La luz de la única farola que ilumina el aparcamiento proyecta la sombra de Quinn, que llega hasta Rachel acariciando su cuerpo con siluetas, vibrando en intrincados movimientos. De entre todas, ésta es su Quinn favorita, la que baila como si nadie estuviera mirando, la que sonríe detrás del pelo alborotado sobre la cara, la que hace que el mundo, como Rachel lo entiende, se tambalee de arriba a abajo. No había vuelto a verla así desde el accidente; las bebidas se le vuelven inestables en las manos, y se da cuenta de cuánto la ha echado de menos.
En uno de sus entregados giros, Quinn se da cuenta de la presencia de Rachel, que la observa como si fuera la primera vez. Sin pensarlo demasiado, se acerca y le quita la compra de las manos, depositándola en el suelo sin cuidado. La coge de la mano y la atrae hacía sí. "Baila conmigo, Rachel", le dice sin dejar de mirarla.
Quinn la sostiene como si quisiera aprenderse su piel. Rachel siente como si hubiera corrido hasta el fin del mundo y hubiera vuelto a por ella. De repente es como si hubieran encontrado una nueva forma de comunicarse; en una conversación basada en miradas, en alientos y respiraciones, en caderas y manos que se buscan, en susurros fuertes y gritos silenciosos, en expectativas.
Rachel siente que podría ahogarse en esto, en Quinn, en sus brazos rodeándole la cintura. La abraza por encima de los hombros y Quinn cierra los ojos absorbiendo el momento. No está preparada para soltar a Rachel. Quizás nunca lo esté.
"Podríamos hacer esto toda la noche", le susurra Rachel acercándose a su cuello. Quinn, una vez más, no puede negarle ningún capricho.
