hola a todos cuantos tiempos :'D
Acá le traigo un nuevo fic que se me ocurrió hablando con Rasen-senpai y no pude evitar la tentación de hacerla *3*
Si se preguntan por el fic ginnobu "Nunca abras las puertas si no estas preparado para las sorpresas", pues esta en proceso el capitulo 3 :'v
Espero que le agrade la lectura y como siempre agradecimiento a Rasen-senpai por tomar su tiempo en corregirme *3*
Capítulo 1
El ambiente era depresivo. Aquellas gotas sin fin que caían desde lo más alto del cielo encajaban perfectamente con lo que sentía en ese preciso momento. Sin embargo, se mantendría imperturbable por el bien de la personita que estaba a su lado; la misma que no paraba de llorar frente a la tumba que habían elaborado con sus pequeñas manos.
Y entre el mundo de hermosas flores, sobre aquella lápida, podía leerse el nombre de "Kouka".
Aun no podía creer que solo ayer aquella hermosa mujer estaba con ellos, dando sus últimos alientos para que ellos no lloraran por su muerte. No podía evitar culparse por no cuidarla bien y su odio incrementó por aquel hombre que había alejado a esa flor de su tierra; para luego abandonarla a su suerte. Por eso él estaba decidido a no abandonar a la única familia que le quedaba en ese remoto y depresivo planeta.
Su hermanita lo abrazaba mientras todavía lloraba por la pérdida reciente. Él dejó que ella se desahogara para que sus sollozos fueran los de los dos; porque él tenía que ser fuerte y mantenerse firme para que pudieran sobrevivir.
—Vámonos Kagura —había soltado sin ningún sentimiento a su débil y pequeña hermana mientras la alejaba de su cuerpo para empezar a andar. No sin antes extender su mano hacia ella. La pelirroja la tomó, aferrándose con miedo a que la dejara.
Llegaron todos empapados a casa. Ninguno había querido abrir sus paraguas en el camino, queriendo que la lluvia se llevara sus pesares.
Seguía aquel ambiente que los ahogaba, pero ninguno hizo nada para cambiarlo. Solamente esperaban a que la noche llegara y pudieran sedimentar sus falsas esperanzas de que todo era una pesadilla y no la triste realidad.
Únicamente habían pasado unas semanas cuando él tomó una decisión importante para su vida: Irse de aquel planeta que le llenaba de recuerdos dolorosos. Y para ello solo tenía que colarse en una nave que viniera a Rakuyou todos los días. De esa manera podría irse junto con su hermanita para empezar una nueva vida.
Su atención fue puesta en aquella banda de Yatos que habían aparecido en su planeta y que todos temían. Parecían ser lo suficiente fuertes como lo era aquel hombre que tanto aborrecía; también parecían tener demasiada comida, que seguramente no les importaría que les robaran un poco. Se basó en todo ello para elegir a tan peligros nave como su vía de escape.
Recogieron todo lo que era importante para ello: ropa, juguetes e incluso un poco de comida para el viaje.
A Kagura, su pequeña hermanita, no le importaba irse de lo que alguna vez fue su hogar; ella solamente deseaba no ser abandonada por su hermano mayor. Por eso, aceptó de forma inmediata la idea cuando Kamui se lo mencionó.
Caminaron sigilosamente hacia la nave mientras miraban cómo aquellos de su misma especie movilizaban las cargas para partir. Era su única oportunidad, así que siendo lo más cuidadosos posible empezaron con su pequeño plan de infiltración.
Kamui vigilaba adelante, buscando una oportunidad para moverse mientras que Kagura se encargaba de ver que no anduviera nadie atrás que los pudiera atrapar.
Lograron entrar con éxito en la gigantesca y peligrosa nave, aprovechando su estatura para ocultarse entre las cargas que habían sido subidos con anterioridad. Se taparon la boca para no soltar alguna carcajada o exclamación por su exitosa infiltración. Ahora solamente tenían que esperar hasta que la nave despegara.
¿Cuánto tiempo había pasado desde que se habían escondido en aquel almacén de carga? ¿Por qué se sentía como si hubieran estado en una eternidad en dicho lugar? Él no lo sabía. Miró a su hermanita quien seguía durmiendo a su lado como si no estuviera arriba de una nave que lo llevaba a lo desconocido. Y fue en ese preciso momento cuando el lugar fue alumbrado; indicando que alguien había entrado en busca de algún armamento o cosa parecida.
Se tensó, pero logró tapar la boca de su hermanita para que no se escucharan sus pequeños ronquidos mientras aquella persona paseaba de aquí para allá. No obstante, su peor temor se hizo realidad cuando sintió cómo era jalada su camisa desde el cuello. Había sido alzado como si fuera un peluche cualquiera.
—Ey, pero miren lo que me he encontrado —decía un tipo de cabellera castaña desordenada al tiempo que miraba con cierta burla al chico que no dejaba de moverse para que le soltara.
—¡Suéltame! —exigía a quien no lo dejaba tocar el suelo. Sus ojos mostraban valor, algo que era difícil de encontrar en los niños de hoy en día—. ¡Ya verás cuando me suelte!
—¡Kamui! —gritó la menor en el momento en que se despertó y vio a su hermano mayor en peligro. No obstante, eso provocó que el castaño le tomara del mismo modo.
—Así que… ¿Qué hacen aquí un par de conejos perdidos? ¿Acaso no saben lo preocupados que pueden estar sus padres? —preguntó quien tenía en sus manos a ese par de hermanos. Sin saber que sus palabras les habían llegado de forma dolorosa.
—Mamá está muerta —soltó con un gran pesar el mayor mirando de reojo cómo la menor aguantaba sus lágrimas que amenazaban por salir—. Y no tenemos padre —no podía aceptar en esto momentos como su padre a aquel hombre que abandonó a su familia; aunque para su hermana fuera diferente.
El castaño se quedó observando a aquellos peculiares hermanos que tenía en sus manos. Pudo ver cómo el mayor no mostraba algún signo de tristeza en su cara, más su voz lo traicionaba; mientras que la menor parecía tener una gran dificultad en controlar sus emociones.
—No necesitamos tu lástima —soltó con molestia Kamui al ver cómo aquel desconocido lo veía de tal modo—. Únicamente queremos viajar hasta un planeta diferente y dejaremos la nave —expresó con fiera convicción.
El mayor no pudo evitar reírse por la osadía y valentía que presenciaba. Sin ningún titubeo tomó a ese par, cargándolos en sus hombros para empezar a caminar.
—Oi, ¿qué haces Abuto? —preguntó el compañero del castaño que ya estaba en la entrada de la bodega.
—Voy donde el capitán —indicaba como si fuera los más obvio. Provocando sorpresa a su compañero y confusión a ese par de conejito—. Debe saber que en la nave hay un par de conejos perdidos —y siguió su caminata hacia donde se encontraba su capitán.
Kamui y Kagura se sorprendieron al ver quién dirigía tan infame tripulación de piratas. Ese hombre era realmente fuerte y su presencia daba para respetarlo. Kamui quería llegar a ser como él, así que enfrentó la mirada de molestia que les ofertaba. Kagura por su lado no pudo evitar arraigarse al brazo derecho de su hermano mayor; aunque tampoco desviaba su mirada.
—No recuerdo haber permitido a niños en esta nave —expuso el imponente Yato.
—Son unos intrusos que encontramos en el almacén de carga —explicó el castaño
—Entonces, ¿por qué no los tiran en una pequeña nave a su suerte? —aquellas palabras provocaron que los hermanos se tensaran. No obstante, no dejaban de mirar a aquel mayor que había propuesto una idea tan cruel. Y esa acción hizo a que aquel capitán tuviera interés en ellos.
—No es necesario anciano. Solo déjenos en el siguiente planeta al que irán y nosotros nos encargáremos de cómo mantenernos —no se podía saber si en ese pequeño cuerpo había mucha valentía o mucha estupidez para hablar así.
—¡Es cierto anciano! —la menor tampoco se quedaba atrás. Apoyó infantilmente a su hermano mientras le sacaba la lengua al mayor.
El capitán no pudo evitar soltar una carcajada por la osadía que tenían esos hermanos. Había podido corroborar que esos niños que tenía en frente eran los hijos del hombre al que se enfrentó tiempo atrás.
—Bien, entonces se quedarán hasta que lleguemos al siguiente planeta —declaró el mandamás. Haciendo que su subordinado se sorprendiera y los pequeños sonrieran—. Y tú estarás encargado de cuidarlos, Abuto —soltó sin tapujo.
—¿P—por qué yo? —cuestionó en completo descontento por aquella orden.
—Porque tú fuiste quien los encontró y los trajo hasta mí —la respuesta fue más obvia de lo que podía imaginar.
Y de esa forma Abuto salió de aquella sala con esos dos conejos perdidos felices a su cuidado. Sin saber lo que ocasionarían en su futuro.
