Novela basada en One Piece, perteneciente a Oda.

Rating M por violencia y contenido adulto. Leer bajo tu responsabilidad.


0. Prólogo.

Era una nueva noche en la que al parecer, íbamos a tener demasiado ajetreo. No por nada, unos piratas habían destrozado el resto de tabernas de la isla, y la única que quedaba en pie era en la que yo ahora mismo estaba sirviendo copas, como cada noche. Me había enfundado en unos shorts vaqueros negros, un top de encaje blanco y unas botas bajas de color negro dejando al descubierto las marcas negras que desde hace tantos años vivían en mi piel, mientras que mi pelo negro y liso caía hasta la mitad de mi espalda.

-Oye, Andra -me llamó Will, el jefe de aquel antro de mala muerte. Yo me limité a girar mis ojos hacia él, mientras terminaba de colocar las monedas que me había entregado el hombre que esperaba al otro lado de la barra a cambio de una jarra de sake- ¿Necesitas ayuda? -preguntó el hombre colocándose a mi lado para comenzar a fregar unas jarras que ya habían sido utilizadas.

Yo negué con la cabeza, mientras una pequeña sonrisa se plasmaba en mi rostro. Ese hombre, era lo más cercano a una familia que había tenido en mucho tiempo, el que me había enseñado a defenderme, a sobrevivir, y sabía que le dijera lo que le dijera, no me dejaría sola detrás de la barra.

-Estoy bien, de momento -seguí sonriendo dirigiendo mi mirada rápidamente a la puerta que se abrió de golpe, dejándome ver a un grupo bastante pintoresco de hombres.

Estaba segura de que habían sido ellos los que habían destruido el resto de tabernas, y ahora, por su culpa, estábamos nosotros hasta el cuello de trabajo. Y mis sospechas se confirmaron cuando mis ojos encontraron el cartel de se busca de dos de ellos en la pared de la izquierda del local, sin embargo, un sonoro golpe frente a mí llamó mi atención consiguiendo que apartara mis ojos de los carteles.

-Son esos bestias... -gruñó Lil entrecerrando sus ojos en dirección a ese grupo. Yo solo pude reír suavemente negando con la cabeza, al tiempo que recogía la bandeja que ella había traído y me fregaba las nuevas jarras- No sé de qué te ríes. Somos los únicos que quedan, y por sus antecedentes, estoy segura de que nos espera el mismo destino que al resto de la isla.

-Que tengan pelotas -me limité a responder, justo antes de que Will colocara su mano en mi hombro, llamando mi atención tanto como la de mi amiga.

-Lil, te encargarás de la parte este del local, Andra, tú de la oeste -habló el hombre, dando unas señas sencillas para manejar con mayor fluidez todo aquel cotarro- Yo me quedaré aquí en la barra.

-Bien -respondimos nosotras. Yo sequé mis manos con un paño que allí había y salí de detrás de la barra para encaminarme a la zona que me había tocado con libreta y boli, dispuesta a hacer lo más rápido posible mi trabajo e ir rápidamente a ayudar a Will.

-Oye, Andra -me llamó mi amiga antes de que me separara más de ella- ¿Puedes hacerme el favor de atender tú a esos bestias?

-Pero están a tu lado del bar -murmuré, llevando mi mirada a la mesa que habían rodeado esos piratas. Sin embargo, su mirada de súplica me hizo suspirar- Está bien. Sólo por esta vez.

-Muchas gracias -murmuró la chica rubia haciendo que yo negara con la cabeza. Sabía que era demasiado asustadiza como para presentarse en aquella mesa. Yo, simplemente, me mentalicé de que eran otros clientes corrientes, a los que podría echar a patadas si se pasaban de listos. Por lo tanto, con una sonrisa en mis labios y los latidos de mi corazón fuertemente acelerados, me acerqué a aquella mesa, más ruidosa que el resto. Y más repelente, también.

-¿Qué van a tomar? -pregunté, agarrando la libreta que llevaba en el bolsillo de mi pantalón y el bolígrafo que me había colocado detrás de mi oreja. Intenté parecer lo más tranquila posible. No pensaba dejar que me intimidaran. Yo no era la débil aquí, o eso quería pensar. Lentamente, recorrí a aquellos hombres con mi mirada, sintiendo como mis mejillas se sonrojaban ante la intensa mirada del pelirrojo en mi persona.

-Que poco respeto -rió fuertemente el que parecía un tulipán por su largo pelo rojo brillante sujeto por unas gafas de soldador, recorriendo mi cuerpo de arriba a abajo, haciendo que mi piel se erizara. Esto no estaba yendo como yo esperaba. Eustass Capitán Kid imponía mucho más de lo que pensaba- Trae cuatro jarras de sake y de todo lo que tengáis para comer.

-Muy bien -sonreí queriendo salir de allí lo más rápido posible. Rápidamente escribí en la página en blanco de la libreta y escribí un tres al lado del pedido, sabiendo a la mesa a la que tenía que traerse más tarde. Me llevé el boli a la boca y mordí uno de sus extremos para acercarme a esta vez a una de las mesas de mi parte del local, donde esperaban dos hombres, que si los de la mesa anterior eran repelentes, estos ya se llevaban la palma. Uno con unas largas barbas negras, que al parecer, todo el pelo que le faltaba en la parte superior de la cabeza, lo tenía en la parte inferior, y el otro, rubio, con mejor aspecto que el anterior, hasta que abría la boca y te percatabas de que le faltaba la mayoría de los dientes y los que tenía eran de un color negro muy poco saludable. Esto era lo que menos me gustaba de mi trabajo, el trato con hombres repugnantes- ¿Qué van a tomar? -pregunté, esta vez sin sonreír pues me resultaba demasiado asqueroso todo esto.

Cuando terminé de tomar nota en toda la zona oeste, me acerqué a la barra y le tendí la libreta a Will, que me miró con una sonrisa cómplice. Yo, rápidamente me metí detrás de la barra nuevamente y una vez dispuesta a volver a servir, llevé mi mirada a aquella mesa en la que los hombres reían fuertemente. Menudos idiotas, pensé, mientras una sonrisa se plasmaba en mi rostro. Rápidamente, comencé a preparar los pedidos que tenía anotados en la libreta, y cuando Lil llegó con su libreta hasta arriba de pedidos, le tendí la primera bandeja con las jarras de sake.

-Esta es para los frikis esos -sonreí señalando la mesa con mi mirada, mientras Lil soltaba un ligero gemido, para después clavar sus ojos en los míos, haciendo que esta vez no le sirviera de mucho, pues todavía tenía demasiados pedidos que preparar. Con una suave carcajada, vi como mi amiga se alejaba temblorosa hasta aquella mesa.

-Eres increíble -rió Will a mi lado haciendo que yo esbozara una ligera sonrisa, que se borró tan rápido como había aparecido cuando aquel pelirrojo agarró el antebrazo de Lil.

Tenía claro, que si ese contacto pasaba a mayores, pensaba ir a esa mesa a cortarle las pelotas a todos ellos. Mi mirada se endureció cuando el dedo índice del tulipán me señaló, mientras una sonrisa siniestra aparecía en su rostro. Lil me miró con el miedo plasmado en su mirada, haciendo que yo apretara fuertemente mis puños sobre la jarra, para después, desviar mi atención a un joven pelinegro a pocos puestos de mi posición que me miraba con una sonrisa.

-¿Me pones una jarra de sake, bonita? -preguntó guiñándome un ojo mientras que una sonrisa se plasmaba en mi rostro. La verdad es que no estaba mal, y a mí no me importaría escaparme un momento para mi propia satisfacción personal.

-Claro, lindo -sonreí, devolviendo el guiño que él me había dado mientras un gruñido a mi lado me hacía levantar los ojos.

-Andra... -me recriminó Will, haciendo que yo esbozara una pequeña sonrisa a modo de disculpa.

-Lo sé, lo sé -reí, cesando mis carcajadas cuando Lil llegó a la barra con su pulso sumamente alterado- ¿Qué ocurre?

-Aquellos piratas quieren que les atiendas tú, Andra -murmuró la chica, haciendo que yo entrecerrara los ojos- Te lo suplico, me han dicho que nos matarán a todos si no lo haces -siguió murmurando, temblando como un flan.

-No pienso dejar que esto se convierta en un campo de guerra -gruñó Will, tendiéndome dos platos de comida- Andra, llévaselo. Ahora.

-Jo -murmuré extendiendo la "o", agarrando los platos mientras el chico de la barra me dirigía una suave sonrisa. Cada vez lo tenía más claro. Ese chico, al final de la noche iba a ser mío. Sí, señor.

Una de las reglas de Will era que nada de contacto íntimo durante los turnos de trabajo con clientes, pero no decía nada de mantenerlo al salir de la taberna, ¿no?. Con una sonrisa lasciva me acerqué a la mesa de aquellos tipos y dejé con cuidado los platos en los huecos que encontré- Aquí tienen -sonreí aún más para después agarrar varias de las jarras vacías.

-Oye, rica -comentó con humor el pelirrojo llamando mi atención, a lo que yo clavé mi mirada en la dirección a la que estaba dirigido su dedo índice, para después recorrer los rostros de los que allí estaban sentados, mientras un nudo de nervios se asentaba en mi estómago- Con esto no nos da ni para empezar -siguió diciendo el tulipán, haciendo que yo enarcara una de mis cejas. Eso lo tenía claro. Era remotamente imposible que esos cuerpos se mantuvieran con dos simples platos de carne asada.

-Lo supongo -sonreí, consiguiendo que las venas de la frente del tulipán comenzaran a hincharse a niveles sobrehumanos- Oh, no se enfade, señor -continué, viendo como poco a poco sus ojos ambarinos se bañaban por la furia- Estamos a tope, no son los únicos que están comiendo en este lugar, así que deberán esperar a que terminen de pedir el resto de clientes -comenté escaneando el lugar con mi mirada mientras esa mesa reía fuertemente. Menudos idiotas. ¿Acaso se creían especiales? Conmigo ese sistema no funcionaba, así que ya podían ir pensando en otro.

-Mira, nena -rugió el tulipán, agarrando mi muñeca y acercando mi rostro hacia el suyo al punto de que nuestras narices se rozaran, haciéndome sonreír- No voy a permitir que nos tengan esperando aquí como a payasos. Mis hombres tienen hambre, y yo también. Así que tráenos la comida. ¡YA!

-Ya le he dicho que debe esperar -seguí sonriendo, sintiendo la adrenalina correr por mis venas cuando su agarre en mi muñeca se hizo más fuerte- Si no quieren esperar, pueden irse a otro bar, aunque creo que ya han destruido todos.

-Si no quieres que destruya éste también, ya sabes lo que tienes que hacer -volvió a gruñir el pelirrojo como si se tratara de una bestia, para después soltar mi muñeca y permitir que me enderezara.

-Tiene agallas -rió suavemente uno de aquellos tipos, quien cubría su rostro con una máscara con agujeritos de color azul y blanco.

Yo me alejé de allí apretando aún más mi agarre en el asa de las jarras, acercándome a la barra. Me coloqué junto a Will quien me miraba con una sonrisa. Yo solo rodé mis ojos colocándome de nuevo frente a aquel chico que me miraba con ojos brillantes.

-¿Y cual es el nombre de tan apuesto caballero? -sonreí volviendo a colocar una jarra de sake frente a él para apoyar mis codos en la barra, clavando mis ojos en aquellos ojos verdes.

-No creo que sea algo importante -sonrió aquel chico contagiándome mientras las comisuras de mis labios se elevaban lentamente. Acerqué levemente mi rostro al suyo, sin embargo, antes de que nuestros labios se rozaran, una mano en mi hombro me hizo resoplar- ¿Por qué no te tomas algo conmigo? -preguntó con humor dirigiendo su mirada a Will, que nos atravesaba con sus ojos.

-Claro -respondí con una sonrisa, acercándome a la estantería de las botellas para agarrar una botella de whisky añejo y un vasito pequeño, para comenzar a beber un chupito tras otro junto a aquel desconocido.

-Andra -me llamó nuevamente Will haciendo que llevara mi afectada atención hacia él, viendo como no solo veía a un Will, sino que veía al menos tres de ellos. Ya lo había vuelto a hacer... ¿Por qué demonios siempre me pasaba lo mismo?- Toma. Llévaselo.

-Otra vez... -me quejé, agarrando otras cuatro jarras llenas de sake intentando no derramar nada del líquido mientras me encaminaba a la mesa con pasos tambaleantes. Dejé las jarras sobre la mesa y agarré las vacías, y me dispuse a alejarme de allí.

-Enseguida os traigo más comida -sonreí intentando centrar mis ojos en ellos, sin embargo, veía demasiados cuerpos... Y demasiado grandes.

Así pasó la noche, cada poco tiempo volvía a llevarle a esa mesa más jarras de sake o platos de comida, mientras que en mis ratos libres volvía a beber con aquel chico hasta que se fue del bar. Una pena. En un par de horas se terminaba mi turno. Si hubiera esperado...

Dado que la taberna estaba prácticamente vacía, rellené cinco jarras de sake bajo la atenta mirada de Will, que me miraba con una ceja alzada. Yo pasé por su lado y me encaminé a la mesa de aquellos piratas, mientras sentía la mirada aterrorizada de Lil sobre mí. Cuando llegué a la mesa, esbocé una pequeña sonrisa, dejé las jarras sobre la mesa y me acomodé sobre las rodillas del pelirrojo consiguiendo que el silencio reinara en la mesa.

-Esto es una invitación de una servidora para unos buenos clientes como vosotros -reí, intentando que mi lengua no se trabara repartiendo las jarras a cada uno de aquellos piratas, que permanecían en silencio, haciendo que me riera más fuertemente al tiempo que me acomodaba mejor en las rodillas, demasiado duras en mi opinión, de aquel tulipán.

Al momento, sentí una gran y cálida mano en mi costado, haciendo que un suave escalofrío recorriera mi espalda. Al parecer, que aquel chico se hubiera ido hace unos minutos no iba a afectar en nada a mis planes de pasar una noche en compañía masculina. Sentía como cada poco tiempo, una fuerte oleada de calor recorría mi cuerpo, no solo por la presencia masculina de aquel tulipán a mis espaldas, sino que el alcohol también comenzaba a dejarme bastante tocada.

Agarré mi jarra y me la llevé a los labios para dar un largo trago para después fruncir mi ceño. Por Dios, el whisky estaba mucho más delicioso, y cuantos más años tuviera, mejor. El maldito sake era intragable.

El pirata a mis espaldas agarró su jarra y se la llevó a la boca, bebiéndosela de un trago, haciendo que yo mirara esa asombrosa capacidad de parecer una esponja. Llevaban toda la noche bebiendo en la taberna, y aún así podían seguir tragando. Parecían auténticos monstruos. Cuando el pelirrojo limpió la jarra de la última gota de sake, golpeó con ella la mesa haciéndola añicos, para levantarse de la silla y subirme a su hombro mientras que yo chillaba con fuerza.

-Me voy al barco -anunció el tulipán, haciendo que yo llevara mis ojos a la barra, para ver cómo Will corría en nuestra dirección- Podéis hacer lo que queráis con este sitio.

-¡A dónde me llevas! -berreé yo golpeando su espalda con mis puños- ¡Quiero que me sueltes ahora mismo! ¡WILL! -grité aún más fuerte aferrándome al marco de la puerta mientras el tulipán tiraba más fuerte de mí consiguiendo que mis dedos se escurrieran de la madera roída.

-¡ANDRA! -escuché gritar al hombre mientras veía como la puerta de madera cada vez se alejaba más. Yo seguí golpeando con fuerza su espalda, pero al parecer no servía de nada, pues el pelirrojo lo único que hacía era reír con fuerza. Llegó un momento, que el alcohol subió a mi cabeza consecuencia de ir boca abajo y dejé que mis ojos se cerraran, no sin antes sentir un fuerte golpe en mi trasero. Sin embargo, fui incapaz de decir nada. Mi garganta ardía de tanto chillar.

La verdad es que no esperaba que la noche terminara así...

Una fuerte sacudida en mi hombro me hizo abrir levemente mis ojos para ver esas orbes ambarinas frente a mí que brillaban con humor. Yo me senté rápidamente pero un fuerte mareo hizo que me llevara una mano a la frente intentando que ese mareo frenara. Él solo se rió fuertemente, haciendo que yo elevara mis ojos hacia él.

-¿Dónde coño estoy? -murmuré escaneando dificultosamente la habitación, prácticamente a oscuras, salvo por los rayos de sol que comenzaban a filtrarse por la ventana.

-En mi barco -sonrió él, dejando caer el abrigo al suelo al tiempo que comenzaba a desabrochar el cinturón que surcaba su pecho. Mis ojos recorrieron ese musculoso y pálido pecho, mientras mi bajo vientre comenzaba a hormiguear, haciendo que una ola de calor me recorriera entera. Alcé una de mis cejas, viendo como comenzaba a acercarse a mí.

-¿No pensarás... -comencé a preguntar, sin embargo, no me dio tiempo a seguir pues una de sus grandes manos se cerraron en torno a mi cuello estampándome contra la pared, mientras mi temperatura comenzaba a elevarse aún más. Esto no podía estar pasando.

Nunca pensé que la situación terminara así, de verdad que no. Pronto sentí como sus labios se presionaban contra los míos y su lengua se introducía en mi boca, arrancándome un fuerte gemido. Tenía que salir de aquí, y cuanto antes fuera eso, mejor. Y mucho mejor aún si no dejaba que ese pirata se aprovechara de mi estado de embriaguez.

Con mis largas uñas raspé su cuello y mejillas, sin embargo, no surtió el efecto que yo esperaba, sino que él soltó un fuerte gruñido, mientras se presionaba más contra mí, haciendo que nuevamente gimiera al sentir su calor contra mí. Me agarró con sus grandes manos por los costados y me tumbó en la cama, colocándose sobre mí lo suficiente para impedir que me moviera, pero no lo suficiente como para no dejarme respirar.

-Claro que pienso -gruñó él en mi oído para después pasar a mi cuello humedeciéndolo con su lengua y clavar sus dientes en mi sensible piel, haciendo que mi espalda se arqueara involuntariamente. MAL, MAL. MUY MAL, ANDRA- Llevas calentándome toda la noche. Ahora asume las consecuencias.


Hasta aquí el prólogo de la historia. Espero que os haya agradado y dejado con ganas de más. Nos leemos pronto.

Besos.