Dulce traición.


Disclaimer: es más que claro que Twilight nunca fue, es o será mío. La canción se llama caricias compradas y es de banda cuisillos y si la historia es mía.

Summary; al importante empresario Edward Cullen la traición de un amor le demostró que una peligrosa mezcla de alcohol y dolor pueden llegar a dar un nueva oportunidad de amar. Un UA.

Advertencia: universo alterno, ooc de los personajes.

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He probado el sabor de otra piel pues quería borrar el ayer,

Edward Cullen reconocido y afamado presidente del corporativo Cullen´s Inc. Iba con rumbo a su hogar después de un extensa y agotadora mañana de reuniones importantes con sus socios. Había salido unas cuantas horas antes gracias a que uno de sus socios cancelo la reunión excusando un grave e importante asuntó personal el cual requería su presencia.

Estaba mas que feliz por la cancelación de la reunión, ya que le daría mas tiempo de organizar la sorpresa que quería darle a su amada esposa Victoria, a si que se dirigió a la mas exclusiva floristería que le había recomendado su pequeña hermana Alice y le compro un exquisito ramo de rosas rojo sangre ya que le recordaban a su cabello y las frescas hojas a sus hermosos ojos verdes, además pronto seria su aniversario y él amaba el poderle llenar de detalles.

Desde que la conoció en aquella reunión en Mónaco con los Black, le impresiono su belleza y seguridad. Sobretodo esa mirada felina con la cual observaba a aquellos que consideraba un riesgo, laboralmente hablando. Desde ese momento esa sensual pelirroja llamada Victoria Scott acaparo los pensamientos del presidente de Cullen´s Inc. Hasta que dos años después se convirtió en la Sra. Cullen.

Después de escoger la mejor ‹‹siempre lo mejor›› caja de chocolates tomo el ramo y salió con rumbo a su casa, al llegar no quiso hacer ruido y darle una sorpresa a su amada fierecilla.

─Victoria…─ le llamo al entrar a la lujosa sala pero ella no respondió, así que se dirigió a la cocina y después de buscarle por toda la casa, coloco el ramo en la mesita de caoba que estaba junto a la escalera y se dirigió rápidamente a su alcoba pero antes de llegar escucho unos leves gemidos desde la habitación que era de ambos, eso le alerto y pensando que su fierecilla pudiera estar lastimada se apresuró a llegar pero al abrir la puerta se encontró con una imagen nada agradable para sus ojos esmeralda.

Su mejor amigo y socio James Anderson estaba enredado en las blancas piernas de su esposa, al verlos su perfecto mundo se derrumbo tan rápido que se quedo inmóvil ante el espectáculo que estaba enfrente de él. Y así entre los gemidos de ambos amantes y embestidas por parte de su mejor amigo hacia su esposa, se dio media vuelta y se marcho tan silenciosamente con el corazón hecho pedazos.

No quería llorar, no debía llorar. No porque fuera de las antiquísimas ideas de su abuelo Anthony, esa de que los hombres no lloran, si no porque no valían la pena y su orgullo no se lo permitiría.

El licor fomentaba mis ganas de mi alma arrancarte,

Lo único que ocupaba su mente en ese instante era la idea de ahogar su pena en licor. Y que mejor que una botella de vino para eso, llego al primer bar que encontró, al acercarse a la barra pidió una copa la cual bebió de un solo golpe, el cantinero le miro ya conocía esa imagen, ya no le era extraño ver a hombres ahogar sus penas en alcohol.

─ ¿Algún amor?-pregunto directamente el cantinero.

Edward le miro fríamente y sin querer dar explicaciones le respondió secamente.

─Solo limítese a servirme las copas, no vengo a charlar.

El viejo cantinero no se sintió ofendido ya era la vieja rutina respuestas así, solo se limito a decirle brevemente.

─La buena compañía ayuda a olvidarse de todo. ─ le decía mientras señalaba con la mirada a unas chicas en el fondo del bar y le volvió a servir otro trago.

Edward le lanzo una mirada de esas con la que atemorizaba a sus nuevos empleados que eran ineficaces. Y funciono, el cantinero se marcho. Y así pasaron las horas entre copa y copa, su mente empezó a nublarse pero el dolor seguía allí atravesando su alma.

─Hola guapo… ¿quieres un poco de compañía esta noche?- le hablo sensualmente al oído una pelirroja mientras ponía su nívea mano en el hombro de Cullen.

Edward giro rápidamente su cabeza y le miro, sus ojos se abrieron enormemente y una chispa de esperanza cruzo por sus ojos esmeraldas.

─ Victoria─ susurro bajamente.

- No cariño, soy Jessica─ sonrió seductoramente de lado ─pero si así lo quieres, me puedo llamar Victoria o como quieras─ ofrecía abiertamente mientras le giñaba un ojo ─ entonces cariño, que dices ¿necesitas compañía esta noche?.

Edward le miro y una mueca de asco apareció en su varonil rostro, enarco una ceja y le miro despectivamente.

─Largo─ le respondió lo mas fríamente posible a pesar de los tragos que había ingerido─ quiero estar solo.

La chica le miro entre sorprendida y ofendida, nunca nadie le había rechazado. Dio media vuelta y se marcho contoneándose, Edward solo rodo los ojos ante la desfachatez de aquella chica. Quiso levantarse pero sintió un leve mareo y volvió a sentarse frente a la barra, estaba claro que se había excedido, pero aun así las dolorosas imágenes de la traición estaban en su cabeza. En ese momento escucho una pelea al lado de él.

─He dicho que contigo no─ escucho el gritó de una chica.

─Vamos ovejita, nos divertiremos─ insistió el joven mientras lanzaba un ronroneo ─ además un partido mejor que yo no encontraras─ sonrió sínicamente de lado mientras estaba jalando a la castaña.

La castaña le soltó una bofetada pero al ser una cabeza más alto que ella le tomo de la muñeca y la acerco hacia él.

─He dicho que nos divertiremos maldita zorra a Mike Newton nadie, escúchame bien nadie le rechaza─ amenazo─ y menos una ramera como tu─ escupió con odio las palabras, la castaña sintió un naciente miedo de su interior. Pero en ese instante miro como un puño pálido se estampaba en la cara del rubio.

─ ¿Eres estúpido o que? ¿No escuchaste a la señorita? ─ escupió con odio cada una de las palabras, en parte por que odiaba a los sujetos que querían pasarse de listos con una mujer y la otra, la principal quería desahogar todo el veneno que estaba consumiendo su alma.

El rubio cayó estrepitosamente al suelo armando un revuelo alrededor de ellos. Y con la boca ensangrentada quiso responder, pero al ver al hombre que estaba enfrente de él, decidió que era mejor llevar la fiesta en paz.

─Viejo, esta ramera no vale la pena─ le dijo mientras se levantaba─ no era necesario el golpe, además ya nos íbamos ¿verdad chicos? ─ Sus acompañantes solo asintieron y se fueron dispersando uno a uno.

Edward se sintió frustrado, ya que no pudo desquitar su coraje y dolor. Así que volvió a sentarse, pero al hacerlo escucho una suave voz detrás de él.

─Gracias… eres el primero que me defiende, a pesar de… y me gustaría agradecértelo─ ofreció la joven, Edward no estaba de ánimos para una platica, y quiso deshacerse de aquella joven y al girar su cabeza le miro. Era demasiado joven para dedicarse a… ese trabajo… era delgada y su castaña melena estaba enmarcada con definidos mechones, pero lo que mas le llamo la atención fueron sus cálidos ojos color chocolate.

─No hay necesidad─ respondió el hombre restándole importancia─ hice lo que cualquiera hubiera hecho.

─Sabes que no es verdad─ replico suavemente la castaña mientras bajaba la mirada ─ no al menos, por alguien como yo… por favor solo se una manera de agradecerte, déjame hacerlo─ suplico la castaña, miles de veces que había jurado aborrecer su oficio y ahora que estaba frente a un desconocido, estaba rogando por unos instantes de compañía. Pero algo le decía que él era diferente, además quería agradecerle y esa era la única manera que ella conocía.

Edward titubeo, él no quería recibir ese tipo de agradecimiento, no era de caballeros. Además alguien mas hubiera hecho lo mismo por aquella joven, pero al mirarle fijamente a sus ojos chocolate, se sintió hipnotizado por la belleza que emanaban y sobretodo añadiéndole una peligrosa mezcla alcohol en la sangre y el doloroso recuerdo de la traición decidió aceptar y así se dirigieron ambos al motel.