FELICES PARA SIEMPRE
Let me riddle you a ditty, it's just an itty bitty, little thing on my mind.
About a boy and a girl, trying to take on the world one kiss at a time.
Now the funny thing about, ain't a story without it, but the story is mine.
And I wish you could say, that it ended just fine.
Happily Ever After - He is We
Latis le miró, expectante. Sin embargo, el silencio ganó la batalla y los ojos violeta languidecieron de tristeza.
Lucy observó impávida cómo él se volteaba y comenzaba a caminar de regreso a la ciudad, sin añadir palabra, mientras ella quedaba anclada al piso, con los labios sellados.
No. Esto no puede estar pasando.
Era de noche, y el aliento de miles de estrellas llenaba el firmamento. El viento, constante compañero de ese día, golpeaba su piel, violento y frío.
No te alejes.
Sus ojos ardían, pero no era debido al impacto contra el manto helado que cubría en aire. Lloraba porque no podía moverse; porque una parte de sí necesitaba alcanzarlo, pero los músculos no le respondían. Lloraba porque a cada paso que él daba, hundiéndose en la oscuridad, la ventisca penetraba en su cuerpo deteniéndole la sangre, congelando su corazón.
Vuelve. Por favor.
Por más que quiso, no corrió tras él. Latis se perdió entre las luces cetrinas, hasta que su sombra desapareció.
Liberada del hechizo que le había impedido seguir al amor de su vida, se derrumbó vencida sobre el pavimento. La noche se cerró en torno a ella, alimentándose de infortunio. El telón bajó, y la palabra "FIN" fue escrita en pálida caligrafía.
La luz del sol, intensa, iluminó el paisaje, como si alguien hubiera encendido un interruptor. Lucy despertó del letargo. Había cumplido el último llamado de una autora Mexicana, y ahora había regresado. ¡La historia había sido hermosa!
- Pero no debió haber acabado así – dijo en voz alta, en medio de un largo suspiro, concentrada en las nubes, que flotaban con suavidad-
No le costó acostumbrarse. Ese claro era el lugar de Céfiro donde siempre retornaba después de cada historia. Era un sitio elevado, donde podía divisar el castillo de tres largas torres plateadas que se alzaba a lo lejos, opacado por el follaje de intenso verde que reverberaba vida.
20 años llevaba desde que sus creadoras habían dada por terminada su historia. Mas también llevaba 20 años viviendo entre las ideas de los que las habían amado detrás de la pantalla de un televisor, o tras las páginas del manga. Gracias a ellos, seguía existiendo. Se sentía como una de las hadas de Peter-Pan, cuya vida dependía de alguien que "creyera".
Contenta, y algo cansada, se dejó caer de espaldas. El llorar la dejaba agotada, y en esa última historia había llorado lo de toda una vida. La grama la recibió sin problemas, causándole cosquillas. Algunos dientes de león soltaron sus frutos ante el impacto, y su vista se plagó de pequeñas iridiscencias, que terminaron haciéndola estornudar. Rio con ganas al notar su cabello lleno de aquellas cositas blancas que parecían diminutos paracaidistas. La calma llegó como un bien recibido sedante a aminorar su enloquecido pulso.
Ya no debía preocuparse. La historia había terminado.
Podía recordarlas todas. Todas las posibilidades, todos los mundos. Hacían parte de ella, pero de forma peculiar, no le afectaban. Lucy se secó unas lágrimas que ya no existían, acto reflejo de su último viaje.
Se concentró. Percibía las energías de Marina y Anaís. Mokona también estaba con ellas y hablaba con Presea en su característico monólogo. Muy pronto se reuniría con todos, y podrían platicar sobre las últimas tramas y desenlaces, los idiomas que habían aprendido y las extrañas experiencias vividas. Pero primero…Latis.
Siempre, después de cada final, se buscaban, y si era posible, subían a la copa de algún árbol, para presenciar el atardecer. Era un ritual que habían creado con los años, hubieran terminado separados, muertos o con 10 hijos. Era una necesidad física imposible de frenar.
Siguiendo su instinto, se enderezó de un salto y echó a correr.
Mientras pasaba rauda entre la hierba, le embriagaba el entusiasmo, la ansiedad. La próxima historia estaba cerca, lo presentía ¿Qué sería esta vez?
Recordó aquella vez que la emborracharon. Jamás había probado el whisky y se le había subido a la cabeza con rapidez…aunque tampoco había ayudado que se lo tomara como si fuera jugo de naranja. Al final de la noche, Marina, Anaís y Lucy cantaban a grito herido como si estuvieran en un karaoke.
Nunca estaba preparada para lo que vendría. Antes de sumergirse inhalaba, exhalaba, incluso Anaís le había prestado un libro sobre Yoga, ¡pero siempre pasaba lo mismo! su ansiedad quedaba a flor de piel, y siempre quería saltarse directamente al final. Quería gritar a los cuatro vientos, esperando ser escuchada: Autor del momento ¿tendré un final feliz?
Pero no podía. Semejante locura nunca estaba en la historia. Saberlo, tendría que esperar. Entre tanto, la voz del autor era la ley. Vivía besos furtivos, miradas lejanas, confesiones innecesarias, batallas interminables y noches apasionadas. En ocasiones sufría demasiado, sin poderlo controlar. Sangre y lágrimas. Era en esos momento en que pensaba ¿¡Y el vivieron por siempre felices!? ¿Es tan complicado lograrlo?
No importaba. Capítulo a capítulo, mil vidas eran de ella. Mil encuentros y desencuentros, mil maneras de abrazar, mil maneras de besar. Mientras hubiera una historia, ella no sería olvidada.
Latis estaba cerca, pero sin previo aviso, se deslizó dentro de una nueva historia. Céfiro desapareció y una blanquecina luz sustituyó el prado. El aroma del verano llegó de súbito, y una oleada refrescante de aire salado le desordenó el cabello, largo, suelto.
Lucy miró hacia adelante, con la sutil esperanza que esta vez fuera sencillo, que el camino fuera recto, sin desviaciones. Nerviosa, sin conocer lo que el autor había planeado, avanzó por un camino empedrado, cuyo sendero le conducía directamente hacia la playa. El mar se perdía con el cielo, entre los arreboles fantasiosos de un atardecer.
Una figura alta captó su atención. Allí, contrastando con la lluvia de colores, estaba Latis, perdido en sus propios pensamientos.
Reconocía que era la primera vez en esa historia que se acercaba a él. Lo sabía por sus reacciones: su estómago se llenó de mariposas, y su corazón retumbó enfurecido. Se conocían, pero jamás habían hablado. Sus familias tenían un pasado sangriento, imperdonable. Nadie confiaba en los hijos del capitán que había traído la peste a ese puerto. Se aproximó con suavidad y se detuvo justo a su lado, sintiéndose increíblemente tonta, e insegura de sí misma.
- Bu..buenas tardes – comenzó-
Latis no respondió, pero volteó a verle.
- Me han dicho que eres el único que ha regresado con vida de aquel lugar. Quisiera pedirte un favor.
Lucy hurgó en el bolsillo delantero de su vestido hasta que le enseñó un collar de plata pura del cual colgaban tres pequeñas gemas rojas. En el centro, un espejo envejecido reflejaba la luz del sol. La joya había pertenecido a su bisabuela.
- Esto es lo único de valor que me queda. Necesito ir allá. Pero no conozco el camino.
El la miró interrogante. Miraba el collar como si lo reconociera. Sus ojos eran un misterio violeta. Una isla salvaje, llena de acantilados en los cuales ella podía caer eternamente.
- No necesitas pagarme – dijo desviando su atención para concentrarse en el océano-
Lucy sonrió, asombrada. Nada de lo que le habían dicho acerca de ese hombre era verdad.
Apretó la joya contra su pecho, y acto seguido la guardó. La verdad era que ella atesoraba ese recuerdo de familiar y el ofrecerlo a ese otrora desconocido había sido una dura prueba.
- Vamos –dijo el-
La historia comenzaba. Era un proceso imparable. Lo mejor de todo era que estaba junto a Latis. ¿Qué más podía pedir?
Tengo la sensación de que esta historia será maravillosa. Pero…
Caminaron hacia el embarcadero, en medio del gentío de un día de mercado. Olores fuertes de especias, jabones y comida grasosa iban y venían al cruzar por los puestos. Carretas llenas de pollos y cerdos circulaban con dificultad, crepitando los goznes de las ruedas de madera. Los tenderos gritaban, anunciando su mercancía a los transeúntes
- Pan! Pan de ajo! Lleve su pan de Ajo!
- El mejor pescado! El mejor Pescado!
- Sedas de china! Traídas directamente!
Lucy no podría saberlo, pero entre toda la algarabía, se escondían miradas reprobatorias, murmullos, los cuales emergían cuando alguien los veía pasar.
- Señorita ¿quiere probarse este hermoso pañuelo? – dijo un mercader, acercándose a ella, quien se encontraba en dificultades, tratando de seguir el paso de su nuevo guía- Traído directamente desde las lejanas costas de la china
- No, gracias
Corrió para no perderlo, aunque era difícil no distinguirlo debido a su altura. En su afán empujó a una señora de mediana edad, quien transitaba perezosa con una canasta llena de maíz.
- ¡Cuidado! ¿Me quieres tirar al piso niña?
- ¡Discúlpeme por favor!
Estaba presentando sus excusas, cuando sin aviso alguno, un estruendo hizo temblar el suelo. Era el rugido de la tierra. Todo comenzó a moverse de un lado a otro y el camino empedrado comenzó a ondular sin control. Una carreta llena de barriles de aceite perdió uno de sus barandales de madera y el contenido de la carga se soltó sin control hacia los transeúntes.
Lucy vio los enormes barriles rodando hacia ella. Podría esquivar dos, quizás tres, si se movía con rapidez. Pero antes de poder reaccionar, se vio alzada por los aires, ligera, para caer lejos del peligro. Una sombra pasó a su lado, y vio a Latis que corría hacia un hombre de piel morena, que se había quedado petrificado, para empujarlo fuera del alcance del desastre.
Si, había comenzado. Una nueva aventura, un nuevo viaje. Todos tienen una historia que contar. Lo sabía. Pero…
Autor del momento…¿Tendré un final feliz?
Latis logró salvar con éxito al hombre tras una maniobra que dejó pasmados a los pocos que la presenciaron. Sin mediar palabra con nadie, regresó a su lado.
- ¿Estás bien?
- Yo…yo hubiera podido esquivarlos –dijo sin intención de recriminar sus acciones, tratando de hacerle entender que no quería convertirse en una carga-
- Lo se
Algo se atragantó en su garganta. Quedó muda. Lo único que pudo balbucear fue
- Gracias
Autor del momento, te lo pido, dame un final feliz
- El camino es largo, vamos.
- Si
Esta vez, el la esperó. Caminaron juntos, perdiéndose entre la gente. ¿Sería acaso este uno de los felices para siempre? No podía saberlo. No ahora. La historia debía seguir, y el final, aún no se había escrito. Se preguntó si el autor sabría que a veces ella actuaba por su cuenta.
Se rio sola y avanzó. Tenía un viaje que recorrer. Tenía una nueva historia que vivir.
Adelante.
NOTAS DEL AUTOR
Saludos desde el mundo místico y feliz HikaruxLantisweek!
Como algunos saben, esta historia vio la luz en el 2013. Suele pasar que uno relee sus escritos y dice "ugh". Si, eso ocurrió. Como es una idea a la que le tengo mucho cariño, decidí mejorarla para estas fechas. Espero me cuenten sus impresiones!
Gracias a LucyKailu por ser mi beta para "Felices Para Siempre"! De verdad agradezco que te tomes el tiempo para leer estas locuras
(Postdata. No me gusta borrar historias, por eso actualicé el capítulo. Borrarla significa borrar los reviews. Y eso duele mucho. Ya saben lo feliz que soy con los reviews)
Un abrazo!
