ADAPTACION: LA HISTORIA NO ES MIA, PONDRE AL FINAL EL NOMBRE DE LA AUTORA, LOS
PRESONAJES PERTENECEN A STEPHANIE MEYER.
SUMMARY
Edward Cullen tení auna voluntad de hierro para conseguir lo que quería y quería a Bella Swan, pero ella presentia que había algo muy peligroso en aquel pasado era una puerta cerrada. Un viaje que lo cambia todo.
PROLOGO.
Aquella noche le diria que no pensaba verlo más.
Bella Swan contemplaba la noche a través del frente de ventanales de la casa que de su madre tenía en la playa. Estaba lloviendo otra vez una circustancia habitual durante el invierno en la peninsula de Olimpic. El tiempo entonaba con su estado de animo: estaba callada, reflexiva y un tanto melancolica por lo que podría haber sido.
Pero estaba convencida de que la decisión que habia tomado era la correcta. Ya llevaba demasiado tiempo jugando con fuego y, si no se apartaba, se quemaría.
Edward Cullen, el hombre al que, mentalmente, calificaba de "fuego", se acercó por detrás, moviendose con el andar sigiloso que a ella, a veces, le resultaba intrigante y otras irritante. No le parecía normal que un hombre se moviera sin hacer el menor ruido.
-Cuando tu madre y tu padrastro regresen de su viaje a Nueva Zelanda, tendremos que buscar otra excusa para tus visitas de fin de semana-comentó Edward con la voz sombría que armonizaba con su manera de andar.- No podrás decir que sólo vienes a Forks a regar las plantas y a recoger el correo de tus padres durante su ausencia.
-No-corroboró Bella, y aceptó la copa de coñac que Edward le servía.
Bella tomó un sorbo y decidió esperar un poco más antes de explicarle que no necesitaría más excusas para ir en coche desde Port Angeles hasta Forks. A partir de aquella noche, el único motivo de aquel viaje sería hacer una visita a su madre y a su padrastro y, a pesar de lo mucho que quería a su madre, Renee , y le agradaba el hombre con quien se había casado, no tenía intención de pasarse todos los fines de semana allí, en Forks , con ellos.
-Estas muy callada-comentó Edward, cuando ella se volvió para mirarlo, y no le sonrió cuando se llevó la enorme copa a los labios. Edward Cullen raras veces sonreía, pero sus ojos de color verde brillaban con cálida promesa.
-He trabajado mucho esta semana-Bella justificcó su estado de ánimo con ligereza, pero sitió un pequeño estremecimiento de inquietud. Un repentino fogonazo de intuición femenina le reveló lo que Edward estaba pensando. Aquella noche, pretendía poner fin al cauteloso e intrincado juego de atracción y sensualidad en el que habían participado durante un mes. Aquella noche, Edward pensaba llevarla a la cama.
Que ironía, pensó Bella, que pensara dar el paso la misma noche en que ella había resuelto cortar por lo sano aquella peligrosa relación. Después de todo, debía rondar los treinta.
Claro que precisar la edad de Edward Cullen era casi tan dificil como concretar cualquier otro aspecto sobre él. De hecho, era la incapacidad de obtener de Edward algo mas que datos superficiales sobre su persona lo que había impulsado a Bella a romper la relación antes de que fuera más lejos.
Un hombre que, ni aun siendo interpelado de la forma más velada, revelaba nada sobre su pasado, que no mostraba interés alguno por el futuro, que no daba explicaciones sobre su aparente desahogo económico, que solo hablaba del presente, como si se hubiera materializado de la nada hacía apenas un año, un hombre así no podía creer en la clase de relación sincera y abierta en la que Bella creía. Lo más sensato sería poner fin a aquella amistad antes de que alcanzara las proporciones de un amorío en toda regla.
Bella repasó mentalmente lo poco que sabía se Edward. Era amigo de su padrastro, pero Phil Evans no daba la impresión de saber mas sobre él que cualquier otra persona. Sin embargo, setía un sincero afecto por Edward. Igual que la madre de Bella. Se lo habían presentado hacía un mes, poco antes de partir hacia Nueva Zelanda.
Además de saber que a sus padres les agradaba su vecino, Bella tambien sabía que Edward tenía dinero. AAl menos, lo bastante para poseer una de las lujosas casas de piedra de primera línea de playa próximas
a Forks. Bella la había visto por fuera, con el muro de piedra que Edward había encargado levantar alrededor, pero no había sentido deseo alguno de entrar. En las dos ocasiones en las que él la había invitado a cenar allí, Bella había dado la vuelta al ofrecimiento y lo había animado a cenar con ella en la casa de sus padres. La perspectiva de franquear la gigantesca verja de hierro forjado que resguardaba la fortaleza que Edward tenía por hogar, la incomodaba. Era como si, en el fondo de su ser más primitivo, temiera quedarse atrapada en ella.
Posiblemente, el aspecto más llamativo de Edward Cullen era su actitud de alerta constante y silenciosa, incluso cuando disfrutaba de una copa, como aquella noche. Su rostro, no falto de atractivo, exivía una fuerza y una aspereza que resultaban más cautivadoras que la belleza convencional. Tambien proclamaba un pasado, aunque Edward se negara en redondo a hablar de él. Los ojos verdes eran tan inescrutables como el resto de sus facciones, y la única emoción que Bella percibía en las profundidades de aquellos iris esmeralda era deseo carnal, aunque, tambien aquella noche, sabía controlarlo. Su pelo cobrizo lucía un corte elegante pero moderno.
Aquella noche, Edward llavaba un jersey negro de lana fina y unos pantalones de pinzas tambien negros. Ambas prendas realzaban su figura esbelta y musculosa. Bella sonrió con ironía al reparar en otro detalle intrigante sobre él.
-¿Por qué sonríes?-preguntó Edward con educación.
-Acabo de darme cuenta de que siempre te pones ropa oscura de noche. Si sales fuera con esta lluvia, te fundiras con la negrura.
-No pensaba salir fuera con esta lluvia.
-¿Guardas alguna camisa blanca en tu armario, por lo menos?¿O una roja?De día siempre vistes en tonos caqui, marrones y verdes, y de noche, de negro.
-Tengo un vestuario muy limitado. ¿Quieres que me suscriba a una revista de moda masculina?-inquirió en leve tono burlón. Pero Bella advirtió que lo sorprendía su irritación femenina.
Criticar los colores neutros de las prendas de Edward era ridículo, y ella lo sabía, pero era otro aspecto ínfimo e incomprensible de la vida de Edward que jamás podría cuestionar. En cierto sentido, era la gota que colmaba el vaso. Después de cuatro fines de semana, estaba cansada de intentar ahondar en la superficie que ofrecía Edward Cullen. Si quería vestirse con colores que le permitieran pasar inadvertido en su entorno, noche y día, allá él.
-Lo siento-murmuró con frialdad-Ha sido una descortesía por mi parte.
-Estas bastante tensa esta noche,¿verdad?¿Tan dificil ha sido la semana?
-Tengo muchos asuntos pendientes que debo ultimar antes de poder irme de vacaciones. Solo queda una semana-fue la evasiva de Bella, que miró de nuevo por la ventana.
La presencia callada pero amenazadora de Edward la turbaba más de lo que quería reconocer. Tal vez,porque había decidido no volver a verlo. Su lado más perverso siempre se preguntaría cómo habría sido entregarse, aunque sólo fuese un fugaz amorío, a Edward Cullen.
Al menos, se consolaría sabiendo que no podría haber sido nada más duradero. Un hombre como aquel jamás daría pie a la intimidad del matrimonio, pensó con amargura. Solo estaba renunciando a la perspectiva de un romance apasionado de corta duración, no a una relación amorosa duradera.
-He estado pensando en ese crucero por el Caribe que has reservado-dijo Edward con voz pausada, mientras movía en pequeños círculos la copa de armañac y contemplaba como se arremolinaba el líquido ambarino.
-¿Y que has pensado?-Bella lo escuchaba a medias, absorta como estaba en decidir cómo y cuando le diría que aquella era su última noche juntos.
-No veo por qué no podría acompañarte-musitó.
Bella se quedó sin aliento al considerar aquella posobilidad.
-El crucero estaba casi completo hace meses. Yo misma tuve suerte al conseguir la reserva.
-Siempre podría compartir tu camarote.-replicó Edward, y sus ojos verdes centellearon con patente promesa masculina.
Bella forzó una sonrisa distante, mientra sofocaba con vehemencia el pequeño brote de pánico suscitado por las palabras de Edward.
-Quizá cambies de idea antes de partir-sugirió él.
No se había movido, pero Bella tuvo la impesión de que estaba más cerca. Resistió el impulso de retroceder.
-¿Te han dicho alguna vez que, en ocasiones, resultas muy arrogante?
Edward no respondió. Pero claro, siempre hacía oídos sordos a las preguntas que no deseaba contestar .La observó en silencio durante un momento, mientras saboreaba el armañac.
-¿Crees que no estarás dispuesta a compartir una habitación conmigo para entonces?-inquirió por fin, con demasiada fluidez.
Era el momento de decirle que jamás estaría dispuesta a compartir con él una habitación. Pero vaciló, deseando tontamente poder prolongar un poco más el ánimo festivo de la velada. Ya no habría más fines de semana encantadores, intrigantes y frustrantes, y se sentía reacia a ponerles fin.
-¿Que tal si hablamos de otro tema?-sugirió con una desenvoltura que no sentía.
-Muy bien. ¿Quieres contarme los detalles de tu ajetreada semana?
Bella encogió los hombros con gesto airoso, bajo la tela de color rojo sangre de su vestido. La prenda, con sus mangas largas y los diminutos botones dorados del frente, se ceñía a su figura y perfilaba suavemente las curvas de sus senos, una esbelta cintura y unos muslos de mujer. Medía uno sesenta y nueve de estatura, pero ni siquiera con los tacones altos que lleveba podía mirarlo sin alzar la vista. Edward sobrepasaba el metro ochenta, y además de la altura, Bella sabía que jamás podría rivalizar con él en fuerza y coordinación. Se le ocurrió preguntarse si debería temer aquella fuerza. No, Edward no perdería el control solo por que ella le dijara que no pensaba verlo más. Dudaba muy seriamente que hubiese algo en el mundo que sacara a Edward de sus casillas.
Claro que, una vez más, lo conocía tan poco...
-No ha sido una semana tan terrible-empezó a decir en tono decidido-,aunque es cierto que he estado atareada. Mi jefe se ha propuesto ultimar unos documentos importantes antes de mi marcha para que pueda entregarlos en mano a ese genio excéntrico del que te hablé.
-¿El que vive como un recluso en una isla del caribe?
-El mismo. Tendré que bajar del barco en una de las escalas, ir en avioneta a la isla privada de ese chiflado y entregar los papeles personalmente. El piloto me llevará de regreso al puerto donde haya atracado el barco. No será dificil, y promete ser una excursión interesante. Eleazar dijo que mis vacaciones eran una coincidencia maravillosa. De no ser por el crucero, tendría que haber pagado a un mensajero. Siempre que tiene un envío para ese hombre, debe asegurarse de que se lo entregan en mano.
-Así,Denaly solo tiene que pagar la factura de un vuelo corto entre islas-gruñó Edward-Yo diría que, entre grandes cualidades de Eléazar Dénaly, se cuenta la de tacaño.
A pesar de la tensión creciente, Bella se permitió sonreir, y sus ojos marrones destellaron con fugaz picardía.
-¿Cómo te puede caer mal Eléazar, si ni siquiera lo conoces?
-Quizá no me agrade que su nombre surja con tanta frecuencia en nuestras conversaciones.
El humor desapareció de los ojos de Bella.
-No volveré a mencionarlo.
-No hagas promesas irreflexivas-le aconsejó Edward con ironía-Es tu jefe, y como hablamos mucho sobre tu trabajo, sin duda, su nombre saldrá más veces a relucir.
-Si hablo demasiado sobre mi trabajo en FlexGlad,es orque tu nunca quieres hablar del tuyo-replicó con aspreza.
Edward enarcó una ceja con vaga sorpresa.
-Me encantaría hablar de mis inversiones contigo, pero mis estrategias financieras siempre me parecen un poco aburridas comparadas con tu trabajo en el campo de la alta tecnología. En FlexGlad estáis en la vanguardia de la informática.
-No soy más que una secretaria de lujo-dijo Bella con ironía-Cierto que mi cargo parece un poco más prestigioso, pero te aseguro que las auxiliares administrativas pasamos mucho tiempo haciendo recados, salvando pequeños obstáculos y convenciendo a genios informáticos un tanto temperamentales de que deben cooperar con la dirección para crear un producto que responda a las necesidades del mercado. En realidad, no participo en la parte técnica del proceso, me limito a coordinar a los que intentan comercializarla.
-Si que tienes conocimientos técnicos. Mira cómo ayudaste a tu padrastro a instalar un ordenador en su casa.
Bella se encogió de hombros.
-AAlgose me tiene que pegar, si trabajo todo el día entre ordenadores. Sinceramente, preferiria saber más cosas sobre tus inversiónes. ¿De verdad es eso lo que haces entre semana?¿Estudiar el Wall Street Journal?
-Ese periódico y otras publicaciones sobre cuestiones económicas. Aunque todavía me queda mucho que aprender. De hecho, quería que me ayudaras a instalar en mi casa un ordenador de ultima generación como el de Phil.
Bella se nogó a dejarse distraer.
-¿Desde cuándo dedicas todo tu tiempo a dirigir tus inversiónes?quiso saber Bella, con la esperanza de poder atisbar su pasado.
-Desde hace casi un año.
-¿Y antes?¿A qué te dedicabas?
Edward entornó los ojos, y Bella dedujo que estaba sopesando cada palabra, escogiendo el momento en el que cortaría el flujo de información sobre sí mismo. Siempre sucedía igual.
-Antes, me dedicaba a reunir el dinero que ahora tengo para invertir.
-¿Cómo?
-Aquí y allá.
Otra vez aquel muro. Bella ya estaba acostumbrada a darse de bruces contra él. Siempre que intentaba sonsacarle información más allá del año que llevaba en Forks, chocaba contra la misma barricada. Bueno, se tranquilizó con ánimo renovado, después de aquella noche, ya no tendría que preocuparse por ello.
-¿Heredaste el dinero, Edward?-preguntó incapaz de resistirse.
-No-Edward se acercó a ella y acarició la melena leonada que caía, lustrosa y elegante, sobre los hombros de Bella.- Hablemos de otra cosa, Bella. El pasado no me interesa, sólo el presente. Ya te lo he dicho.
-Varias veces-corroboró Bella, que tuvo que ahogar un pequeño suspiro. No tenía sentido seguir indagando, Edward eludiría todas las preguntas. Como aquella iba a ser la úlrima velada en su compañía, lo mejor sería procurar que fuera agradable. Con una brillante sonrisa, propuso un brindis-Por el futuro.
Edward paseó la mirada por su esbelta figura.
-Por el presente-corrigió, y también él elevó su copa.-Sobre todo por esta noche. He aprendido que el aquí y el ahora es lo único que cuenta de verdad en esta vida. -Edward acercó el borde de su copa a los labios de Bella y la inclinó con suavidad para que ella tomara un pequeño sorbo. Después, sin desviar la mirada de Bella, tomó un sorbo de armañac por el mismo lugar de la copa por el que ella había bebido.
Bella sintió el calor del propósito implícito en aquel gesto. Sujetó su copa con fuerza y se percató de que estaba tenblando un poco.
-Hablando de esta noche-empezó a decir en voz baja.
-Un tema mucho más interesante que el año pasado o el próximo.
-Sí, bueno, se esta haciendo tarde ¿no crees?-dijo Bella con forzada brusquedad.
-Has llegado bastante tade.
-Había muchos atascos en las afueras de Port Angeles. Ya sabes lo que pasa los viernes por la tarde, las autopistas se quedan colapsadas.
-Por fortuna, ése es uno de los aspectos de la vida moderna que no tengo que padecer. Vivir aqui, en la península, tiene sin duda grandes ventajas.-murmuró Edward. Hizo una pausa deliberada antes de continuar.- Pero en cierta forma yo tambien sufro los efectos de esos atascos.
-¿Cómo?
-Me paso los viernes por la tarde esperándote, sin saber cuánto vas a tardar. Y me preocupa que viajes por carretera.
-¡Pero si conduzco de maravilla!-exclamó Bella, sorprendida. No se le había pasado por la cabeza que Edward pudiera preocuparse. No parecía capaz de albergar una emoción tan inutil como la preocupación.
-Lo siento, pero saber que te consideras una buena conductora no impide que me preocupe-le dijo con ironía.
Bella no sabía cómo interpretar aquella confesión. Al fin de cuentas, aquél sería el último fin de semana que su conducción constituiría un problema para él.
-¿Alguna sugerencia?¿Que venga patinando sobre ruedas, por ejemplo?
-La verdad es que tengo alguans ideas que comentarte al respecto-repuso Edward, impertérrito.
-Te escucho-con la mirada puesta en la oscuridad del otro lado de los ventanales, Bella se percató de que Edward estaba escogiendo las palabras antes de hablar, como si quisiera abordar aquel asunto con mucha cautela.
-¿Cómo de importante es tu trabajo para ti?
Perpleja por la pregunta, Bella volvió la cabeza con curiosodad para mirarlo.
-Me da para comer y echar gasolina en el coche. Me permite pagar el alquiler y los impuestos. Yo diría que es muy importante.
-Yo podría pagarte todo eso.-le dijo Edward con suavidad. Bella se quedó helada.
-¿Que podrías qué?
-Ya me has oído, Bella, quiero que medites en la posobilidad de venir a vivir conmigo.-la determinación que impregnaba aquellas palabras bastaba para saber que hablaba en serio.
-¿Qué es esto, una broma de mal gusto?.-susurró Bella con voz tremula.-Nos conocemos desde hace un mes nada más, y sólo nos hemos visto los fines de semana.
-No voy a presionarte-la tranquilizó Edward-Sólo quiero que empieces a plantearte esa posibilidad. Una relación a distancia nos crearía, a la larga, bastante tensión.
-Si-corroboró Bella con amargura-Así es.
-Bella,¿te he molestado?
-Si estoy enojada, la culpa es solo mía.
Edward deslizó la mano bajo la cuea de la melena de Bella y apoyó la palma en la nuca para obligarla, suavemente, a volverse hacia él.
-Esta noche estas tensa como cuerda tirante de un arco-le dijo, y le acarició aquella zona sensible.
-Lo siento, quizá tenga algo que ver con la ausencia de remanticismo de tu pequeña propuesta-con furia se apartó de la mano de Edward-Hoy día, pedirle a una mujer que renuncie a su trabajo y vaya a vivir con un hombre como su amante a tiempo completo se considera de mal gusto, Edward. Creo que siempre se ha considerado así. ¿De verdad esperabas que diera botes de alegría al oír tu idea?
-Tranquilízate- dijo Edward, con un ápice de autoridad en la voz. Porque se trataba de una orden, concluyó Bella fugazmente, no sólo de una advertencia.
-No me estoy poniendo histérica, solo estoy irritada.
-Ya te he dicho que no pienso presionarte.
-Tienes razón, no me presionarás. Más bien, esperaras indefinidamente. Edward lo último que haría en la vida sería dejar mi trabajo.
-Estas yéndote por las ramas-la acusó en tono sombrío.-No te pido que renuncies a tu independencia económica.
-¿Ah, no? Eso era lo que parecía.
-Aunque dejaras mañana mismo de trabajar, siempre te quedaría tu herencia,¿no es así? ¿O te la has gastado toda?
Bella lo miró de hito en hito.
-¿Mi herencia? ¿Se puede saber de qué estas hablando?
-Tu madre mencionó una vez-contestó Edward con el ceño fruncido-que cuando ella heredó los bienes de su hermano, había cierta cantidad asignada a ti.
Bella no sabía si enfurecerse o echarse a reir.
-¿T dijo cuanto dinero recibí exactamente del tío Billy? Diez mil dólares. Edward, ni siquiera es mi sueldo de todo un año. ¿Cuánto tiempo crees que podría mantenerme con eso? Si estabas pensando en adueñarte de mi "fortuna", será mejor que revises tus planes. No soy una heredera.
Los dedos de Edward se cerraron con fuerza en torno a la copa, y la mirada verde se trasnsformó en un remolino de agujas de hielo.
-Sabes perfectamente que jamás he albergado tal propósito.
-Apenas te conozco-replicó Bella en tono lúgrube-¿Cómo voy a saber cuáles son tus propósito?
-Por el amor de Dios, Bella,al menos, dime que no me consideras capaz de querer adueñarme de tu dienero.-masculló Edward.
A pesar de la tensión y del resentimiento, Bella tuvo la delicadeza de retractarse de aquella acusación. Si de algo estaba instintivamente segura, era de que Edward tenía demasiado orgullo para vivir a costa de una mujer.
-Por supuesto que no te considero capaz-declaró, menos severa-Tienes razón. Esta noche estoy un poco tensa.
-Estaba convencido de que habías recibido de tu tío una cantidad que garantizaba tu independencia económica. Tu madre había insinuado que sólo trabajas para no aburrirte.
El humor relampagueó en los ojos de Bella.
-Mi madre ha estado viviendo en un mundo de fantasía desde que heredó esta casa y los beneficios de los bienes de mi tío. Cuando murió mi padre, tuvo que deslomarse a trabajar. De vez en cuando, el tío Billy se dignaba a enviarnos un pequeño cheque por Navidad, pero ésa era toda la ayuda que recibía de él. Nunca le agradó que mi madre se casara con un artista, asi que creía que tenía lo que se merecía.
-¿Tu padre era artista?
-Un artista fracasado, más bien-Bella sonrió-Un soñador. Te divertías mucho con él, pero no era ni un buen padre ni un buen marido. Vivía esperando a que lo descubrieran, pero la fama nunca llegó. Murió cuando yo tenía doce años. Mi madre tuvo que hacer equilibrios con el dinero y cuando murió mi tío, hará cosa de cinco años, de repente, era rica. Y a sabido disfrutar de su fortuna: viajes a Europa, ésta preciosa casa y un distinguido y encantador segundo marido. Se lo está pasando en grande y yo me alegro mucho por ella, pero la verdad es que apenas tiene control sobre la herencia. Son bienes gestionados por el banco de mi tio, y segun las estipulaciones del testamento, mi madre solo puede vivir de los beneficios. Cuando ella muera, la herencia se repartirá entre las organizaciones benéficas predilectas de mi tío. Como veras, el tío Billy no quería destruir mi ambición dejandome demasiado dinero en mi juventud-concluyó en tono cómico.
Edward pareció reflexionar sobre la situación durante unos momentos. Luego, asintió.
-Esta bien, así que sugerir que renuncies a tu trabajo es pedir demasiado. Lo entiendo. Pero estoy dispuesto a compensar la pérdida financiera. Cuidaré muy bien de ti, Bella. Creeme, puedo permitírmelo. Incluso podría pagarte el equivalente a tu sueldo actual si así te sientes más independiente económicamente.
Bella cerró los ojos con mucho desagrado.
-Hablas en serio ¿verdad?
-Totalmente. He meditado mucho sobre este asunto.
Bella movió la cabeza con admiración.
-¿Dónde has estado metido en estos últimos diez años Edward? El mundo ya no funciona de esa manera.
-¡Y tanto que sí!-replicó con suavidad-Te deseo, y creo que tú a mi también. Tu trabajo es un obstáculo porque nos separa geográficamente. Tengo dinero de sobra para los dos. Todo ello apunta a una solución muy clara.
-¿Que deje mi trabajo y viva aquí contigo?
-¿Por qué no?-inquirió Edward con ardor-Si de verdad quieres trabajar para no aburrirte, puedes ayudarme con mis inversiones. O puedes buscar alguna ocupación en Forks.
-¿Por ejemplo? ¿Abrir otra boutique refinada, como las muchas que hay?
-Bella-la previno Edward en tono de advertencia. Pero la íra hacía bullir la sangre de Bella. La controló con un esfuerzo sobrehumano.
-Hay otra opción.
-¿Cuál?-preguntó Edward con mucho recelo.
-Podrías mudarte a Port Angeles.
Fue el turno de Edward de dirigirle una mirada penetrante.
-¿Hablas en serio?
-¿Por que no?- repuso Bella con osadía-,Tu puedes trabajar en cualquier sitio.
-Prefieres vivir en Port Angeles pudiendo estar aqui, en la playa?-la provocó Edward-¿Prefieres el tráfico, los humos, la delincuencia y todo lo demás? Vamos Bella, sabes tan bien como yo que te encanta esta zona.
-A todoel mundo le encanta Forks y la península de Olympic.-replicó Bella con voz gélida-pero no todos pueden permitirse vivir aquí. Tú si, lo mismo que Phil y mi madre. Pero yo no pertenezco al mismo círculo financiero que vosotros. Seguramente tardaría meses en encontrar otro trabajo en esta zona, y no me lo pagarían tanto, ni sería tan interesante como el que tengo ahora.
-Ya te he dicho que puedo cuidar de ti.
-¡Y yo te estoy explicando que no pienso convertirme en una concubina profesional.
Edward contempló el rostro agitado de Bella y pareció llegar a una rápida conclusión.
-Estoy presionandote demasiado, y demasiado pronto-dijo en tono tranquilizador-Lo siento, Bella. No es preciso que discutamos esta noche sobre esta cuestión. Y no quiero echar a perder lo que nos queda de fin de semana. Dame tu copa, te seviré un poco más de armañac. Reconozco que Phil tiene un aladar exquisito. Tendré que comparle otra botella para sustituir la que hemos estado mermando tú y yo durante este mes.
Había desconcertado a Bella con su descabellada sugerencia de que abandonara todo y se convirtiera en su concubina. RResultaba alarmante escubrir que Edward ya había ideado planes de futuro para los dos. Para Bella, se hallaban al comienzo de una relación que, con el tiempo y la circustancias adecuadas, podría florecer en alfo valioso. Pero Edward ya daba por echo el aspecto íntimo de su amistad, y se concentraba en planear los detalles.
-Yo diría que estás confusa y muy enojada conmigo-comentó Edward, que volvió la cabeza para mirarla-. No hay necesidad de que te sientas así. Esta noche, no. No voy a presionarte, Bella. Sé que estas acostumbrada a ser independiente. Después de todo ¿Cuantos años tienes? ¿Veinticuatro?-Bella asintió, al tiempo que se preguntaba adonde querría ir a parar.-Y vives sola desde hace tiempo.
-Desde que terminé el instituto.-corroboró con é para pagarme la carrera.
-Y nunca te has casado-prosiguió Edward, mientras regresaba con la copa de armañac-Así que nunca has tenido que adaptar tu estilo de vida al de otra persona,¿no?
-Nunca he sido una martenida, si te refieres a eso-le espetó.
-No, no me refiero a eso-gruñó Edward-y lo sabes.¿Nunca te has comprometido con nungún hombre, Bella? Te habrás enamorado de alguien durante los últimos veinticuatro años,¿no?
-Por supuesto-contestó Bella, con fingida despreocupación.
-¿Y bien?-la desafió-. Dime ¿que aprendiste de la experiencia?
-Sólo que quizá tenga razón sobre las relaciones a larga distancia-dijo con frialdad, y le dio la espalda antes de tomar un sorbo de armañac.
-¿Qué quieres decir con eso?
¿ Para que contarselo?, se preguntó Bella con irritación. Edward no tenía derecho a indagar en su pasado cuando se negaba a contestar hasta las preguntas más superficiales sobre el de él. No tenía por que desenterrar el desengaño con Mike Newton. Hacía tiempo que lo había superado, y lo único que debía recordar de todo ello era la lección aprendida.
-Hace un par de años, me enamoré locamente de un hombre que viajaba mucho-se oyó decir en tono glacial-Era un ejecutivo de una empresa en Medio Oeste, y hacía negocios con la empresa en la que yo trabajaba. Sólo podíamos vernos cuando venía a Port Angeles, pero procuraba visitarme con la mayor frecuencia posible. Estaba encantado de que adaptara mi horario al de él, y yo encantada de hacerlo-Bella inclinó la cabeza, como si se riera de sí misma.
-Deduzco que no salió bien-dijo Edward con aspereza.
-No.
-¿Porque el factor de la distancia imposibilitaba que la relación fuera más allá? Bella precisamente es eso lo que intento decirte...
-¡No!-lo interrumpió con se debía solamente a la separación geográfica, aunque estoy segura de que al final habría sido un problema., sino a las muchas mentiras que se interponían entre nosotros. La distancia favoreció que él pudiera ocultar eses mentiras.
Bella percibió como Edward se quedaba inmovil detrás de ella.
-¿Qué clase de mentiras?
-Estaba casado.-contestó sin rodeos-Pasaron meses antes de que lo averiguara. Un compañero de trabajo fue quien me abrió los ojos. ¡Dios mío, qué estupida me sentí!
-¿Que hiciste?
Bella desechó los recuerdo amargos y humillantes y trató de concentrarse en la finalidad de aquella historia.
-Dejé mi trabajo porque no soportaba verlo ni siquiera por cuestiones profesionales. Tambien tuve el placer de decirle lo que pensaba de él. Pero lo único que saqué en claro de todo aquel embrollo fue una lección muy dura sobre la importancia de la confianza y la sinceridad en una relación. Y no me digas que no sé lo que supone adaptar mi estilo de vida al de otra persona. Mike Newton me obligó a realizar cambios importantes, ¡incluso buscar un nuevo trabajo!
-Bella, todo lo que me has dicho refuerza lo que desde hace rato intento explicarte. Mantener una relación a larga distancia resultará muy duro para los dos. Además de que ya te hecho de menos durante la semana, me preocupa que vengas en coche desde Port Angeles todos los vierne por la tarde. Tampoco me agrada tener que perguntarme dónde diablos estás cuando te llamo y no contestas al teléfono-añadió con un repentino énfasis que hablaba por sí solo.
Bella ladeó la cabeza.
-No sabía que me hubieses llamado esta semana.
Edward torció los labios con sarcasmo.
-El martes, el miércoles y el jueves por la noche, para ser exactos. En las tres ocasiones, habías salido.
Bella meditó en ello durante unos momentos, enormemente complacida porque le hubiese telefoneado. En seguida, sofocó aquella reacción. Después de todo, estaba a punto de poner fin a la relación, no a establecer un vínculo másíntimo-
-El martes por la noche, cené con un compañero de trabajo, el miércoles, fui a una fiesta de una amiga que va a tener un bebé y el jueves...-arrugó la nariz unos momentos, esforzandose por recordar-El jueves trabajé hasta tarde.
-Ya. ¿Con el bueno de Eléazar Dénaly?
-Ya te dije que estaba sudando tinta para ultimar esos documentos antes de mis vacaciónes-le recordó en voz baja.
-Lo único que sabía es que no estabas en casa.
Bella se dió la vuelta y lo sorprendió mirándola con demasiada intensidad. En aquel momento, se le ocurrió pensar que, de haber iniciado una relación amorosa con Edward Cullen, habría descubierto que era un hombre muy posesivo. El debió de leerle el pensamiento, porque sigió mirándola durante un largo momento antes de asentir.
-Tienes razón-le dijo-No me hizo gracia. Y cada vez me la hará menos. Quiero saber dónde estas y qué haces en cada momento, y no tener que preguntarme tres días seguidos si no estarás con otro hombre.
Bella se sorprendió reaccionando a la amenaza que encerraban aquellas palabras casi sin pensar.
-No te preocupes no tendrás que volver a preocuparte por eso.
Un brillo especulativo iluminó los ojos verdes de Edward.
-Me temo que si-dijo Bella con cautela.
Rehuyó la mirada penetrante de Edward y atravesó la estancia, impulsada por la acuciante necesidad de alejarse de aquel hombre. Se detuvo delante del fuego que ardía en la chimenea de granito negro. Edward lo había encendido antes de que se sentaran a saborear la cena de cangrejo y ensalada que habían preparado juntos.
-Bella, ¿qué intentas decirme, cariño?-preguntó con suavidad.
-No has entendido el sentido de la pequeña historia que te he contado hace unos minutos, Edward-dijo, con la mirada puesta en las llamas-La lección que aprendí con ese desengaño no fue que las relaciones a larga distancia son difíciles, sino que una buena relación debe basarse en la confianza y la sinceridad. Necesito saber que el hombre que exige de mi un compromiso es completamente franco y honesto. No quiero barreras ocultas, ni secretos, ni sorpresas desagradables.
-Diablos, yo no escondo una esposa y seis hijos en ninguna parte-le dijo con una insólita exibición de humor.-Palabras de honor-alzó una mano, con la palma hacia fuera.
Bella alzó la vista, pero se negó a dejarse influir por la broma.
-Pero eso yo no lo se. No puedo estar segura de nada sobre ti. Edward. Te niegas a hablar de tu pasado, y solo accedes a contarme los datos más básicos sobre ti. No te importa el futuro, sólo piensas en el presente. Es imposible que pueda llegar a conocerte.
-Bella-empezó a decir con aspereza-ya basta. Comprenso que estes un poco tensa esta noche y que hayas tenido mucho trabajo esta semana, pero...
-Edward, escúchame. No estoy tensa por exceso de trabajo, sino porque intento hallar una manera delicada de decirte que no pienso verte más. Un mes de intentos infructuosos por derribar ese muro que has construido en torno a ti me basta para saber que nuestra reladión, con separación geográfica o sin ella, no va a ninguna parte, y pretendo ponerle fin antes de que nos destruya a los dos.
Un estallido, similar al de una granada, de fuerza bruta y gélida furia masculina se produjo en la hermosa habitación. Bella empezaba a comprender que no había abordado bien el asunto, cuando el ruido del cristal al hacerse añicos se propagó por el aire.
Contempló, estupefacta, como la copa que Edward sostenía se desintegraba entre sus dedos. Durante un instante cargado de tensión, los dos se quedaron mirando los cristales que caían al suelo. La delicada copa de la madre de Bella había sucumbido a la presión aplastante de la mano de Edward.
El silencio glacial y tenso que reinaba en la estancia se quebró con la amenaza de Edward.
-No intentes huir. Ni siquiera llegarías a la puerta.
