N/A: Oh God...
Juro que estoy tratando de escribir una historia decente para el fandom de Hetalia. Lo juro. Tengo preparadas tres historias multi-chapter!USUK, pero, de alguna manera, siempre termino escribiendo alguna de estas idioteces antes de concentrarme en un verdadero trabajo. FuCo, te odio. Reaallyyyy. Además, no tengo Beta, y como no considero que esto sea digno de ser beteado, y es más una cosa para mi propio entretenimiento junto con el de mi amiga (dado que esto es para ella) bueno... eso.
Cosa rara es rara~
Disclaimer: Hetalia no es mío. Red Bull no es mío. Tengo un póster de Hetalia en mi cuarto y seis latas de Red Bull en mi heladera que sí son mías.
It gives you wings~
...
Really!
Prólogo
···
Ahí estaba. Esa lata hasta parecía que se estuviera mofando de él. Burlándose del cansancio que lo agobiaba después de haber viajado desde su casa hasta los Estados Unidos, riéndose de las ojeras que seguramente debía tener debajo de sus ojos debido a las pobres horas de sueño que conseguía diariamente. La vida de una nación no era color de rosa, y con la crisis económica y la política no es que pudiera obtener mucha relajación que digamos. Y después de semanas de trabajo sin un debido descanso, ese agotamiento se hacía visible.
No es que estuviera viejo, no importa lo que América pudiera decir. Hasta el americano se notaba algo cansado, no tan hiperactivo como de costumbre, pero seguía igual de molesto, lo que no significaba ningún alivio para el inglés.
Estaba sentado en un sillón de cuero blanco en la sala de la casa del norteamericano, actualmente. Se suponía que debían trabajar en unos documentos para la próxima reunión de naciones que se llevaría a cabo en Washington, y es por eso que el inglés se embarcó unos días antes que las demás naciones para poder trabajar en ello y asegurarse que estuviera terminado.
Porque a Arthur Kirkland le gustaba la eficiencia en el trabajo, y si tenía que atar a América en la silla para que dicho trabajo se hiciera de forma eficiente, por la Reina que lo haría.
Así que, el plan que había formulado en el avión consistía en entrar en la casa de América, amenazarlo para que se hiciera el trabajo con la mayor brevedad posible, finalizar dicho trabajo e ir a dormir e ignorar la presencia del otro hasta el día de la reunión (la última fase del plan siendo la más complicada, dado que América agoniza por atención).
Pero al llegar a la casa del americano se encontró con una casa vacía y una nota en la mesa ratona del living. Dicha esquela (escrita con la caligrafía de un niño de diez años) decía que había surgido un… inconveniente de algún tipo y que América, como héroe que era, había tenido que ir a salvar el día, y que llegaría lo más pronto posible para evitar que Arthur creara armas nucleares en su cocina.
(Arthur no pudo apreciar las estrellitas y corazones que adornaban el borde de la carta antes de romperla en pedacitos y arrojarla por la ventana. Lástima.)
Un poco malhumorado por el insulto a sus habilidades culinarias (y por el hecho de que América no estaba, no que vaya a admitirlo porque no es como si en verdad quisiera pasar tiempo con América) acomodó su maleta al lado del sillón blanco de cuero y prosiguió a prepararse hasta que al anfitrión se le ocurriera venir a recibir a su invitado.
Por un breve lapso de tiempo se preguntó qué es lo que había pasado, pero conociendo al joven como lo conocía, esperaba que fuera una completa estupidez, o algo por el estilo. Quizás el bloody alíen que mantenía en su casa había decidido atacar la Casa Blanca…
Y fue cuando la vio.
Ubicada en la mesa ratona frente a sí, una lata de Red Bull lo observaba. Parecía que no había sido abierta aún…
Arthur Kirkland frunció un poco el seño y se concentró en la lata. Estaba cansado, sí, y un poco de dicho líquido podría ayudar a olvidarse del agotamiento un poco. Pero bien podría ir a la cocina y prepararse algo del té que América tenía preparado para cuando el inglés lo visitara, gracias al pedido (amenaza) de dicho inglés.
Pero la lata se estaba mofando de él. Podía sentirlo. O podría ser el cansancio haciendo jugarretas con su mente. Pero de igual manera, la lata estaba ahí, a su completa disposición, y si era de América, Arthur utilizaría esto como una venganza por haber sido abandonado (no plantado) en la casa del americano.
Así que estiró su brazo, abrió la lata, y dio el primer sorbo.
Y ése sería el mayor error que cometería en su vida (justo al lado de dejar que Francia llevara una cámara ésa noche al pub.)
Una vez que terminó la lata, ya podía sentir un poco más de energía y estaba algo más animado. Así que, con una pequeña sonrisa en sus labios se levantó de su asiento para tirar la lata vacía y de paso ir al baño a lavar su cara.
Cuando pasó por la ventana, y miró hacía afuera para ver qué tan oscuro estaba, fue que las vio por el reflejo del vidrio.
Se inmovilizó.
This has to be a bloody joke.
Un poco nervioso, dejó que su mano se dirigiera hacia el lugar en el que unas jodidas alas estaban supuestamente en su espalda. Sus ojos verdes no dejaban de observar con fija fascinación como por el reflejo del vidrio su mano se paseaba por ellas, y lo pero de todo es que su sentido táctil le hacía notar que en verdad estaba tocando algo ahí. Algo con plumas. Algo suave. Algo pegado en su espalda.
Podía verlo y podía sentirlo. La lata que estaba en su mano cayó al piso, y el sonido del impacto fue el primero pero no el último ruido que la casa escucharía en ésa noche.
"¡AMÉRICAAA!"
Alfred F. Jones podía darse por muerto.
Si debo seguir con éste monstruo, o dedicarme a historias que sí valgan la pena, o a dejar directamente de escribir, ¿agradecería que me lo dijeran? :D *huye*
