UNA PREGUNTA INCOMODA

Era un día como cualquier otro en Hogwarts. Tenía muy poco tiempo desde que el trío cursaba su sexto año y hasta el momento las clases no eran algo de lo cual quejarse… demasiado.

Hermione caminaba sola por los pasillos del colegio en dirección a la biblioteca, su clase de Runas Antiguas había terminado antes de tiempo y deseaba adelantar esos deberes antes de reunirse con Harry y Ron para ir juntos a su próxima clase.

Entro a la biblioteca, tomó los libros que necesitaba y con la mirada busco un buen lugar para sentarse, solo que la mano de Ginny Weasley haciéndole señas llamo su atención. Le sonrió a la pelirroja y se sentó frente a ella al otro lado de la mesa.

-Hola Ginny, creí que tenías clase.

-En realidad si, debería estar en clases… Cuidado de Criaturas Mágicas –la pelirroja hizo una mueca y Hermione se pregunto el porqué pero obtuvo la respuesta de inmediato –Hagrid no escondió bien sus escregutos de cola explosiva, esas cosas estaban cerca de donde tomábamos clase y bueno, un par de chicos creyeron que sería divertido molestarlos –ella puso los ojos en blanco y Hermione rio disimuladamente. –Los mandaron a la enfermería, pero se pondrán bien.

-La profesora McGonagall debe estar furiosa.

-Ni tanto –se encogió de hombros. –Todos ya conocemos a Hagrid –y continuo haciendo sus deberes mientras Hermione intentaba hacer lo mismo.

-Oye Hermione, ¿te puedo hacer una pregunta? –pregunto Ginny al cabo de un minuto.

-Claro –respondio la castaña sin despegar la vista del libro que estaba leyendo.

Ginny volteo en todas direcciones para asegurarse que nadie las estuviera viendo u oyendo y cuando hizo su pregunta fue casi como un susurro.

-Ron te gusta ¿verdad?

Hermione se esperaba cualquier pregunta menos esa. Se quedo petrificada en el asiento y sintió que la sangre desaparecía de su rostro; menos mal que el libro se interponía entre las dos chicas y Ginny no podría ver el torrente de sentimientos que cruzaban las facciones de la Hermione. Ella no era tan obvia ¿o sí? Pero entonces ¿Por qué Ginny le hacía aquella pregunta? Sin embargo, no sabía que contestar o más bien, tuvo miedo que el timbre de su voz temblara si decía algo.

-Vamos Hermione. Confiesa. Soy tu mejor amiga, deberías tenerme confianza. Yo no pienso decirle a nadie y hasta podría ayudarte para que mi hermano deje de ser un tonto y se te declare o que se yo.

-Ginny, sabes que por ahora no me interesa nada que tenga que ver con novios. –contesto finalmente Hermione con voz pausada y saliendo detrás de su escondite. Y se mantuvo firme para sonar convincente. Quizá gane el premio a la mentirosa del año –pensó la muchacha pero la verdad es que no lo había hecho tan bien.

-No trates de engañarme Hermione. Puedes decir que no te interesan los novios pero te gusta mi hermano.

-Y a ti te gusta Harry. –Hermione hablo rápidamente pero se le entendió perfectamente.

Ginny entrecerró los ojos y añadió

-Eso significa que si te gusta Ron. Lo sabía, siempre lo he sabido -la pelirroja dibujo una sonrisa pero Hermione por su parte se ruborizo.

-Y-yo… -balbuceo la castaña –Yo no he dicho nada de eso… Y no, no me gusta Ronald. –Esto último lo pronuncio en voz más alta y algunas cabezas se giraron para mirarla.

-Señorita Granger… si no puede guardar silencio le pediré que se marche. –se escucho la gruñona voz de Madame Pince a pocos metros de distancia.

Hermione se murió de la vergüenza. Tenía que salir de ahí inmediatamente antes de que perdiera el control.

-Hermione, solo es un sí o un no –suplicó Ginny volviendo a bajar la voz. -¿Por qué te cuesta tanto decirlo?

-No insistas Ginny, no hablare de eso. –dijo Hermione guardando en su mochila el pergamino que había sacado sin siquiera haber escrito algo. –Discúlpame, ya debo irme a clases.

Y se dio la vuelta no sin antes hacer una floritura con la varita mágica para que los libros que había tomado volvieran a su lugar. No era bueno tener más problemas con Madame Pince. Ginny no dijo nada y simplemente observo a su amiga partir.

- Jamás hablare con alguien de mis sentimientos y mucho menos dejare que él se entere. Es capaz de reírse de mí y no quiero hacer el ridículo. –decía Hermione para sí misma un poco confundida caminando por los pasillos para llegar a las mazmorras, donde tomaría clase de pociones –Nadie hará que lo diga.

-¿Nadie hará que digas que Hermione? –le pregunto una voz.

Hermione sintió un escalofrió recorrerle la espalda, levanto la vista y se paró en seco ante la figura que estaba a un lado de ella.