Disclaimer: de los personajes tomados de la serie Bones, los derechos de autoría corresponderán a su creadora, Kathy Reichs y, en su caso, a la Cadena Fox; de las situaciones, el autor del presente relato, que no obtiene ningún lucro con la publicación del mismo.
(Producto de mi torpeza, hoy, al subir el capítulo XIII "El Hermano Pródigo", he borrado los capítulos I y II, que vuelvo a subir ahora para que la historia esté completa. Disculpad por las molestias!).
EN CASA POR NAVIDAD
(17 de Diciembre de 2041)
Todos aquellos que le dijeron que la entomología no era una rama interesante de la ciencia, por supuesto, no podrían ni imaginar la extraña aventura que estaba a punto de comenzar para Michael Staccato Vincent Hodgins, Vince para los amigos. Ahora, en el año 2042, todo el planeta está en vilo. Pendiente de sus averiguaciones. Pero para contar esta historia conviene, como siempre, empezar por el principio. No nos remontaremos hasta su nacimiento. Llega con decir que nació fruto del amor de dos renombrados y brillantísimos miembros del Instituto Jeffersonian: un excéntrico millonario, heredero de la fortuna Cantilever, y su bellísima esposa, una magnífica dibujante, pero mejor inventora. Ambos planearon su futuro sin contar con él, mandándolo a estudiar a las más renombradas y prestigiosas instituciones del viejo continente. Sabía hablar una docena de idiomas. Con 30 años tenía 4 licenciaturas y varios doctorados. Es cierto, pero aburrido. Por supuesto. Porque su verdadera pasión era la música. ¡Cuántas noches había tocado en los suburbios de Londres! ¡Cuántos borrachos le habían escuchado rugir, con los acordes de su fantástica guitarra, igualita a Pearly-Gates, que le había regalado el abuelo Gibbons, al cumplir los cinco años! ¡Cuántas chicas le habían propuesto amor por una sola noche, al salir de aquellos antros de mala muerte! ¡Cuántos momentos de gloria le había dado su nombre de guerra, Staccato! Era su particular antídoto contra la timidez.
Por supuesto, nadie en la familia conocía estas escapadas nocturnas de la joven promesa de la entomología, cuyo afán de éxito en el mundo del rock sólo se veía enturbiado por el viejo recuerdo de su primer amor. Ahora, de regreso a Washington, su corazón palpitaba con el único motivo de reunirse con aquella niña pelirroja, de mirada profunda, de sonrisa cálida... La sola presencia de aquella niña, aguerrida y echada "palante", conseguía que Vince tartamudease, se volviese un chaval torpe y aún más introvertido que de costumbre. Sentado en la butaca del avión, sabía que pronto estaría frente a ella, sin saber qué decirle. ¡Habían pasado tantos años! Y aunque se habían criado juntos, en la guardería del Jeffersonian, aunque habían aprendido todo juntos, crecido juntos, despertado y soñado juntos, y aunque todavía se llamaban cada semana para contarse el devenir de sus vidas, Vince no podía evitar que Little Gun, "pistolita", como la llamaba cariñosamente, fuese para él, más que una hermana, más que una amiga... La hija pequeña de Seeley Booth había heredado el indómito atractivo de su madre, y la puntería y el don de gentes de su padre. Conocía el nombre de cada arma de fuego habida y por haber. De ahí su apodo. Podría decirse, sin ánimo de exagerar, que ella había aprendido antes a apretar un gatillo que a destapar un biberón. Cosa que, por cierto, no tiene mérito ninguno si tomamos en consideración los curiosos experimentos del padre de Hodgins en la educación de estos dos retoños.
Con el obelisco del Capitolio perfilándose ya en el horizonte, Vince sólo podía desear que el avión tomase tierra, para escuchar el roce de los neumáticos contra la pista de aterrizaje, sentir la tensión del rozamiento, la deceleración, el chisporroteo de los motores al apagarse…
La terminal estaba llena de gente. Personas abrazándose. Unos despidiéndose. Otros encontrándose. Pero todos manifestándose su amor y sus buenos deseos. Al fin y al cabo, sólo quedaba una semana para Noche Buena. No puede ser malo volver a casa para pasar las navidades en familia. Por eso hay grandes paquetes en la cinta transportadora. Maletas llenas de regalos. De sueños. De buena voluntad. Aquella maleta en concreto, de rayas rojas y azules, es la de Vince. Todavía no lo hemos descrito. Ni falta que hace. Os lo podéis imaginar. Ha heredado las facciones suaves y redondeadas de su madre. Su cabello oscuro y encaracolado. Sus ojos medio rasgados, sugerentes, pero invisibles tras unas enormes gafas de pasta marrón. Nadie así pasa desapercibido en el aeropuerto. Menos lo haría si, en lugar de vestir unos vaqueros, un polo naranja, cuello de cisne, llevase los brazos descubiertos, llenos de tatuajes. Como Staccato era un auténtico conquistador. Como Vince parecía un muchacho de provincias, perdido entre la muchedumbre y abrumado por la gran manzana.
-¡Vincent! ¡Vincent!
Aquella voz era inconfundible. Tendría que haberse girado después de recoger la maleta. Al verla de nuevo, sosteniendo un cartel de recepción y bienvenida, sin haber cambiado un ápice, se despertó en Vince la torpeza de antaño, la patanería, el desasosiego... Lo que iba a ocurrir a continuación era la crónica de una caída anunciada:
-¡Vincent! ¿Te has hecho daño?
Little Gun le extendió la mano. Robusta. Muchos se extrañarían de la enorme fuerza que se gastaban aquellos bíceps, y que eran radicalmente opuestos a la imagen sensual y delicada que proyectaba aquella joya pelirroja.
-Veo que no has cambiado nada. Como cuando tu padre nos hacía participar en sus experimentos, que tanto te asustaban…
-Tú en cambio siempre le pedías más y más. Te encantaba el ruido de las explosiones.
-Claro. Me sigue encantando. Sabes que adoro la noche del cuatro de julio.
-La noche del cuatro de julio y el campo de tiro. Serías feliz rellenando los cañones de una goleta medieval.
-Ya… Y hablando de cañones, ¿me traes uno en esa maleta? ¡Parece pesada! ¡Ha sido muy simpático ver cómo se te caía encima!
-Sí… Encima con recochineos…
-Ay, hermanito, que poco sentido del humor te gastaste siempre. Igualito que Temperance. Aprovecháis la mínima para soltarme alguna palabreja rara.
-No es falta de sentido del humor, es sólo el Síndrome de Asperger. El desarrollo de determinadas regiones del encéfalo ocasiona…
-¿Ves lo que digo? Eso es lo que "antropológicamente" hubiese contestado mi madre en esta situación.
-¿Antropológicamente? Antropológicamente hablando, lo único que se me ocurre a mí es corregir la afirmación por la que dices que soy hermano tuyo. Es cierto que el ADN mitocondrial demuestra que hubo sólo siete madres primitivas, pero eso ocurrió aproximadamente hace…
-Profesor Hodgins, ¿ha terminado la clase magistral? Y en tal caso, ¿podemos irnos a casa? En cualquier momento me reclamarán de la oficina federal. Ya sabes: el hampa nunca duerme.
-Tenía entendido que es imposible permanecer despierto más de 96 horas seguidas si no es con el soporte de sustancias excitantes, como el café o las anfetaminas… Debes de estar refiriéndote al insomnio familiar letal. Los pacientes pasan casi un año sin dormir, hasta que mueren por culpa del cansancio. No sabía que esta enfermedad fuese endémica entre los delincuentes, de hecho, es bastante rara, sólo afecta al… Aunque deduzco por los gestos de tu cara que sólo te estabas choteando a mi costa, ¿no es así?
-¡Qué bueno es tenerte de nuevo en casa!
-¿En serio?
-Creo que sí. Está claro que eres un animador nato de las conversaciones. Vas a dejar sin palabras a mis compañeras de piso.
-Gracias…
-Hodgnis, me temo que no es un piropo.
-¿Ah, no?
Pero Little Gun ya se alejaba por el pasillo de la terminal, arrastrando la maleta de rayas. El bueno de Vincent, todavía sin caer en la cuenta de qué había hecho mal para ganarse aquellas palabras, empezó a caminar detrás de su primer amor. El estómago se le empezaba a revolver. Sabía que ahora le sobrevendría la peor parte de toda la noche. Montar en el cadillac de la joven Booth, que ella conducía sin moderación alguna. La velocidad era su razón de vivir. Lo había heredado de su tío Jared. Él solía montarla en su moto, cuando era apenas una cría, para darle paseos a la velocidad del relámpago. Lo cual había sido, además, una de las múltiples razones que la habían catapultado, pese a su juventud, a los más altos engranajes del F.B.I. Como a su padre, no había presunto culpable que se le escapase en una persecución.
-¿Me dejas las llaves del coche, Little Gun?
-Pero si conduces como una nena. Además, en Londres estáis todos majaretas. Vais por la izquierda. Pero no te preocupes, Vincent, que aquí tienes a toda una profesional del volante… Y como me vuelvas a llamar "pistolita" vas a dormir en el rellano, con el gato.
- El pelo de felino me provoca erupción cutánea. Lo sabes bien. No tendría ninguna gracia que...
Justo en ese instante comenzó a sonar el teléfono celular de "pistolita", quien tras intercambiar un par de frases por lo bajo, se dirigió nuevamente a Vincent para decirle:
-Apriétate el cinturón, hermanito. Tenemos un caso. Y por la urgencia, me temo que hoy no podré conducir con la precaución acostumbrada…
-¿La, la, la… precau.. pre… precaución acostum, tum, tumbrada?
-El deber nos llama. Ojalá que los del hampa tuviesen esa enfermedad del insomnio fatal. Me ahorraría mucho trabajo… Oye, ¿por casualidad no podrías inventarme un spry con el cual podría contagiarles la fatalidad ésa a mis malhechores?
-¿Hablas en serio?
-¿Sabes, Vincent, eres tan listo, y a la vez pareces tan tonto?
Lo cierto es que Hodgins no puede evitar parecer tonto cada vez que se encuentra en presencia de la agente Booth. Son los efectos secundarios del enamoramiento. Ojalá pudiese mostrarle su faceta como Staccato. Porque Staccato es el tipo de hombre por el que la pequeña Booth bebería los vientos. ¡Qué curioso es el género humano! Solemos tener lo que más deseamos ante nuestras propias narices y nos seguimos empecinando en buscarlo, a toda costa, en cualquiera otra parte.
