Capitulo 1:

De Compras

Una chica arrastraba un enorme baúl por el Callejón Diagon, sus rueditas tan gastadas que eran casi inservibles. En una esquina se detuvo para mirar el enorme mapa que sostenía. Su nombre era 'Mapa de Sitios Mágicos de Londres', y consistía en un enorme revoltijo de nombres y flechas. La chica giró el mapa noventa grados, miró hacia ambos lados, y se decidió por la derecha. Un muchacho la atajó, entregándole un folleto.

-Descuento de veinte por ciento en Flippanders -anunció- ¿Primer año en Hogwarts?

La muchacha asintió, complicada por tener que ordenar el folleto y el mapa que tenía en sus manos.

-Entonces Flippanders es tu opción: varitas a un precio mucho más conveniente que el resto del mercado. ¿Por qué preferir Ollivanders, si puedes conseguir una varita a un tercio del precio con mucha más... er... personalidad?

La chica por fin consiguió guardar el folleto en uno de sus múltiples bolsillos.

-¿Queda cerca?

-Oh, sí, está a la vuelta -el muchacho señaló-. Yo acabo de comprar mi varita allí.

Dejando la pila de folletos en el suelo, sacó una varita bastante extraña: tenía bastante curvatura y era verde. La volvió a guardar en su bolsillo trasero.

-La verdad no la compré, hoy es mi último día, y me la dieron en parte de pago -luego de pensar un momento, agregó: -Trevor Stutter, también novato en Hogwarts, supongo que seremos compañeros.

-Luna Lovegood. De compras.

-Si dices que vienes de parte mía, probablemente no te hagan descuentos, pero no te darán una basura de varita.

-Gracias.

Luna volvió a arrastrar el baúl, en la dirección que Trevor había indicado. Este le dijo 'adios' y volvió a ocuparse de repartir folletos.

Una campanita sonó al abrir la puerta, su sonido bastante ahogado en el crujir de la madera. Adentro estaba bastante oscuro y polvoriento, lleno de extraños objetos y adornos. Luna se sintió bastante a gusto.

-Flippanders¿Puedo ayudarte señorita? –preguntó un anciano detrás del mostrador. Llevaba un sombrero puntiagudo y su barba, chamuscada, tenía un cierto tono púrpura.

-Quiero comprar una varita –dijo Luna, dejando el baúl a un lado-. Vengo de parte de... eh... el muchacho de los folletos.

-Ah, así que ese extraño invento moderno ha servido para algo. No mucha 'publicidad' en mis tiempos, no, no. Nos bastaba salir en los periódicos. Una buena explosión y la tienda se llenaba, pero los tiempos han cambiado... ¡Gustav¡Trae las varitas buenas!

Un muchacho, Gustav, bajó por unas escaleras detrás del mostrador. Traía una caja con unas cuantas varitas, de extrañas formas y tamaños.

-Mi nieto –dijo el viejo, y luego dirigiéndose a este-¿Has elegido ya?

-Si –respondió Gustav -. Me quedé con la Stilleto punto 2.

El viejo no pareció muy contento.

-Si eso prefieres... en mis tiempos, a eso no le llamábamos varita. A nada que no pudiera explotar un granero, la verdad. Ahora bien... Aaah –el viejo tomó una gruesa varita roja, y se giró hacia Luna-. La Fieroball Potenta, interior de dragón, cubierta de dragón y pintada de dragón. Pruébala, con energía.

Luna cogió la varita, y vio como Gustav tomaba refugio tras las escaleras, asomándose para ver. Un poco cautelosa, agitó la varita. El resultado fue bastante parecido a encender una caja de fuegos artificiales, dentro de una tienda de fuegos artificiales.

Cuando el espectáculo de luces y sonido hubo acabado, Luna se levantó cautelosamente. El viejo Flippanders parecía radiante, y algo más chamuscado, si esto era posible.

-Ah, ya no hacen a los dragones como antes. ¿Y bien? –preguntó a Luna.

Esta miró a Gustav, que le hacía señas de negación con la cabeza, y devolvió la varita.

-¿No tiene algo menos, er, dragonico?

Nuevamente con expresión decepcionada, el viejo devolvió la varita a la caja. Examinó otra con ojo experto, y aventuró:

-¿Quimera? –Luna negó con la cabeza, y el viejo fue pasando por otras opciones, todas rechazadas:- ¿Banshee¿Bestia trueno¿Ojo demónico? No es un demonio, en el sentido estricto, verás... ¿Acromantula tal vez? No muy venenosa, para su tipo...

Mmm, no me dejas con muchas opciones, la verdad –continuó el viejo. Dejando de lado las Stilletos, que más bien son una herramienta de diseño –y echó otra mirada enojada a Gustav-... supongo que esta, la Ventus Tobellino, con hebras de Hada y madera ligera no está tan mal. No podrá explotar un granero, pero, en manos expertas, podría volarlo hasta Oz...

Luna recibió la varita y una suave brisa recorrió la tienda en el momento del contacto. Un suave movimiento de la varita bastó para limpiar gran parte del polvo sobre el mostrador. Luna asintió por fin, y Gustav salió de su escondite.

-Me la llevo.