Disclaimer: No soy dueña ni de la pairing, ni de la saga, sólo de la trama.
Claim: Charlie/Renée —woHoo!
Advertencia: Uhm, nada, si soy de lo más inocente (?)
Notas: Y otro más para Hizzlandia, por su cumpleaños. You know, los Winchester son tuyos esta noche *cejas* El fic de SPN te lo debo, que recién voy por la primer temporada xD Loveya, futuraesposadebodatriple, and hope you like it. El trozo de canción es de Adiós de Jesse&Joy.
-
-
Try To Move On
`Duele como muerte lenta
la memoria de los dos.
La sangre ardía por mis venas,
pero hoy se seca sin tu adiós´
-
Renée era pura libertad, libertad y más libertad. Libertad en su estado más salvaje y puro. Charlie lo supo desde que la conoció en aquel instituto de Forks. Desde que la vio usar aquellos pantalones holgados, blusas floreadas, el cabello largo, suelto y rebelde, y aquellas sandalias estilo romano que tan cómodas eran y que ella adoraba usar. Desde que supo que adoraba comer emparedados de jalea de cieruela con crema de maní, y cada día tenía un nuevo grupo musical preferido. Desde que la vio sonreír con sus ojos color cielo, tan infinitos como éste. Renée era única y lo supo desde que ella le habló por primera vez (y desde que le besó por primera vez y luego se casó con ella por puro impulso y hormonas adolescentes).
Pero nunca se imaginó que aquella libertad explotaría y se rebelaría en su máxima expresión luego de cargar nueve meses a un ser al que ambos dieron vida.
Charlie guardaba con fervor todos aquellos recuerdos, como una película casera que se reproducía una y otra vez en su mente, recordándole lo feliz que llegó a ser en aquellos meses y lo desdichado que era ahora. La memoria de los dos le dolía como miles de agujas bajo sus uñas, como millones de golpes en el rostro que lo mantenían a flote y le recordaban que la vida seguía adelante, que continuaba sin ella por más que él intentara negarlo. Guardaba aquello porque era lo que le impulsaba a seguir, a que su cuerpo no dejara de moverse aunque creyera, a veces, que sus venas se habían secado y la sangre había huído de ellas. Los guardaba porque no quería olvidarla, no quería perderla otra vez (aunque no la tenía ya), no quería perder aquel trozo de ella que había muerto cuando se fue de la casa, aquel trozo que aún quería a Charlie y a la humedad de Forks.
Conservaba aquello, era lo único que le quedaba: los besos cálidos de tres primaveras; los abrazos que sabían a juventud y libertad; los nueve meses de alegría y un vientre cada vez más abultado; las risas púrpuras y los llantos celestes; los meses estrellados y soleados que pasaron efímeramente ante sus ojos.
Con su ida, Renée le había quitado más que su libertad y a su hija; las risas y sonrisas desaparecieron. La luz y la alegría, la espontaneidad y lo imprevisto, todo aquello se escondió bajo el parquet, en cualquier lugar, huyendo de Charlie, dejándolo solo y desdichado. Solamente había dejado el fantasma de ella, algo que a él lo hería cada vez más.
Había dejado un hueco en Charlie, y un hueco en la cama, en la cocina, en todas partes. Había arrasado con todo cual tormenta y Charlie aún no había logrado recoger y ordenar los escombros que había dejado a su paso. Hacía dieciocho años que Renée había escapado de aquel pueblo húmedo y pequeño, y él aún no lo había superado. Parecía que el tiempo se había detenido para él y que nada iría a avanzar a menos que ella decidiera volver (y él sabía profundamente que aquello no sucedería).
Simplemente intentaba, pero parecía no encontrar el impulso para seguir adelante.
&.
