Hola! Aqui les traigo una nueva historia.

Escrita por: Bryan R. Miller, tengo su permiso para publicar esta historia. Algunos personajes son de la autoria de Suzanne, y otras de Bryan.


Toda la gente parecía ahogarse en gritos, vitorean que hemos ganado. Todos hemos perdido algo en esto, así que la angustia se deja remarcar en otros gritos más provenientes de la gente que no paraba de aplastarme. No los culpaba, al fin se sentían libres; el Capitolio al fin había sido derrocado.

Estamos justo en frente de la mansión que una vez ocupo Snow, del lugar donde sale el palco presidencial. Pululaban demasiados guardias de uniformes grises, los rebeldes y poca gente de otros distritos como yo, que no querían perderse este momento. Según me informaron aquí seria donde ejecutarían al presidente y la encargada de hacer eso sería la misma Katniss Everdeen. Todos los presentes esperan a que la guerra acabe finalmente ¿y por qué no? Igual yo, después de todo yo perdí dos partes de mi…pero no aquí en la lucha que se inicio hace algunos días, sino hace mucho tiempo en mi hogar; el Distrito 9. Para entonces tenía 11 años y faltaba un mes para que mi nombre apareciera en las papeletas, en esa cosecha eligieron a mi hermana de diecisiete años. Ella era muy buena con las armas, escalando y haciendo nudos, sin embargo, eso no me dio el valor suficiente para mirar los juegos; ella nunca regreso a casa.

Solo restábamos mi hermano y yo, al cumplir los doce jamás me permitió pedir teselas. Dos años después sucedió a lo que más temía, mi hermano fue elegido en la cosecha y ahora solo era yo, solo, enfrentándome a las pesadillas que me atormentarían hasta que el regresara a casa como me lo prometió. Pero hacer algo asi en un lugar como Panem, no tiene tanta fuerza como mantener a alguien vivo en la arena, ni siquiera el que también sabía distinguirse muy bien en las armas. Le seguí cada paso en la pantalla pero los profesionales de la arena se interpusieron en su camino y el tampoco regreso a casa. A partir de ahí me iba a llorar varias noches al tejado de mi casa.

Fue en los juegos en los que seleccionaron a la chica del Distrito 12, los que ahora nos mantenían aquí mismo, presenciando este momento. Ahí es cuando ella sale caminando a paso cansino al centro del lugar mientras una ola completa de gritos y empujones se producen a mi lado, pese a eso lucho para no acabar entre sus pies.

Mantenida en una posición muy erguida y contemplando la nada es como se encuentra ahora mismo, no alza la mirada ni para recibir toda la clase de cosas que le gritan: Solo empuña fuertemente un arco que parece brillar como oro acomodando el carcaj que mantenía una simple flecha.

Los responsables de nuestro batallón habían hablado algo sobre la muerte de una niña, pero a ellos no le tomarían mucha importancia a una sola muerte solo porque si. Sino que se trataba de la hermana de la chica del Distrito 12 y lo más increíble, aquí mismo en la guerra. Aun recuerdo que ella fue la niña por la que se presento voluntaria sin dudarlo ni un instante, pero ¿acaso no era muy pequeña para andar en esta guerra? Al menos en mi distrito no dejaron unirse a la batalla a los menores de 15 años. Pero ver a la chica así me dejaba en claro que no fueron solo palabras. Ella parece reaccionar por como mueve los músculos de sus brazos para tomar una nueva posición, en dirección a la mansión presidencial. Mas gente grita ahora otro tipo de cosas y alzo la mirada hasta el palco donde aparece la Presidenta Coin, regalando una sonrisa entre dientes a todos los que aquí estaban.

— ¡Muévete! — siento un violento empujón cuando un sujeto más grande se abre paso para quedar más al frente, lo ignoro.

Se la razón de su euforia actual de la gente, el presidente Snow saldrá en cualquier momento, y así fue, la gente brama más cosas, maldiciones por lo general. Esperaba verlo con algún trapo viejo que perteneciera a los presos o esclavos pero en vez de eso va muy bien arreglado, con la ropa que se le veía siempre pero una gran mancha de sangre esta sobre su elegante traje; nadie lo golpeo, estaba enfermo bastaba con observarlo bien y notar el color verdoso de sus pómulos. Tose para solo hacer más grande la mancha; los guardias que van prácticamente arrastrándolo pero no por abstinencia sino porque ya no contaba con la energía para hacerlo, lo colocan amarrado a un poste con ambas manos lo cual deja relucir algo típico de él en la parte izquierda de su pecho, una rosa blanca.

Katniss toma la flecha y la posiciona para acomodar la flecha, apuntando justamente a su corazón donde se encontraba la rosa. La gente se desespera gritando lo que todos desean, ¡Suelta la cuerda! ¡Dispara!, yo solo me dedico a observar como Snow limpia sus labios con su lengua y mira a Katniss, de una manera muy extraña como ignorando el hecho de que le estaba haciendo un gesto a su asesina, a la chica que lo hizo caer. Ahora miro a Katniss que seguía teniendo las facciones vacías, presenciando a Snow ¿No estaría precisamente feliz de matar a la persona que había matado a su hermana? Por unos segundos las miradas de ambos se conectan.

Entonces todo sucede muy rápido.

Ella apunta hacia el balcón soltando la cuerda, dando justo en el pecho de la presidenta pero ella no reacciona, noto como la flecha cae al suelo cuando choca contra una superficie invisible que rodeaba todo su cuerpo, una especie de armadura. Mi primer reacción es el asombro por tal acto, miro a Katniss que está casi tan perpleja como todos los que la miraban en un sepulcral silencio. El movimiento de más guardias rebeldes se propaga por todo el lugar, sus pies dando grandes zancadas. El otro vencedor del Distrito 12, Peeta Mellark se acerca a Katniss para tomarla por los hombros como exigiéndole una respuesta. Seis guardias arremeten contra ellos dos para tomarlos presos, jaloneándolos. Ellos se resisten de muchas formas pero al final se los llevan donde nadie ya puede verlos.

Mas guardias llegan forzándonos a abandonar la plaza, apuntando con armas para hacerlo más rápido y efectivo. Me concentro en poner mi mirada sobre el balcón para notar como la presidenta hace bailar con una mano la flecha con la que le dispararon, habla con dos uniformados. El más joven de ellos se retira rápidamente y a los pocos segundos lo veo atravesando el campo de ejecución, ya casi han sacado a todos del lugar, estoy entre la ultima multitud que resta ahí. Lo último que ven mis ojos es cuando el joven se posa detrás de presidente Snow, deslizando una hoja filosa en su cuello para acabar con su vida.

La gente en el edificio donde fuimos obligados a hospedarnos habla sin parar y de sus bocas salen las palabras "Katniss" y "Coin" la presidenta del 13, la cual había vi por primera vez en las transmisiones inesperadas que aparecían justo cuando Snow daba el mensaje a la población de que la chica en llamas junto con otros vencedores habían muerto en el intento de infiltrarse en el Capitolio.

Al igual que mucha gente estoy formado en una gran fila sin forma enroscada en el comedor, no había comido nada desde la noche anterior, aun aquí, no le huía a esa sensación. Busco con la mirada entre toda la gente pero no logro localizar a mi padre, ni siquiera a mis dos escurridizos amigos a los que perdí de vista pocas horas antes del reciente suceso. La fila avanza muy lento y los comedores están completamente llenos incluso hay personas en los pisos de los lugares donde se nos permitió estar, después de todo, usar tres hoteles para hospedar a varios ciudadanos que no pertenecían aquí no bastaban y menos con los rebeldes moviéndose de un lado a otro.

Bajo la mirada hacia mi ropa, una diagonal se marca desde mi pecho hasta mi cintura, sangre seca de un agente de la paz. Mi primer asesinato, todo comenzó en mi hogar, cuando mi padre se dio cuenta de que al fin los rebeldes lanzarían un ataque al Capitolio, su actitud se volvió hostil, olvido su melancolía, dando lugar a alguien irreconocible y de alguna manera busco contactarse con ellos, me percate de que al menos tres cuartos de la población del lugar iría, ahí fue donde encontré a Frevor y Denna los chicos con los que crecí.

Al llegar a las afueras del Capitolio con los rebeldes ellos organizaron batallones de acuerdo a las edades, no muy grandes para evitar bajas innecesarias. Los tres teníamos 17 años y también contamos con la suerte de estar en el mismo grupo; cuando comenzó el ataque al Capitolio fuimos los últimos en entrar para alcanzar a los demás tal y como se planeo, avanzar por cuadrantes para llegar a la plaza donde se nos pidió llegar pero los agentes de la paz nos tendieron una emboscada. La vida de los más jóvenes por la rendición del batallón completo (de mi distrito al menos, o los demás pelotones disponibles ahí). Yo que fui el encargado de portar las municiones porque así fue como lo pedí, ya que no sabía manejar un arma de fuego. Pero fue como un castigo ya que me toco llevar las ligeras proporciones de comida que también llevaban, mis amigos me ayudaron pero eso solo los atraso junto conmigo. Nuestra inconveniente llegada los tomo por sorpresa dejándonos como punto de distracción dejando la sangre correr, incluso Frevor que le destrozaron un ligamento de su pie con una bala. Hubo algunas bajas dando como resultado al final que podríamos seguir avanzando, solo un joven habitante del Capitolio tuvo las agallas suficientes para lanzarse sobre mí con un puñal en mano; mi reacción fue defenderme. Mi instinto hizo deslizar mi mano hasta el única arma que portaba, porque incluso para tomarme tan poca importancia poseía algo con valor para ellos. Corrió hasta mi, pero disparo justo en su pecho. El impacto fue tan duro que soltó el arma y finalmente llega para estrellar su ya escuálido cuerpo escupiendo sangre por su boca dejando la marca que ahora veía.

Me asomo para ver el ritmo con el que se mueve la fila, faltaba demasiado.

— Wilbert — grita una voz que reconocería en cualquier lugar.

Denna viene a un ritmo acelerado abriéndose paso entre la multitud, detrás de ella viene Frevor cojeando y con su brazo izquierdo vendado en gran parte. Al igual que yo traían puestos los trajes que nos dieron los rebeldes: pantalones marrón pálidos y camisa verde sin mangas. Llegan y se ponen cerca de mí, la gente a mis espaldas piensas que los meteré a la fila y protestan con sus miradas. Ella sonríe y me ve como si fuesen años en los que tardamos en vernos, su cabello era largo, negro y liso casi siempre amarrado en una cola de caballo; el mío es del mismo color que de ella, un poco largo, leonado. Ella es chica en comparación conmigo, su cabeza llegaba hasta mis hombros, su cara ovalada y rasgos delicados, desde su nariz hasta su barbilla.

— Pensábamos que estabas en el otro edificio — dice Frevor y señala con su pulgar el edificio de la otra calle.

— Yo pensé lo mismo de ustedes — digo.

El es casi de mi misma estatura. Las dos únicas diferencias son los ojos y el cabello, su cabello es de un castaño llameante, corto y alborotado. Sus ojos son verdes y los míos son azul oscuro, casi igual que los de Denna pero los de ella eran más claros.

— Ven con nosotros — ella me jala de una mano y pierdo mi lugar en la fila.

— Pero quiero algo de comida — protesto.

— Mejor, ven.

— Puedes soltar mi mano, puedo seguirlos.

Lo hace mientras a regañadientes les sigo el paso hasta que tomamos un rumbo diferente a los dormitorios (el otro lugar donde se nos permitía estar). Pasamos por la recepción en cual atienden a los últimos heridos con lesiones leves nada serio. Frevor no para de lanzar gemidos de dolor cada vez que apoya su pie, después de 5 pisos es cuando digo:

— ¿Por qué no usamos el elevador?

— El médico que atendió a Frevor dijo que estuviera en constante movimiento

— Si — vuelve a gemir — cuando mi pie comience a pudrirse se lo daré de regalo.

Después de subir el último nivel de escaleras ya no vemos gente. Estábamos entrando en terreno restringido, así que Denna me pide guardar silencio pero resulta imposible con Frevor haciendo ruiditos; al final me usa como una muleta humana, después de todo yo fui el culpable de su lesión. De todos los cuartos que había ahí nos acercamos a una puerta blanca sin número. Tocan la puerta en melodías de tres notas, supuse que estábamos aquí clandestinamente, pasan unos segundos y la puerta se abre.

La última vez que lo vi tenía un traje parecido al mío y ahora noto su rostro demacrado por la fatiga, en su camiseta hay manchas de sangre. El me abraza sin importarle el pequeño público, yo no hago lo mismo solo espero hasta que sus músculos se ablanden para soltarme porque no tenía intenciones de hacerlo, mi padre siempre me había odiado. Hasta pensé que le hubiera dado alegría que hubiese muerto en la batalla contra el Capitolio.

— Wil — dice en un mormullo.

El me mira y yo le sostengo la mirada, parece a punto de llorar, su odio hacia mi venia de que nunca supe destacar en los entrenamientos que él nos daba en sus intentos frustrados de convertirse en un agente de la paz. Lo que anhelaba desde que tenía memoria. En el edificio de la justicia, nuestro lugar concurrido cuando estaba con mis hermanos él se esforzaba por demostrar que era tan autoritario como ellos, por desgracia nunca funciono. Cuando mi hermana fue escogida en la cosecha el guardaba esperanzas de que volviera brindándole honor, no fue así y los entrenamientos se intensificaron para mi hermano y para mi, y con estos su decepción por mí. Finalmente cuando mi hermano no regreso, los entrenamiento acabaron y él se distancio de mi, fui lo suficientemente listo a partir de ahí, pedía teselas y a él no parecía importarle; conseguí un trabajo con lo necesario para llevar comida a casa solo para mí pero de vez en cuando dejaba algo en las alacenas para que el no muriera de hambre.

Entramos a un pequeño cuarto oscuro, pequeño, seco y árido con dos focos en el techo, una bodega vacía.

— De todas las suites de lujo, tuviste que abrir una bodega — dice Denna con complacencia.

— Lo siento, una cerradura forzada me pide dos brazos en buen estado — dice mientras señala su brazo vendado.

— La comida está ahí — señala mi padre en una esquina.

Alto y de cabello negro corto canoso, ojos cafés ya no es la viva imagen de autoridad que solía ser, ahora se veía débil y dudoso, se le mirara por donde se le mirara.

El lugar es cerrado y hace calor pero sin protestar destapamos varias latas y comenzamos a comer.

— ¿Por qué creen que Katniss haya querido asesinar a la Presidenta?

— No lo sé — respondo

— Quizá ella quería matarla antes de que la Presidenta la matara a ella — dice dubitativo Frevor.

— Y si fue así ¿Por qué razón eliminaría la presidenta a Katniss? — dice Denna anonadada — es decir ¿no es por ella por quien ahora ya no habrá juegos del hambre?

— Es una simple suposición — agrega el.

Todos estamos sentados en el suelo, veo en la esquina de la habitación algunas latas tiradas, abiertas, por eso estaba parado cerca de la puerta sin unírsenos. Pasados unos cuantos minutos el rompe el silencio.

— Quienes mataron a la hermana del Sinsajo, no fueron los agentes de la paz, ni murió en ningún accidente, ni siquiera Snow estuvo implicado.

— ¿Entonces? — se adelanta Frevor antes de que Denna y yo pudiéramos decir lo mismo.

— Los mismos rebeldes fueron los culpables.

— ¿Qué? — decimos los tres casi al unisonó.

El se acerca más para sentarse en el piso, ya ni siquiera parece tener la fuerza de antes, ni él se escapaba al hecho de envejecer.

— Nadie sabrá esto. — dice mi padre.

— Nadie — digo.

— Minutos antes de la rendición — suspira — conseguimos un aerodeslizador del mismo Capitolio — tuerce un poco el gesto — pensé que lo utilizaríamos para infiltrarnos en la mansión para evitar el escudo humano de niños que había creado.

— Ese Snow es una vil basura — gruñe Frevor.

— No — niega con la cabeza — los rebeldes o al menos su plan era más vil que el de Snow.

— ¿Qué hicieron? — ansia Denna.

— Comenzaron a cargarlo con paracaídas, que normalmente tienen comida o medicina dentro, pero en vez de eso eran bombas. Yo estaba ahí cerca de ellos para darme cuenta de su plan, corrí hacia la mansión para tratar de evitarlo.

Se notaba destrozado, estaba claro para mí que él era ahora alguien distinto, aunque eso no cambiaba exactamente el pasado.

— Las bombas cayeron en frente de la mansión sobre todos esos niños, ellos las tomaron maravillados y explotaron, matando casi a la mayoría. Pero al parecer no todos los rebeldes estaban enterados de dicho plan, porque acto siguiente estos mismos fueron a acudir a los niños que agonizaban, entre ellos la hermana del Sinsajo. Incluso la pude ver corriendo para quitar a su hermana de ese lugar porque aun había recipientes que no habían explotado y cuando estaba a unos cuantos metros de ella, los demás paracaídas estallaron.

— Pero su hermana era una niña — digo — ¿Cómo pudo ser soldado de guerra?

— No lo sabemos — responde.

Nadie más discute el tema a partir de ahí, pero yo comienzo a atar los cabos desde esa misma tarde hasta este instante. Si el plan fue de los rebeldes, también debió ser plan de la Presidenta; por eso Katniss trato de asesinarla. Yo hubiera hecho lo mismo. Al final del día, tomamos como punto de discusión como serian las cosas ahora, en que rumbo marcharían. Pero solo podemos hablar metafóricamente, nadie sabe con exactitud que pasara.

Al siguiente día todos tratamos de retirarnos a nuestros respectivos distritos, pero los guardias no dejan salir a nadie, así también en los otros edificios; justificándose porque aun había agentes de la paz rondando en las calles, solo los más idiotas se tragaron ese cuento. Junto con mis amigos conseguimos mas latas de comida en los comedores, yo sigo evitando a mi padre completamente, además han solicitado su ayuda para establecer el orden aunque no posea ningún cargo en especial o tal vez aprovecha que está aquí para conseguir lo que con años no pudo.

Todo se ha prohibido aquí, usar medios de comunicación, como algún teléfono o siquiera la televisión, incluso tomamos mas precauciones para llegar hasta nuestra bodega-cuarto porque los guardias se han puesto lo suficientemente irritantes. Se crean rutinas, el desayuno, el trabajo (en la cocina, en las bodegas o limpieza) la hora de descanso, la comida y finalmente la hora de dormir. Aunque el único problema es que el agua jamás es equitativa y algunos no alcanzamos a asearnos.

Al cuarto día de nuestra estancia en el edificio, la rutina se irrumpe a la mitad de la tarde y todos somos llevados al comedor, todos. Eso incluye a los guardias también, así que estábamos apretados unos con otros. Prenden la gran pantalla de plasma que pusieron esa mañana suspendida por hilos invisibles: primero aparece el símbolo del Capitolio con un degradado distinto de color, muy pálido. Pasan a enfocar el rostro de Caesar Flickerman, vestido muy formal sin ningún rastro de pintura extravagante como la que usaba para los juegos y al alejarse más la cámara noto a la Presidenta Coin, ambos sentados en sillones rojos.

— Buenas tardes Panem — dice en tono sombrío pero entusiasta — Estamos aquí para platicar sobre el suceso reciente después de que todo esto terminara.

La presidenta está extremadamente maquillada enseñando su blanca dentadura, con su cabello liso completamente, con sus manos en las piernas y demasiado erguida, por unos instantes pensé que traía el escudo puesto con ella.

— Dígame ¿A qué cree usted que se haya debido ese…suceso? — articula el hacia la presidenta.

— Pues — aclara su garganta — es claro que el Sinsajo estaba confundido.

— ¿Confundido? — dice Caesar, que casi siempre hallaba la pregunta que mas resonaba en las cabezas de los espectadores.

— Así es — admite — el escudo se me fue puesto por seguridad.

— Comprendo, entonces el escudo fue para evitar un disparo de algún loco agente de la paz que quedara suelto.

Ella asiente.

— ¿Y qué cree usted que haya llevado a Katniss a disparar a usted en vez de Snow? — insiste.

— Ella estaba confundida — repite — para curar algunas de sus heridas tuvimos que usar mucha morflina, temo que haya sido por eso — abandona el formalismo para ahora pasar a un asunto más serio — pero después, supimos que fue parte de un plan.

La gente no para de cuchichear, cada quien empieza a sacar sus conclusiones. Miro de soslayo a mis compañeros, los tres sabemos que Katniss no estaba precisamente drogada para efectuar ese tipo de cosas y que el hecho de que la flecha fuera directamente hacia ella se debía a una razón muy distinta a la que explicaba, pero solo nos dedicamos a escuchar sus siguientes palabras.

— Un plan… — continúa Caesar como si no asimilara las palabras de la presidenta.

— Uno que trazaron ella y sus compañeros, los vencedores restantes.

— ¿Paso algo antes de dicho suceso?

— Si — responde — hubo una junta para decidir si habría unos finales juegos del hambre.

Toda la gente lanza un grito ahogado, me quedo perplejo por unos segundos… ¿otra vez?

— ¿Juegos del hambre?

— Si, Caesar, pero no me malinterpretes — dice ella en tono ofendido — como mucha gente sabe el Capitolio tomo vidas inocentes de varios niños.

La gente guarda silencio para prestar atención a sus siguientes palabras, el miedo se puede sentir por donde quiera.

— Estos juegos serian con los niños del Capitolio.

— Para hacer justicia ¿No es así?

— Si, así es.

Al ver que no se trataba de todos los distritos de quien hablaba, todos dan su aprobación, los murmullos se propagan, algunos suspiran hasta que en la televisión ambos continúan.

— Eso fue lo que ínsito a los vencedores a armar un complot — continua ella.

— ¿Qué pasara con ellos entonces?

— Ha habido varias cortes defendiendo la inocencia de la Srita. Everdeen pero— suspira satisfactoriamente — hemos llegado a un consenso.

— ¿Cuál es ese dicho consenso? — pregunta por todos nuevamente.

— Los vencedores se harán justicia por ellos mismos.

— ¿Cómo? — pregunta desconcertado.

Pasan unos segundos para que las siguientes palabras produzcan un cosquilleo en sus pómulos como para arrancarle una sonrisa, pero no lo hace.

— Sencillo — dice lacónica — tendremos unos últimos juegos del hambre.


Nos leemos pronto.