Notas de la traductora: ¡Hola a todos! Soy nueva en este fandom, pero decidí hacer esta traducción porque sencillamente amé esta historia cuando la leí. Obviamente es una traducción autorizada.

Disclaimer: The Mortal Instruments y sus personajes pertenecen a la gran Cassandra Clare, y esta historia pertenece a la maravillosa Brittanysway.

Advertencias: Futuro contenido sexual. Agresión, abuso y violación. / Diferencia de edad entre Alec y Magnus.


I. Pavo Real

El golpe de la vara cayó sobre mis dedos una y otra vez. Cerré los ojos con fuerzas e intenté ignorar el dolor diciéndome a mí mismo que estaba bien gritar, pero no podía. Mordí mi labio inferior para contener los quejidos.

La vara se alzó en el aire nuevamente y la vi balanceándose sobre mis ojos.

Por favor, papá —supliqué y sacudí mi cabeza—. No puedo más. Lo siento mucho.

Observé al hombre, cuyas manos sujetaban firmemente el artefacto. Sus ojos azules estaban fijos sobre mí, su cabello negro caía contra su rostro y su barba era grande y espesa. Recuerdo lo mucho que me gustaba jugar con ésta cuando era más pequeño, así como la manera en que se clavaba contra mi piel. Y ahora apenas me atrevía a tocarla.

—Alexander —sentí su otra mano dirigirse bajo mi barbilla para levantar mi cabeza—. Debes estar erguido.

Parpadeé y me arrepentí tan pronto sentí una lágrima correr por mi mejilla.

—Lo estoy, padre —repliqué sintiendo la vara una vez más contra mis dedos. Descendí la mirada hacia mis nudillos, viéndolos enrojecer y sangrar.

—Entonces, di que lo sientes —asentí y lo miré. Odiaba tener que lucir como él: los mismos ojos azules y cabello negro.

—Lo siento —dije—. Yo no… Yo nunca más le gritaré a mi hermano, no se lo merecía.

Mi padre bajó la vara y suspiró con una sonrisa en sus labios.

—¿Y qué decimos, Alexander? —preguntó y empezó a arreglar mi camisa, para mi disgusto.

En todo tiempo ama el amigo, y es como un hermano en tiempo de angustia —contesté. Miré a mi padre, a quien prefiero llamar Robert. Ningún hombre como él merece ser llamado un padre.

—Eso es correcto, hijo mío —replicó terminando de arreglar el cuello de mi camisa—. Ahora ve con Sebastian. Está esperándote para hacer vuestro deber de salvar a los que necesitan ser salvados.

Llevé mis brazos a mi costado y empuñé mis manos.

—Sí… —dije con vacilación—… Padre.

Me giré en mis talones y caminé fuera de la habitación, cerrando la puerta lentamente detrás de mí. Otros adolescentes probablemente la cerrarían de golpe, pero en mi caso solo conseguiría unos golpes extras con la famosa vara de mi padre. Me estremecí al exponerme a la fría brisa que había en el pasillo. Enseguida me giré, viendo una pequeña sombra apoyada contra la muralla. Tenía alrededor de nueve años y usaba unos anteojos. Me observó con sus grandes ojos marrones, los cuales estaban rojos y con lágrimas. Caminé hacia él y me agaché para quedar en su nivel.

—Max —dije y toqué su hombro con suavidad—. ¿Por qué estás llorando?

Max sorbió por las narices y llevó su pequeña mano hacia su mejilla para remover una lágrima.

—Es mi culpa que papá te lastimara —bajó la mirada hacia mis enrojecidos nudillos—. ¿Por qué no le contaste que fui yo quien te estaba gritando?

Sonreí y revoloteé su cabello.

—Está bien, Max —respondí—. No mereces algo como esto… —seguí su mirada hacia mis nudillos—. Max, necesito que me prometas algo —asintió con un poco de vacilación—. Si papá alguna vez te culpa por algo, no importa qué, tú me culparás a mí. —Sus ojos se ensancharon y abrió la boca para reclamar cuando pronto toqué su mejilla—. Tomaré la culpa, lo que sea, que venga a mí. Soy tu hermano mayor, y te protegeré, así que… ¡prométemelo! —Max bajó la mirada a su libro de anime y lo apretó con fuerzas contra su pecho. Entonces asintió con la cabeza—. Max, necesito que lo digas.

Mi hermano suspiró y me miró.

—Lo juro por Dios. Te culparé por todos mis errores.

Sonreí y me levanté.

—Ahora, vete —dije y lo empujé levemente en su espalda, haciéndolo tropezar. Él me miró sobre su hombro y me dedicó una pequeña sonrisa.

Necesito mencionar esto. Mi familia es muy cristiana. Hacemos la oración antes de cenar y tenemos que usar cruces alrededor de nuestro cuello por protección. Desde que nacimos se nos ha enseñado vivir por Dios y hacer lo que la biblia dice. No tenemos permitido tener sexo antes del matrimonio, aunque dudo que Izzy y Jace vivan con eso. Y debemos ser amables con todo el mundo que encontremos en nuestro camino, así que hoy tengo que ir por ahí dando folletos a la gente acerca de la biblia y Dios. Tengo que salvarlos y odio hacerlo, no soy un santo o un ángel; la gente puede salvarse ellos mismos si quieren, ¿por qué un pedazo de papel tendría que hacerlo?

Me encontré con Sebastian en el exterior. Estaba apoyado contra la pared mientras jugaba con uno de los folletos. Alzó la mirada y me encontré con sus oscuros y negros ojos observándome, enviando escalofríos tras mi espalda. Sebastian había sido mi amigo desde el jardín de niños. Hacíamos todo juntos, pero a medida que crecimos empezamos a alejarnos, aunque seguimos saliendo juntos algunas veces. Mi mamá piensa que él es un buen chico, y quiere que Izzy se case con él, aunque Izzy sigue diciéndome que el chico le provocaba algo parecido a dolores pre-menstruales y sólo quería arrojarle una bolsa de mierda en su cara. Sonreí ante el recuerdo y me aproximé hacia él. Me dio veinte folletos.

—Aquí, niño bonito —me miró con una sonrisa—. ¿Listo para hacer nada?

Sabía lo que significaba asociarse con Sebastian. Significaba hacer nada en lo absoluto. Probablemente estaríamos en una esquina y nos quedaríamos allí intentando deshacernos de estos estúpidos folletos.


El aire alrededor de nosotros olía como césped recién podado y gasolina. Miré a Sebastian, quien estaba de pie en el lado opuesto de la calle hablando con tres chicas. Todos estaban riendo y sonriendo, y una de ellas tocó su hombro. Los cuatro coqueteaban y Sebastian disfrutaba cada minuto de eso. Me miró brevemente y guiñó un ojo. Entonces se inclinó, les susurró algo a las chicas y empezaron a caminar hacia mí. Sentí que mi corazón latía con fuerzas y me giré, intentando fingir que no los había visto.

—¡Hey, niño bonito! —gritó Sebastian haciendo que me girara hacia él—. Mira lo que conseguí.

Tenía sus brazos alrededor de dos de las chicas mientras que la tercera sólo permaneció junto a sus amigas con una sonrisa.

—He-Hey —dije—, ¿quieren un folleto? —Llevé los folletos hacia ellas y empezaron a soltar algunas risas. Yo siempre las hacía reír. No sé por qué. Pienso que es por mi manera de no saber hablarles.

—Tenías razón, Sebastian —dijo una de ellas. Tenía el cabello corto y de color rojo, y sus ojos eran grandes y dorados—. Es adorable. —Parpadeé y miré a Sebastian, quien sólo sonreía.

—Oh, por favor —alejó sus brazos de las chicas—. Es más que adorable. Es increíble. Es mi mejor amigo, y por lo tanto es sexy... Sexy y adorable. —Me sonrojé, sintiendo sus dedos tocar algo de mi piel expuesta, bajo mi camisa. Intenté bajar mi camisa para cubrirme, pero Sebastian apretó sus uñas en mi piel.

—Entonces, chicas —dijo Sebastian—, ¿qué dicen? ¿Hablamos más tarde?

Las chicas se miraron unas con otras y asintieron.

—Si... si lo traes a él contigo —dijeron las tres señalándome. Sebastian me miró y se acercó más.

—Di que sí —susurró en mi oído—. No quieres que arruine esa bonita cara tuya, ¿verdad? —Entrecerré mis ojos y lo miré, viendo la falsa sonrisa en sus labios y la seriedad en sus ojos.

—Supongo que puedo ir —contesté mirando a las chicas e intentando sonreír. Ellas se rieron de nuevo y la del cabello rojo se inclinó sobre Sebastian y le susurró algo en su oído antes de dejar un pedazo de papel en su mano. Él besó su mejilla suavemente y asintió con la cabeza antes de dejarla ir. Las tres se alejaron riendo como pequeñas colegialas y ocasionalmente se giraban para mirarnos.

—Así que... —empezó a decir Sebastian—. Supongo que nos hemos librado de tres de esos folletos.

—En serio, Sebastian —repuse—. ¿Por qué no podemos salir sin ligar con alguien?

Se encogió de hombros y se apoyó contra la muralla.

—No puedo evitarlo —contestó—. Soy impresionante.

Se dio la vuelta para mirarme y sonreír. Fruncí el ceño e intenté darle un folleto a una señora de edad, quien lo agarró pero segundos después lo dejó caer de su mano.

—Basta ya, niño bonito. Nadie va a tomar uno de estos estúpidos folletos.

—Al menos lo intento —repliqué—. Tú no haces nada. —Sebastian enarcó una ceja.

—Hey, acabo de conseguir a tres chicas sumamente atractivas para ambos —repuso dejando el resto de los folletos en su bolsillo de atrás.

—Como si me importara —murmuré—, además, no creo que puedas conseguir a cualquier chica.

—¿Dices que no puedo? —preguntó alejándose de la muralla—. ¿Es un desafío?

Se puso detrás de mí y sus manos sujetaron mis hombros con fuerzas. Me guió hacia un restaurante en el otro lado de la calle, el cual se llamaba "El Pavo Real". Las paredes eran de un tono verde claro. Había pequeñas mesas y sillas fuera, donde unas pocas personas estaban disfrutando su cerveza o café. La puerta estaba abierta y casi podía oler la dulce esencia de pan recién horneado. Lamí mi labio inferior, deseando poder estar ahí y comer de todo. Había una joven camarera fuera. Su cabello dorado era rizado y caía sobre sus hombros. Tenía una falda negra corta y una ajustada blusa blanca con el nombre del restaurante. Además, una pluma de pavo real resaltaba en su cabello. Sonrió a los clientes y les dio su orden.

—Ella —señalé a la chica. Sebastian siguió mi dedo y sonrió. Golpeó mi hombro antes de cruzar la calle.

—Pan comido —dijo para luego lamerse los labios.

La camarera había atravesado la puerta, perdiéndose de nuestra vista. Empecé a correr detrás de Sebastian cuando entró en su búsqueda. Estaba entumecido por el dulce aroma de pan y pasteles. Inhalé y exhalé con los ojos cerrados. Sentí mi boca goteando y abrí lentamente mis ojos. El restaurante tenía un color verde claro en las murallas, mientras que las sillas y mesas eran de color marrón, con una almohada verde en cada asiento. En cada mesa había una flor roja con una pluma de pavo real. Sentí como si acabara de entrar un cuento de hadas, era muy hermoso.

Había un bar con unos pocos clientes bebiendo cerveza. Los vasos y las botellas eran tan brillantes y los colores se mezclaban como un arcoíris. Caminé instantáneamente hacia el bar. Dejé mis manos en la superficie de la barra, cerré mis ojos y escuché la música. Era una canción lenta y suave, y era tan hermosa que casi empecé a cantar.

—¿Estás disfrutándola? —dijo una dulce voz.

—Es...muy bella —musité.

—Claro que lo es —sentí la voz justo a mi lado. Abrí mis ojos lentamente y giré mi cabeza, casi tocando la cara de otra persona. Mis ojos se abrieron como platos y di un paso atrás. Él era alto, incluso más alto que yo y eso nunca ocurre. Tenía el cabello en puntas, con purpurina de arcoíris. Dejé que mis ojos se deslizaran hacia abajo. Llevaba puesto unos pantalones cortos color negro, dejando visible sus acarameladas piernas, y una ajustada camisa blanca, como la camarera. Alcé la mirada con lentitud y lo miré directamente a los ojos. Eran de un hermoso color verde y amarillo y tenían forma de gato. Parecía casi no humano. Era perfecto.

—No creo que tengas permitido estar en la barra —dijo finalmente y sonrió. Parpadeé y me sonrojé.

—No... eh —divagué—, lo siento, sólo era por un momento.

Me miró y sonrió.

—Ya veo —sus ojos lentamente se encontraron con los míos—. ¿Quieres... algo?

Miré la barra, sólo viendo alcohol con nombres que ni siquiera podía pronunciar.

—No sé qué pedir.

—¿Qué me dices de... —se inclinó hacia mí— un Blowjob (1)?

Me sonrojé más profundamente, retrocedí otro paso y caí en una silla de la barra. ¿Realmente me había preguntado eso? Casi sentí mi cabeza explotar de vergüenza, nunca nadie me había dicho algo así.

—No molestes al pobre niño —dijo de pronto una voz detrás de él—. Es sólo un pequeño e inocente niño del coro.

Me di la vuelta y vi a la camarera rubia, quien me sonrió. Pasó a mi lado. Olía a vainilla. Se detuvo junto al otro camarero y besó su mejilla. Deben ser una pareja. Lucían perfectos juntos, ambos altos y con un cuerpo perfecto. Esbeltos y no tantos músculos.

Tragué saliva y miré mis manos.

—No soy un niño del coro —murmuré.

—¿Disculpa? —dijo la camarera. La miré y vi que ella se había inclinado hacia delante.

—Dije que no soy un niño del coro.

—Oh —se alejó con una sonrisa—. Entonces, ¿tampoco eres inocente?

Estaba a punto de decir algo cuando vi a Sebastian caminando entre las personas. Se detuvo junto a la camarera.

—No puedo encontrar a la camarera por ningún lado —anunció y cuando vio la mirada en mi cara alzó una ceja—. ¿Qué te ocurre?

Dejé que mis ojos se deslizara hacia los dos camareros y Sebastian finalmente miró a su lado. Casi saltó, no sé si por emoción o susto.

—Oh, ahí estás —dirigió su mano hacia la camarera para saludarla. Ella sonrió y levantó una ceja.

—¿Así que soy la famosa camarera? —inquirió para luego bajar la mirada hacia la mano de Sebastian—. ¿Quién eres tú?

Él frunció el ceño y apartó la mano.

—Soy Sebastian Morgernstern —dijo con una radiante sonrisa. Alcé una ceja e hice una pequeña mueca, esperando que nadie la hubiera oído. Sin embargo, el camarero elevó una ceja y me sonrió.

—Que elegante —se inclinó hacia atrás dirigiéndose al camarero—. ¿No te parece?

El camarero finalmente alejó su mirada de mí, dejándome respirar y miró a Sebastian.

—Él no luce elegante.

Los ojos de Sebastian se abrieron como platos.

—¡Vengo de una de las familias más finas! —gritó.

El camarero sonrió.

—Supongo que eso es sólo cierto en la comunidad cristiana.

—¿Quién... Quién diablos eres tú? —preguntó y por un segundo temí por la vida del camarero, pero él lucía calmado y sólo sonreía. Lo admiré por su valentía.

—No creo que merezcas ese conocimiento —replicó—. Podría lastimar tu preciosa cabeza.

—Oh, sí —dijo Sebastian y se inclinó hacia él—. ¿Qué cabeza?

Mis ojos se abrieron como platos.

—¡Sebastian! — espeté—. Basta.

—¿No viste lo que hizo? —apuntó al camarero—. Él abusó verbalmente de mí y tú eres mi testigo.

—No, no lo hizo, Sebastian —repliqué levantándome de la silla—. Tú empezaste y lo insinuaste.

La camarera soltó una risa y el camarero se limitó a sonreír.

—¿Qué? ¿Así que estás del lado de los maricones? —preguntó todavía señalando al camarero.

—¿Mar...? —No conseguí decir nada, dado que Sebastian dirigió su mirada al camarero de nuevo.

—Dime que estoy en lo cierto.

—Lo estás —contestó encogiéndose de hombros. No parecía importarle realmente—. Aunque me gustan ambos, ya sabes, bisexual.

—¡No importa! —espetó Sebastian—. Te gustan los chicos. Dios dijo que los hombres no deben estar con hombres. Das asco. Eres repugnante.

Sentí mi corazón detenerse, sin saber por qué. No podía creer que lo llamara repugnante, ni siquiera lo conocía.

—¡De acuerdo, esto es todo! —exclamó de repente la camarera y agarró las muñecas de Sebastian—. Fuera de aquí, pedazo de mierda.

Vi como ella tiraba a Sebastian hacia fuera.

—¡Hey, niño bonito! —me gritó—. Mira como conseguí que se ligara de mí, ¡ella no puede quitarme las manos de encima! —Se rió en tanto ella lo empujaba—. ¡Vamos! —Volvió a gritarme—. ¡No puedes quedarte ahí! No sabes lo que ese cabrón hará contigo, a menos que tú quier... —Y entonces la camarera cerró la puerta en su cara. Unos cuantos miraron en nuestra dirección y sentí que me sonrojaba.

—Eh… Debería irme —dije y miré al camarero—. Lo lamento mucho.

La camarera caminó de vuelta hacia nosotros y miró directamente hacia mí. Pensé que me iba a matar.

—¿Qué estás haciendo aquí todavía? —se inclinó sobre mí y pude sentir su respiración contra mis labios. Olía como a cerveza—. ¡Deberías irte antes de que te torture!

Salté levemente y estaba a punto de irme cuando alguien agarró mi muñeca.

—Él no es como el otro —dijo la voz y miré hacia abajo, viendo una mano con las uñas pintadas de color azul oscuro.

—¡Oh, Dios! ¿Cómo sabes eso? —inquirió la mujer y miró a su amigo—. ¿Y si simplemente es un gran cobarde para decir algo? —me miró. Su cara estaba roja, pero no era un dulce sonrojo, era un peligroso rojo de furia—. ¿Lo eres?.

—¿Podrías relajarte? —solté sorprendiéndome a mí mismo, viendo cómo su rostro volvía a su color normal—. Perdón, no era mi intención.

El camarero me soltó y empezó a reír.

—Oh, Camille. ¡Te lo dijo directamente!

Ella miró al camarero y suspiró.

—Lo siento —dijo ahora dirigiéndose a mí—. No debería juzgarte por andar con un imbécil de amigo.

—No es mi amigo —repliqué mientras removía algunos mechones de mi cabello que estaban cubriendo mis ojos—. Es sólo mi compañero en esta cosa —saqué los folletos y se los entregué a cada uno. Se quedaron viendo fijamente la primera plana.

—Entonces tenía razón —dijo Camille sonriendo—. Eres un niño del coro.

—No soy un niño del coro —repuse—. Odio cantar, pero si te refieres a cristiano, sí. Si te refieres a profundamente cristiano, entonces... no. Aunque mis padres lo son. Ellos creen en que no debemos tener sexo antes del matrimonio y nos castigan si somos impertinentes.

Ambos me miraron con ojos como platos.

—Así que tú eres un chico malo —dijo el camarero enarcando una ceja.

—Yo... no lo sé.

—Quiero decir... —tomó mi mano y tocó ligeramente mis nudillos—, esto es un castigo.

Bajé la mirada viendo mis enrojecidos nudillos, recordando a mi padre con su vara golpeándome una y otra vez.

—Yo... Yo debería irme —alejé mi mano. No sé que está mal con este chico, pero me ponía nervioso. Sentía mi corazón latir con fuerza contra mi pecho. Me sentí muy avergonzado cuando me tocó.

—Oh, bueno —dijo la camarera—. Soy Camille por cierto, y la próxima vez que nos visites, te daré una taza de nuestro famoso y delicioso coco caliente. Y cuando digo la próxima vez, quiero decir mañana.

Alcé una ceja y asentí con la cabeza.

—Seguro —dije con una sonrisa y miré al camarero—. Entonces, nos veremos mañana.

El camarero sonrió y su mirada recorrió mi cuerpo de arriba a abajo. Mi corazón latió con más fuerzas y quise voltearme para evitarlo, pero no podía quitar mis ojos de él. Sus ojos brillaban. Tenía las cejas delgadas y las pestañas gruesas cubiertas por una máscara dorada. Sonreí de nuevo y desvié la mirada, viendo a Sebastian en el marco de la ventana diciendo algo. Empecé a caminar hacia la puerta y agarré el picaporte.

—¡Hey! —gritó repentinamente el camarero corriendo hacia mí—. ¿Cuál es tu nombre?

Me volteé y vi deseo en sus ojos. Realmente quería saber quién era yo. Sonreí.

—Ese es un conocimiento que no mereces —bromeé.

Me di la vuelta y rodé los ojos. ¿Por qué dije eso? Él se lo había dicho a Sebastian y pensé que sería divertido tomarle el pelo. Abrí la puerta y escuché un pequeño sonido de una campanilla antes de cerrarla detrás de mí. Sebastian vino corriendo hacia mí.

—¿Qué demonios, Alec? —soltó bruscamente—. ¿Qué estabas haciendo ahí?

—No hice nada —contesté. Me di la vuelta para mirar el restaurante, viendo a Camille y al misterioso camarero riendo entre sí. Sebastian corrió a mi lado y suspiró.

—Bueno —dijo—, ¡esa camarera era fuerte como un hombre! Quiero decir, ¿la viste? ¡Ella reaccionó exageradamente! El otro camarero era simplemente... —y siguió hablando, pero la única cosa que oía era la voz del camarero, sedosa y suave con cada palabra. Ni siquiera se vio afectado cuando Sebastian le llamó maricón. Estaba tan tranquilo. Y la forma en que me miró, tan llena de deseo y brillo. Me di la vuelta otra vez y vi que el restaurante estaba muy lejos, dejando sólo el olor a pan recién horneado. Tal vez me gustaría volver mañana para conseguir ese coco caliente y tal vez él estaría allí... tal vez entonces yo llegaría a conocer su nombre. Supongo que es por eso que no le dije mi nombre. Quería mantenerlo intrigado. Porque no soy tan interesante, y el hecho de que él no sepa mi nombre me hace sentir como el misterio que siempre quise ser. Un misterio que la gente querría conocer.


(1) Blowjob: en español significa 'mamada'. Sin embargo, existe una bebida llamada así. (Mi querido Magnus usó el doble sentido).

*Las frases que están totalmente en cursivas son extraídas de la Biblia.


Notas finales: Y ese ha sido el primer capítulo de este fic. Espero que lo hayan disfrutado así como yo disfruté leerlo y traducirlo. El segundo capítulo ya está traducido, así que no tardaré en subirlo.

No olviden dejar un comentario. Se los agradecería mucho.


*Fecha de actualización: 29/Noviembre/2016*

Le hice unos pequeños retoques, muy pequeños. Quizás ni se noten jaja