Pudo saltar.

Había saltado. Sintió su cuerpo extrañamente ligero al caer.

Cuando despertó estaba sobre un cúmulo de flores amarillas, le dolía el cuerpo, pero no había muerto.

¿Por qué no había muerto? Se suponía que las cosas no debían ir así.

Pensó en cerrar los ojos y quedarse ahí, tal vez moriría de hambre, después de todo, nadie iría a buscarle.

—Um… ¿Hola? —Abrió los ojos. Alguien le estaba hablando. Vio una sombra acercarse a su cuerpo. — ¿Estas bien?

Se incorporó para verle mejor. Parecía una… ¿Cabra? Un cabritillo sería más acertado. Le miró de forma indescifrable. ¿Cómo actuar ante esto? Tal vez podría dejarse matar.

Habría sido mejor tirarse desde la azotea del colegio, pensó con fastidio, hubiese sido mas rápido.

—Estas bien, menos mal. Pensé que la caída te habría matado. —El cabritillo que estaba delante se llevó una mano al pecho con alivio y le sonrió, luego se la extendió.

En un principio vaciló con duda, pero luego la aceptó y se levantó del todo.

—¿Cómo te llamas?

Quedó en silencio unos segundos. No pasaría nada por decirle su nombre. —Chara.

—Chara, ¿eh? Es un nombre bonito. Mi nombre es Asriel.