Disclamer: Los personajes de Frozen pertenecen a Disney.


[Las máscaras de Elsa]

Máscara número 1: Mi difunto padre.


El psicólogo del instituto me sacó de las aburridas clases de historia de nuevo. Era la segunda vez que lo hacía y me encantaba perder clase, pero no me gustaba que mis compañeros empezaran a cosechar rumores sobre si tenía problemas mentales y esas tonterías que corren por las bocas de los críos de catorce años.

Por suerte, no era yo quien tenía problemas, si no mi hermana Elsa. La última vez me hizo hablar de ella y le solté todo lo que se me pasó por la cabeza con tal de no volver a mi pupitre. Esta vez en cambio, fue diferente.

— Hoy haremos algo parecido a lo que hicimos la semana pasada, pero en vez de decírmelo, tendrás que escribirlo.

— ¿Qué clase de castigo es ese?

— Es importante que lo hagas, te prometo que cuando termines no volveré a molestarte. —me acercó una montaña de hojas en blanco y me dio un bolígrafo— Puede ser tan largo como quieras, pero no hace falta que gastes todas las hojas.

No sé si lo dijo para hacerse el gracioso o porque la otra vez hablé sin parar yéndome por las ramas.

— Bueno… ¿Tengo que poner algo en especial o sólo lo que se me pase por la cabeza?

— Lo que tú creas oportuno. Nadie más que yo leerá lo que escribas, por eso no te preocupes. —tan específico como siempre.

— Hm…

Me puse a pensar en cómo empezar, y me pasé un par de minutos antes de escribir la primera palabra.

Elsa.

Ella es mi hermana aunque más bien es alguien con quien me ha tocado vivir. No sé si es por genética o qué, pero es muy fría, y no sólo conmigo. Ha sido así desde que tengo memoria, no habla más de lo necesario para vivir y no se acerca más de un metro de las personas, es algo así como una antisocial, de las que se encierran en su habitación para leer libros aburridos.

También es muy maniática con la suciedad o algo así, por eso siempre lleva puestos unos guantes. Estoy segura de que si no fuera tan rarita tendría un montón de amigos, pero bueno.

De hecho, creo que no tiene ningún amigo, al menos no la he visto charlar nunca con alguien más de cinco minutos. No sé cómo puede vivir así, siempre encerrada en casa, con lo guay que es salir por ahí.

En fin, todos tenemos algún que otro defecto, lo entiendo, pero lo que más me molesta es que si no fuera por eso sería perfecta. Saca muy buenas notas, es terriblemente guapa, es muy responsable y encima bien educada.

No es que tenga envidia de ella, al contrario, yo prefiero tener amigos y salir en vez de quedarme en casa estudiando. Es sólo que si pusiera su esfuerzo en ser más sociable podría ser más persona. Es que en serio, a veces pienso que está hecha de hielo.

El otro día estaba en casa limpiando los platos cuando me llamó mi amiga. Cuando volví a la cocina Elsa había terminado de limpiarlos y cuando le di las gracias, ni siquiera me dirigió la mirada. No sé, no la entiendo, no hay forma de entenderla, hace cosas muy raras, sin sentido.

Ayer mismo, por la tarde, cuando llegué a casa la encontré en el balcón mirando el cielo. Le pregunté qué hacía ahí fuera y me dijo que estaba mirando las estrellas, en pleno día. Está como una cabra, podría seguir con un montón de anécdotas extrañas más pero no quiero aburrirte como la otra vez.

Bueno, pues eso, que para concluir, mi hermana es muy rara. Antes quizás me importaba, pero ya con los años me he acostumbrado y no le doy más importancia.

Fin.

— Creo que ya está… pero no quiero volver a clase, ¿hablamos un rato? No me apetece escribir más.

— Ya lo veo, apenas has puesto cinco párrafos. Si quieres te doy ideas. —lo miré sin ganas como respuesta— Intenta escribir sobre lo que te gusta y lo que no te gusta de ella, o sobre algún momento que compartisteis juntas. —suspiré.

— Está bien… —hice una línea horizontal para separar. Lo que sea con tal de no volver a clase.

Cosas que me gustan de Elsa: Es buena persona, siempre se preocupa por mí aunque no quiera admitirlo, siempre hace chocolate caliente de sobra porque sabe que me gusta, aunque luego no lo tomemos juntas, no discuto nunca con ella por lo que estoy tranquila en casa y me da mucho espacio para hacer mis cosas, demasiado espacio.

Cosas que odio de Elsa: Es aburrida, no es para nada transparente, nunca sé lo que le pasa por la cabeza, siento que me observa a todas horas pero cuando me acerco se aparta de mí, hablar con ella es imposible, nunca hacemos nada juntas, me saca de quicio que siempre cierre la puerta de su habitación con seguro, no sonríe nunca, se pasa todo el día en casa, nunca me regala nada por mi cumpleaños ni para navidades, un día le di unos bombones para san Valentín y ni se los comió, es estúpida.

Levanté la vista del papel de mal humor, sólo de escribir eso me dieron ganas de pegarle cuatro gritos y clavarle esa hoja en su pecho con una chincheta pare decirle, mira, eso es lo que pienso de ti. Sería capaz de hacerlo si sirviera de algo, pero por mucho que lo intente, ella sigue igual, nunca cambia y nunca cambiará.

Volví a sumergirme en la hoja, dándole la vuelta para escribir por detrás, queriendo escribir algo más positivo.

El recuerdo más bonito que tengo de mi hermana es de hace unos dos años, cuando fuimos a pasar un fin de semana en casa de nuestro tío Kristoff sin mamá. Era invierno, por lo que la montaña estaba completamente nevada. Estaba nerviosa porque muy pocas veces me había quedado sola con ella, incluso íbamos a dormir en la misma habitación.

Por suerte, esos nervios desaparecieron nada más llegar, Elsa parecía otra entre la nieve, era feliz correteando y revolcándose por el suelo como una niña pequeña. Nunca la vi tan alegre, quizás porque nunca tiene frío, o porque su corazón es un cubito de hielo, a saber, pero fue como si se hubiera quitado una máscara y fuera ella de verdad. Fueron unos dos días inolvidables que pasaron demasiado rápido.

Nos tiramos incontables veces con trineo, hicimos guerras de bolas de nieve y también muñecos de nieve, incluso me enseñó a patinar en la pista de hielo. Fue muy divertido jugar con ella y encima comimos el mejor chocolate caliente que he probado nunca. Por la noche, nos quedamos en despiertas hablando hasta tarde, y a la mañana siguiente no había quien nos despertara.

Llegué a pensar que había cambiado por alguna razón, pero cuando volvimos a casa volvió a ser la de siempre. Me encantaría volver a pasar unos días allí, pero nuestro tío se mudó y ahora vive en la ciudad.

Ojalá Elsa fuera así todos los días, sería bonito.

Sin darme cuenta, mis ojos se humedecieron al recordar esos días. Me los sequé y le di el papel al profesor, poniéndome de pie.

— ¿Puedo irme ya?

— Por supuesto. Gracias de nuevo Anna. —salí de aquella pequeña sala y fui directa al baño para refrescarme la cara.

Elsa me daba rabia, ¿por qué no podía ser una hermana normal como las que tenían mis compañeros de clase? ¿Era tanto pedir? ¿Tanto le costaba hacerme un poco de caso? Tampoco es que pidiera mucho.

Volví a clase de historia a falta de diez minutos para terminar, y mis compañeras más cercanas empezaron a agobiarme a preguntas. No quería darle más vueltas al tema por lo que, por raro que parezca, me puse a copiar los apuntes que tomó Mérida mientras no estaba.

Esa tarde, mamá tardó en volver del trabajo, Elsa estaba encerrada en su habitación como de costumbre y yo hundida en mi portátil para actualizar mi blog y contar un poco más de mi aburrida y monótona vida.

Llevaba casi un año publicando mis tonterías, era entretenido ver los comentarios que tenía. Había un usuario en especial, Snowflake21, que siempre me ayudaba cuando tenía que tomar alguna decisión, o tenía un problema, o simplemente me aburría. Leer sus comentarios era una de las principales razones por las que seguía escribiendo.

Por supuesto lo mantenía en secreto, era algo así como un diario privado que sólo quería que leyeran desconocidos que se aburrían tanto o más que yo.

Como era de esperar, mi desconocido favorito volvió a comentar en un tiempo récord, y otra vez me hizo reflexionar.

Snoflake21: Siento que te veas afectada por los problemas de tu hermana, imagino que a ella le sabrá mal. Pero bueno, saltarse las aburridas clases de historia es todo un logro, seguro que tus compañeros de clase tenían envidia de ti. Bromas aparte, no la tomes con Elsa, seguro que tiene sus razones para ser como es, dudo mucho que pase de ti porque no te quiera o porque está enfadada contigo. Eres un sol, nos leemos ;)

Es genial que se tome su tiempo para decirme esas cosas, es algo así como mi amigo de Internet a quien se lo cuento todo y me ayuda. Sinceramente, ni siquiera sé si es un chico o una chica, ni su edad, ni de donde es. Simplemente es un perfil anónimo que siempre sabe qué decir para hacerme sentir mejor y animarme.

Los días pasaron igual desde entonces, nada cambió, tampoco volví a verme con el psicólogo del colegio. El invierno terminó, lo que significaba que empezaba el tercer trimestre para mí, los últimos exámenes de bachiller para Elsa y como cada año el día veintiuno de marzo, tocaba celebrar mi cumpleaños.

Aquel sábado fui a cenar con todos mis amigos, éramos nueve en total y lo pasamos en grande dejando el restaurante patas arriba, haciendo incontables tonterías, riendo más que nunca e inmortalizando cada momento con fotos y vídeos graciosos.

Fue un desmadre total, Hans, un compañero de clase, trajo unas cervezas que cogió de su padre y tomamos un poco de alcohol a escondidas en un pequeño y escondido parque cerca de la zona industrial de la ciudad, donde solíamos ir de vez en cuando para hacer burradas. Fue una noche increíble, mis amigos siempre conseguían divertirme y olvidarme de mis problemas.

Recibí un montón de regalos aquel día, pero ninguno fue de Elsa. No sé por qué, pero cada año tenía la esperanza de que me regalaría algo, aunque fuera una tontería, pero ni siquiera me felicitaba.

El día siguiente me desperté tarde y con un poco de dolor de cabeza, no tenía ganas de hacer nada, y eso que tenía un montón de deberes pendientes.

Después de comer, o más bien después de desayunar a la hora de comer, y mientras las tres nos terminábamos la tarta que sobró del día anterior, mamá me miró fijamente a los ojos.

— Bueno Anna… Ahora que has cumplido quince años, creo que ha llegado el momento de hablar contigo sobre algo.

— No irás a pegarme la charla sobre el sexo ¿verdad? Porque en el colegio ya nos tienen más que aburridos sobre el tema.

— No, no es eso… Verás, es sobre tu hermana. —giré mi cabeza de inmediato para verla, sentada al lado de mamá, con los hombros encogidos y la mirada perdida en el suelo.

— ¿Qué le pasa?

— Hemos estado hablando y creemos que es el momento de que sepas la verdad sobre ella.

— ¿Elsa ha estado hablando? Imposible. —dejé de bromear al ver la cara que puso mamá— ¿Qué…? —entonces entendí que tenía que ser algo importante, de lo contrario no hubieran esperado a que fuera mayor.

Mamá respiró hondo antes de empezar, haciéndome poner tensa por momentos. No sabía qué esperarme.

— Tu hermana… nació con una especie de… peculiaridad, por llamarlo de alguna forma, que le permite modificar la estructura de la materia de baja temperatura con sus manos. —me perdí a media frase.

— ¿Eh? —básicamente, no entendí nada.

— Dile que tengo poderes mágicos, terminarás antes. —la aclaración de Elsa tampoco ayudó mucho, más bien me confundió más.

— A ver, digamos que tiene la capacidad de controlar el hielo o la nieve con… sus manos. —se me escapó la risa por lo serias que estaban las dos después de decir una tontería tan grande. Tenía que ser una broma.

— Creía que el día de los inocentes era en diciembre, no en marzo. —esperé algún tipo de risa, pero siguieron rotundamente serias.

— Enséñaselo, acabaremos antes. —dijo mamá frotándose la sien. Elsa asintió y se quitó su guante derecho temblorosa.

— ¿Q-qué va a hacer? —me aparté un poco asustada, creo que nunca la vi sin guantes y parecía concentrarse mucho.

Entonces, empezó a aparecer un pequeño montón de nieve encima del mantel de la mesa, como si fuera arte de magia. Justo después, se formó algo parecido a una casa hecha de hielo y ella volvió a ponerse el guante rápidamente.

Las miré incrédulas, sin poder reaccionar a lo que acababa de pasar.

— Tranquila Anna, tómate tu tiempo para asimilarlo. —ni siquiera pude articular un palabra, me quedé viendo aquella casita, acercando lentamente mi mano para tocarla, dudando en si podía cogerla o no.

— Sólo es hielo, no es tóxico. —dijo Elsa, molesta.

Me hice con la casita y me recosté en la silla observándola de todos los lados, intentando descifrar el truco.

— ¿Qué clase de truco es ese? Te ha salido muy real, ¿cómo lo has hecho?

— No es ningún truco, tu hermana tiene esos poderes y nadie sabe por qué.

— E-entonces… ¿esto lo has hecho tú? ¿Con tus manos? —asintió— Waoh… O sea, ¡waoh! Es una pasada, ¿qué más puedes hacer? ¿Puedes congelar cosas? Ah ¿por eso te duchas siempre con agua fría?

— Para el carro Anna. —no hice caso a mamá.

— Oye, ¿y por qué nunca me lo dijiste? Eso mola un montón, ¿puedes hacer cosas más grandes? Podrías salir en la tele y todo. ¿Desde cuándo puedes-

— ¡Anna! Cálmate por favor, no es tan divertido como parece… —me callé al ver que el ambiente no me acompañaba— Tiene esos poderes desde que nació, ya te lo he dicho antes, y… es algo muy peligroso. Hemos ido a decenas de médicos para intentar tratar su… enfermedad, pero por lo que parece es algo único que no tiene cura.

— ¿Y por qué es tan peligroso? —el silencio inundó todo el comedor, al parecer hice la pregunta acertada.

— Verás… Papá… no murió en un accidente de coche. —al decir eso, Elsa se levantó y se fue.

— ¿Ah no? —entonces capté hacia dónde iba la conversación y me negué a creer lo que estaba a punto de decir.

— No… Cuando tu hermana era pequeña, sus poderes se descontrolaban más fácilmente, —no quise que terminara la frase como creía que la terminaría— y un día, cogió un berrinche por una tontería… —sus palabras eran cada vez más densas— sin querer le atacó, él se empezó a congelar y en cuestión de pocos minutos, murió.

Me quedé descolocada al oír eso, más por el hecho de que mi hermana tuviera que vivir con ese trauma que por ser la culpable del accidente. Entonces entendí porqué Elsa siempre mantenía las distancias, porqué no tenía amigos y porqué siempre llevaba guantes, no quería herir a nadie más.

— Vaya… —me levanté despacio, tratando de encajar todas las piezas. Mamá se levantó después de mí, y se me acercó, pero no era ella a la que quería ver— Debiste de habérmelo dicho antes. —le reproché.

— L-lo siento, no sabíamos cómo te lo ibas a tomar y…

La esquivé sin expresión, preocupándola, yendo hacia la habitación de Elsa.

— Anna, no creo que sea buena idea… —toqué su puerta decidida al ver que la había cerrado con seguro.

— Abre. —deseé con todas mis fuerzas que esa vez no me ignorara y esperé.

El pestillo dio media vuelta y pude abrir la puerta. Me dejó entrar por primera vez en mucho tiempo, y nada más verla a un hilo de hacerse pedazos, la abracé como si de esa forma pudiera mantenerla de una pieza, de la misma forma que mamá me abrazaba para animarme cuando estaba triste.

— Debiste de haberlo pasado muy mal… todos estos años. —se echó a llorar hundiendo su rostro entre mi cuello y mi hombro— Aún no entiendo muy bien lo de tus poderes, pero me alegro de saber que eras así para protegerme, pensaba que no te caía bien o algo.

Le hice reír entre sus llantos, y un vacío que tenía en mi corazón empezó a llenarse.

— Perdona por habértelo ocultado, —interrumpió mamá— debimos de habértelo contado antes.

Me destrozaba verla sollozar, casi me hizo llorar al empatizar con ella. Me tomé la libertad de separar un poco a Elsa de mí, cogiéndole de las mejillas con las manos para levantarle el rostro, queriendo que deshiciera la tristeza de su cara.

— Maldita seas, eres guapa incluso llorando, ¿cómo te lo haces? —le regalé incluso un beso en la mejilla que le hizo dibujar una sonrisa única en su rostro.

Hasta ahora creía que la que tenía que darme mimos era ella por ser la mayor, pero me equivoqué, ella los necesitaba mucho más que yo.

Le sequé un poco las lágrimas con la manga de mi jersey y cogí las manos para que no se me escapara, quería mantenerla cerca de mí, quería que no volviera a esconderse nunca más, y por encima de todo, quería que fuera mi hermana de verdad.

— No te preocupes ¿vale? Lo pasado es pasado… Estoy segura de que si vamos con cuidado no habrá peligro… y podremos estar juntas. ¿Qué dices? —tardó en encontrar mis ojos humedecidos, pero cuando lo hizo me abrazó con todo su corazón.

— Sí… claro que sí… —por un momento pude sentirla tal y como era, de la misma forma que aquel fin de semana en la nieve.

— Entonces… ¿me ayudas a hacer los deberes? Tengo muchos y muy pocas ganas de hacerlos.

Se separó un poco de mí, y justo antes de que respondiera mamá se nos unió, abrazándonos a las dos.

— Vale. —fue un momento que jamás olvidaré, cerré los ojos queriendo inmortalizarlo— D-deja que me… prepare. —nos esquivó a las dos para ir al baño, llevándose un pedacito de felicidad a la que no debía de estar acostumbrada.

Iba a ir detrás de ella cuando mamá me frenó rodeándome con sus brazos por detrás, ofreciéndome su cariño.

— Escucha Anna, —empezó, en voz baja, casi susurrándome— ten cuidado con ella y no la hagas enfadar ¿me oyes? Las dos sabemos lo cabezuda que puedes llegar a ser.—me dio un beso en la frente antes de soltarme.

— Sólo vamos a hacer los deberes, no te preocupes. —nunca en mi vida pensé que tendría tantas ganas de hacerlos.

Fui a por mi mochila casi dando saltitos y empecé a preparar las cosas para hacerlos en el comedor. Poco después apareció ella, ya más tranquila y pausada, un poco tímida. Mamá nos miraba como si se tratara del gran evento del año.

Nos sentamos una al lado de la otra, yo en el sitio habitual de mamá y ella en el suyo, y así, juntas, como hermanas, empezamos a tachar cada uno de los ejercicios que tenía que hacer.

No le pregunté nada más acerca de sus poderes pese a la tremenda curiosidad que corría por mis venas, quería que se sintiera cómoda a mi lado en un entorno familiar, resolviendo problemas matemáticos y disfrutando de una tarde tranquila.

Cuando terminamos, casi una hora después, fui a por un cachito de barra de chocolate que teníamos en la cocina y se lo di como recompensa. Le hizo más ilusión de lo que esperaba, y esbozó una sonrisa enternecedora.

— Anna… —dejó la baldosa de chocolate en la mesa, extrañándome— Feliz cumpleaños. —mis pupilas se empañaron de golpe.

Me equivoqué pensando que no me regalaría nada ese año. Se me acercó, apoyando sus manos en mis hombros, y me dio un tierno beso en la mejilla que me hizo entrecerrar los ojos.

— Creo que este ha sido el mejor regalo de todos. —me quedé mirando sus brillantes ojos azules con ternura hasta que bajé de las nubes— Oye, ¿te apetece ver una peli esta tarde? —pregunté, mordiéndome el labio inferior, esperando un sí.

— ¿No has quedado con tus amigos?

— Ya los vi ayer, por un día no pasará nada.

— Vale.

Dicho eso, se comió el chocolate y terminamos de pasar la tarde acurrucadas en el sofá, bajo la manta, sintiendo que las cosas iban a ser muy diferentes a partir de entonces, sabiendo que podíamos estar juntas si íbamos con cuidado.

Después de ver dos películas de Disney seguidas, ya al anochecer, propuse ayudar a mamá a hacer la cena. Normalmente estaríamos las dos encerradas en nuestras habitaciones, por lo que me pareció una buena idea hacer algo juntas en familia.

Mamá se puso contenta, el ambiente entero de la casa cambió y por primera vez en mi vida, sentí que formaba parte de una familia feliz.

Aquella noche fui a dormir tarde escribiendo una larga y positiva publicación en mi blog, sin dar detalles del secreto de Elsa, pero contando lo enormemente contenta que estaba.

Justo antes de silenciar el móvil, recibí una notificación del blog y era justo quien esperaba que fuera.

Snowflake21: Me alegro muchísimo que lo hayas pasado tan bien con tu hermana, estoy segura de que ella también te echaba de menos. Espero que sigáis estando tan unidas, o incluso más. Buenas noches Anna, espero leerte mañana ;)

— Es una chica… —ya lo sospechaba por los comentarios que dejaba, pero nunca había usado un adjetivo que lo confirmara. Quise saber más sobre ella, me gustaría incluso conocerla. Sentía que si mi hogar era capaz de cambiar de esa forma, todo era posible.

Me fui a dormir con la consciencia tranquila por haber hecho los deberes, con una calidez en mi pecho irreconocible y con un sentimiento de amor que me hacía sentir muy a gusto.

Hacía tiempo que no dormía tan bien.


Y me pregunté antes conciliar el sueño, ¿tendré yo algún poder también?