Wind of Fate
Disclaimer: Los personajes citados no son míos, sino de la autora Rumiko Takahashi. Yo solo los utilizo sin ánimo de lucro.
Leyenda:
kkkkk Narración
-kkkk- Diálogo
¡A disfrutar!
-Mierda… - fue lo único que murmuró cuando sintió una pequeña mota helada en su nariz. Abrió los ojos acertando en sus sospechas… la nieve había empezado a caer.
Esto solo podía significar dos cosas: una iba a hacer un frío tenaz cuando esta dejara de caer y dos, iba a acabar empapado. Hoy volvía a visitar a Rin después de dos meses sin pasarse a verla. Debía de reconocer que había crecido en sobremanera, pues ya no quedaba casi nada de aquella jovencita que lo acompañaba por todo Japón en busca de Naraku. Su pupila y casi podía decir, su hija, había empezado a desarrollar ciertos aspectos de madurez humana que a él ciertamente se le escapaban.
-Seños Sesshomaru ¿hoy vamos a ver a Rin? – el fiel sirviente Jaken sacó de sus pensamientos al Lord de las tierras del Oeste. El pequeño demonio con su típico traje marrón y su báculo, miraba al amo con esos enormes y viscosos ojos de sapo con devoción, esperado la respuesta de quien parecía ser el señor de su mundo entero. A Sesshomaru no le importaba que tuviera ese tipo de respeto a su señor, es más, le complacía; pero su comportamiento pegajoso, más de lo normal, estaba creando un sentimiento de aversión hacia su sirviente, más de la normal.
-Sí – fue la escueta respuesta del albino mientras seguía caminado.
-Eso significa que tendremos que ver a ese hanyou y su manada – se quejaba el sirviente – esa niña medio hanyou medio sacerdotisa es incluso peor que su padre, realmente es una jugarreta de la madre naturaleza – el sirviente se tropezó con su amo el cual había parado en seco – ¿Qué ocurre amo?
-No vuelvas, nunca más, a hablar de Mun de esa forma. Ella será la siguiente en la línea de sucesión de la familia Taisho. – su voz, normalmente fría y sin sentimientos, le había sonado más dura a Jaken de lo que acostumbraba a ser. Y era así, puesto que Sesshomaru había desarrollado una extraña conexión con la hija de su hermanastro. La pequeña, había nacido con unos dones impresionantes venidos de la mezcla de los poderes de sacerdotisa y la sangre demoníaca. A sus tiernos tres años de edad, la pequeña había destrozado a Jaken al lanzarle una piedra que previamente había purificado. Era digna de llevar el apellido Taisho, igual que su padre, quien lo demostró en la lucha contra Naraku. Aunque obviamente nunca, jamás, admitiría esto delante de nadie.
-Pero señor Sesshomaru ¿usted no tendrá descendencia? – antes de acabar la pregunta, Jaken se arrepintió de haberla formulado. Los ojos de su amo se inyectaron en sangre y a punto estuvo de transformarse en su forma demoníaca. El pequeño demonio cerró los ojos y esperó la ira de su señor, la cual nunca llegó. En vez de eso, escuchó un largo suspiro y para cuando abrió los ojos Sesshomaru ya había emprendido el camino.
Las palabras de su pequeño sirviente le habían afectado tanto, que no prestó atención a nada más de lo que su cerebro procesaba. La nieve fue cuajando provocando que tuviera que alzar el vuelo con su sirviente agarrado a sus ropajes. Pero él seguía pensando en lo que Jaken había dicho.
Nunca le había dado demasiadas vueltas al sentido de tener descendencia, pues solo era una mera distracción y una posible carga que llevar a las espaldas. Eso es lo que había pensado durante sus más de 900 años de vida. Pero, ahora, después de que su hermano pequeño tuviera descendencia y con las vivencia de los últimos años… se estaba planteando sino había llegado el momento de dejar un legado él también.
Pensó en la posibilidad de una hembra capaz para tener descendencia y eso acortaba muchas de las posibilidades, ya que la hembra en cuestión tenía que estar a la altura de sus expectativas tanto como macho y como señor de un clan. Había dos grandes problemas con eso:
Primeramente, la hembra en cuestión obligatoriamente debía de ser un demonio, puesto que no estaba dispuesto a mezclar su esencia con la de un humano. Posiblemente fuera más por cabezonería pura y dura que por asco hacia los hanyous o los humanos, ya que durante la guerra con Naraku, sus pensamientos fueron cambiando poco a poco. Pero debía de tener en cuenta que una humana no tendría cabida en su mundo, moriría muy joven si no la mataban sus propios lacayos.
Esto desembocaba necesariamente al segundo problema, pues gracias a su extraña relación con los humanos durante la búsqueda de Naraku, había dejado aparcado el buscar alguna hembra para satisfacer sus necesidades físicas… odiaba decirlo, pero estar de sequía lo estaba desesperando.
Por desgracia, ninguna de las hembras demoníacas que conocía le servía para tal cometido. Solo había conocido a una que le afectó de tal forma que le hizo cambiar su forma de ver la vida. Aun no entendía cómo era posible que una simple extensión de un ser mediocre como Naraku le hubiera afectado tanto, pero sus ansias de libertad y ese extraño afecto que tenía hacia él, le había llegado de alguna manera. El viento siempre lo acompañaba allá donde iba y aquella pluma llevaba con él unos seis años.
Pensándolo detenidamente, ella habría sido la única mujer con la que hubiera estado dispuesto de tener descendencia; en el caso de que lo necesitara. La fuerza de Kagura, la lucha por ser libre, la tenacidad en sus acciones… Sesshomaru se había dado cuenta de que echaba de menos a la mujer de mirada rojiza, echaba de menos sus retos hacia su persona y su forma dicharachera de hablar hacia los demás. Odió a Naraku por su muerte y se odió a si mismo por no haberla protegido. Era tan estúpido pensar que su padre había tenido razón… cuando tienes algo que proteger, la perspectiva cambia.
-Sesshomaru – una voz suave sacó de los pensamientos al demonio que había continuado el camino por inercia, ahora a pie – estás empapado – Kagome llevaba el típico traje de sacerdotisa y un sombrero que le permitía cobijar su cabeza de la nieve. Recordó hace seis años cuando la vio por primera vez y como había cambiado. Esa mujer había arriesgado mucho por el amor a su medio-hermano. ¿Alguien haría eso por él? – entra en la cabaña y sécate un poco. Inuyahsa no llegará hasta tarde y estoy sola con Mun.
-No creo que sea lo más adecuado dadas las circunstancias – la voz fría y severa del demonio ya no asustaba a Kagome. Rin tenía razón, en cuanto tratabas con Sesshomaru todo el miedo o temor hacia él desaparecía
-No serás ninguna molestia, además la niña pregunta por ti y por… ¿dónde está Jaken? – el demonio se giró esperando ver al mono sapo mareado por tantas subidas y bajadas pero no lo encontró. Se encogió de hombros y siguió hacia delante, adentrándose en la cabaña sin esperar ser invitado – pasa, pasa… no te cortes – habló Kagome al viento. Su cuña… perdón, el medio hermano demonio de su medio demonio marido era un poco especial, nunca sabía por dónde le podía salir. Negó con la cabeza y sonrió mientras entraba en la cabaña, el día de hoy prometía.
Sesshomaru vio la cabaña, pequeña pero acogedora. En el centro de esta había un fuego hecho para calentar la comida y el agua, y al lado se encontraba Mun jugando con unos juguetes de la época de su madre. En cuanto la niña sintió el olor de su tío levantó los ojos y los brazos pidiendo que la cogiera.
Sino fuera porque lo conocía, Kagome hubiera jurado que Sesshomaru había sonreído antes de coger a la pequeña. El lord de las tierras del oeste, había cargado a su pequeña hija y la había sentado en su regazo, con cuidado de no mojarla con sus vestimentas. El demonio se relajó bastante al sentir el calor de la fogata, hacía bastante frío fuera y la nevada que le había caído encima no ayudaba a que su calor corporal aumentara.
-¿Vienes a visitar a Rin? – la mujer sacó nuevamente de sus pensamientos al youkai, que miraba atentamente la fogata – con la nevada, creo que esta con Kaede haciendo hierbas, te aconsejo que no vayas a…
-Sé muy bien que está con el exterminador, sacerdotisa – Kagome suspiró sonoramente – ya tiene suficiente edad para saber si le conviene como hombre o no. Si no fuera así, yo mismo le arrancaría el corazón con mis propias manos
-Que madurez… igualito que Inuyahsa – Sesshomaru levantó la vista y la miró con los ojos entrecerrados. Odiaba que lo comparasen con un hanyou, aunque físicamente se parecieran… - ¿quieres un poco de sopa? Te calentará más rápido – el demonio simplemente asintió, dejando que la mujer le pusiera un poco del caldo en su plato.
-Shemaru huele raro – la niña, había empezado a olfatear la estola de su tío encontrando una pluma -¿eto que e?
-Mun, deja en paz a tu tío – Kagome se levantó y fue a coger a la niña que empezó a protestar – ¡no! Devuélvele eso a tu tío ahora mismo. ¡No es tuyo!
-Tampoco de e – señaló a Sesshomaru con la pluma, el cual era un mero espectador de la escena cotidiana. Sorprendentemente no le había molestado en absoluto que lo llamara tío. Es más le hubiera molestado sino hubiera sido así. – esto ez de mi amiga
-Mun, esto lo tiene tu tío Sesshomaru desde hace mucho tiempo, no puede ser de ninguna amiga tuya
-¡Que zi! – chilló la niña casi agujerando el oído superfino del demonio – Kadura huele iguá – rápidamente se tapó la boca con sus pequeñas manitas mientras ponía cara de sorpresa agrandando sus ojos dorados
-¿Quién? –Kagome se sentó en frente de Sesshomaru mirando a su hija que seguía en su regazo
-Nadie – contestó mentas movía graciosamente la cabeza y su melena plateada con algunas mechas azabaches.
-Mun, contesta a la pregunta – el primer tono de advertencia hizo encoger a la niña. No era para menos, incluso Sesshomaru se sorprendió de la eficacia de su voz
-No ez nadie má – la niña se giró y le dio la pluma a su tío – lo ziento
-¿Me dirás a mí, quien huele igual que esta pluma? – no supo de donde había sacado ese tono tan suave con la hija de su medio hermano, pero se sorprendió al ver la afirmación con su cabeza – dejaré que te quedes la pluma si quieres – esperaba que el sacrificio de desprenderse de aquel objeto le llevara a algún sitio
-Ze llama Kadura, Kaguda…. Ka…
-¿Kagura? – Preguntó su madre
-Zip, ezo – asintió la niña ante la atenta mirada de los adultos – me dijo que no podía deci nada poque ella había apadecido hace poco y que no quedia eztopead nada – agachó la cabeza – lo zieto mami
-Mun… ¿la has visto alguna vez o solo has escuchado su voz en el viento? – Sesshomaru quería cerciorarse completamente de lo que decía la niña, pues él había escuchado la voz de Kagura que le hablaba en el viento y no quería confundirse
-Noooo – dijo ella mientras negaba efusivamente – ella tiene loz ojoz rojoz y un kimono como loz de prima Rin, pedo blanco y morado. Ez muy bonita y zu lazo ez amadillo como loz ojoz de papá.
Tanto la sacerdotisa como el demonio se miraron. Kagome tenía cara completamente sorprendida, los ojos abiertos de par en par y la boca ligeramente abierta. Mientras que Sesshomaru solo miraba a la niña con su típica pose de demonio enfadado, pero recomiéndose por dentro.
-¡Keh! Kagome, espero que tengas algo caliente, hace un frío que pela – la voz de su marido devolvió a la realidad a la pareja haciendo que miraran a la puerta - ¿sabes? Hoy he visto a alguien que se parecía a… - El hanyou levantó la vista para ver a su medio-hermano con su hija en brazos -¿Sesshomaru? – fuere por costumbre o por precaución, Inuyasha llevó la mano al cinto donde descansaba Tessaiga
-Lo he invitado yo a pasar – la sacerdotisa se levantó tendiéndole una manta – venía a ver a Rin y le ha pillado la nevada. Además, Mun tenía ganas de verlo – las palabras de la mujer relajaron visiblemente al hanyou quien se sentó al lado de su mujer, recibiendo a su hija en brazos la cual previamente había saltado del regazo de su tío. - ¿Qué era lo que decías?
-Hoy he visto a una mujer con un moño muy parecido a… - Inuyasha calló al recordar lo afectado que Sesshomaru se mostraba cada vez que hablaban de Kagura. No es que bajara la mirada o su tristeza inundara la estancia, pero sí que se notaba que se volvía más hermético y mucho más frío – en fin, era una demonio de alto rango pero que nos ha ayudado a acabar con los demonios de una aldea cercana.
-Papi… huelez a mi amiga
-¿Era Kagura el nombre que ibas a decir? – Inuyasha se soprendió por la pregunta formulada por su hermano mientras miraba a su hija extrañado - ¿Dónde está?
-Sesshomaru, es imposible que Kagura haya reencarnado tan rápido. Y si así hubiera sido, no recordaría nada de su pasado además que sería una persona completamente diferente. Mira Kagome y Kikyou.
-Pedo pá… ella huele iguá que la puma – señaló la pluma que tenía Sesshomaru en la mano – y má no olía igua que Kikyou ¿no?
Maldita niña, con su maldita inteligencia y su maldita cara bonita. Inuyasha suspiró, era clavada a su madre y no podía decirle que no. Al levantar la cabeza vio la determinación en los ojos de su hermano mayor y volvió a suspirar. Ya le había dicho a Kagura que él tarde o temprano se enteraría… pero no pensaba que fuera tan temprano.
-Cerca del pozo devora-huesos hay una cabaña que Kagome y yo frecuentamos de vez en cuando – el tono de nerviosismo hizo denotar al demonio que era su lugar de desahogo- Kagura está durmiendo allí hasta que encuentre un lugar donde quedarse.
-¿Por qué no he sido informado antes? - Sesshomaru se levantó de un salto y se dirigió a la entrada con Inuyasha pisándole los talones - ¿Por qué?
-Eso, deberás preguntárselo a ella – miró hacia atrás para ver que su mujer se entretenía con su hija – ten, puede que esto te sirva – le entregó su manta y una libreta amarilla.
-¿Y esto?
-Kagome lo hizo hace unos años. A mí me ayudó mucho a entender lo que ella quería… y si tu miras en la sección adecuada, sabrás lo que Kagura busca, ya que lo hizo inspirándose en ella – Sesshomaru miraba extrañado el título de la hoja, Apareamiento en la época feudal –Suerte – y dicho esto, se volvió hacia la cabaña.
Kagura se desperezó después de entrar en la cabaña. Había sido una suerte encontrar a un Inuyasha tan adiestrado por la sacerdotisa del futuro. Realmente hubiera esperado que el medio-demonio sacara su espada en vez de ofrecerle refugio, pero no se iba a quejar por ello.
Sacó de su manga, el pañuelo que una pequeña hanyou le había regalado. Esa niña llamada Mun le recordaba mucho a alguien, pero que no atinaba a quien. Gracias a ella había decidido quedarse en estas tierras, pues había escuchado que Kagome se había convertido en la nueva sacerdotisa, supervisada por Kaede, y que esta había cambiado la forma de ver a los youkais y a los hanyous en la aldea. Un paraíso para aquello seres especiales que no tenían donde ir.
Encendió la fogata y se sentó en el tatami. Habían pasado ya seis años desde su nacimiento y desde su muerte y poco más de tres meses de su resurrección. Realmente no recordaba cómo había vuelto pero se volvió a encontrar en aquel campo donde había perecido a manos de su creador. Al abrir los ojos solo encontró a una mujer hermosa de ojos dorados y tez blanquecina, que la miraba con una mirada fría y descomunal. Recordó exactamente cada instante de aquel momento.
Flash Back
Abrió los ojos pesadamente y respiró de una forma lastimosa y necesitada. Sitió como los pulmones se llenaban del precioso oxígeno y desaparecía la presión de quedarse sin aire. Al enfocar la mirada, empezó a distinguir colores y formas hasta que la imagen fue tornándose más nítida, dejándole ver la figura de una mujer delante de ella, con la cabellera plateada, ojos dorados y tez blanquecina.
-Espero que ahora, no esté triste – la mujer, con una voz neutra y una mirada fría, observaba a la mujer de ojos escarlatas de arriba abajo
-¿Quién es usted?
-No es algo relevante – la mujer se giró – aconsejo que no desperdicies la vida que se te ha vuelto a dar
-Gracias
-No lo he hecho por ti, simplemente quería probar algo – dicho esto se fue tranquilamente y sin mirar atrás
End Flash Back
Lo primero que hizo fue lavarse en unas termas cercanas para quitarse el olor a muerte. Sorprendentemente ya no tenía ningún olor de Naraku con ella y su extraña marca de araña, había desaparecido. Ahora era un demonio completo que dominaba las artes del viento, pero no tenía donde ir.
Haría unas semanas que había llegado a la aldea de la anciana Kaede donde se encontraría con aquella pequeña hanyou de ojos dorados y pelo blanquecino. Pensó en que podía ser hija del hanyou y la sacerdotisa, pero el ki que desprendía aquella cría era mucho mayor que la de Inuyasha, por lo que descartó tal idea.
Mun le había ofrecido quedarse en la aldea donde se encontraba ahora y solo hasta hoy no había encontrado al hanyou nuevamente. Recordó los viejos tiempos y no pudo evitar sentir un poco de añoranza. Naraku le había privado de libertad y luego de seis años de su vida. No sabía por qué le habían dado una segunda oportunidad pero no pensaba desaprovecharla.
Le echó un poco más de leña al fuego para que su cena se hiciera más rápidamente. Había hecho una sopa con lo poco que había podido cazar hoy, pero eso le daría algo caliente para aguantar la noche. La nieve se había empezado a amotinar en su puerta y hacía que el calor de la estancia fuera desapareciendo poco a poco.
Una ráfaga de aire helado entró sin previo aviso por la puerta, haciendo que casi se apagara la fogata. Suspiró, era la tercera vez que se le abría la puerta por el viento y aún no había encontrado algo para cerrarla. Se levantó y se giró para cerrar la dichosa puerta pero paró en seco al encontrarse con que no estaba sola.
El mismo cabello, la misma vestimenta, los mismos ojos dorados… no había cambiado nada en seis años. Él la miraba a los ojos entre sorprendido y enfadado. ¿Por qué no quería que él supiera que estaba viva? No es que le importara, pero él quería saberlo y punto. Y él siempre debía saber lo que pasaba a su alrededor.
-Mierda – fue lo primero que se escuchó en la cabaña – estúpido hanyou con su estúpida boca
-No ha sido él quien me ha hablado de ti – se acercó mientras la miraba de arriba abajo – estas viva
-Vaya, después de seis años sigues siendo igual de elocuente – sonrió mientras se sentaba. No estaba preparada para hablar con él, pues recordaba perfectamente como se le había declarado el día de su muerte. Pero ahora no había marcha atrás así que esperó a que el demonio hiciera algo. Él le tendió la manta que Inuyasha le había dado y se sentó enfrente de ella con la fogata en medio.
-¿Cómo has vuelto?
-No sabría cómo decirte – la mujer miraba el fuego – solo hace unas semanas desperté en el mismo campo que me vio morir y alguien me aconsejó que no desperdiciara mi vida. No hice más preguntas y ella no esperó ninguna.
-¿Ella?
-Sí, mujer con ojos dorados y cabello plateado. Puede que la conozcas o sea de tu familia – se puso el dedo índice en el mentón sin cerciorarse de la cara sorprendida de Sesshomaru – tenía una piedra azulada. Dijo algo de hacer feliz a alguien ¿te suena?
-Hay muchas hembras demonio con ojos dorados y cabello plateado – aunque sabía perfectamente a quien se refería, Sesshomaru prefirió no decir nada por el momento. Un silencio incomodo se apoderó de la estancia poniendo nerviosa a la domadora de los vientos.
-¿Quieres un poco? Hace mucho que no cocino algo de esto pero creo que me ha salido bien, o eso espero porque si no… ¿Qué haces? – Kagura había levantado la vista cuando sintió la mano del demonio encima de la suya
-No estoy aquí para hablar de cosas triviales ni para comer algo que se podría asemejar a una sopa de pescado podrido – Kagura fue a protestar pero el demonio se levantó, levantándola a ella y apartándola de la fogata – ya no hueles a Naraku y tampoco parece que te haya dejado algún otro elemento que te vincule con él.
-Y eso ¿a ti qué?
-Como te he dicho, no he venido a hablar de cosas triviales. Solo hay un tema que me traería a esta cabaña de mala muerte a buscar a una mujer
-Pero ¿Qué te has…? – Kagura sintió como Sesshomaru poseía con rudeza sus labios, matando la pregunta en su garganta. No prestó resistencia, simplemente se dejó llevar como si la guiara el viento.
Sesshomaru se sorprendió gratamente de la sumisión de la guerrera mujer y de lo gratamente satisfactorio que se sentía el besarla. Acercó el cuerpo de la mujer al suyo y sintió como su cuerpo reaccionaba al de ella. Aun así, rompió el beso y la magia que este había creado, pues ya tenía la respuesta que quería, pero sabía que Kagura no estaría enterada y debía explicárselo.
-¿A qué ha venido eso? – roja como la grana, Kagura se separó del cuerpo de Sesshomaru - ¿por qué lo has hecho?
-¿Necesitaba alguna razón? – se reprendió mentalmente al ver su cara de enfado. No estaba acostumbrado a lidiar con estos temas y durante toda su vida había evitado algún tipo de relación más allá de lo físico, pero la ocasión lo requería.
-Teniendo en cuenta que me has robado un beso, sí, debes tener alguna razón y que sea convincente.
-Tú, serás mi hembra – los ojos como platos, es lo que provocó la oración del demonio. Sesshomaru seguía mirándola impasible, pero con cierto nerviosismo.
-¿Y eso lo has decidido ahora o ya lo tenías planeado? Porque de ser así, a mí no me has informado.
-No tengo porque –sabiamente, cerró la boca. Pensó con cuidado las palabras que iba a decir, no recordaba el mal carácter que podía tener una mujer en celo – tú lo planeaste hace seis años.
-¿Cómo? – Kagura miraba a Sesshomaru mientras intentaba recordar que era lo que ella había dicho o hecho.
-Hace seis años, esperaste hasta que yo llegara. No hasta que Inuyasha y su grupo llegara, sino que moriste sonriendo porque yo estaba allí – los colores volvieron al rostro de Kagura – no soy estúpido Kagura y que no hable no significa que no sepa las cosas, simplemente son demasiado triviales para mí en ese momento – la dominadora de los vientos fue a protestar pero el demonio siguió hablando – sabía que era lo que sentías por mí, lo que no sabía es que yo también estaría conforme
-Me estás diciendo que…
-Necesito una hembra. Una hembra demonio que sea lo suficientemente fuerte como para lidiar con el cargo que poseerá y con el suficiente carácter para lidiar conmigo – Kagura sonrió – no quiero a ninguna llorona ni ostentosa mujer. Y tú eres la única mujer a la que estoy dispuesto a soportar – la cara de felicidad de la mujer dejó claro a Sesshomaru que ella estaba de acuerdo – he venido aquí a buscar a mi mujer, sacarla de este agujero y llevarla conmigo.
-¿Y mi libertad? – Kagura sintió ese cosquilleo en su espina dorsal. Estaba completamente feliz y extasiada, pero eso no quitaba que quisiera hacerle sufrir un poquito más.
-Conmigo tendrás toda la libertad que precises – dijo algo confundido, hasta que vio el rostro juguetón de la muchacha. Sonrió de medio lado, con ella sentía que se volvía más joven, que el peso de los años desaparecía – excepto en tu cama. Esta siempre será la misma todas las noches, junto a mí.
-Más te vale que eso sea cierto, gran Lord de las tierras del Oeste – con toda la valentía que no supo que tenía, se acercó a él y lo besó de forma placentera. Daba las gracias a todo aquel que le había dado la oportunidad, puede que no se la mereciera, pero ahora se sentía completamente feliz.
-Esta noche, nos quedaremos aquí – sentenció el demonio después del beso – pero mañana después de visitar a Rin volveremos a casa.
Cogió la manta y la puso en el frío suelo. Se tumbó y puso su estola de almohada mientras tiraba de Kagura para que se tumbara a su lado. Como en muchos años que no hacía, se dispuso a dormir plácidamente con alguien a su lado. Pero esta vez, estaba seguro de que no se despertaría solo.
-¿Me dirás quién te ha avisado de que estoy aquí? – Sesshomaru acomodó a Kagura en su pecho.
-Mun
-¿La conoces?
-Es hija de Inuyasha y Kagome – Kagura levantó la cabeza sorprendida – ella me dijo que su amiga no quería que nadie se enterara de su paradero.
-No quería que la gente del pueblo me encontrada, soy un demonio y aunque aquí las cosas sean diferentes, no quería arriesgarme – Sesshomaru la apretó más a su pecho – estos seis años te han cambiado mucho… ¿desde cuándo eres tan expresivo? No te hacía yo un hombre familiar y protector.
-Nunca he hecho nada para evitar mis sentimientos. Es estúpido esconder algo para parecer algo que no eres. Como te he dicho, no tenía necesidad de mostrar esta forma de ser porque me era trivial. No tenía a nadie a quien proteger – recordó a su padre y sonrió. Suerte que estaba muerto puesto que darle la razón al gran Inu no Taisho, significaba tener a un demonio más pesado que Inuyasha, recordando tu error.
-Pobre Jaken… ¿por cierto… dónde lo has dejado?
-Mañana lo verás en la aldea – o eso creía él, ya que hacía bastante que no lo veía.
A la mañana siguiente, Kagura fue presentada en la aldea no como la domadora de los vientos, sino como la mujer del lord de las tierras del Oeste. Rin la recibió con los brazos abiertos y Kohaku le dio un tímido abrazo. Conoció a los hijos de Miroku y Sango y volvió a ver a Kagome con Mun. Contra lo que había esperado se sentía como en casa, como si tuviera una gran familia.
Esa noche se convertiría en cuerpo y alma en la dueña de la cama del lord de las tierras del Oeste. Por sorprendente que pudiera parecer, Sesshomaru hizo caso de alguno de los consejos de la libreta amarilla que Inuyasha le había dado, para conseguir a Kagura. Nunca lo diría delante de nadie, pero años después le daría a su primogénito las enseñanzas de aquella libreta amarilla para su apareamiento.
Holaaaaaa;
Bueno, hace tiempo que me ronda por la cabeza hacer un One-short de esta pareja. La verdad es que es una de mis favoritas y poco he visto escrito de ella, así que como Mahoma no va a la montaña, la montaña va a Mahoma ¿no?
Espero que no haya quedado muy OCC de verdad que he intentado no tocar mucho el comportamiento de Sesshomaru. Además yo lo veo como un personaje que se siente seguro de sí mismo, y como digo en el fic, no le interesa ese tipo de cosas porque aún no ha tenido el momento de necesitarlo. En fin que me enrollo como una persiana, solo espero que no me matéis. Posiblemente ponga un epílogo cortito que tengo planeado, por si os interesa xD.
Por cierto, la libreta amarilla tiene que ver con mi otro fic "apareamiento de los hanyou's" sí lo sé… me hago publicidad a mí misma xDDD
En fin, feliz navidad atrasada y próspero año nuevo!
Y como siempre… muchísimas gracias por haber llegado hasta aquí y por haberle dado la oportunidad.
