La noche estaba cálida, pesada, y sedosa. Hermione miraba al cielo sin una nube desde la ventana del cuarto que compartía ahora con Ginny. Las luces de la noche de viernes de Londres titilando cercanas, y tenía unas ganas inexplicables de… libertad. Esta guerra recién empezaba, pero cuando pensaba en ella demasiado, y siempre era demasiado últimamente, se le estrujaba algo adentro, amenazando con quitarle el aire. Quería detener el flujo de sus pensamientos, pero no podía.
Acababa de llegar a Grimmauld Place. Ron, y el señor Weasley la habían ido a buscar a su casa. Al dejarlos en el número 12, el señor Weasley volvió a salir inmediatamente para hacer algo de la orden. Siguió a Ron hasta la habitación de éste y se quedaron charlando con los gemelos y Ginny, hasta que entró la señora Weasley para saludarla y darle una tarea a cada uno. Le dió un cariñoso abrazo y le puso en los brazos una pila de sabanas para que armara su cama. Eso había hecho ella, y luego se había arrodillado bajo la ventana abierta y descansado su cabeza en sus brazos, sobre el marco. Mirando el cielo y pensando, siempre pensando.
Se abrió la puerta bruscamente, y un hombre alto entró en la habitación cargando su baúl. La miró y se detuvo. Ella lo miró y se puso de pie.
Lo siento Hermione. No pensé que estuvieras en la habitación- dijo, sin atisbo de sonrisa o de alguna muestra de bienvenida. Sin atisbo de nada en realidad. "Azkaban debe ser horrible" pensó la chica
Está bien. Después de todo, es tu casa. Gracias por cargarlo- Hizo el intento de tomarlo, pero Sirius no la soltó. Estaba con una camisa, arremangado hasta el codo. Los músculos del antebrazo se tensaban. Apartó la vista rápidamente de sus antebrazos sintiéndose algo tonta sin saber porqué. Al acercarse, percibió su olor, como a sudor e hipogrifo.
Y ustedes mis invitados. Está pesado. Dime dónde lo pongo.- seguía siendo hosco, la amabilidad sólo en sus actos.
Ella le indicó que lo pusiera bajo la ventana y él se fue, sin decirle nada más. Pensó si lo habría molestado. Volvió a sentarse bajo la ventana, esta vez sobre el baúl, y perdió su vista en el parque que había al frente. Se sentía lánguida, y sus pensamientos tomaron un rumbo muy distinto. Este Sirius que acababa de ver estaba algo más arreglado y limpio, pero con un toque indiscutible de… salvaismo… locura… dolor. "Es muy distinto cuando lo ve a Harry. Ahí se le ilumina el rostro" pensó. "Me gustaría verlo siempre así".
Cerró la ventana y bajó a cenar.
Sirius la miró de reojo cuando comía, charlaba y reía con los Weasley. La amiga de su ahijado estaba muy distinta. Crecida, y más preocupada quizás. No podía dejar de mirarla, pero disimulaba mientras hablaba con Arthur del trabajo de éste. Porque al verla esa noche, había sentido algo que hacia mucho que no sentía de esa forma. Sentía un deseo animal, básico, primitivo, por esa joven que estaba del otro lado de la mesa. No lo reprimió, aunque le pareció una locura, porque esa chica tenía 15 años, y estaba joven y llena de vida, algo que no tenía él. No lo reprimió, porque ese deseo lo encendía en fuego después de sentirse tanto tiempo con el frío de los dementores todavía dentro. Mirar no es crimen, se dijo, y los días siguientes miró y cultivó ese deseo que lo hacía sentirse de nuevo hombre, e ir recuperando pedazos de lo que había sido antes de Azkaban.
Hermione saltaba y reía y tomaba. El vestido le acariciaba los muslos cuando bailaba. Estaba rodeada de chicos hermosos, no había guerra, solo era fiesta, fiesta y fiesta.
Otros chicos y chicas la rozaban, la apretujaban, la empujaban. Hacía muchísimo calor. Bailaba pegada a una chica, no la conocía, sus bocas muy cerca, sus pechos rozandose. Entonces, alguien la agarraba por detrás, acariciando con sus manos su cintura y pegando su cadera a los glúteos de ella. Sentía su aliento en su nuca, mientras seguían bailando. Sentía la dureza a través de la tela. Ella llevaba su mano arriba de su cabeza y agarraba la de él, y su otra mano sobre esa mano masculina que la tenía bien sujeta, bien pegada a su cuerpo. La otra mano de él jugueteaba con el límite de su vestido con su muslo. Ella se daba vuelta y era Sirius a quien tenía atrás. Acercó su rostro al de él, sin besarlo, con una sonrisa seductora, mientras él la miraba fijamente, sin sonreír como siempre, pero con sus brazos rodeándola de una forma posesiva, apretándola contra él. Los bailarines seguían allí, pero que importaba. Él la alzó, las piernas de ella rodeándolo, y un segundo después estaba penetrándola y ella se estremecía de placer. Ginny venía acercándose, le decía algo, pero ella sólo escuchaba el aullido de él que terminaba muy adentro de ella, y la dejaba tirada en el piso. Ginny ya estaba muy cerca y ahora podía entender lo que decía.
-Arriba Hermione- La pelirroja se asomaba desde la puerta del cuarto, con cara de sueño. Al ver que Hermione abría los ojos, cerró
Hermione se quedó tendida en la cama, totalmente hechizada al ir tomando conciencia de qué era lo que estaba soñando, con quién. Se sentía húmeda y sudorosa. Y feliz de alguna forma extraña. Y terriblemente caliente también. Recordó el sueño de nuevo, la hacía sentirse muy bien. Había hecho falta ese sueño para que ella se diera cuenta de qué era lo que necesitaba, lo que quería. Lo que le daba calor cuándo él estaba cerca.
Bajó a desayunar y Sirius entró 5 minutos después que ella. Lo miró y sintió de nuevo ese fuego entre las piernas. Se enojó un poco con su mente. "Imposible" pensó "el nunca me tocará. Apenas me registra y además, para él soy una niña de 15 años". Sirius ahora comía su desayuno enfrente de ella, leyendo El Profeta. Hermione estiró el brazo para alcanzar la fuente de tostadas, y tuvo que levantarse e inclinarse sobre la mesa para llegar a él. Antes de volverse a sentar, pudo ver que la mirada de Sirius se había levantado de El Profeta, y (ella lo sabía, porque era mujer) vió la mirada de él perderse en su escote. Un segundo, una mirada muy discreta, pero la vió. Sin mirarlo, siguió comiendo. Cuando se fue, se sonrió gozosa. Quizás, si había forma. Porque ya había decidido, luego de esa mirada, lo que quería. Quería meterse en la cama de ese hombre, quería ese sueño de la otra noche. No tenía ningún otro interés en él. Solo sentirlo moviéndose encima de ella, adentro de ella. "Estoy hecha una zorra" se dijo, mitad divertida y mitad vergonzosa. Pero ese sueño había sido tan intenso, y había sentido un fuego que nunca sintiera, por ningún chico.
Mientras tanto Sirius seguía en la mesa, en la cocina solo. No había querido levantarse hasta no calmar el bulto que había aparecido en sus pantalones. Esa maldita chica, ni lo miraba y lo tenía loco. Ese cabello con olor a fresco, la piel blanca, apenas sonrosada. Quiso pensar que se sonrosaba cerca de él. Quiso pensar que podría tomarla y que ella no se resistiría, que se lo pediría incluso. No tenía ningún pensamiento de tipo romántico, y esta excitación que sentía no interfería con el aprecio o el respeto que pudiera tenerle. Sabía muy bien que ella era la mejor amiga de su ahijado, y quería cuidarla porque era parte de la vida de Harry. Pero también podía ser una mujer, una cosa no excluía a la otra.
Estaba como un adolescente. Se relamió. No era un adolescente, era un hombre adulto, lleno de deseo.
