Me despierto desorientada, aun con la inconsciencia del sueño pegado a mí. En mi mete, los gritos de Cato intentando salvarse de las mutaciones retumban. Otra pesadilla.

Salgo de la cama, incapaz de volver a conciliar el sueño. Los gritos no hacen más que volver de una punta a otra de mi mente.

Paseo por mi cuarto, intentado calmarme, pero no vale para nada, yo sé que no vale. Miro por la ventana; los árboles se zarandean por el viento en una noche cerrada. Pienso en darme una ducha, pero no quiero que el ruido despierte ni a mi madre ni a Prim. Me siento en la cama, subo las piernas y apoyo los codos en mis rodillas. Pienso en el bosque, en la posibilidad de ir, pero está oscuro, e incluso yo podría perderme si me descuidara un poco.

Miro el reloj: son las dos de la noche.

Me dejo caer en la cama, con sueño e incapaz de dormir por las terribles imágenes que se forman detrás de mis parpados. ¿Cómo ha podido Haymitch permanecer tantos años así? ¿Cómo con estas terribles pesadillas? Pienso en su estado, y se por qué: por la bebida, es lo que le ayuda a olvidar.

Me obligo a cerrar los parpados y ahí está Cato de nuevo, arrastrado por las mutaciones. Vuelvo a abrir los ojos, no puedo soportarlo más. Me levantó deprisa, me pongo los primeros pantalones que veo y la chaqueta que usé hoy y salgo de mi habitación. Intento andar lo más rápido que puedo sin hacer ruido. Bajo las escaleras y abro la puerta.

El viento helado me empuja, y yo me agarro al picaporte de la puerta, cuando me estabilizo la cierro, asegurándome de que llevo una llave. Tengo mucho frío, a pesar de que la chaqueta es de las que abrigan bastante. Cuando he pasado dos casas que estaban al lado de la mía, mi nariz está congelada.

Llego a la casa deseada. Busco entre los alrededores. Sé que Peeta guarda cerca de la puerta una llave. No me molesto en pensar que a él le incomodaría que me colase en su casa, ya que la llave la dejó expresamente para mí. A la mente se me vienen las palabras que me dijo

No dudes en utilizarla por favor. Nunca temas molestarme.

Abro silenciosamente la puerta y paso dentro. Aunque sigo congelada, es un alivio dejar atrás el frio viento. Me doy cuenta de que noto muy poco los dedos de mi mano.

Subo por las escaleras de puntillas y voy en dirección al cuarto de Peeta. Mientras me dirijo hacia allí no intento parecer demasiado necesitada, y me obligo a ir a un paso normal, en vez de ir corriendo como yo querría, por que se que él me librará de mis pesadillas, él es mi antídoto para eso.

Abro la puerta y entro. No hay nadie

Miro a su cama y deslizo la mano debajo de sus mantas. No hay nadie.

Cierro los ojos y no solo veo a Cato chillar dentro de mí, sino también a Glimmer junto con las rastrevíspulas, a Marvel con mi flecha en su garganta y a Rue, en el suelo, muriendo.

Respiro sonoramente, e intento no llorar. Una mano cálida toca mi cintura, mientras que otra se pone sobre mi hombro. Me giro rápidamente. Peeta está confundido, igual que yo, aunque no veo en su cara que le disguste que este aquí.

-¿Pasa algo Katniss?

Me lanzo a su cuello, incapaz de hablar. Le abrazo y él me sujeta mientras ahogo mis lágrimas. Pasa una de sus manos por mi pelo, recoge un mecho y me lo pone tras la oreja. Luego, me conduce hasta su cama y me sienta.

-Katniss mira tus labios, están azules. Tienes las manos heladas. Vuelvo enseguida, no te vayas.

Afirmo con la cabeza y antes de irse se acerca y pasa su dedo pulgar por debajo de mi ojo. Al fin y al cabo, no he podido contener todas mis lágrimas. Él no pregunta, se va y me vuelve a dejar sola, pero yo se que va a volver, así que no me alarmo.

Veo la habitación, a duras penas, a oscuras. Sobre la mesa hay algunos pinceles, pero ni rastro de cuadros. Meto mis manos dentro de la chaqueta, pero las sigo teniendo frías. Y me doy cuenta de por qué: la chaqueta está igual o más congelada que yo. Saco las manos de la chaqueta y las meto dentro de los pantalones, entre muslo y muslo, para que cojan calor, pero no funciona, estoy totalmente congelada.

Peeta vuelve con más mantas sobre su hombre, dos platos: uno lleno de galletas y otro con dos vasos de chocolate caliente.

Me levanto a ayudarlo y cojo la bandeja de las galletas. Cuando él deja la otra bandeja y las mantas sobre su cama me mira y me dice:

-Tienes la ropa helada Katniss. Tienes que cambiarte si quieres calentarte.

Sé que tiene razón, pero no pienso desnudarme frente a él.

-Vale – le digo- ¿puedes darme algo de intimidad?

-Claro. Ponte esto.

Va hacia su armario y me tiende un pijama que parece ser suyo. Lo miro y me sonríe. No sé muy bien cómo interpretar eso, pero acepto con sumo gusto cuando noto el frio de mis pantalones. Peeta se va y me cambio. Es algo fantástico sentir la ropa caliente cuando estás tan helada. Abro la puerta y le pido a Peeta que entre. Entre una y otra cosa, ya he olvidado las terribles imágenes de mi mente por ahora, pero no tengo ganas de separarme de Peeta . Él se sienta en su cama y abre los brazos. Yo voy en seguida y me siento a su lado. Me da una taza de chocolate, que me calientan los labios y sus galletas me sientan tan bien que casi me como la bandeja entera. Mientras que comemos, casi no hablamos, y si lo hacemos son comentarios simples que no tienen ninguna importancia.

-Solo queda una, no vayas a dejarla ahí muerta. Mírala, te pide que te la comas.- Peeta coge la galleta entre sus manos y me la va acercando a la boca- ¡Cómeme Katniss, cómeme!

Me rio de sus boberías, me hacen bien. Miro la galleta, estoy llena, pero están tan ricas…

-¿Katniss? – pregunto cuando veo que en la galleta pone mi nombre.

-Las hice especialmente para ti. – cojo la galleta y la vuelvo a dejar en el plato. Peeta me mira, queriendo saber por qué no la ingiero

-Quiero guardarla, mantenerla con vida- bromeo.

Cojo la taza de chocolate y la rodeo con mis dedos, calentándomelos. Peeta hace lo mismo y le da un sorbo.

-¿Me vas a decir qué haces en mi cuarto a altas horas de la madrugada Katniss?

-¿Es que no te lo imaginas Peeta? – le digo

-¿Es que debería saberlo Katniss?

-¿¡Es que aun no lo sabes Peeta!? – reímos y pronto silenciamos nuestras risas, recordando que hay más gente en la casa, y que esas personas no tienes problemas de sueño.

-No podía dormir, tenía y pesadillas y yo…yo te necesitaba.

Bajo la mirada hasta el chocolate, y le doy un trago. Cuando se me acaba ese delicioso manjar miro hacia arriba y observo que Peeta me vigila. Pone su taza en la mesa y levanta su mano hacia mí, para que le entregue la mía. Lo hago y pone mi taza vacía en la mesa.

Peeta se tumba en la cama y yo le acompaño. Le abrazo, todo lo fuerte que puedo, y hundo mi cara en su pecho, evadiéndome de todo lo que hay en mi exterior e interior y concentrándome en él, en mi medicina para las pesadillas, en Peeta.

-Ahora duerme Katniss, yo te protejo.


Díganme qué les parecio. Es lo primero que escribo de Los Juegos Del Hambre así que...no se como estará. Por eso confío en que me digan ustedes cositas a traves de los Reviews!!

¡Un beso!

¡Gracias por leer!

aL.