Disclaimer: Todo la referente a Harry Potter pertenece a J.K. Rowling y la trama es una adaptación del libro "9 meses después" de Sarah Morgan.
— ¡Me da igual que esté en medio de una conferencia, esto es urgente! — Draco levantó la mirada cuando Blaize, su mejor amigo y director jurídico de las empresas Malfoy, entró en su despacho con un montón de papeles en la mano y el rostro de color escarlata.
—Teno que colgar— Draco interrumpió la conferencia con su equipo en New York y Londres — Como no te he visto correr en los siete años que llevamos trabajando juntos, imagino que traes malas noticias, ¿Acaso nos han estafado? — Preguntó en tono de burla.
—Rápido, conéctate a internet— El normalmente tranquilo Blaize recorrió el espacio que los separaba en dos zancadas, chocó contra el escritorio y tiró los papeles por el suelo.
—Ya estoy conectado— Intrigado, Draco miró la pantalla— ¿Qué se supone que debo buscar?—
—Ve a eBay— Le pidió Blaize, con voz estrangulada—Ahora mismo, tenemos tres minutos para pujar— Le apresuro mirando el monitor.
Draco no perdió el tiempo diciendo que hacer pujas por Internet no solía formar parte de su jornada de trabajo. En lugar de eso, accedió a la página y miró a su abogado con expresión interrogante.
—Escribe "Diamante"… grandes y azules diamantes— Le ordenó.
Draco tuvo premonición, pero no, no podía ser, no podía haberlo hecho. Pero cuando la página de eBay apareció en la pantalla susurro una maldición mientras Blaize se dejaba caer en una silla.
— ¿Me he vuelto loco o el diamante azul de la familia Malfoy, el que tiene casi cien años de antigüedad, está siendo vendido por internet? — Preguntó Blaize todavía incrédulo.
Draco asintió con la cabeza.
Ver ese anillo lo hacía pensar en ella y pensar en ella desataba una reacción en cadena que lo sorprendió por su intensidad. Incluso después de tantos años de ausencia, Hermione podía hacerle eso.
—Sí, es el diamante Malfoy, ¿Seguro que es ella quien lo vende? — Preguntó en voz baja.
—Eso parece, si hubiera estado antes en el mercado nos lo habrían notificado. Tengo un equipo de gente investigando ahora mismo, pero la puja ya ha llegado al millón de dólares. ¿Por qué eBay? — Inclinándose, Blaize reunió los papeles que había dejado caer al suelo — ¿Por qué no Christie's o Sotheby's o alguna de las famosas casas de subastas?, es una decisión muy extraña—
—No es extraña— Draco sonrió con la mirada fija en la pantalla—Es justo lo que ella haría, Hermione nunca iría a Christie's o Sotheby's—
Que fuera una persona tan normal -a pesar de la fama que le había traído la guerra contra Voldemort- era algo que siempre le había parecido encantador. No era pretenciosa, un atributo raro en el mundo falso en el que vivían.
—Bueno, da igual— Blaize tiró de su corbata como si lo estuviera estrangulando —Si la puja ha llegado al millón de dólares hay muchas posibilidades de que alguien sepa que se trata del diamante Malfoy. ¡Tenemos que detenerla! ¿Por qué lo hace? ¿Por qué no lo hizo hace cuatro años? Entonces tenía razones para odiarte—
Draco se echó hacia atrás en el sillón, considerando la pregunta, y cuando habló lo hizo en voz baja —Ha visto las fotografías— Sentencio.
— ¿De Astoria y tú en el baile benéfico? ¿Crees que habrá oído rumores de que vuestra relación es seria? — Pregunto con preocupación.
Draco volvió a mirar la pantalla —Si—
El anillo lo decía todo. Su presencia en la pantalla decía: "Esto es lo que pienso de lo que hubo entre nosotros". Era el equivalente a tirar el diamante al rio, pero mucho más efectivo. Estaba vendiéndolo al mejor postor de la manera más pública posible y el mensaje era claro: "Este anillo no significa nada para mí".
"Nuestra relación no significa nada".
Estaba furiosa.
Draco se levantó de la silla abruptamente, pensando que eso dejaba claro que había hecho lo que debía. Astoria Greengrass jamás haría algo tan vulgar como vender un anillo en eBay. Era demasiado discreta y educada como para eso. Siempre impecable, era una chica callada y discreta. Y, sobre todo, no quería casarse.
Luego volvió a mirar el anillo en la pantalla. Imaginando la emoción que había detrás de esa venta. No había nada contenido. La mujer que vendía el anillo entregaba libremente sus emociones.
Recordando lo "libremente" que lo hacía, Draco tuvo que apretar los labios hasta formar una fina línea con ellos. Sería bueno romper ese último lazo entre ellos. Y aquél era el momento.
—Puja por él, Blaize— Le pidió con nerviosismo.
Su abogado y mejor amigo lo miro con cara de sorpresa.
— ¿Pujar? ¿Cómo? Hace falta tener una cuenta en eBay y no hay tiempo para eso—
—Necesitamos un universitario— Draco pulso el botón del intercomunicador— Dile a Elena que venga ahora mismo. De inmediato, sin perder un minuto—
Unos segundos después, la secretaria más joven del equipo apareció en el despacho.
— ¿Quería hablar conmigo señor Malfoy? — Pregunto la secretaria.
— ¿Tienes una cuenta en eBay? —
Sorprendida por la pregunta, la chica tragó saliva —Pues si…—
—Necesito que pujes por algo— Sin dejar de mirar la pantalla, Draco le hizo un gesto para que se acercase. Dos minutos, tenía dos minutos para pujar por el diamante, para recuperar algo que nunca debería haber dejado de ser suyo —Entra en tu cuenta y haz lo que tengas que hacer para pujar— Le ordeno a la chica.
—Ahora mismo— Nerviosa la chica se sentó en el sillón y escribió su contraseña. Pero le temblaban las manos de tal modo que la escribió mal y tuvo que volver a hacerlo.
—Tómate tu tiempo, tranquila— Draco miro a Blaize, que parecía a punto de sufrir un infarto.
Por fin, Elena escribió la contraseña indicada y sonrió, aliviada— ¿Por cuánto tengo que pujar?—
—Dos millones de dólares—
La chica dejó escapar un gemido — ¿Cuánto ha dicho? — Preguntó nuevamente nerviosa.
—Dos millones— Draco observó el reloj que llevaba la cuenta atrás. Minuto y medio, tenían minuto y medio para pujar— Hazlo ahora mismo— Ordenó con desesperación.
—Pero el límite de mi tarjeta de crédito son quinientas libras. No puedo…—
—Pero yo sí y soy yo quien va a comprarlo— Draco se dio cuenta de que la chica estaba muy pálida —No te desmayes. Si te desmayas no podrás pujar. Blaize, como director jurídico de la empresa será testigo de este acuerdo. No tendrás ningún problema, no te preocupes. Tenemos treinta segundos y esto es muy importante para mí. Hazlo, por favor—
—Sí, claro… lo siento— Con manos temblorosas, Elena escribió la cantidad en la casilla adecuada —Ahora soy… o sea, usted es quien más ha pujado— Le informo.
Draco levantó una ceja — ¿Esta hecho entonces? — Pregunto con alivio.
—Mientras nadie haga una puja más grande en el último segundo…—
Draco no quería arriesgarse, buscó la casilla de puja y escribió cuatro millones de dólares.
Cinco segundos después, el anillo era suyo y estaba sirviéndole un vaso de agua a la pobre de Elena.
—Estoy impresionado. Respondes bien bajo presión y has hecho lo que tenías que hacer. No lo olvidare Elena. Y ahora dime dónde tengo que enviar el dinero. ¿El vendedor da su nombre y su dirección? — Tenía que decidir si hacia aquello en persona o lo ponía en manos de sus abogados.
Sus abogados, le decía el sentido común. Por la misma razón por la que no había intentado encontrarla en esos cuatro años.
—Puede enviar por e-mail las preguntas que quiera— Dijo Elena, mirando el diamante en la pantalla —Es un anillo precioso, por cierto. Muy romántico— Comentó.
Draco no se molesto en desilusionarla.
¿Había sido el romántico alguna vez? Si ser romántico consistía en tener un impulsivo y vertiginoso romance con alguien, entonces sí lo era. Una vez. O tal vez "cegado por el deseo" sería una mejor manera de describirlo.
Afortunadamente había recuperado a tiempo el sentido común.
Y desde entonces había tratado las relaciones sentimentales como si fueran acuerdos comerciales justo como lo hacía en Hogwarts… como su relación con Astoria. Era mucho más sensato. No sentía el menor deseo de entenderla y Astoria no había mostrado la menor intención de entenderlo a él.
Eso era mucho mejor que una chica que se te metía en la piel y te volvía loco. Draco miró hacia la ventana mientras Blaize sacaba a Elena del despacho, prometiendo lidiar con el aspecto financiero de la transacción mas tarde.
Su amigo cerró la puerta y se volvió hacia él—Hare que transfieran el dinero y recojan el anillo—
—No— Empujado por algo que prefería no analizar, Draco metió una mano en el bolsillo de su saco —No quiero ese anillo en las manos de nadie —Iré a buscarlo yo mismo— Sentencio.
— ¿En persona? — Exclamo Blaize— No has visto a esa chica en cuatro años, porque decidiste que era mejor no volver a verla nunca. ¿Tú crees que es buena idea? — Preguntó con desconfianza.
—Yo siempre tengo buenas ideas—
Tenía que terminar con aquello para siempre, pensó mientras se dirigía a la puerta. Le daría el dinero, se llevaría el anillo y seguiría adelante con su vida como si no hubiera pasado nada.
—Respira, respira, respira. Pon la cabeza entre las rodillas… eso es. No vas a desmayarte. Muy bien, muy bien. Y ahora intenta decirme que ha pasado— Le pidió su mejor amiga mirándola con preocupación.
Hermione intento hablar, pero ningún sonido salía de su garganta y se preguntó si sería posible quedarse muda de una sorpresa.
Su amiga la miro exasperada.
—Herms, te doy treinta segundos para que me digas algo o te tiro un cubo de agua fría por la cabeza— Le amenazó.
—He vendido…—
— ¿Qué has vendido? — La animo Danielle.
—El anillo— Le dijo con voz estrangulada.
—Ah, por fin hacemos algún progreso. Has vendido un anillo. ¿Qué anillo? — Los ojos de Danielle se iluminaron de repente —Caray, ¿No habrás vendido el anillo?—
Hermione solo asintió con la cabeza, intentando respirar de nuevo.
—He vendido el anillo… en eBay— Confeso.
Se había mareado y sabía que estaría tirada en el suelo, desmayada, si no estuviera sentada.
—Muy bien, de acuerdo. Entiendo que estés nerviosa. Llevabas cuatro años llevando ese anillo al cuello… demasiado tiempo probablemente dado que el canalla que te lo regaló no se molestó en aparecer el día de la boda— Asintió Danielle —Pero por fin has visto la luz y lo has vendido, no pasa nada. No hay razón para ponerse enferma. Estás pálida como un muerto y yo no sé nada de primeros auxilios. Cerraba los ojos en las clases porque me da asco la sangre, así que no te pongas peor—
—Danielle…— Trato Hermione de hacerla callar.
— ¿Qué hago te doy una bofetada? ¿Te levanto las piernas para que te llegue la sangre a la cabeza? Dime que tengo que hacer. Sé que esto te ha traumatizado, pero han pasado cuatro años, por favor—
Hermione trago saliva apretando la mano de su amiga —Lo he vendido—
—Que sí, que sí, que has vendido el anillo, ya lo sé. Olvídate del asunto y sigue adelante con tu vida… sal por ahí y acuéstate con un extraño para celebrarlo. Tu no quieres creerlo, pero te aseguro que tu novio "el señor sangre limpia" no es el único en la tierra— Comenzó Danielle con el mismo sermón que le había dado durante cuatro años.
—Por cuatro millones de dólares— Soltó Hermione incrédula.
—O podríamos abrir una botella de champán y… ¿Qué has dicho? — Danielle se dejo caer al suelo —Por un momento, me había parecido escuchar cuatro millones de dólares—
—Cuatro millones— Repitió Hermione —Danielle, no me siento bien—
—Yo tampoco me encuentro bien, pero no podemos desmayarnos las dos. Podríamos darnos un golpe en la cabeza y encontrarían nuestros cadáveres descompuestos dentro de una semana… o no nos encontrarían nunca porque tu casa está siempre como una leonera— Dijo refiriéndose al desorden que imperaba en la casa.
Danielle sacudió la cabeza incrédula —Seguro que ni siquiera has hecho un testamento. Yo sólo tengo una bolsa llena de ropa sucia y un montón de facturas y tú tienes cuatro millones de dólares. Cuatro millones de dólares. Dios mío, nunca había tenido una amiga rica. Ahora soy yo la que necesita respirar — Tomando una bolsa de papel del suelo, sacó las dos manzanas que había dentro y metió la cara en ella, respirando ruidosamente.
Hermione se miró las manos, preguntándose se dejarían de temblar si se sentaba sobre ellas. Le temblaban desde que encendió el ordenador y vio la puja final.
—Tengo que… calmarme. Y tengo que revisar los exámenes de lengua antes de mañana— Comenzó tratando de distraerse con cualquier cosa.
Danielle se quitó la bolsa de la cara —No digas tonterías. No tendrás que volver a dar clases en toda tu vida. Puedes dedicarte a vivir como una reina a partir de ahora. Ve al colegio mañana, presenta la renuncia y vete a un spa. ¡Podrías estar diez años en un spa! — Le dijo emocionada.
—Yo no haría eso, me encanta ser profesora. Cuando llegan las vacaciones estoy deseando que terminen para volver a clase—
—Ya, ya…— Le dio la razón tratándola de loca.
—Me encantan los niños. Son lo más parecido que voy a tener a una familia nunca—Trató de convencerla con un dejo de tristeza en la voz.
—Por el amor de dios, Herms, tienes veintiséis años, no ochenta. Además, ahora eres rica, los hombres harán cola para dejarte embarazada—
Hermione hizo una mueca — Tú no sabes que el romanticismo, ¿Verdad? —
—Soy realista. Ya sé que te encantan los niños y me parece muy raro. A mí me gustaría retorcerles el pescuezo… tal vez deberías darme a mí el dinero y yo presentaré la renuncia. ¡Cuatro millones de dólares! ¿Cómo es posible que no supieras que valía tanto? — Preguntó regañándola.
—No lo pregunté. El anillo era especial porque me lo había regalado él, no por su valor material. No se me ocurrió que pudiera ser tan caro— Se excusó con un puchero.
—Tienes que ser práctica además de romántica. Puede que él fuera un canalla, pero al menos no era un tacaño— Danielle clavó los dientes en una manzana — Cuando me dijiste que te habías enamorado de él durante tus vacaciones pensé que sería camarero o algo así—
Hermione se puso colorada. No le gustaba hablar de aquello por que le recordaba lo tonta que había sido. Y lo ingenua, sobre todo si consideraba el historial de peleas e insultos que habían juntado en el colegio.
—No era camarero— Murmuró, cubriéndose la cara con las manos — No quiero ni pensar en ello. ¿Cómo pude imaginar que iba a salir bien? El era mi némesis del colegio, sangre pura, súper rica, súper sofisticada. Yo no soy súper nada— Se reprocho como muchas veces lo había hecho a través de los años.
—Sí lo eres— Objeto Danielle, siempre tan leal— Tú eres súper buena, súper inteligente, súper desordenada, súper despistada y…—
—Cállate, anda. No necesito saber las razones por las que no salió bien— Hermione se preguntaba cómo podía seguir doliéndole tanto después de cuatro años— Me gustaría encontrar una razón por la que podría haber salido bien— Se lamentó.
Danielle dio otro mordisco a la manzana, pensativa— Tienes unos súper pechos—
Hermione se cubrió el pecho con los brazos —Gracias— Murmuró, sin saber si reír o llorar.
—De nada. Bueno, ¿Y de dónde saca su dinero tu súper ex novio? —
—Tiene varias empresas—
—No me lo digas, es un súper empresario. ¿Por qué no me lo habías contado antes?— Danielle sacudió la cabeza —O sea que es millonario, ¿No?—
—La última vez que lo vi, si, lo era—
—Ah, bueno, ¿Qué importancia tienen unos cuantos millones entre amigos? Pero entonces, y no te lo tomes a mal, ¿Cómo lo conociste? Yo llevo viviendo los mismos años que tu y nunca he conocido a un millonario. Y mucho menos a un multimillonario. Podrías darme algún consejo— Le dijo con reproche.
—Lo conocía desde el colegia pero nunca nos llevamos bien. Cuando termine de estudiar leyes mágicas me fui de vacaciones a Positano, en Italia. Sin darme cuenta entré en una playa privada, pero yo no sabía que lo fuera. Me había dejado la guía en el hotel y estaba mirando aquel paisaje maravilloso, no los carteles— Hermione dejo escapar un suspiro — ¿Podemos hablar de otra cosa? Ése no es mi tema favorito de conversación—
—Sí, claro. Podemos hablar de qué vas a hacer con cuatro millones de dólares— Sugirió mordiendo nuevamente la manzana.
—No lo sé— Hermione se encogió de hombros — ¿Pagar un psiquiatra para que me cure del shock? — Trato de bromear.
— ¿Quién ha comprado el anillo? —
—No lo sé, alguien con mucho dinero evidentemente—
Danielle la miro exasperada — ¿Y cuando tienes que entregarlo? —
—Una chica me ha enviado un mensaje diciendo que vendrían a buscarlo en persona mañana. Y le he dado la dirección del colegio por si acaso eran gente rara— Hermione toco el anillo, que llevaba en una cadenita al cuello bajo la blusa.
Danielle suspiro —Nunca te lo has quitado. Incluso duermes con el puesto—
—Porque soy muy desordenada y me da miedo perderlo— Le dijo en un intento inútil de excusarse.
—Déjate de excusas. Ya sé que eres desordenada, pero llevas el anillo porque sigues enamorada de él. Has seguido enamorada de él estos cuatro años. ¿Por qué decidiste vender el anillo de repente, Herms? ¿Qué ha pasado? Esta última semana has estado muy rara—
—Vi fotografías de él con otra mujer. Rubia, delgadísima, ya sabes a qué me refiero. La clase de mujer que hace que una quiera dejar de comer para siempre… hasta que te das cuenta de que incluso dejando de comer nunca tendrías ese aspecto— Hermione suspiro— Y pensé que conservar el anillo estaba evitando que rehiciera mi vida. Es una locura, yo estoy loca— Sentenció.
—No, ya no. Por fin has recuperado la cordura— Danielle aparto el pelo de los ojos con gesto dramático —Tú sabes lo que esto significa, ¿Verdad? —
— ¿Qué tengo que olvidarme de él para siempre? —
—No, que se terminó lo de comer pasta barata. Esta noche vamos a pedir una pizza que lleve de todo y vas a pagar tú. ¡Yupi! — Exclamó su amiga, levantando el teléfono — ¡Vamos a darnos la gran vida! — Celebró tratando de alegrar un poco a Hermione.
Draco Malfoy bajó del Ferrari y miró el viejo edificio de estilo victoriano: una escuela de primaria en Hampton Park.
Por supuesto, Hermione trabajaba con niños. Era lo más lógico.
Fue el día que leyó en la prensa que pensaba tener cuatro hijos cuando la dejó plantada.
Draco miró el edificio. La verja estaba rota por varios sitios y unos plásticos cubrían gran parte del tejado, presumiblemente para evitar las goteras.
En ese momento sonó una campanita y, un segundo después un montón de niños salieron empujándose unos a otros. Una joven los seguía, contestando preguntas, intentando contener discusiones y, en general, controlando el caos. Llevaba una falda negra, zapatos planos y una blusa color claro. Draco no la miro dos veces, estaba demasiado ocupado buscando a Hermione.
De nuevo, estudió el viejo edificio, pensando que debía haberse equivocado. ¿Por qué iba Hermione a enterrarse en aquel sitio?
Estaba a punto de volver al coche, pensando que le habían dado una dirección errónea, cuando oyó una risa que le resultaba muy familiar. Y, de repente, se encontró mirando de nuevo a la joven profesora de falda negra y zapatos planos.
No se parecía a la alegre joven de la cual se había enamorado en la playa de Positano y estaba a punto de darse la vuelta cuando ella giró la cabeza. Llevaba el pelo firmemente sujeto con un prendedor, pero era del mismo tono castaño…
Draco arrugó el ceño, quitándole mentalmente esa ropa tan aburrida para ver a la mujer que había debajo.
La joven sonrió entonces y Draco se quedó sin respiración por que era imposible no reconocer esa sonrisa. Una sonrisa amplia, generosa, auténtica.
Sin pensar, bajó la mirada hasta sus piernas… sí, eran las mismas piernas, largas y preciosas. Unas piernas hechas para que un hombre perdiese la cabeza.
Unas piernas que una vez se habían enredado en su cintura…
Los gritos de los niños interrumpieron sus pensamientos. Un grupo de chicos había visto el Ferrari y, de inmediato, Draco lamentó no haber aparcado más lejos.
Los niños corrían por el patio para acercarse a la verja que separaba el colegio del mundo y él los miró como otro hombre miraría a un animal peligroso.
— ¡Menudo cochazo! — Dijo uno de los niños.
— ¿Es un Porsche? Mi padre dice que el mejor coche del mundo es un Porsche— Otra voz chillona resalto del montón.
—Cuando sea mayor voy a tener uno como ése— Presumió uno de los chicos que estaban al fondo.
Draco no sabía qué decir, de modo que se quedó callado. Pero enseguida vio que Hermione giraba la cabeza. Por supuesto, ella se daría cuenta rápidamente de que alguna de sus ovejitas había escapado del rebaño, Hermione era ese tipo de persona. Era desordenada, ruidosa y cariñosa. Y no se habría quedado callada si unos niños se dirigían a ella.
Draco vio que estaba pálida, el tono de su piel destacaba el tono miel de sus ojos.
Evidentemente no conocía a mucha gente que condujera un Ferrari. Y el hecho de que le sorprendiera verlo aumentó su furia.
¿Qué había esperado, que se quedara de brazos cruzados mientras ella vendía el anillo, el anillo que él había puesto en su dedo, al mejor postor?
Desde el otro lado del patio sus ojos se encontraron.
El sol apareció por detrás de una nube, dándole reflejos dorados a su pelo. Le recordaba a aquella tarde en la Playa de Positano. Entonces Hermione llevaba un minúsculo bikini de color negro y una sonrisa avergonzada…
Pero no quería pensar en eso, de modo que volvió al presente.
— ¡Chicos! — Su voz era suave— No se suban a la verja, ya saben que es peligroso— Les regaño con tono dulce.
Draco se sintió absurdamente decepcionado. Cuatro años antes, Hermione hubiera salido corriendo por el patio con el entusiasmo de un cachorro para echarse en sus brazos.
Y que estuviera mirándolo como si hubiera escapado de una reserva de tigres lo ponía aún más tenso.
Draco miró al niño más cercano, la necesidad de información desato su lengua — ¿Es su profesora? —
—Sí, es nuestra profesora— A pesar de la advertencia el chico puso una rodilla en la pared e intentó apoyarse en la verja —No parece muy estricta, pero su haces algo malo… ¡zas! —
— ¿Les pega? —
— ¿Qué? — El chico soltó una carcajada —La señorita Granger no mataría una mosca. Las atrapa con un vaso para sacarlas de la clase. Ni siquiera nos grita— La defendió.
—Pero ese zas…—
—La señorita Granger te aplasta con una sola mirada— El niño se encogió de hombros —Te hace sentir mal si has hecho algo malo, como si la hubieras decepcionado. Pero nunca le haría daño a nadie. No es nada violenta—
La señorita Granger. De modo que no se había casado. Y no había tenido los cuatro hijos que quería tener.
Solo ahora que la pregunta estaba contestada reconoció que había pensado en esa posibilidad.
Hermione cruzó el patio como si una cuerda invisible tirase de ella. Era evidente que, si tuviera oportunidad, saldría corriendo en dirección contraria.
—Freddie, Colín, Kile aléjense de la verja— Les ordenó.
Los tres chicos empezaron a hablar a la vez y Draco notó que Hermione les contestaba uno a uno en lugar de mandarlos callar como harían la mayoría de los adultos.
Y era evidente que los niños la adoraban.
— ¿Ha visto el coche, señorita Granger? Yo sólo lo había visto en las revistas—
—Solo es un coche, cuatro ruedas y un motor— Hermione se volvió por fin hacia él — ¿Querías algo? —
Nunca había sido capaz de esconder sus sentimientos, pensó Draco. Estaba horrorizada de verlo y eso lo sacaba de quicio.
— ¿Te sientes culpable cariño?— Pronuncio lo ultimo con cierta burla.
Hermione se estremeció ante el apelativo que solía utilizar para referirse a ella — ¿Culpable? —
—No pareces contenta de verme y me pregunto por qué—
Dos manchas rojas aparecieron en sus mejillas y, de repente, sus ojos se volvieron sospechosamente brillantes.
—No tengo nada que decirte y no sé por qué debería alegrarme de verte—
Draco se había olvidado del anillo y estaba pensando en otra cosa completamente diferente. Algo peligroso, ardiente y primitivo que sólo le ocurría cuando estaba con ella.
Cuando sus ojos se encontraron, supo que Hermione estaba pensando en lo mismo. Pero enseguida apartó la mirada, sus mejillas ardiendo. Lo trataba como si no supiera por qué estaba allí, como si no se conocieran íntimamente. Como si no hubiera un centímetro de su cuerpo que él no hubiese besado.
— ¿Es su novio señorita? — Preguntó uno de los niños.
—Freddie Harrison, ésa es una pregunta muy inapropiada— Hermione empujó suavemente a los niños hacia el patio —Se llama Draco Malfoy y no es mi novio, solo es una persona a la que conocí hace mucho tiempo—
— ¿Un amigo señorita? —
—Si… bueno un amigo— Contestó dudosa.
— ¡La señorita Granger tiene novio, la señorita Granger tiene novio! — Empezaron a canturrear los chicos.
—Amigo y novio son dos cosas muy diferentes, Freddie— Le regaño Hermione.
—Si es un novio se acuestan juntos, tonto— Dijo otro de los chicos.
—Señorita, Colín me ha dicho una palabrota y me ha llamado tonto. ¡Y usted dice que no se puede llamar tonto a nadie! —
Hermione lidió con el asunto con una gran habilidad, enviándolos de vuelta al patio antes de volverse hacia Draco, mirando un momento por encima de su hombro para comprobar que no la escuchaba nadie.
—No puedo creer que hayas tenido la cara de volver después de cuatro años— Le espetó temblando — ¿Cómo puedes ser tan insensible? Si no fuera porque los niños están mirando te daría un puñetazo. Pero seguramente ésa es la razón por la que has venido aquí en lugar de intentar verme en privado: te asusta lo que pueda llegar a hacerte, no te preocupes no llevo mi varita conmigo ¿Qué haces aquí? —
—Tú sabes por qué estoy aquí. Además tú nunca le harías daño a nadie, no te hagas la dura—
Era una de las cosas que lo había atraído de ella. Su dulzura había sido el antídoto al implacable mundo de los negocios en el que vivía.
—Hay una primera vez para todo, además estas olvidando el golpe que te di en tercero— Hermione se llevo una mano al pecho, como si quisiera comprobar que su corazón seguía latiendo— Di lo que tengas que decir y vete—
Distraído por la presión de sus pechos contra la sencilla blusa, Draco frunció el ceño, la llevaba abrochada hasta el cuello como una profesora victoriana. No había nada, absolutamente nada en su atuendo que pudiera explicar la volcánica respuesta en su libido.
Furioso consigo mismo y con ella, su tono fue más brusco de lo que pretendía —No juegues conmigo porque los dos sabemos que no puedes ganar. Te comería como desayuno—
Fue una analogía inapropiada y en cuanto hubo dicho la frase en su mente apareció una imagen de ella desnuda sobre su cama, el desayuno olvidado… Y el color de sus mejillas le dijo que Hermione estaba recordando la misma escena.
—Tú no tomas desayuno— Dijo con voz ronca —Solo tomas ese café italiano tan fuerte. Y no estoy jugando contigo. Tú no juegas con las mismas reglas que el resto del mundo. Tú… tú eres un canalla—
Draco la miró a los ojos y se dio cuenta de que estaba diciendo la verdad, no sabía por qué estaba allí. No sabía que era él quien había comprado el anillo. Pasándose una mano por el pelo, murmuro una maldición.
Eso era lo que pasaba cuando olvidaba que Hermione Granger no pensaba como el resto de la gente. Su habilidad para pensar más rápido que los demás, para adelantarse e imaginar segundas intenciones le había ayudado mucho en su negocio, pero con Hermione era una habilidad que nunca le sirvió de nada. Ella no pensaba como otras mujeres y siempre lo sorprendía, como estaba sorprendiéndolo en aquel momento.
Pero al ver que tenía los ojos empañados contuvo el aliento. No había vendido el anillo para enviarle un mensaje, lo había vendido porque él le había hecho daño.
En ese momento, Draco supo que había cometido un grave error. No debería haber ido allí en persona. No había sido fácil para él y no era justo para ella.
—Tienes cuatro millones de dólares en tu cuenta corriente— Le dijo para terminar con aquello lo antes posible. Y de inmediato vio un brillo de sorpresa y entendimiento en sus ojos miel —He venido a buscar mi anillo—
