Harry Potter le pertenece a J. K. Rowling.
Este fic participa en el reto "Amorentia al azar" del foro La Sala de los Menesteres
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Long Kiss GoodBye.
~Un Largo Beso de Despedida~
Tópicos.
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En la mansión de los Malfoy el único heredero de esta familia se encuentra completamente frustrado y con ganas de hechizar a la primera persona que se le cruzara por su condenado camino, hace dos años que fue su juicio del que no pasó a mayores y todo por la sorprendente intervención de Luna Lovegood, quien acotó en su momento que todos merecemos una segunda oportunidad entre otras peroratas que no escuchó por el shock; lo habría esperado de Potty ¡hasta de la sangre sucia Granger! Pero no de la Lunática; el tiempo transcurrió y, por insistencia de su madre se digno a estar con Luna, más que todo porque Narcissa dijo: "Te salvo de una buena condena, hijo, lo menos que puedes hacer es agradecerle y estar con ella". No quiso pero igualmente lo hizo.
Con el pasar del tiempo descubrió el por qué de su apodo; ¡la chica está loca! Sin embargo, y no es porque lo admita, averiguó que es agradable a su demente manera... hasta cierto punto linda, esto cuando está con los pies en la tierra y no en algún mundo que nadie conoce. Le parece simpática, más que cualquier sangre pura de Slytherin... bueno, no entra Astoria en esa categoría al igual que Pansy, será molesta pero no tanto como las demás.
Piensa que su presencia amena y por esa misma razón la invitó a llegar a su mansión mientras sus padres estaban de viaje a no-sabía-que-parte-del-globo-terráqueo, no es como si le importara y la verdad es que compartir su valioso tiempo con Lovegood es más entretenido; en el sentido que tiene más variedad de la que hablar al contrario de algunos de sus amigos, quienes tienen algún tipo de conversación predilecta. Lo que considera aburrido en determinadas ocasiones.
—¿Qué me pondré? —pregunta Malfoy viendo todas las ropas casuales que tienen, eso sí, no le quita lo elegante. Segundos después reacciona y grita—: ¡A mi que me importa eso! —Se sienta en la silla de su cama, esperando a encontrar la resolución a la patética, según él, inquisición.
Una hora después llega Lunática con un traje más casual y extravagante que nunca antes usó: un vestido largo hasta dos dedos arriba de su rodilla, con estampado de unicornios y de color verde musgo en conjunto con unas zapatillas blancas. Combina, no; pero es muy ella y, por cuestión de caballero además de saber que no lograra hastiar su temperamento, no dice nada. Él optó por ponerse algo más Draco, es decir, ropa del mundo mágico: una camiseta negra con un pantalón verde esmeralda y unos zapatos a juego con la camisa. Ni muy elegante ni muy casual.
—Adelante, Lunática. —Abre la puerta de su recamara y la chica pasa.
Lovegood desde la primera vez que vio a Draco después de la sesión en el Ministerio de Magia supo donde vivía el Slytherin, cortesía Narcissa que le dio la dirección para que llegara y así ésta, Lady Malfoy, agradecerle lo que hizo por su retoño.
La fémina al caminar a la par de Malfoy junior hizo que éste captara un olor a ¿orégano? Raro perfume, pensó.
—¿Para qué me citaste? —inquiere Lunática mirándolo inquisitiva, las dudas a ella le encanta resolver. Por muy ridículas que fueran.
El rubio coge una silla y se sienta en ella, dice tranquilo—: Habrá una fiesta en la Mansión de los Nott, se mi pareja.
La Ravenclaw alza una ceja, sonríe soñadora y acota—: Papá siempre me ha dicho que un chico le pregunta a una chica si quiere tener una cita, no se lo ordena.
¿Qué? ¿Una cita... con ella? ¡Nunca en su vida! Solamente será su compañera, su invitada... eso no quiere decir que es su cita, es ofensivo y grotesco que esa lo sea; ni en sus sueños.
—Simplemente me acompañarás y ya, Lunática. No he dicho que eres mi cita —expresa cruzándose de brazos y oteando a la rubia con mucha frialdad.
—De acuerdo, lo haré. Sin embargo quisiera saber qué te pondrás.
—¿Para?
—¡Obvio Draco! Para saber qué me pondré.
Un tic en el ojo del Slytherin— No me digas Draco.
—¡Okey! —Se para inmediatamente yéndose a los monumentales armarios del cuarto de Draco.
Un segundo tic aparece en la cien de Malfoy.
—¿Qué crees que haces?
—Buscando la ropa que te quedara perfecto —responde ignorando el veneno en la voz del chico; abre el objeto y se dispone a mirarlo escrupulosa.
Treinta minutos bastan para acabar con la paciencia de Malfoy, quien empuja a la fémina y la manda a la cama; busca su propio traje creyendo que no se tardará tanto como las chicas. Ah, chicas y su manía con tardarse un mundo.
—A la próxima me pides que me quite, ¿de acuerdo? —Luna ve al rubio mirar con una mano en el mentón el montón de ropa que había sacado hace media hora; voltea al armario y la mirada se mantiene, cree ferviente que se incrementa considerablemente.
Primero el blondo ve y toma en sus manos una camisa blanca, frunce el ceño y la avienta a la pila de ropa; coge un pantalón marrón, segundos transcurren para que vuele a la pila... así y así por unos largos cuarenta y cinco minutos. Lovegood ojea divertida la escena, no es algo de todos los días ver a Malfoy en ese plante.
—En la vida siempre han existido los tópicos: las niñas se visten de rosa, los niños de azul. La sangre de unicornio en mortífera, los malos son de Slytherin y los héroes de Gryffindor; las veelas son objeto sexual y las chicas se tardan bastante en escoger la ropa —decía Lunática enfocándose en el decorado de la habitación; Malfoy la ignora brutalmente—... he descubierto la excepción a la última: eres tú quién se tarda un mundo para vestirse. —Desde que acabó la guerra la Ravenclaw maduró, lo suficiente para no mencionar a las criaturas que sólo ella ve en sus conversaciones.
Tres segundos le bastan a Draco para procesar la información.
—¿Me has dicho "mujer"? —consulta indignado. Que se preocupe por su apariencia no, jamás, quiere decir que sea niña; ¡qué horror!
—No.
—Pero lo pensaste —acusa caminando hacia la señorita.
—Draco, no es culpa mía que te confundas —declara una descarada Lovegood, aunque no lo haya notado.
—¡¿Qué cosa!? —chilla, ahora sí, con ganas de cruciarla.
No lo hace porque recuerda que eso lo condenaría a Azkaban.
Para calmarse vuelve a la exhaustiva búsqueda y Luna ladea la cabeza oteando, sin mencionar sabiendo, que la pila pronto irá en aumento.
