—¿Harás una fiesta en tu casa, no es así?
—No, claro que no.
—Yo creo que no porque es una miedosa, ¿que opinan?
—Eso no es cierto, solo...
—¿Vas a llorar? Oh, chicos, va a llorar.
—¡No voy a llorar!
—Siempre supimos que eras una niñita.
—¡Que no lo soy! ¡Cállense!
—Wow, se esta poniendo agresiva…
—¡Lo voy a mostrar!
—¿Ah, si? ¿Y como lo harás?
—Yo...Yo...
El tablero cayó al suelo con un golpe sordo. Prendió la última vela y apagó el fósforo con un leve soplido. Había dicho que lo haría y lo iba a cumplir. Aquella noche, para demostrarles a todos que no era una niña, que podía hacer cosas y errores por si sola, para que la dejaran de molestar e insultar.
Aquel día iba a jugar a la ouija.
La habia comprado hace unos días en eBay con su tarjeta infantil del banco. Era barata y el dueño se iba a deshacer de ella a toda costa, así que decidió comprarla. Tenia varias letras borradas o ilegibles, además de ciertas partes rotas y con marcas de manchas borradas de mala manera, anteriormente de un color rojo, espeso, que no se habia quitado fácilmente.
Tal vez salsa, le rondó por la mente, sin querer pensar algo peor.
Había remarcado cuidadosamente las letras en donde creía, era el orden correcto. Compró un pequeño vidrio de forma circular, para que el supuesto espíritu pudiera deletrear las palabras y ella pudiera verlas. Tenía libreta y pluma al lado del tablero, para anotar las letras y números que señalaba el fantasma y así poder entenderla al final, pues era realmente mala recordando.
Se habia asegurado por parte de sus padres que no volverían de su viaje hasta dentro de una semana. Ellos le habían asegurado que así seria, y que ademas, todo iba de maravilla. Lo único que le llegaba a preocupar de interrupciones era la señora Jones, que habia sido encargada de dar un vistazo de vez en cuando para ver si ella estaba bien, pero sabia que habia ido a jugar cartas, así que volvería dentro de unas horas, cuando el ritual estuviera finalizado.
Una vez observo que todo estuviera en orden, pensó que ya era hora. Había buscado unos cuantos tutoriales en Internet, y como habia visto en las mayoría de los casos, necesitaba decir unas cuantas palabras para que el espíritu apareciera.
El único requisito que solicitaban sus agresores era algo fácil y sencillo; que el espíritu tomará una pluma y escribiera su nombre. No estaba segura si el espíritu podía tomar su pluma, pero sí podía mover un vidrio, ¿por que no escribir un nombre?
Tomó su libreta, tan pequeña que podía transportar a todas partes, y movió las páginas de manera rápida. Buscaba sus anotaciones del día anterior, que le advertían sobre ciertas cosas del conjuro y, principalmente, como hacerlo. Recordó que al escribirlo un escalofrío le recorrió todo el cuerpo, y ahora que lo miraba de nuevo, de igual manera. Suspiro, se colocó frente a el tablero y comenzó a recitar las palabras para que el espíritu aparece.
—Autem, invocato —Dijo en voz alta. Pensó que tal vez estaría en ingles[*] pero era en realidad era latín. —Alma nec invenit requiem, et stetit in conspectu meo, alma ostende te debemus!
El fuego de las velas alrededor se sacudían con una ráfaga de viento, que de igual forma, movía su cabello de manera furiosa. Intento evitar aquel pensamiento; estaba completamente segura de que habia cerrado cada puerta, cortina y ventana, ademas de que hace unos minutos estaba soleado y el viento era similar al de una tormenta.
—¡Alma ostende de debemus, alma ostende de debemus, alma ostende de debemus!
Había leído que si aun no aparecía el espíritu para entonces, dijera las últimas palabras varias veces. Y aquello pareció funcionar, al decirla por cuarta vez, todo se detuvo. El viento había dejado de molestar a las velas y su pelo despeinado le habia caído en su espalda. Miro alrededor; no había ningún cambio.
Extrañada, pensó que lo mejor sería comprobar.
—¿Estas...aquí? —Pregunto, viendo directamente al tablero. Pensó que nada iba a ocurrir, que el viento solo fue una pequeña ilusión, que se habia vuelto loca por pensar que algún espíritu le respondería o que siquiera eran reales. Pero, en unos segundos, el espejo se estaba moviendo y ella empezó a escribir las palabras que deletreaba.
"Hola" Había contestado.
Tragó saliva, ahora era hora de las preguntas.
—¿Realmente eres un espíritu? —Preguntó, mientras su mente le pedía que escapara, pero su cuerpo solo se acercaba más al tablero para poder ver su respuesta.
"Si" Le habia contestado moviendo el vidrio con delicadeza.
—¿C-Cuál es tu nombre? —Tartamudeo del miedo, pero, ¿quien no lo haría? Estaba hablando con un fantasma de verdad.
"William." Le contestaba directo, y después, solo dejaba el vidrio a un lado, esperando su respuesta, o tal vez, su reacción.
—William...bien...—No se le ocurría que mas preguntar. Pasó un rato mirando el tablero y su alrededor, pensando en lo que le podría preguntar, y si tal vez seria estúpido preguntarlo, y al parecer, el chico se aburrió y comenzó a mover el vidrio nuevamente.
"¿Ninguna pregunta?"
Se sentó delante del tablero y miro el vidrio, algo nerviosa.
—Bueno, no lo se, nunca he hecho esto antes...—Soltó un leve quejido. Estaba hablando con un fantasma y se veía mas patética que nunca, ¿que le ocurría? Se tapó la cara con sus manos, mientras soltaba leves gemidos.
"¿Algo mal?" Pudo ver por el rabillo del ojo que preguntaba William.
—No…¿Cuanto tiempo normalmente dura esto? —Preguntó, mientras volvía a ver la pagina en donde tenía sus notas.
"Eso depende…¿Quisieras que te muestre algo?" Asintió levemente con la cabeza. Descubrió que William si la podía ver, porque reaccionó de nuevo, moviendo el pedazo de vidrio.
"Muy bien. Primero voy a hacer yo algunas preguntas." Levanto levemente las cejas, se le hizo algo raro, por supuesto, pero luego pensó que William tenía tanto derecho de hacer preguntas como ella.
—Las que quieras. —Le aseguro, aun con las notas en la mano, pero ignorándolas.
"¿Cual es tu nombre?" Una pregunta fácil y sencilla, como la que habia hecho ella.
—Caitlyn. —Le contesto con una sonrisa. Se había tranquilizado. No parecía que quisiera hacerle daño, ni que tampoco fuera maligno. Tal vez incluso compartieran edad, o fuera algo mayor.
"Bonito nombre." Respondió. Sus respuestas ahora eran más largas y menos directas. Parecía que él también estuviera agarrando confianza. "¿Por qué me invocaste?"
Se movió, ahora incomoda. Sabia que seria bueno decirle la verdad, después de todo, una de las advertencias que habia escrito era no enojar al espíritu. Respondió con un susurro.
—Unos...unos chicos me retaron. —Quiso bajar la mirada, pero sabia que así no podría ver su respuesta. Tardó varios segundos en reaccionar, ¿tal vez lo pensaba? ¿Tal vez se ofendía? No lo podía saber, y seguramente jamás lo sabría. Contesto de nuevo, ahora con movimientos más rápidos.
"Tráeme un espejo." Ordenó, evadiendo su respuesta.
Ella obedeció sin pensarlo mucho, se levantó y, sabiendo que en su casa hay demasiados espejos, pues hay más de uno en cada habitación y baño, tomó el espejo de mano más cercano y corrió de nuevo hacia el tablero. De inmediato, el vidrio se empezó a mover.
"Colócalo en el tablero." Obedeció y lo colocó justo en el centro.
Las luces comenzaron a jugar, apagándose y prendiéndose de manera constante. El espejo comenzaba a lanzar leves rayos que se sostenían un segundo y caían, Caitlyn comenzó a soltar leves gritos, sin ser consciente del error que habia hecho.
La luz se fue, las cortinas no dejaban pasar ninguna luz del exterior.
[*] Caitlyn es estadounidense.
