NA: A ver, no os hagáis las sorprendidas que ya pregunté en mi página de Facebook qué queríais para Navidades y la mayoría dijisteis que una versión navideña de Trato Hecho. Pues aquí la tenéis :D

A tener en cuenta:

—Serán dos capítulos.
—Sigue la trama de Trato Hecho, es decir, podría haber incluido estos capítulos en esa historia. Si están de manera independiente es solo porque los he escrito exclusivamente como regalo de Navidad para vosotros.
—He escrito el primer cap en los pocos ratitos que he tenido libre en estos dos días, así que si no es perfecto ya sabéis por qué xD
—Intentaré escribir y subir el segundo lo antes posible, lo prometo.

¡FELIZ NAVIDAD MIS AMORES! GRACIAS POR TANTO (emoji enamorado) (emoji de corazón)


Un trato navideño


Draco iba de un lado a otro de la plaza, impaciente, con las manos metidas en los bolsillos de su túnica mientras lo esperaba. Diablos, ¿por qué estaba tardando tanto? ¿Es que acaso quería darle el tiempo suficiente como para arrepentirse? Porque si seguía dándole vueltas a todo en su cabeza definitivamente terminaría encontrando razones más que suficientes como para abandonar aquella idea y desaparecerse.

Le dio una patada a una piedra que encontró en el camino sin ser realmente consciente de ello. De lo que sí estaba completamente seguro era de que se estaba empezado a enfadar, lo cual trajo consigo una pregunta bastante seria: ¿Cómo haría que funcionara si ni siquiera había aparecido todavía y ya quería matarlo?

Pocos minutos después, y tras un débil chasquido, Harry Potter apareció a su lado de la nada.

—Llegas tarde —le recriminó Draco de mala gana.

—Lo sé —respondió él—. Estaba con Pansy, he tenido que mentirle para poder venir.

—¿Le has… mentido?

—Sí, le he dicho que había quedado con Ron para jugar al ajedrez mágico.

—¿Y se lo ha creído? —inquirió el rubio, arqueando una ceja con recelo.

—Creo que no. De hecho, sospecho que se ha molestado.

Draco soltó una carcajada tan sonora que hizo que una paloma cercana que picoteaba algo en el suelo alzara el vuelo en ese instante.

—¿En qué momento pensaste que podrías engañar a un Slytherin con semejante pretexto? Deberías haber sido un poco más astuto, Potter, haberte creado una coartada un poco más creíble.

—¿Y qué otra excusa querías que le pusiera para poder venir a solas? —Harry parecía realmente molesto con el chico, que no hacía más que reírse en su cara—. Es más, ni siquiera sé por qué he accedido a quedar contigo. ¿Qué diablos quieres, Malfoy? Y sé breve, no tengo todo el día.

—Bueno Potter, relájate. Seguro que te gusta lo que te voy a proponer —Draco observó al Gryffindor con una sonrisa de oreja a oreja. Sabía que su presencia era el motivo que lo mantenía así de tenso y eso le encantaba. Incluso había conseguido que se olvidara por completo del evidente retraso por su parte—. Quedan dos días para Navidad, así que he decidido que voy a ayudarte a conseguirle un regalo a Pansy.

Pasaron unos pocos segundos hasta que Harry procesó aquella información en su cerebro, después fue su turno para desternillarse.

—¿Que has decidido ayudarme? Ya claro, ¿y qué quieres a cambio? —preguntó a la vez que se secaba una pequeña lágrima que había escapado de sus ojos debido al ataque de risa.

—¿Te ríes, Potter? Seguro que no te hace tanta gracia la desilusión de mi amiga cuando vea que su novio no ha sido capaz de comprarle nada decente en una fecha tan señalada como la Navidad —con aquellas palabras había conseguido que desapareciera todo rastro de diversión en el rostro de Potter, quien ahora parecía fijar toda su atención en lo que tuviera que decirle—. Pero tienes razón en una cosa, quiero algo a cambio. Es la primera vez en toda mi vida que una chica me hace sentir de la forma en que lo hace Hermione. Ya sé que no te agrada la idea de que esté con ella, y aunque no te negaré que me complace tu irritación al respecto, necesito que me ayudes a encontrar el regalo perfecto para ella. Lo he estado pensando y mucho me temo que ella no aceptará nada de todo lo que le quiero ofrecer. Tú la conoces mejor que yo en ese sentido… y no hay nada que yo no sepa sobre Pansy.

—¿Me estás proponiendo una tregua para ayudarnos a encontrarle el regalo perfecto a la novia del otro? —preguntó Harry con desconfianza.

—Yo lo llamaría un trato navideño. Lo tomas o lo dejas, Potter.

—No es que la idea de hacer un trato contigo sea demasiado excitante.

—¿Y crees que yo recurro a ti por gusto? —se burló Draco—. Si lo hago es porque sé que me conviene. Nadie tiene más orgullo que los Slytherins, pero al menos nosotros sabemos cuándo ceder para conseguir lo que queremos.

Los chicos se miraron intensamente a los ojos durante un momento. Harry parecía tener un debate interno consigo mismo, como si intentara poner en una balanza los pros y los contras de lo que Malfoy le estaba proponiendo. Después de un incómodo y larguísimo silencio, Harry decidió que complacer a Pansy era más importante que su rivalidad con aquel chico. Y al fin y al cabo, él tampoco tenía ni idea de qué regalarle a su novia por Navidad.

—Está bien, pensaré en algo para Hermione.

—Pues piensa rápido, porque no tenemos mucho tiempo y no quiero alargar esto hasta el último momento. Te veo aquí mañana a la misma hora. Y procura no tardar tanto esta vez —le amenazó, desapareciéndose justo después y dejándolo solo.


Había empezado a oscurecer cuando Pansy volvió a la habitación de Harry, teniendo la brillante habilidad de aparecerse sentada en el sillón que había junto a la ventana. Consciente de que el chico se había percatado de su presencia casi al instante, cruzó las piernas con elegancia y se acomodó mientras lo miraba por encima de sus largas pestañas.

—Oh, hola —saludó Harry—. ¿Dónde has estado? Dijiste que vendrías a merendar.

—Y tú que irías a jugar al ajedrez mágico —atacó ella sin necesidad de sonar demasiado agresiva—. Está bien que quieras tener tu tiempo a solas, pero no vuelvas a mentirme.

—Yo no… —el chico se detuvo al apreciar el ceño fruncido de su novia. Por la seguridad con la que hablaba podía intuir que sabía que no había estado con Ron aquella mañana, así que era mejor dejarlo pasar a preguntarle cómo lo había descubierto—. ¿Qué has estado haciendo?

—He ido a casa de Snape —confesó mientras se ponía un mechón de pelo tras la oreja—. Ya que no voy a pasar las Navidades con él me parecía buena idea pasarme por allí para echar un rato juntos.

—¿Y ha ido bien?

—No ha ido mal.

Harry se acercó lentamente. No le gustaba nada el tono tan cortante que había adquirido su voz de un momento a otro. Al llegar frente a ella puso una rodilla en el suelo y le tomó la mano con delicadeza.

—¿Te has enfadado conmigo? —preguntó con cautela. Ella ni siquiera lo miró a los ojos al responder.

—Tal vez.

—¿Por qué?

Pansy clavó la mirada en sus manos entrelazadas en su regazo, luego suspiró disimuladamente y se mordió un labio.

—Te lo he entregado todo, hasta mis debilidades. Que me mientas solo significa que aun así no confías en mí.

Harry se levantó del suelo y tiró de ella para que también se pusiera de pie. Acercó los labios a los suyos y le dio un suave y delicado beso, luego la rodeó con sus brazos y la estrechó tan fuerte que se quedó sin respiración unos segundos.

—Siento no saber mentir mejor —se disculpó—. ¿Quieres saber dónde he estado?

Pansy, quien había hundido el rostro en su pecho, levantó la cabeza para mirarlo.

—¿Me lo dirías?

—Claro que sí.

La chica se quedó pensativa un momento, pero luego añadió:

—Entonces no, no quiero saberlo… pero no me mientas más. Todas las personas a las que he querido me han engañado de una u otra manera, no quiero sentir que tú también me traicionas.

Después de eso, Harry volvió a estrecharla un poco más fuerte. Sí, había hecho bien aceptando el trato con Malfoy. La quería, la quería más de lo que alguna vez hubiera imaginado querer a alguien… y después de todo por lo que había pasado en los últimos meses, ella se merecía lo mejor que pudiera ofrecerle aquellas Navidades, aunque eso supusiera que tuviera que hacer un pacto con el diablo.


Draco había conseguido convencer a Hermione de ir a cenar a uno de los restaurantes más caros de Londres, así que después de deleitarse con aquella exquisita comida y saborear el vino en su paladar, pagaron y dieron un paseo por la ciudad. No era una casualidad que la presencia de Hermione hubiera hecho de aquella una de las veladas más bonitas de toda su vida.

Las estrellas los acompañaban, brillando sobre sus cabezas mientras caminaban en dirección a Trafalgar Square.

—¿Sabes una cosa? —dijo él—. A pesar del ruido, de las multitudes y de los coches… creo que el mundo muggle no está tan mal.

Hermione se colocó mejor el bolso en el hombro y lo miró con alegría.

—Nunca creí que te escucharía decir eso.

—Yo tampoco creí que algún día lo diría, pero… es que me parece maravilloso.

—¿Qué te parece maravilloso?

Draco enlazó los dedos con los de ella, alzando su mano y llevándosela a los labios para besar el dorso.

—Poder hacer esto sin preocupaciones.

Hermione se había quedado tan embelesada admirando su perfecto rostro que tuvo que sacudir la cabeza para volver a la realidad. Había veces en las que ni ella misma podía creerse que aquel hombre fuera suyo, y aunque sabía que en un primer momento se había enamorado del chico más rudo y egocéntrico de Slytherin, le había encantado descubrir la faceta más dulce y romántica que guardaba bajo su apariencia de chico malo. Sin poder evitarlo, Hermione se encontró pegando el cuerpo con el suyo y rodeando su cuello con los brazos.

—¿Así que te gusta poder hacer esto en plena calle? —dijo ella, poniéndose de puntillas y rozando la nariz con la suya de manera divertida.

—Es un privilegio —respondió él—. Que no nos miren ni nos señalen, que pasemos desapercibidos entre la gente…

Hermione sonrió y le dio un beso en la comisura de los labios.

—¿Recuerdas que en un par de días lo haremos oficial para la comunidad mágica?

—Sí, pero siempre podemos venir aquí cuando no queramos miradas indiscretas.

—¿Cómo crees que se lo tomarán?

—¿La gente?

—Los Weasley.

Draco se encogió de hombros mientras llegaban a la plaza. Un enorme abeto lleno de luces que parpadeaban le daba al lugar un ambiente navideño realmente hermoso.

—Supongo que quien peor lo llevará será tu amiguito del alma.

—¿Ronald? ¿Por qué?

Draco rodó los ojos, como si aquello fuera lo más obvio del universo.

—Por favor, está loco por tus huesos.

—No es verdad.

—Claro que sí —la interrumpió—. Fíjate en la cara de tonto que se le va a quedar cuando te vea aparecer conmigo, entonces me darás la razón.

—Nosotros solo somos amigos —se quejó ella.

—Y por la integridad física de la comadreja, espero que así siga siendo… pero eso no quita que no esté enamorado de ti.

—No digas tonterías.

Hermione no tuvo tiempo de terminar su frase. Draco la había arrastrado a un soportal oscuro y solitario donde la había acorralado sin previo aviso. De repente se veía atrapada entre él y la esquina de aquella pared.

—No son tonterías, amor —susurró Draco, hundiendo el rostro en su cuello—. Te garantizo que ese amigo tuyo daría lo que fuera por estar en mi posición ahora mismo… por poder besarte así —dijo mientras dejaba un camino de besos que iba desde su cuello hasta sus labios—. Poder tocarte así —prosiguió, esta vez metiendo una mano bajo la falda de la chica, deslizando los dedos por su pierna y presionándolos cerca de su zona íntima—. Poder tomarte como lo hago yo…

Hermione suspiró de placer contenido. Era la primera vez que se atrevía a llegar tan lejos estando en la calle, cosa que, curiosamente, la excitaba bastante. Sintió unos traviesos dedos separar la tela de sus braguitas y estimular su clítoris antes de introducirse por completo en su interior. Si se paraba a pensarlo todavía podía escuchar a la gente yendo y viniendo a pocos metros de allí. ¿Se habían vuelto locos? ¿Por qué no podían parar?

—Draco —susurró ella en su oído. El aludido la miró, e inmediatamente después introdujo otro dedo más. Ella gimió. Su cuerpo parecía estallar de gozo con cada roce de sus manos, pero la parte más racional de su mente consiguió serenarla lo suficiente como para añadir—: Vamos a mi casa, mis padres están de compras.

Draco sonrió, la masturbó unos pocos segundos más y le puso bien la ropa interior antes de alisar su falda con las manos. Aprovechó su boca entreabierta para meter su lengua y besarla una última vez de manera apasionada. Después acarició sus ruborizadas mejillas con los pulgares y se desaparecieron cogidos de la mano.


NA: ¿Impresiones? Podéis dejarme vuestras opiniones sobre cuáles serían los regalos perfectos para las chicas. Yo ya he pensado algo pero vuestros comentarios siempre ayudan :) i love uuuuu merry Christmas!

¿Me dejas un review? :D
Cristy.