disclaimer: ladybug no me pertenece
[La tutora]
.
.
.
.
.
.
.
— ¿Qué significa esto, Adrien? — preguntó Gabriel Agreste con el seño fruncido. El diseñador bajó el boletín de calificaciones de su hijo y lo observó desde el otro lado de su escritorio.
— Papá, lo lamento mucho, no sé que me pasó — dijo el muchacho — realmente lo intento, pero no logro ponerme al corriente, creo que haber pasado tanto tiempo en casa me ha dejado atrás de los otros estudiantes — se disculpó Adrien preocupado.
— El hecho de que hubieras estudiado en casa nunca antes había sido un problema — dijo Gabriel. — siempre habías logrado ponerte al corriente de todas tus materias.
— Realmente no sé que pudo haber pasado — insistió Adrien.
— Le diré a Natalie que consiga un profesor privado de inglés, no puede ser que un hijo mío tenga estas calificaciones tan baj… — comenzó Gabriel mientras tomaba su teléfono celular.
— Papá — lo interrumpió Adrien — no hay necesidad de pagar un profesor.
— ¿No? — preguntó Gabriel con cierto desdén.
— Bien, podríamos pagar un profesor — aclaró Adrien — pero también decidí inscribirme en el programa de tutorías de mi colegio — le explicó.
— ¿Tutorías? — preguntó Gabriel haciendo su celular a un lado.
— Sí, funciona así: el mejor estudiante de una materia debe dedicarle un par de horas para enseñarle al peor de la clase, a cambio, el mejor de la clase recibe créditos extra para el siguiente trimestre — explicó Adrien.
—¿Así que tu eres el peor? — preguntó Gabriel aún más molesto.
— Pues… — empezó Adrien quien cada vez se sentía más nervioso.
— Vamos a suspender las sesiones de fotos por las próximas semanas, tomarás clases los próximos cinco sábados por la mañana con un profesor particular, te olvidarás de salir con tu amigo Nino por tres semanas y tomarás ese programa de tutorías — dijo Gabriel muy seriamente.
— ¿Tres semanas? — se quejó Adrien.
— Sí, tres semanas, esa es mi última palabra — repitió Gabriel alzando ligeramente el tono de voz — por cierto ¿ya te asignaron tutor? — preguntó el diseñador.
— Sí, su nombre es Marinette Dupain Cheng.
.
.
.
.
.
[un mes antes]
.
.
.
.
.
Chat Noir estaba exhausto, la batalla con aquel último akuma lo había dejado completamente rendido. Sin embargo, lo que más le había frustrado era hecho de que Ladybug había podido ganar completamente sola, sin ninguna ayuda de sus poderes. No era que Chat Noir no le deseara lo mejor a su compañera de equipo, todo lo contrario. Pero Adrien Agreste no podía dejar de sentirse como un completo inútil en comparación a la heroína. Ladybug no lo necesitaba, es más, a veces sentía que él no era más que un lastre que la relentecía y la ponía en peligro constantemente.
El muchacho saltó de un techo al otro, con gran agilidad, hasta que un grito lo alarmó. Adrien reconocería aquella voz en cualquier lugar. Chat Noir regresó sobre sus pasos al callejón en donde había dejado a Ladybug. Él necesitaba asegurarse de que ella se encontraba bien. Sin embargo, justo cuando se encontraba al borde de la cornisa del edificio bajo la que se encontraba la pequeña calle cerrada, Chat Noir decidió detenerse y observar atentamente la escena bajo sus narices.
— ¿Te encuentras bien, Marinette? — preguntó una criatura roja y pequeña, mientras que Marinette Dupain, su compañera de clase se levantaba del concreto frotándose un brazo adolorido.
— Creo que si — dijo la chica — me des-trasforme mientras saltaba sobre ese contenedor de basura. Creo que me lastimé la muñeca — se quejó la chica.
— Deberías ir al hospital, Marinette — le aconsejó la criatura roja.
Adrien permaneció atónito en su escondite, aquella pequeña criatura roja solo podía ser un kwami como Plagg, y eso solo podía significar que ella era Ladybug. Nunca, ni en sus más locos sueños, se habría imaginado que entre todas las personas de París, Marinette Dupain resultara ser su compañera de batalla. Él no sabía que pensar, pero de algo estaba seguro, y era que no le molestaba en lo más mínimo.
— No creo que sea tan grave — dijo Marinette examinándose la muñeca.
— Pero qué dices, mira nada más lo hinchada que está — dijo la kwami.
— Tienes razón — dijo la chica. Chat Noir intentó asomarse a la cornisa para lograr una mejor vista, pero al moverse, su zapato hizo ruido contra el pavimento.
—¿ Hay alguien ahí? — gritó Marinette al tiempo que la kwami se escondía en su cartera. — salga, yo sé que hay alguien ahí.
Adrien se sintió atrapado, sabía que ya no había razón para mentir, así que decidió bajar, y seguir fingiendo.
— Pero si es mi princesa — dijo mientras que caía en el callejón con ayuda de su bastón. — ¿Qué haces por aquí, princesa? — continuó Adrien quien estaba muy orgulloso del apodo que había inventado para ella.
— Hola Chat Noir — lo saludó Marinette dedicándole una sonrisa. Adrien se dio cuenta que la chica se frotaba la muñeca lastimada con la mano. Chat Noir quería ser caballeroso, por lo que tomó suavemente la muñeca de Marinette entre sus manos y la miró con atención.
— Pobre princesa, estás herida — dijo Chat Noir quien besó la mano de Marinette.
— Ouch — se quejó Marinette retirando su mano — me lastimaste — dijo.
— Lo lamento princesa — dijo Chat Noir alarmado — déjame llevarte al hospital, por favor.
— No puedo, es muy tarde, mis padres no saben donde estoy — dijo la chica alarmada.
— Entonces, déjame llevarte a tu casa — dijo Chat Noir.
— No tienes que molestarte, puedo ir yo sola, este barrio no es un lugar peligroso.
— Ni hablar, no te dejaré — dijo Adrien mientras la levantaba del suelo y la cargaba en sus brazos. Él pudo sentir su aliento cálido en su mejilla mientras que ella se sujetaba en torno a su cuello. Adrien no sabía cómo no había notado que se trataba de ella, sus ojos azules y su cabello negro eran demasiado familiares para no destacarlos entre los demás. Probablemente, aquello se debía a que normalmente Marinette era tímida.
— Eres una princesa muy extraña — dijo Adrien mientras cruzaba los tejados con ella en brazos.
— ¿Cómo sabes donde vivo? — preguntó Marinette algo sorprendida.
— Tu me diste tu dirección, ¿no lo recuerdas? — preguntó Chat Noir haciendo referencia a aquel incidente con la marionetista.
— Lo había olvidado. — contestó Marinette.
Los dos llegaron a la azotea de Marinette. Adrien había estado allí en varías ocasiones, pero nunca había podido tomarse el tiempo para ver las flores y adornos que ella mantenía en aquel lugar. Todo allí era alegre, y dulce, tanto como ella, no era raro que una chica así fuera Ladybug, solo una persona tan buena y desinteresada como Marinette sería capaz de pasar sus días como la heroína de París. Chat Noir la puso en el piso, mientras ella no dejaba de sostenerse la muñeca.
— Prométeme que irás al doctor — dijo Adrien sin dejar de mirarla a los ojos.
— Te lo prometo — contestó Marinette mientras dejaba salir una leve sonrisa. — ¿Siempre eres así de casanova, Chat Noir? — preguntó la chica quien levantó una ceja.
— Para ser honesto, solo hay dos mujeres que logran tener ese efecto en mi — confesó Adrien.
— ¿Quiénes? — preguntó Marinette.
— Ladybug y tu — respondió Chat Noir. Marinette sonrió débilmente, después, tomó ambos lados de su rostro y le dio un suave beso en la frente.
— Hay una gran distancia entre Ladybug y yo — dijo Marinette sonriendo de una manera extraña, casi triste. — no puedes compararnos, ella es toda una heroína y yo… bueno, yo no soy nadie.
Adrien frunció el seño al escuchar aquello. Le quedaba muy difícil entender los que acababa de escuchar de labios de Marinette. Ella y Ladybug eran la misma persona, ¿Cómo podía decir que una era insignificante en comparación a la otra?
— Eres una princesa muy extraña — repitió Chat Noir nuevamente. — por favor, déjame besarte— pidió Adrien casi sin aliento, al tiempo que ponía ambas manos sobre sus hombros.
— No puedo, lo lamento, gatito— dijo Marinette negando suavemente con la cabeza.
— ¿Por qué? — preguntó Chat Noir. Adrien sintió un enorme vacío en el estomago. Él sabía que aquel negro día llegaría, en el que tendría que enfrentar la terrible realidad de un rechazo, pero no se imaginó que vendría justo ahora que conocía a la verdadera y maravillosa chica detrás de la máscara.
— Estoy enamorada de alguien más — dijo Marinette. Chat Noir contuvo el aliento. Era una verdadera suerte que él tuviera el rostro cubierto, de lo contrario, aquello hubiera sido completamente patético.
— Mi princesa, solo quiero un favor, dime quien es él — pidió Adrien mientras miraba a los ojos de Marinette. Él sabía que era un deseo masoquista, pero necesitaba saberlo, quería saber que se necesitaba para tener el cariño de una persona tan maravillosa como ella.
— Su nombre es Adrien Agreste, estudia en mi clase — dijo. La impresión de Chat Noir fue tal que soltó los hombros de Marinette como si estos le quemaran, no podía creer lo que había escuchado.
— ¿Qué? — preguntó Chat Noir — ¿Adrien Agreste el modelo?
— Sí, el mismo — dijo Marinette — ¿lo conoces?
— Sí, no es la gran cosa, le he salvado el trasero un par de veces, pero no es nada especial, ¿por qué estás tan interesada en un sujeto tan aburrido como él? — preguntó Chat. Adrien se sintió francamente desesperado, no sabía que pensar, ¿sería el dinero o el apellido? ¿la fama o la apariencia? No importaba lo que a ella la hubiera atraído, no podía ser real.
— ¿Realmente quieres saber cómo es Adrien después de que me negué a darte un beso? — preguntó Marinette algo intrigada. Adrien sabía que aquello podía sonar casi mezquino, o como un acto de masoquismo puro. Pero, necesitaba saber, debía hacerlo.
— Por favor princesa, dime — insistió sin encontrar una razón válida para preguntarle aquello. Marinette se dio media vuelta y miró hacía el balcón, en tanto la brisa jugaba con sus coletas y su flequillo de una manera casi mágica.
— Adrien es un buen chico, pero no solo eso. Él es amable, y bueno, sé que está solo, puedo sentirlo, y quiero hacérselo entender, que sepa que hay alguien que se preocupa por él, que desea que sea feliz, pero no sé cómo lograrlo. Cuando estoy con él me siento especial, quisiera que él supiera cuanto lo quiero, aunque yo sea insignificante, aunque no tenga nada que ofrecerle — dijo Marinette.
Adrien lamentó no poder ver su rostro mientras decía aquellas palabras, ya que ella se encontraba de espaldas. Marinette Dupain era todo un misterio, no solo era Ladybug, sino que además era la chica más encantadora y carismática que hubiera conocido en su vida. Marinette Dupain tenía otro secreto, y era su cariño por Adrien Agreste, y él no podía entender como había logrado hacer de lado todo el asunto del dinero, el modelaje y demás, para verlo como una persona de carne y hueso.
— Si Adrien Agreste llegara a despreciar esos sentimientos es porque no los merece— murmuró Chat Noir tristemente.
— ¿Por qué me preguntas todo esto? — dijo Marinette mientras se volteaba hacía él.
— Sentía curiosidad, princesa.
— La curiosidad mató al gato — contestó Marinette.
— Pues, es una suerte que tenga nueve vidas — respondió Adrien antes de subir en el barandal de su balcón. — prométeme que irás al medico, princesa.
— Lo haré, gracias por traerme, y por preocuparte por mi. — respondió Marinette quien se inclinó ligeramente y le dio un beso en la mejilla.
— Adiós mi princesa— respondió Chat Noir.
Adrien volvió a su casa y trató de dormir sin poder lograrlo. Marinette Dupain siempre había ocupado un lugar en sus pensamientos, desde que comenzó en el colegio, su vida parecía girar en torno de ella. Recordaba claramente cuan triste se sintió por el mal entendido que tuvieron el primer día, y lo conmovido que se sintió mientras le entregaba su sombrilla para que se protegiera de la lluvia, o la admiración que experimentaba cada vez que ella salvaba el día durante una situación especialmente difícil en clase. Marinette era verdaderamente especial, con máscara o sin ella, y aún no podía creer que ella pensara que él también lo era.
— Debe estar equivocada, Plagg — murmuró Adrien quien yacía acostado boca arriba — yo no puedo gustarle precisamente a ella — dijo el muchacho a su Kwami.
— Es una chica muy extraña — respondió Plagg somnoliento.
— Claro que es muy extraña, es la persona más particular que he conocido. Me desvivo todos los días para impresionarla, invento las frases más increíbles, las mejores poses, pero a ella le gusta el aburrido Adrien, ¿por qué le gusto?
— Tal vez no le importan tus poses, tal vez solo le gustas tu, así seas un aburrido — contestó Plagg.
— ¿Le gusto yo? — preguntó Adrien.
— Sí, solo tú, sin la cuestión del modelaje, sin los poderes ni nada por el estilo — murmuró el kwami mientras dejaba salir un gran bostezo, ahora déjame dormir que estoy muy cansado.
— Le gusto yo… — murmuró Adrien para sí mismo mientas sonreía hacía el techo.
.
.
.
.
.
.
.
— Yo le gusto como soy — le dijo Adrien a su reflejo mientras que se reacomodaba el cabello por quinta vez.
— Así no tenga poderes, aunque dejara de ser modelo, a ella le gusto — le repitió el muchacho a su reflejo como si estuviera entablando una conversación con él — Hoy vas a invitarla a salir, y no lo vas a arruinar, vas a salir con Marinette Dupain, a como dé lugar — se dijo.
— Adrien— lo llamó Natalie desde la puerta de su baño — llegarás tarde a la sesión de fotos si no te das prisa.
— Ya voy — respondió Adrien. Él muchacho salió del baño, y se encontró a Natalie quien le dedicaba una sonrisa casi confidente.
— ¿Quién es Marinette Dupain? — preguntó la asistente.
— Nadie, no es nadie — se apresuró a decir Adrien mientras se sonrojaba.
— Oh, yo pensé que era la chica a la que vas a invitar a salir a como dé lugar — bromeó Natalie repitiendo sus palabras. Adrien se sonrojó tanto que sentía que las orejas le ardían, nunca había escuchado a Natalie reírse de nada como en aquel momento.
— ¿Se lo dirás a papá? — preguntó Adrien preocupado.
— No, no lo creo, dejaré que él se entere por sí solo. Si yo te cubro la espalda, tu cubrirás la mía — dijo la asistente haciéndole entender que su silencio tenía precio, y algún día se lo cobraría.
— Bien, no puedo discutir con eso — dijo el chico — es un trato.
Adrien se marchó a la sesión de fotos, se suponía que debía fingir estar enamorado de una modelo pelirroja que estaba sentada al otro lado de una pequeña mesa en un café local. Él tuvo problemas para enfocarse al principio, pero pronto comenzó a poner el rostro de Marinette en la chica frente a él. Se preguntaba si la cita a la que la pretendía llevar podría ser tan hermosa como aquella escena.
— ¿Qué crees que harán con estas? — preguntó mientras tomaba un ramo pequeño de siemprevivas azules que estaban sobre la mesa.
— Probablemente las desecharan — dijo la modelo quien ahora estaba recostada descuidadamente en su silla mientras que repasaba la pantalla de su celular.
— ¿Crees que se molestarán si las tomo? — preguntó Adrien. La chica levantó la mirada y le dedicó una sonrisa.
— A los fotógrafos no les importará, pero estoy seguro de que ella le encantarán.
— Cómo sabes que…
— Por favor, es obvio— dijo la chica sin dejar de sonreír — buena suerte, Romeo — dijo la modelo antes de levantarse de la mesa y dejarlo solo. Adrien sonrió, pues él también esperaba tener buena suerte.
Adrien llegó justo a tiempo a clase. Él odiaba esas sesiones de fotos matutinas, le quitaban valioso tiempo de sueño y muchas veces ocasionaban que llegara tarde a todas partes. Cuando Adrien entró al salón, encontró a Marinette sentada hablando animadamente con Alya, se veía hermosa, pero le sorprendió ver su mano vendada.
— No puedo creer que te hubieras caído de tu cama mientras dormías, considerando lo alta que está, es una suerte que no te hubieras lastimado aún más — dijo la chica mientras inspeccionaba la herida de la chica.
— Sí, el doctor dijo que tuve mucha suerte, fue tan solo un mal golpe, pero podría haber sido algo mucho más grave — respondió Marinette.
Adrien recordó el pequeño ramillete que tenía en su maleta. Aquel era el momento perfecto para entregárselo a Marinette, antes de se marchitaran las flores. Adrien repasó mentalmente el discurso que había planeado para el momento en que se lo entregara. Planeaba decirle algo como: "toma Marinette, lo vi en mi sesión de fotos y pensé que te gustarían " o "me recordaban al azul de tus ojos" No, definitivamente no le diría lo último, era demasiado cursi, incluso para él.
— Oh, ¿Qué es eso que tienes ahí? — preguntó Lila, la estudiante de intercambio— ¿Son flores?
— Yo… — comenzó Adrien quien sacó las flores de su bolso. Él sabía que aquel era el momento, tenía que entregárselas a Marinette, no solo la haría feliz sino que expondría sus intensiones frente a todos, para que a ninguno de sus compañeros se le ocurriera hacerle competencia.
— ¿Son para mi? ¿puedo quedármelas? — preguntó Lila demasiado emocionada para su gusto. — Oh gracias — dijo la chica sin que él apenas alcanzara a responder.
Adrien se las dio con una suave sonrisa, la verdad es que no había tenido ni corazón, ni valor para decirle a la chica que aquellas flores no eran para ella. La expresión de Lila había sido de pura e inalterada emoción, y él no se sentía lo suficientemente valiente para quitarle aquel momento. Adrien se fue a su puesto pensando en que probablemente ella necesitaba algo de cariño, después de todo, estaba lejos de su tierra natal y de todos sus amigos.
Sin embargo todas sus buenas intensiones desaparecieron en cuanto vio el rostro de Marinette. Ella parecía haber visto toda la escena, y no se veía contenta en lo absoluto.
— Hola Marinette — dijo Adrien dedicándole un saludo con la mano y una brillante sonrisa. Ella tan solo respondió con un inaudible "hola" y un gesto con los labios que parecía un remedo de sonrisa. Adrien se odió por aquello, había empezado él día con el firme propósito de acercarse más a ella y lo único que había conseguido era hacerla infeliz.
— Marinette— dijo Adrien mientras se volteaba en su asiento.
— ¿Sí? — preguntó la chica.
— ¿Qué te ocurrió en la mano? — preguntó el muchacho.
— Me caí de mi cama — dijo ella simplemente. Adrien necesitaba entablar una conversación a como diera lugar.
— Vaya, pero que torpeza, ¿cómo es que lograste caerte de tu propia cama? — trató de bromear Adrien. Sin embargo, al ver las expresiones de Alya y Marinette se dio cuenta de que había fallado estrepitosamente.
Adrien se dio cuenta de que Chloe ahora se encontraba escuchando la conversación y reía sin ninguna vergüenza. Marinette apretó los labios al darse cuenta de que ella se estaba burlando. Él se sintió frustrado, pues su comentario solo había sido una escusa para que la hija del alcalde pudiera ridiculizarla.
— Me dio este ramo de flores, ¿puedes creerlo? — preguntó Lila mientras le contaba a otros compañeros de clase acerca del regalo de Adrien. Él contuvo la respiración al escuchar aquello, y estaba seguro de que también había llegado a los oídos de Marinette. Simplemente, no entendía como su buenas intenciones habían conducido a semejante desastre.
Adrien no trató de volver a entablar conversación alguna con Marinette. A decir verdad, él seguía reconciliando las dos imágenes en su mente. La de Ladybug, valiente y perfecta, con la de Marinette, la chica dulce a quien el admiraba por su carisma. Ellas dos eran diferentes como la noche y el día, pero a la vez completamente iguales. Adrien decidió que esperaría hasta la mañana siguiente para volver a intentar un acercamiento serio, ya había arruinado demasiado las cosas como para adquirir el valor de intentarlo nuevamente.
El timbre que marcaba el fin de las clases sonó, por lo que en los pasillos se dio un gran escándalo. Adrien salió del salón hasta los casilleros, alistó su maleta y se marchó hacía el patio. Como siempre, él tenía un millar de obligaciones que cumplir, por lo que debía darse prisa.
— ¡Hey Adrien! — le gritó alguien en el patio — ¿Vas a venir a la practica de básquet? — Le preguntó uno de sus compañeros de equipo.
— Por su puesto, no me la perdería por nad… — Adrien no alcanzó a terminar la frase, ya que mientras hablaba chocó con alguien.
— ¿Pero qué te pasa? Ten cuidado, deberías mirar por donde vas — se quejó Alya mientras ayudaba a Marinette a levantarse. Alya jamás le había hablado de aquella manera, aunque, por supuesto, él nunca había empujado a su amiga quien tenía una mano herida.
— ¿Estás bien? — preguntó Alya a Marinette.
— No… — se quejó Marinette quien se encontraba a punto de llorar. Adrien se dio cuenta que su venda estaba completamente desecha y manchada de negro por el polvo del suelo. Un horrible sentimiento de frustración lo atravesó completamente, no sabía como las cosas podían funcionar tan mal cuando él necesitaba que marcharan bien.
— Oh, Marinette, lo lamento tanto, por favor, déjame llevarte a tu casa, te lastime— se disculpó Adrien mientras trataba de tomar su mano pero ella la retiró.
— No te preocupes, vivo al otro lado de la calle — contestó Marinette mientras apretaba fuertemente su mano contra su pecho.
— Por favor — pidió Adrien.
— No, sería mejor que me dejaras, realmente quiero volver a casa— dijo Marinette mientras que reprimía las lagrimas.
— Vamos Marinette — le dijo Alya en tanto la tomaba por el hombro y la alejaba de él.
Adrien jamás se había sentido tan frustrado consigo mismo como en aquel momento. Tenía la prerrogativa de ser la persona a la Marinette quería, se suponía que la situación estaba a su disposición en bandeja de plata, y aún así había ingeniado la manera de arruinarlo todo. Adrien decidió confiar aquella emergencia a alguien que no acostumbraba estropear las cosas, alguien que siempre ingeniaba una manera de salir de los apuros, y ese era Chat Noir.
La noche llegó, y Adrien finalmente se vio libre para hacer lo que él quería. El muchacho se transformó en Chat Noir y cruzó el par de calles que lo separaban de la casa de Marinette, hasta que aterrizó en la terraza. Adrien golpeó la puerta y la espero con una flor que había tomado de una maceta de la casa vecina. Si Adrien había fallado en su tarea de darle aquel ramo, Chat Noir no fallaría.
— Buenas noches princesa — dijo Chat galantemente mientras al tiempo que Marinette abría la puertilla.
— Hola Chat ¿quieres pasar? — dijo ella amablemente.
— Por su puesto princesa — respondió Adrien. Mientras bajaba la escalerilla de la habitación, él notó que ella tenía el brazo inmovilizado.
— Por favor, dime que tu golpe no es peor de lo que pensé — dijo él horrorizado.
— ¿Esto? — preguntó Marinette levantando su brazo — no, no está roto, un amigo me empujó, por lo que mi doctor pensó que debía protegerme para que la gente tuviera más cuidado — dijo. Adrien se sintió avergonzado. Marinette debía usar aquella incómoda cosa por su culpa.
— Lo lamento — dijo Chat Noir.
— No entiendo porque deberías de hacerlo, esto no fue tu culpa — dijo Marinette encogiéndose de hombros.
— ¿Algún progreso con tu chico? — Preguntó Chat Noir quien ardía en deseos por saber que pensaba ella acerca de él.
— Adrien no es "mi chico" — dijo Marinette — en realidad, creo que es algo tonto seguir pensando que tengo una oportunidad.
— ¿De qué estás hablando? — preguntó Adrien horrorizado — puede que él esté loco por ti, y tu ni siquiera lo sepas — sugirió el muchacho esperando que ella viera algo de verdad detrás de sus palabras.
— Francamente, lo dudo. Creo que a él le gusta alguien más— dijo Marinette tristemente mientras jugaba con el extremo de su venda.
— Estás equivocada — dijo Chat Noir quien no se pudo contener más. Adrien quiso golpearse a sí mismo por aquella imprudencia.
— ¿Cómo es que estás tan seguro? — preguntó Marinette.
— Quiero decir… — empezó Adrien a quien las mentiras se le estaban agotando — es imposible que tu no le gustes, si yo fuera Adrien Agreste, te preferiría a ti sobre cualquier persona — dijo en tanto la miraba a los ojos.
— Es muy dulce de tu parte que digas algo tan lindo, pero la verdad es que no soy la gran cosa, nunca tuve muchas posibilidades para empezar — comentó Marinette. Adrien no lo soportó más y la tomó por los hombros.
— Nunca más vuelvas a decir que no eres la gran cosa, porque aquello es una completa mentira — prácticamente gruñó Adrien quien se sentía impaciente y algo frustrado.
— Esa es la verdad.
— No, no lo es, para mi eres lo mejor que me ha pasado, eres la persona más maravillosa que he tenido el gusto de conocer, no quiero que te sientas menos que nadie — dijo Adrien impaciente. Los ojos de Marinette se llenaron de lagrimas y una suave sonrisa apareció en sus labios. Ella se inclinó ligeramente hacía él y lanzó su brazo libre alrededor de su cuello en un abrazo que lo llenó de felicidad. Adrien acarició la espalda de Marinette por encima de la tela de su pijama, se sentía perfecta entre sus brazos.
— Gracias Chat Noir, gracias.
.
.
.
.
.
.
[una semana después]
.
.
.
.
— Concéntrate Chat Noir — gritó Ladybug mientras evadía un proyectil del nuevo akuma que estaba atacando la ciudad a orillas del Sena.
— Lo lamento mi Lady — de disculpó Chat Noir mientras que se ubicaba junto a ella.
— ¡Tenemos que evitar que siga lanzando fuegos artificiales! — exclamó la chica mientras que con su mano trataba de espantar el humo de los volcanes que les había acabado de lanzar el akuma. — si no hacemos algo, incendiará alguno de los botes que pasan por el rio.
— Tienes razón — afirmó Chat Noir — ¿Alguna idea? — preguntó el héroe.
— Agua, debemos hacer que el agua toque sus cañones, su pólvora se arruinará y podré destruir el objeto que contiene el akuma — dijo la chica. Chat Noir sonrió.
— ¡Brillante idea, Marinette! — dijo alegremente — simplemente, brillante — exclamó. Adrien estaba tan feliz que no le prestó atención a sus palabras. Fue tan solo al ver la mirada de horror de Ladybug que cayó en cuenta de que había cometido un gran error .
— ¿Cómo me dijiste? — preguntó Marinette.
.
.
.
.
.
—Mierda— pensó Adrien.
.
.
.
.
Había llegado el momento de enfrentar la verdad. Adrien se sentó junto a Marinette en una de las tantas bancas de piedra que rodeaban el Sena. Ya habían pasado varios minutos desde que hubieran vencido el akuma, e incluso, ambos tuvieron que recargar sus poderes, pero ninguno se atrevía a irse sin tener una buena conversación con el otro.
— ¿Hace cuanto te enteraste? — preguntó Marinette rompiendo el incómodo silencio que se impuso entre los dos.
— Desde el día en que te lastimaste la mano. Te oí gritar, así que regresé para asegurarme de que estabas a salvo, y te vi hablando con tu kwami — dijo el muchacho sin atreverse a levantar su vista del suelo.
— Sabía que había "gato escondido" — respondió Ladybug.
— ¿A qué te refieres? — preguntó Adrien quien por primera vez levantó su mirada. Los últimos rayos del sol de la tarde iluminaron la triste sonrisa que Marinette le dedicó en aquel momento.
— Ese día me dijiste que estabas enamorado de mi, sabía que era mentira, tenía que ser así — dijo Marinette sin dejar de sonreír de aquella manera casi melancólica.
— No era mentira, y eso tu lo sabes, siempre te he querido — se apresuró a corregir Adrien, quien se sorprendió al sentir como Marinette tomaba la muñeca de Chat noir y ponía la palma de su mano sobre su rostro. Adrien hubiera querido quitarse los guantes para sentir el contacto de su piel, pero, en vez de eso decidió esperar.
— Esto que vez aquí es solo una mentira. Ladybug es todo lo bueno que yo nunca podré llegar a ser como Marinette. Mientras que la persona debajo de este antifaz no es más que alguien completamente insignificante.
— Por favor, no digas eso, no vuelvas a decir eso — pidió Chat Noir quien quería retirar la mano de su rostro, pero ella no se lo permitía.
— Esa es la verdad — dijo Marinette — y tu acabas de confirmarlo.
— Claro que no — negó Chat Noir ofendido.
— Si lo hiciste — insistió Marinette — tu y yo nos hemos conocido desde hace tiempo, pero tú jamás te hubieras sentido remotamente atraído por Marinette si no hubieses sabido que ella era Ladybug.
— Eso no es verdad, Marinette. Yo realmente te am…
— No digas eso, no es verdad — negó Marinette retirando su mano de su rostro y alzando ligeramente la voz — tu no me quieres, me admiras por lo que hago como Ladybug, pero no hay forma alguna de que me quieras.
— Eso no es cierto — dijo Adrien — es tu baja autoestima la que está poniendo palabras en mi boca, palabras que yo nunca he dicho.
— Yo… — comenzó Marinette.
— ¿Acaso no quieres saber quien soy yo, Marinette? — preguntó Chat Noir — ¿no sientes ni un poco de curiosidad?
— Sí— asintió Marinette — pero tengo miedo
— ¿De qué?
— De que no pueda enfrentarlo — respondió la chica. — de que en el momento en mi mente te asigne un rostro y una identidad comience a quererte más de lo que quiero a la persona de la que estoy enamorada. Tu también eres muy bueno, Chat Noir, pero me temo que nunca podrás quererme, solo quieres a lo que representa Ladybug.
— Eso no es verdad, Marinette — negó Adrien. El muchacho se quedó un momento en silencio mientras trataba de comprender completamente las palabras de Marinette, pues bien parecía que ella se estaba enamorando de Chat Noir, y temía que aquel sentimiento la confundiera. Adrien se sintió conmovido por aquello, ya que ella no solo lo quería como su aburrido y habitual "yo", sino que apreciaba todas sus facetas. Él hubiera querido tomarla entre sus brazos y darle un largo beso, pero sabía que aquel no era el mejor momento para intentar algo como aquello.
— Dame una oportunidad para demostrarte que realmente te quiero — pidió Adrien.
— Necesito algo de tiempo — contestó Marinette.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
Pasaron dos semanas, y Ladybug no le daba respuesta alguna. Pero aquello no era todo, pues bien parecía que Marinette se hubiera olvidado de Adrien, ya que ni siquiera hacía un mínimo intento de acercarse a él. Bien parecía que ella pensaba que él se encontraba interesado en Lila, cuando en realidad ella era la única en que podía pensar.
Marinette no solo estaba equivocada con respecto a Lila, sino también frente a sus sentimientos por ella. Adrien la había notado, lo hizo en muchas ocasiones. Marinette tenía una personalidad carismática y dulce, difícil de ignorar. Todos parecían quererla, incluso tenía varios admiradores, y él no podía culparlos, ella era una líder natural. Sin embargo, no importaba cuanto admirara a Marinette, ella siempre parecía ocultarse a la sombra de algo más grande, y ello era Ladybug. Desde que se había enterado de la verdadera identidad de la heroína, su compañera de clase aparecía una y otra vez en sus sueños, sus besos eran más reales y sus caricias casi parecían verdaderas.
A menudo, Adrien fantaseaba con darse una vuelta por la panadería de los padres de Marinette, y decirle cuanto la amaba una y otra vez hasta que le creyera, o caer nuevamente en la puertilla de su habitación y cubrirla de besos hasta que a ella no le quedaran dudas. Pero, ella le había pedido que le diera algo de tiempo, y él no se podía negar. Aunado a lo anterior, estaba el hecho de que Adrien era un cobarde sin su máscara. Coquetear con ella era muy fácil, pero intentar acercarse a Marinette sin su rostro cubierto era una tarea casi imposible.
— Mañana serán las pruebas de competencias de Inglés, recuerden estudiar mucho. — dijo la señorita Bustier mientras repartía las guías para el siguiente examen.
— Hay algunos a los que se les facilitan los idiomas extranjeros, pero nunca sobra una buena sesión de estudio — dijo mientras miraba a Adrien y Marinette. Era bien sabido por todos que él dominaba el chino, pero Marinette tenía unas notas impecables en inglés. En ese momento, Adrien tuvo una idea macabra. Él era incapaz de entablar una conversación decente con ella, pues se forzaría a hacerlo, así tuviera que hacer algo terriblemente estúpido en el caminó.
.
.
.
.
.
[De vuelta al inicio]
.
.
.
.
— Sinceramente Adrien, estás notas son inaceptables — volvió a decir su padre por doceava vez en aquella tarde. — si todo el asunto de los profesores privados y de la tutora no resultan, no sé que haremos contigo — comentó Gabriel Agreste.
— Señor Agreste — llamó Natalie a la puerta.
— Pasa Natalie, creo que tu más que nadie debe enterarse de estas terribles noticias — dijo Gabriel agreste al tiempo que ella pasaba a la oficina.
— Adrien reprobó el curso de Inglés, tiene que tomar exámenes de recuperación si quiere subir su nota. Necesito que busques un profesor privado para él, que venga los sábados por la mañana y cancela todas sus sesiones de fotos — dijo Gabriel Agreste quien se estaba preparando para despachar a su hijo.
— Ah, lo olvidaba. Él se inscribió en un programa de tutorías en la escuela, acomoda su horario para que él pueda tomarlas. La tutora vendrá aquí, así que prepara todo para que la dejen entrar. — indicó Gabriel Agreste mientras que Natalie copiaba sus ordenes diligentemente en su Tablet.
— Disculpe señor Agreste, ¿sabe usted como se llama la tutora? — preguntó Natalie — tengo que decirle nombre al guardia de seguridad para que le permita entrar.
— No lo recuerdo — respondió Gabriel frotándose las sienes — ¿cómo dijiste que se llamaba, Adrien?
— Marinette Dupain — contestó el muchacho. Adrien sintió la mirada de Natalie sobre él, era obvio que ella ya se había dado cuenta de que no había reprobado Inglés por casualidad.
— Perfecto, le informaré al guardia de seguridad — dijo Natalie quien — señor Agreste, ¿podría hablar con Adrien por un momento? Necesito su ayuda para reprogramar su horario. — dijo la mujer.
— Por su puesto, llévatelo, tengo mucho que hacer — dijo Gabriel mientras les daba permiso para retirarse
Apenas Natalie cerró la puerta miró a Adrien con ojos furiosos.
— Esto es, de lejos, lo más estúpido que has hecho, Adrien — lo reprendió Natalie.
Adrien sabía que ella estaba en lo cierto, pero no se arrepentía, ni siquiera un poco.
Hola a todos, a quienes me conocen y se han dado cuenta de que publiqué dos cosas en un solo fin de semana, no me miren así, hay días en que escribir fluye, hay otros en los que es como sacarle agua a una piedra. Se suponía que esto iba a ser un oneshot que quería escribir para descansar de mis fics multi chap, pero creo que se me fue la mano en lo largo, así que serán dos capítulos. Gracias por leer.
PDT: Ahhhh por cierto, hay un par de personas que hoy se suscribieron y que agregaron todos, pero todos mis fics de MLB a sus categorías, si están leyendo, muchas gracias por eso, me pusieron de muy buen humor, y a aquellas personitas que siempre veo en los fics, mis lectores asiduos, también muchas gracias. A veces el mundo del fandom puede ser algo agresivo ( y en algunos casos irritantemente pasivo agresivo) de verás, tenerlos como lectores es increíble, muchas gracias, Adiós
