Los personajes de Twilight son propiedad de S.M, algunos otros personajes son de mi imaginacion.
Al final del túnel.
Capítulo 1.
Pov Bella
Si pudiéramos elegir la vida, claramente yo elegiría la mía sin pensarlo, aunque todo es color negro en este momento no me arrepiento de nada de lo que ha pasado en mi vida o alrededor de ella. Muchas veces he pesado que he nacido para sufrir, pero siempre hay alguien que está allí para darte la fuerza necesaria para seguir adelante.
Pero no todo era así, hubo un tiempo donde todos sonreíamos y éramos felices, pero toda esa felicidad y dicha se borró hace dos años atrás. Como cualquier familia estaba compuesta por un padre cariñoso, Charlie Swan, un hombre entregado a su familia, se ganaba la vida como Jefe de la policía en el pequeño pueblo de Forks donde actualmente vivíamos, amaba su trabajo, pero cuando tenía tiempo libre lo pasaba con su familia, con nosotras. También estaba mi adorada madre, Renée Higginbotham una mujer soñadora, cariñosa y llena de vida, ella amaba a su familia, enamorada completamente de Charlie y me amaba profundamente. Ellos eran los mejores padres que cualquier chica podría querer. Éramos completamente felices.
Isabella Marie Swan, ósea yo, hija única y completamente feliz con mi familia, era una estudiante con excelentes notas, me encantaba estudiar, me gustaba mucho literatura y Biología, tenía pensado estudiar literatura inglesa o quizá biología marina aún quedaba tiempo para pensar en ello. Amaba a mis padres, pero cuando mi madre nos dio la noticia de que estaba embarazada, todo fue aún más perfecto, tenía muchos planes y sueños, ese bebe venía a darnos más felicidad. El embarazo de mi madre puso a mi padre en las nubes pensando que sería un niño para que lo acompañara a pescar y que seguiría su ejemplo en ser jefe de la policía, así como la pesca su trabajo eran su gran pasión. Pero a los cinco meses de embarazo llego la noticia de que sería una niña, aun así mi padre se puso feliz ya que tendría tres mujeres, no podría estar más feliz. El embarazo de mi madre fue normal con antojos y hormonas completamente revolucionadas ella se la pasaba acariciando su vientre mientras le hablaba y le cantaba, aun no muy bien, pero ella disfrutaba haciéndolo o le leía algún cuento, mi padre se la pasaba comprando cosas, como la cuna y mucha ropa para todas las edades.
A las 38 semanas de embarazo mi hermana quería salir y conocer el mundo, mi padre estaba nervioso como si fuera la primera vez yo solo reía de verlo paseando por la sala de espera, podía ver como el suelo comenzaba a grietarse, jamás lo había visto así, pero sabía que estaba completamente feliz. El día cinco de agosto del 2004 nació Vanessa Elizabeth Swan. Mi padre estaba pletórico, sonreía como un bobo, era una niña hermosa de ojos verdes combinados con un hermoso celeste claro con manchas doradas y de cabellos rubios como mi madre. Ya habían pasado dos días desde que Vanessa nació y era una niña muy mimada y como era de esperarse una gran tormenta se desato en el pequeño pueblo de Forks a pesar de ser verano.
Mi padre quien tenía que hacer su trabajo en La Push, cada vez que había tormenta él ayudaba en la reserva para que nadie sufriera. La tormenta se puso cada vez peor, yo entendía que tenía que ayudar a los más necesitados, tenía la esperanza que parara de llover para irme a casa con mi padre, pero cada vez era peor, casi no se podía ver a más de dos metros. El día paso lentamente mientras me acomodaba en el sofá que había a un costado de la cama de mi madre, como mi padre se había marchado bien temprano en la mañana y ahora eran las 10 de las noche y él no llegaba, decidí pasar la noche en el hospital con mi madre y mi hermana pequeña.
Una enorme presión en el pecho comenzaba a molestarme era como un presentimiento, aún estaba sentada junto a mi madre que estaba dormida y en su cunita junto a la cama estaba Vanessa, me acomode en el sofá mirando el techo, me cubrí con una manta que me había dado una de las enfermeras, pero no podía dormir, la sensación en el pecho cada vez era más grande y más dolorosa al momento de respirar, la lluvia golpeaba la ventana además del viento, jamás había visto una tormenta así de fuerte y yo estaba completamente aterrada, rogaba al cielo mi padre estuviera bajo resguardo con la gente en La Push.
Salí de la habitación para poder tomar algo en la cafetería y ver si así podía conciliar el sueño, quizás una leche caliente haría que la presión en mi pecho era fuera menor y aun no entendía porque tenía esta sensación. Compre un café con leche y me fui de vuelta a la habitación en vuelta en mis pensamientos, pero en el aérea de emergencia había un revuelo, era lo usual con una tormenta de esa magnitud hubieran accidentes, varias camillas pasaron delante de mí, todos ellos heridos, con varios golpes, sus ropas llenas de sangre y en el último lugar una camilla completamente cubierta con una manta de plástico de color azul. Mi estómago se contrajo al ver la camilla instintivamente cerré mis ojos, un pequeño apretón en mi pecho me dejo sin aire por un par de segundos, cuando pude volver a respirar con normalidad seguí caminando perdida en mis pensamientos pensando en esa familia que había perdido a un ser querido, pero antes de llegar a la habitación uno de los doctores me llamo, era nuevo lo había visto solo un par de veces.
Al llegar a su despacho se presentó como el Dr. Carlisle Cullen, él era nuevo, pero muy bueno según la gente del pueblo, era rubio y de piel blanca, sus ojos azules resplandecían como el cielo luego de la tormenta. Con mucha calma me relato lo que estaba pasando, pero yo no entendía nada, sabía que por la tormenta ocurrían accidentes y gente salía herida. Me conto que habían varias personas graves ya que había sido un gran accidente en la carretera que va hacia la Push, mi cuerpo de inmediato se tensó cuando escuche el lugar, siguió contándome de la cantidad de heridos y además de dos muertos en los cuales uno de ellos era mi padre. La noticia fue un golpe que literalmente me dejo sin aire, el Dr. Carlisle se preocupó al ver que comenzaba a llorar con dificultad y no podía controlar los sollozos, mi respiración se hacía más superficial él tuvo que administrarme un calmante. Las siguientes horas luego que me despertara fueron las peores de mi vida.
Desde aquel momento mi vida se convirtió en un túnel sin salida y completamente oscuro, sin esperanza y completamente sola. Mi madre no pudo con la muerte de mi padre, la noticia la destruyo literalmente, se cerró en su mundo dejándonos de lado a mí y a mi hermanita. No fue capaz de ir a su entierro que fue al día siguiente. Por lo que tuve que hacer frente a todo lo que consistía, ese mismo día el médico le dio a mi madre el alta junto a Vanessa, pero ella no era capaz de hacerse cargo de mi hermana por lo que tuve que ir con Vanessa a la funeraria. No podía ser débil, tenía una hermana que cuidar y una madre que tenía que apoyar, en la funeraria llegaron varios agentes y mucha gente que no conocía, pero si conocían a mi padre, me saludaron dándome las condolencias y cada palabra dolía en el fondo de mi corazón, también se presentó el Dr. Cullen junto a su esposa una señora muy hermosa, me acompañaron hasta que todo acabo en el cementerio.
Los días que siguieron fueron aún peores, mi madre se encerró en su habitación, la cuna de Vanessa la tuve que poner en mi habitación ya que mi madre se negaba a cuidar de ella. Dado a que mi madre no quería salir de su habitación y mucho menos acercarse a Vanessa tuve que dejar de estudiar para dedicarme a mí recién nacida hermana. Las semanas pasaron y yo me hacía cargo de mi Vanessa dándole de comer y cambiándola a menudo, al mes de la muerte de mi padre, mi madre salió de su habitación, pensé que todo sería como antes que podría volver al instituto, pero me equivoque. Renée comenzó a salir a menudo y llegaba en la madrugada, con los ojos rojos y completamente borracha, había comenzado a vender las cosas que Charlie le había regalado, así como anillos, pulseras y collares.
El túnel en que me había sumergido era sin fondo, yo solo sobrevivía por Vanessa. La comida estaba faltando aun cuando teníamos el dinero de mi padre se nos estaba haciendo nada, Vanessa gastaba demasiado y crecía muy rápido por lo que tenía que compra ropa, pañales y todo tipo de cosas que ella necesitaba, además de pagar las facturas del agua, luz y gas, además de lo que no sabía era de la hipoteca que la casa tenia y tenía que pagar todos los meses o de lo contrario nos quedaríamos en la calle. Cerca de casa muchas veces se ponía un mercado libre, donde todo era mucho más barato que en una tienda o en un supermercado, así que se me ocurrió vender algunas cosas, como libros, algunos Cd's y también la ropa que le iba quedando chica a Vanessa, como mi madre se levantaba y salía, yo tenía que abrigar muy bien a Vanessa y arroparla mucho ya que los días en Forks eran muy fríos y húmedos más para una niña de dos meses.
Mis amigos del instituto venían muchas veces a visitarme, pero Ángela era la que más venia, me traía cosas para Vanessa y muchas veces trataba de convencer de volver al instituto, pero yo no podía, ¿cómo podría volver cuando mi madre estaba completamente perdida en la droga y en el alcohol? Pronto tendría que buscar un trabajo para poder pagar las facturas y comprar las cosas que le hacen falta a Vanessa, ella era mi prioridad. Cuando cumplí los diecisietes años busque trabajo, conseguí uno en la biblioteca, la paga era poco, pero por lo menos ayudaba en los gastos de Vanessa. Los fines de semana me ponían en la calle a vender todo lo que pudiera y así poder pagar las cosas de la casa.
Por otro lado Renée seguía apareciendo ebria y muy drogaba obligándome a ocultar las cosas de Vanessa y las mías, tuve que vender la tele y otros electrodomésticos como la plancha, una tostadora, una licuadora, ya que muchas veces no teníamos que comer, prefería venderlas para alimentar a mi hermana, a que mi madre las vendiera para comprarse su droga y algo de alcohol para emborracharse. Algunas veces tuve que salir a buscarla con mi hermana y cuando la encontraba, me la llevaba a casa, la bañaba, le daba de comer y la ponía a dormir, pero de nada valía mi esfuerzo ya que al día siguiente volvía a sus andadas y toda esa mierda que de a poco la mataba y de paso me mataba a mí.
Los meses pasaban y Vanessa crecía de una manera alarmante, mucha de su ropa ya no le quedaba por lo que optamos por venderlas y comprar más ropa para ella y alimentos. Ya tenía un año ya había comenzado a hablar y muchas veces a balbucear también había comenzado a caminar. Con el tiempo mi madre comenzaba a empeorar, muchas veces me sacaba el dinero que tenía guardado, por lo que cada vez que salía tenía que cerrar todo antes de salir a trabajar. Había cumplido los dieciocho años y conseguí un trabajo de camarera en un restaurant. Vanessa estaba en una guardería cerca de mi trabajo ganaba mucho más dinero que en la biblioteca y gracias con eso podía pagar la guardería y las facturas.
Renée cada día estaba peor, cada día estaba más delgada, muchas veces trataba de hacerla entrar en razón y se encargara de Vanessa, pero jamás me escuchaba y optaba por irse.
Así era mi vida, hoy es un día más en esta lucha, un día más donde tenía que aguantar las ganas de llorar y de quedarme en cama todo el día. Me levante de la cama y mire a Vanessa quien estaba dormida en su cuna, baje a la cocina y le prepare el biberón, mientras este se enfriaba un poco comencé a cerrar y guardar todo, me hice un café y fui a darle el biberón a pequeña. Allí estaba mi pequeña ya despierta jugando con su único peluche, la tome en mis brazos y la puse en mi cama para cambiarla, le di su biberón que con gusto comenzó a tomar. Le puse su ropa y me miro con esos ojitos de color verde clarito, su cabello era de un color rubiecito, pero aún más se parecía mucho a Renée , al verme sonrió ampliamente mostrándome sus 4 dientes y otros dos que comenzaban a salir, en unos días más cumpliría 2 años.
—Hola peque—salude haciéndole cosquillas en su barriguita.
—Bella —balbuceo con el chupete del biberón en su boca.
—Hoy tenemos que ir a la guarde ¿quieres ir? —pregunte poniéndole sus pantis y pantalones.
—¡Si! —grito emocionada soltando el biberón y segundos después buscaba el chupete que por supuesto yo ya había escondido.
Sonreí y la acomode en mi regado para terminar de peinarla y ponerle su gorrito rosa. Ella muchas veces me decía mamá, pero yo le decía que yo era su hermana aunque a ella no parecía impórtale, yo no quería quitarle ese lugar a Renée, pero ella jamás ha estado allí para Vanessa comportándose como tal. Cuando termino de acomodar su ropa teniéndola bien abrigada prepare su bolso, la deje en la cama con una de sus muñecas, hablaba y balbuceaba. Después del trabajo tenía que llevarla al médico, era solo para un control rutinario, además que hoy le tocaba su vacuna.
Cerré mi habitación y la casa con llave, con Vanessa en mis brazos, mi uniforme en mi bolso y en otro bolso las cosas de Vanessa comenzamos a caminar. Tenía que caminar cinco mil trecientos cuarenta y ocho pasos para llegar a la guardería. Al llegar una de la maestra me saludo amablemente. Todo el pueblo estaba enterado de nuestra situación, pero nadie decía nada o hacia algo para ayudarnos solo erramos Vanessa y yo, todos hacían oídos sordos y eran completamente ciegos.
—Buenos días —salude la tía María que estaba en la puerta recibiendo a los niños que iban llegando con sus madres.
—Buenos días Bella —sonrió y miro a Vanessa que venía debajo de un par de camisetas, una chaleco, su abrigo, una bufanda y una gorro aunque era agosto hacia mucho frio—. Hola Vanessa —soltó una risita cuando mi hermana movió su manita cubierta de un guante azul.
—Nos vemos en un rato ¿sí? —le dije a Vanessa en modo de despedida, ella era una niña despierta y muy conversadora.
—Sí —asintió muy rápido— ¿médico? —pregunto levantándose un poco el gorro con su pequeña manito para mírame.
—Sí, pero veras que nos dirá que estas muy bien, ahora ve a divertirte con tus amigos —le di un beso en la frente a lo que ella me respondió con un gran abrazo.
—Te quiero Bells —dijo amortiguando sus palabras en mi cuello y contra su bufanda.
—Yo también peque —sonreí por su extrema ternura, ella tomo la mano de una de sus tías y se fue a su sala, a medio camino se giró y movió su manita despidiéndose.
Cuando ya no la pude ver comencé mi camino hacia el restaurant, mi jefe se llamaba Jasper Hale, era un chico muy amable y en poco tiempo se había convertido en un gran amigo, él tenía una hermana Rosalie Hale que era pediatra, ellos eran gemelos y muy guapos, los dos era rubios, pero el cabello de Jasper era más como un color miel, ambos poseían los ojos azules más hermosos que jamás había visto, eran como el cielo, Rosalie era la doctora de Vanessa.
Llegue al restaurant y salude con la mano a Jasper, no quería retrasarme más de lo que ya estaba, mi jefe sonrió y negó con la cabeza divertido, el sabia de mi situación y me ayudaba más de lo que debería, ya que siempre estaba un poco retrasada tenía un horario un poco más flexible que los demás empleados y eso provocaba comentarios poco amables, como siempre hacia oídos sordos a ellos y seguí mi camino, fui directamente al camerino y me cambie, suspire antes de salir y comenzar a atender varias mesas, era bastante buena aunque en el principio era un completo desastre, muchas veces di vuelta el café sobre algún cliente, quebré mucho platos y varias veces me queme, Jasper tenía una paciencia que a veces no sabía porque no me despedía de una buena vez.
En un pequeño descanso que me correspondía a media mañana, me tome un café y me comí un sándwich de jamón, prácticamente eso era lo que más comía ya que en casa no podía tener muchas cosas ya que Renée vendía hasta el té y además no podía permitir una buena cena ya que eso costaría unos cuantos dólares más y no estaba en una posición para darme ese lujo, me duele no poder hacer más para Vanessa, poder le un buen juguete, una buena comida, buena ropa abrigadora para el invierno que se acerca a pasos agigantados. El movimiento de una silla a mi lado me trajo de vuelta a la realidad y mi lado se sentó Jasper sonrió tomando su café. Sabía lo que venía ahora.
—Tarde ¿huh? —sonrió divertido. El al igual que su hermana aman a Vanessa, hacían de todo cuanto yo les permitía para ayudarnos.
—Lo siento, pero Vanessa, como siempre se ha puesto muy habladora, creo que es por lo de hoy — explique dándole una mordida a mi sándwich, el soltó una risita entre dientes. Si algún día se convierte en padre, ese niño tendrá mucha suerte, Jasper siempre está consintiendo a los niños que llegan a su restaurant.
—¿Ya has pensado en lo que hablamos hace unos días? —pregunto dándole un sorbo a su café, hace varios días insistió en que tratara de acabar el instituto, pero no podía, me aconsejo pensarlo, podría dar exámenes libres. Así no tendría que contratar una niñera, solo tendría que estudiar los temas que ellos me dieran y listo.
—No lo sé, sabes que eso me costara dinero y justamente eso lo que no tengo, la guardería de Vanessa me saca la mitad de mi sueldo, además de las facturas —comencé a enumerar con mis dedos— ropa, comida, pañales y todas las cosas que necesita Vanessa además de la hipoteca y las cuentas del agua y luz, no es fácil, además la peque está creciendo demasiado rápido —dije terminando mi desayuno y esperando que mi explicación diera por terminada esta conversación, muchas veces me hartaba hablar de mi situación, no quería que nadie sintiera pena por mí o lastima, yo soy fuerte, mi padre siempre lo dijo, yo era demasiada madura para mi edad y tenía que demostrarlo.
—Solo piénsalo, sé que ahora parece difícil, pero si lo haces sabes que tienes mi apoyo y el de Rose —sostuvo sonriendo amablemente, él era un gran amigo y quería mucho a Vanessa así como ella lo quería a él y a su hermana.
—Gracias —dije levantándome y tomado mi taza sucia, volviendo al trabajo.
— De nada — murmuro Jasper quedándose en su lugar.
Asentí volviendo a mi trabajo. Me gustaría terminar el instituto y poder ir a la universidad, sabía que ese había sido el sueño de Charlie, pero ahora ese sueño lo veía demasiado lejos y fuera de mi alcance, cada día que pasa ese sueño se esfuma y desaparece a los lejos de este túnel que me está absorbiendo lentamente. Las horas pasaban entre cada orden, las propinas ayudaban mucho, algunas personas no eran muy generosas como por ejemplo la señora Stanley y su rubia oxigenada hija Jessica. A pesar de todo, la gente del pueblo eran amables y simpáticas.
La tarde se terminó con muy buenas propinas que me ayudarían a final de mes, conté mis propinas cuando termine y me cambie de ropa, me despedí de Jasper y salí corriendo hacia la guardería de Vanessa. Entre rápidamente hasta su salón, iba un poco retrasada, pero era algo usual, las tías entendían mi situación y esperaban más del tiempo que les correspondían.
-—¡Bells! —grito Vanessa corriendo hacia mí, yo me puse hasta su altura abriendo mis brazos y ella aterrizo abrazando mi cuello con sus manitas, siempre era así y me encantaba, era una niña muy tierna y cariñosa, lamentaba enormemente que Renée jamás sepa eso y nunca disfrute de Vanessa.
—Hola Peque —salude besando su mejilla una vez que nos separamos— ¿Estas lista para irnos? —pregunte mientras la tía Laura me daba su bolso con sus cosas, Vanessa asintió frenéticamente.
—Sí, tía Rose —chillo soltando una risita, aun no podía pronunciar bien las "R" o simplemente no las pronunciaba las letras, era demasiado gracioso escucharla hablar.
Me puse su bolso en mi hombro y despidiéndome de las tías nos pusimos en camino hacia el hospital, aun nos quedaba tiempo, Vanessa tomo de mi mano, iba demasiado callada por lo que me extraño. Usualmente ella, hablaba de todo lo que había pasado o hecho durante el día.
—Vanessa ¿Qué tienes cariño? —pregunte mirándola mientras cruzábamos una de las calles.
—nada —suspiro negando con su cabecita y siguió mirando el suelo. Me detuve y me agache hasta llegar a su altura para mirar sus ojitos tristes.
—Vane —la llame y ella me miro, sus ojitos estaban llenos de lágrimas, me rompía el corazón verla así, bastaba cuando me preguntaba por mamá y por qué nunca estaba con nosotras—Sabes que puedes confiar en mí, no pasa nada si me cuentas —acaricie su cabecita moviendo el gorrito para mirar mejor sus ojitos.
—¿te puedo llamar mamá? —pregunto con su vocecita de niña, me miro nerviosamente, sus mejillas un poco sonrojada, un gesto común en nosotras dos además de que teníamos la manía de morder el labio inferior.
—¿Por qué? —le pregunte curiosa, jamás me pregunto eso, solo me llama mamá, pero sabía que algo más había detrás de esa pregunta.
—Sophie me dijo que yo no tenía mamá —sus ojitos se llenaron de lágrimas rápidamente—, yo quiero que tú seas mi mami —sorbió su pequeña nariz solo pude abrazarla, ella envolvió sus bracitos alrededor de mi cuello.
Los niños eran demasiados crueles y más cuando son hijos de los acaudalados del pueblo, bueno en realidad no todos son iguales, pero no faltaban aquellas personas que se creían los príncipes y reyes.
—Sabes que puedes llamarme como tú quieras —le susurre, pase mis brazos por sus piernas y la alce, ella escondió su rostro en mi cuello, comencé a caminar ya que nos estábamos retrasando para la cita con Rose.
—Gracias mami —dijo contra mi cuello—. Un niño me defendió y estuvo conmigo todo el rato y jugamos mucho.
Mi pecho se hincho de tanto amor, sabía que Vanessa no era mi hija, pero yo la amaba por sobre todas las cosas y si ella quería llamarme mamá yo no tendría problema con ello, ella siguió conversando sobre este niño que estuvo con ella durante todo el día, aunque apenas le podía entender lo que decía, disfrutaba mucho que ella me conversara sobre sus cosas y me tuviera aquella confianza, esperaba que esta relación entre nosotras siguiera siempre igual.
Cuando llegamos al hospital Vanessa se había quedado dormida en mis brazos, me acerque a la recepción para que le dieran aviso a la Dr. Hale que ya habíamos llegados, la enfermera que estaba en la recepción, hizo la llamada y me invito a esperar en la sala. Me senté y acomode a Vanessa que no se quería despertar. Habían pasado unos diez minutos cuando por una de las puertas apareció una espectacular rubia, alta, escultural como esas modelos que salen en las revistas con un bikini y hacia que mujeres como yo, la autoestima quedara por el suelo e incluso más abajo, me sonreía amigablemente con esos labios rojo pasión y sus ojos azules que son amigables. Esa era Rosalie Lilian Hale. Mi amiga y pediatra de mi pequeña Vanessa.
—Bella —me llamo sonriendo ampliamente. Me levante y camine hacia ella, nos saludamos con un beso en la mejilla— ¿Cómo estás? —pregunto mientras abría la puerta dejándome entrar a su consulta, varios dibujos de sus pacientes colgaban de sus paredes.
—Bien, un poco preocupada —dije en un susurro intentando que Vanessa no despertara, lo que había hablado con Vanessa me había dejado marcando ocupando porque en un futuro los niños se ponía aún más agresivos y podrían burlarse dañando emocionalmente a mi pequeña.
—¿Le ha pasado algo a Vanessa? —pregunto preocupada mientras se sentaba detrás de su escritorio. Negué y comencé a explicarle lo que había sucedido.
—Una niña le ha dicho que no tiene mamá, por lo que me ha preguntado si yo puedo ser su madre —explique en un susurro, un grueso nudo se había formado en mi garganta impidiéndome hablar con normalidad.
—Vaya —murmuro pensativamente—, creo que por un lado está bien, tú eres la única imagen materna que ella tiene, pero Vanessa tiene que tener en claro que tú eres su hermana para que no confunda las cosas, cuando sea más grande tendrás que explicarles las cosas sé que es difícil, pero tendrás que hacerlo en algún momento —sonrió al ver que Vanessa se iba despertando poco a poco abriendo sus ojitos enfocándolos en mí.
—Lo sé, pero me aterra demasiado el futuro, sabes que los niños entre más grandes más agresivos son — Rosalie sabía que estaba más que preocupada, pero dejamos la conversación para después ya que Vanessa se había despertado por completo y nos miraba con curiosidad.
—Hola Peque —le salude con una sonrisa.
—Hola mami —dijo tímidamente mirándome yo le sonríe afirmándole que todo estaba bien.
—Bien, es mejor que veamos cómo esta señorita —anuncio Rose a lo que Vanessa levanto la vista y sonrió. Me puse de pie con Vanessa en mis brazos para ponerla en la camilla.
Rose me hizo sacarle su ropa para revisar su pecho y su espalda, la hizo respirar hondo para escuchar sus pulmones. A Vanessa le encantaba estar con Rose, eso hacia todo más fácil. La midió, peso, reviso sus reflejos y todo lo demás. Me alegraba saber que Vanessa estaba bien, me esforzaba mucho para que ella no se enfermera, esa no era una opción, ya que tendría que gastar dinero extra por ello y no estábamos en las condiciones para que ella se enfermara.
Cuando terminamos Rose le dio una paleta y una enfermera entro a la consulta trayendo en sus manos todo lo necesario para su vacuna, aprovechando que Vanessa estaba feliz chupeteando su dulce le inyecto, ella solo dio un respingo y siguió con su paleta, terminada la consulta nos despedimos de Rose y salimos, fuimos hasta la recepción para hacer la siguiente cita que sería en dos meses más. Puse a Vanessa en el suelo mientras hablaba con la enfermera.
—Bueno, la siguiente cita seria… —la enfermera miraba el calendario de Rose en su computadora—. El día martes 3 de octubre —sonrió mirándome esperando mi respuesta.
—Me parece genial y ¿la hora? —pregunte.
—A las 5 de la tarde, como siempre —asentí de estando de acuerdo con la hora, todas las citas eran a esa hora por varias razones, una de ella es que era más cómodo para Rose, también porque Vanessa salía a las cuatro de la tarde de la guardería y yo dejaba de trabajar a las cuatro…
—Gracias —sonreí recogiendo los papeles de Vanessa y los guarde en mi bolso—. ¿Estas lista para irte peque? —pregunte girándome para verla, pero ella no estaba a mi lado, quizás se había ido a sentar.
—¿Vanessa? —mire para todos lados.
Mierda. La enfermera me miraba asustada. Ella jamás se separaba de mí, por nada del mundo lo hacía, menos cuando yo se lo tenía estrictamente prohibido.
Comencé a buscarla por los pasillos, trataba de no gritar o de no volverme loca, pero si no podía controlarme no podría buscarla y tenía que encontrarla me estaba volviendo loca o de por si me iba a morir de la angustia. Mi corazón latía a mil por hora y si alguien la había secuestrado… Oh Dios mío, esto no podría estar pasando esto, jamás había pasado. Si Renée se la llevo con algún propósito peligroso.
—¿Bella? —pregunto Rose a mis espaldas. Me gire y Rose me miro preocupada.
—Rose —lloriquee sin poder retener las lágrimas—, perdí a Vanessa. ¡Oh Dios mío! ¿Qué voy hacer? —llore como jamás lo hice, la angustia me estaba matando. Rose rápidamente me abrazo para tranquilizarme.
—¿Cómo que la perdiste? —pregunto mirándome preocupada, luego de que nos separáramos.
—No lo sé —sorbí mi nariz con el dorso de mi mano, sé que no era muy educado de mi parte, pero a estas altura no estaba preocupada por eso—, estaba haciendo la siguiente cita y después ella ya no estaba —comencé a caminar de un lado para otro, ya no sabía qué hacer, a cada minuto pasaba mis manos por la cara secando mis lágrimas.
—¿Avisaste a los guardias? —interrogo, pero yo negué con la cabeza, con la desesperación se me había olvidado avisarle a los guardia, ella salió corriendo y yo la seguí, desesperada, esto no podría estar pasando, no ahora.
Les dio aviso a los guardias y ellos rápidamente comenzaron a buscarla por todo el hospital, mientras que Rose y yo buscábamos en los baños, en la cafetería, debajo de las mesas, en la cocina y nada, mi pequeña no estaba. Las horas pasaban y Vanessa no estaba, no aparecía, sentía que mi cuerpo estaba muriendo de angustia, mi pecho estaba oprimido que me costaba demasiado trabajo respirar.
Ella No estaba, no estaba, no estaba…
