Remus odiaba la sensación de despertarse después de una transformación. El hombre lobo se sentía roto, menos que cualquier otra persona del mundo, eso y su cuerpo lleno de rasguños y moretones lo hicieron gruñir cuando se sentó. Los huesos sonaron cuando volvieron al sitio correcto, sus transformaciones sólo empeoraban desde la muerte de James y Lily, nuevas lágrimas aparecieron en sus ojos cuando se acordó de la muerte de sus mejores amigos. Su momento de dolor fue interrumpido cuando oyó unas hojas secas aplastadas y astillas partiéndose cerca de él. Fue con miedo y sorpresa que el hombre lobo sintió un par de manos fuertes agarrándolo y tirándolo al suelo.
El olor del hombre sobre él le era conocido e hizo que él joven gruñera violentamente. Los malos recuerdos y el odio que tenía por Fenrir Greyback lo hicieron luchar con todas las fuerzas, que no eran muchas. Sus ataques sólo hicieron que el hombre lobo más viejo riera.
- Un cachorro rebelde como siempre. Eso no es manera de saludar a tu alfa. - Greyback dijo junto a su oído con tono de aviso, antes de morder con fuerza el cuello del menor.
Remus cerró la boca fuertemente, podía sentir la sangre escurriendo dónde los dientes del alfa lo habían marcado, pero prefería morir antes de gritar. Esa satisfacción el monstruo no la tendría.
- Por la Diosa, estás hecho polvo. - El mayor dijo con su voz gruesa e imperativa.
- ¿Qué quieres? ¿Por qué me seguiste? - Remus preguntó, al sentarse nuevamente y clavar las uñas en la tierra para evitar llevar una de las manos a la nueva herida en su cuello.
Greyback rodó los ojos.
- Cachorro imbécil, claro que no te seguí, idiota. Tengo un clan que gobernar, tú eres el que vino hasta aquí. Tu lobo te trajo hacia tu familia, no puedes huir para siempre de tu esencia. Somos tu familia.
- ¡¿Familia?! ¡Arruinaste a mi familia cuando me volviste en un asqueroso animal como tú! ¡Era sólo un niño y robaste mi vida! - Remus gritó hacia el hombre fuerte frente a él.
Greyback era un alfa de pocas palabras y poca paciencia. Sin el menor remordimiento agarró a Remus por el cuello y tiró el cuerpo delgado y maltratado contra un gran árbol, haciendo que varias pequeñas astillas penetrasen en la piel de Remus, que cerró los ojos, feliz por el dolor, ya que de una manera insana él deseaba que el alfa pusiera fin a su sufrimiento.
- ¡Eres un cachorro estúpido y malagradecido! Salvé tu vida inútil hace años y vienes pagándome con más y más rebeldía. Debería llevarte para al clan y dejarte a cargo de los betas, ellos podrían disciplinarte. Pero estás sólo piel y huesos, te matarían en dos tiempos. - El alfa dijo sarcásticamente.
- ¿Me salvaste? - Remus preguntó con dificultad, el agarre de Greyback en su cuello no le dejaba respirar y su voz era ronca. - Hiciste cosas terribles... ¡Era sólo un niño y robaste mi inocencia!
Por primera vez Greyback hesitó. Vio las lágrimas amargas de Remus y supo que eran sinceras, eso era más que rebeldía y terquedad del cachorro.
- Pero, ¿de qué diablos hablas? Salvé tu vida, pequeño ingrato. Estabas sangrando y tan helado como la muerte. Te di una bendición que rechazas y deprecias todos los días.
- Tú eres el que me dejó sangrando para empezar.
- Te dejé arrebujado con mi mejor capa en la puerta del frente de la casa de tus papás puristas. Ellos eran partidarios del viejo, ¿cómo iba yo a adivinar que te iban a despreciar?
Remus no podía creer en tamaña caradura del alfa.
- No me acuerdo de todo, pero sé que Dumbledore me salvó. Me llevó para mi casa después de que me violaste y me tiraste en una un hoyo cualquiera para morir.
Al oír la acusación el rugido que Greyback soltó fue totalmente animal, el mismo que en su forma humana. Sus uñas arrancaron sangre de la piel de Remus, que se desmayó cuando el agarre en su cuello lo dejó sin aire.
- Siempre tan emocional. Habrías ido a Gryffindor, lo sabes, ¿verdad? - La voz suave como terciopelo era del mago que había visto todo el encuentro desde una distancia segura. Greyback hizo un sonido de amenaza cuando el hombre se acercó. - No seas malo, máscota, o tendré que castigarte. Trae tu juguetito, podemos utilizarlo de alguna manera.
El alfa dentro de Fenrir quería volar hacia el cuello del brujo arrogante y probar cuan pura sería su sangre... para después matarlo por las ofensas, claro. Pero ya había pasado mucho tiempo desde que Lucius Malfoy lo había marcado y tomado por ordenes del Lord de las Tinieblas.
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Cuando Remus despertó estaba desnudo y con mucho dolor, pero en vez del suelo sucio y duro de la floresta estaba tumbado en pieles suaves y perfumadas. El mago gruñó cuando se sentó y sintió una corriente en su tobillo, cuando sus dedos tocaron el metal se quemaron. Era una corriente mágica y no iba a ser fácil sacarse escaparse de allí.
- ¡Por todos los demonios del infierno! ¿El maldito me vendió como esclavo? – Se Preguntó a sí mismo con pánico.
- Me gusta la idea de tenerte como esclavo, pero no sé si podría mantenerte en la mansión. - La voz lo hizo levantar los ojos de la corriente para casi atragantarse con el aire cuando vio a Lucius Malfoy de pie en la puerta del cuarto.
El brujo llevaba botas de cuero hasta sus rodillas, sus muslos fuertes estaban en unos pantalones blancos que lo hacían verse delicioso. Remus se impidió babear cuando vio que la camisa negra del rubio estaba abierta, dejando el pecho del aristócrata descubierto. Él ya se había sentido atraído por Lucius Malfoy y su belleza, pero el aire de chico malo en el rubio no era sólo chulería como era con Sirius. Malfoy era peligroso, era uno de los seguidores del asesino de sus amigos después de todo.
- ¡¿Tú?! - Preguntó sin creerlo. - ¿Desde cuándo te juntas con animales? Ya sabía que eras un desgraciado sin corazón, pero pensé que tu honor de sangre pura no te permitiría lidiar con Greyback y sus asesinos.
- Él tiene hábitos... raros, decirlo así, pero es útil. Y personalmente, no los llamaría asesinos. - Lucius dijo, con un brillo extraño en la mirada. Su largo pelo rubio destacado por el negro de la camisa.
- Me olvidé, a los Mortífagos no se les importa si están al lado de asesinos y violadores de niños, eso claro, si los niños no son sangre pura. Cuidado con tu hijo Malfoy, a Greyback le gustan los ojos claros, a menos que eso te guste también... pobre niño.
Remus no esperaba el puntapié que lo hizo escupir sangre. Un crucio era algo que esperaría de Malfoy, no un golpe físico.
- Voy a ser bueno esta vez, Lupin, pero si insinúas algo tan asqueroso sobre mi hijo nuevamente... voy a sacar tus intestinos mientras te mantengo mirando. - El rubio dijo, peligrosamente calmo.
Remus no contestó a la amenaza.
- ¿Qué quieres? Nunca voy a decir dónde está Harry.
- No seas necio, Lupin, le dije a Greygack que te trajera aquí para que sepas quién es realmente el mentiroso del cuento. Y tengo malas noticias: es tu querido Dumbledore. Es un viejo manipulador que no ve en ti, o en todos los otros tontos de la Orden nada más que peones.
- ¡No te atrevas a ensuciar su nombre! Él tiene el corazón más bondadoso y...
- ¡No me digas! - Lucius interrumpió con aire enfadado. - Entonces, ¿por qué mintió? ¿Por qué jugó con los recuerdos de un niño traumado? Greyback nunca violó a un niño, estúpido. Él no podría, los hombre lobo son extremadamente protectores de los cachorros.
Remus iba a contestar, pero un golpe del látigo en su pecho lo frenó. Él ni mismo había percibido que el rubio tenía un arma en las manos.
- No me gusta cuando no me escuchan. Sé que no crees en mí, mucho menos en nada que Greyback pudiera decirte, entonces te ofrezco las memorias de Fenrir. - Dijo el rubio girando su varita y haciendo que unas pequeñas botellitas flotasen hacía Remus. - Sé que eres especialista en Defensa, sabrás que no están alterados. Espero que tengas buen estomago, no va a divertirte el ver quién es tu maestro en la realidad. Claro, tienes la opción de no ver nada, puedes seguir como la tonta marioneta del viejo, pero... eso sería tan cobarde, leoncito. - Lucius dijo sarcásticamente, antes de salir de la habitación con su pelo flotando alrededor de él.
Remus tomó dos segundos para coger las botellitas. Él era un Gryffindor, nadie en su casa era conocido por la cobardía o por la cordura.
