Hola! yo se que mis historias no son muy buenas, pero me gusta escribir ... y aunque no habia podido hacerlo debido a mis problemas personas (que a dios gracias parecen estarse calmando),ahora que ya tengo mi PC puedo escribir y publicar con mayor facilidad nOn
Les kiero compartir este fic de sagaxcamus que hice para una amiga a la que quiero mucho

espero que sea de su agrado :D

Entre líneas (CamusxSaga) UA (1 de 2)

Entre líneas

1

Las palabras que sus ojos repasaban una y otra vez con ansias, producían una descarga eléctrica en el estómago, una palpitación en los dedos, y en los labios la manía de colocar los dientes sobre el inferior para amortiguar cualquier sonido que pudiera interrumpir su concentración…

«Nuevamente con una tímida sonrisa, el francés su mano aceptó, sorprendiéndose enseguida por el acto que el rubio acaba de realizar: Cuando la mano de Camus apretó la del vampiro, este inclinó su cuerpo hacia delante sin apartar sus ojos de los del otro, dejando un suave y fugaz beso en el dorso...»

Un golpe en la mesa y el grito de su nombre le hizo replegarse a la silla, con el libro que sostenía en las manos, cerca del pecho; y aunque su mirada era sorpresiva, la verdosa represiva del otro la hizo cambiar por una preocupada…

El muchacho parado del otro lado del escritorio portaba un traje que lo hacia ver mucho más delgado de lo que era, y la corbata roja que vestía, le daba a su cara cremosa, un aire de mayor palidez; su cabello largo lavanda se lo sujetaba con una pieza acorde al color de la del cuello, marcando en su cara la afilada nariz.

-"¿Me llamaste?"- Preguntó con cinismo, colocando un separador en el sitio donde se había visto interrumpida su lectura. El interlocutor suspiró mientras colocaba una mano en su frente y la otra en la cintura

-"Como un millón de veces…"

-"Bueno, ya sabes lo que dicen: la mil uno siempre es la ganadora…"- sonrió con la esperanza de que el otro comprendiera la broma, pero sólo recibió una mirada molesta. –"Ok… no hay respuesta… Eso sólo significa que estas molesto."

-"No creo que te importe, Saga. Lo haría si mi cara fuera un libro…"

-"No es para tanto…"- Murmuró.

-"Claro que si. Últimamente sólo les prestas atención a ellos…"

-"¡es que son maravillosos! Y este"- Señaló el que tenía en las manos –"Es el mejor que le he leído, a pesar de no ser uno de sus temas favoritos."- El pelilila volvió a suspirar mientras le observaba sonreír y posar sus pupilas esmeraldas en la pasta del libro.

-"Como sea… No te distraigas demasiado con ellos porque no sólo podrías perder tu empleo, también podrías perder la cabeza como le sucedió al Quijote de Cervantes."- Saga rió mientras abría de nuevo el libro.

-"Creo que esa última advertencia ha llegado un poco tarde para mi, Mu"- Su acompañante sonrió.

-"Eso creo…"- Se dio la vuelta y decidió dejarlo solo, cerrando la puerta tras él.

-.-

No sólo era su estilo lo que le atraía de él, eran las palabras grabadas en las páginas, lo escrito que estimulaba su mente y la ayudaba a viajar lejos, a montarse en el escenario que su escritor favorito le obsequiaba cada vez que lanzaba un libro.

Saga aún no había tenido tiempo de leerlos todos, pero definitivamente ese último le agradaba más que cualquier otro…

«Camus entre abrió los labios, sin palabras que pudieran dejar estos para expresar lo que no hacia falta, ya que a una mirada, el inmortal las deducía. La mano fría y nacarada del vampiro rozó la mejilla sonrosada del francés, quien no sólo sintió vibrar extasiado su corazón, si no que un ligero temblor a la par le recorrió el cuerpo.

-"Él me lo dijo pero nunca lo entendí hasta ahora, hasta el momento en que te vi..."- El dedo pulgar del vampiro repaso la suave mejilla del pelirrojo con movimientos circulares, al tiempo que sus ojos escarlatas no se perdían el espectáculo que representaba el semblante del menor, ni se le escapaba la mueca extrañada que sus cejas adquirieron con aquél susurro. Milo suspiró y dejo la cintura que antes había abrazado, mientras sentía una descomunal sensación que inexplicable para un ser nocturno como él era, pero comprensible al sentir de un mortal: amor.»

Cerró el libro mientras pensaba en la última escena, y se me imaginaba lo que era estar así con esa persona, y lo que el inmortal debía estar sintiendo de tenerlo tan cerca… saberse amado, pero al mismo tiempo no poder poseerlo…

Saga sonrió, suspiró y bajó la vista para posarla en la pasta del libro: 'La reina de los condenados'. Un nombre poco habitual, al que aún no encontraba razón de ser. Buscó el nombre del autor: Camus Depardieu.

El escritor se había usado como personaje, pero, increíblemente, también usaba uno con el nombre de Saga, Saga Moreau, que era un vampiro, tío y protector del incomprendido mortal, Camus Breur.

Cerró los ojos otra vez y se imaginó lo que sería conocerlo, tratarlo, y saber de sus labios que proseguiría en la historia. Moría por escuchar de boca de su autor, que sería del destino de la incomprendida pareja, y cuales eran esos secretos que los separaban… Se preguntaba si el Camus de carne y hueso sería la persona que él pretendía a través de sus lecturas, ese ser amable, cándido y genial.

Lo pensó un momento. La mayoría de los escritores recibían cartas hasta hace algunos años, pero en los tiempos modernos ya se contaba con la tecnología del internet y todo lo que tenía que hacer era teclear su nombre en la pantalla…

Acomodó el sillón, y tecleó: Camus Depardieu. Los primeros resultados arrojaron páginas acerca de clubs de lecturas y un sitio que el escritor tenía como página personal. Al cliquearlo, descubrió que tenía una fotografía: Era joven, de tez cándida, mirada caoba, seria, mejillas suavemente adornadas por manchas negras y un matiz acarminado; tenía el cabello largo, aunque como la foto no era de cuerpo entero no sabía que tanto. Era justo como el personaje del libro. Saga pensó que Camus se había descrito muy bien, aunque a la vez creyó que sus rasgos y belleza sobrepasaban cualquier punto en su imaginación.

Localizó una dirección de correo electrónico. Escribió al principio un saludo, después algo más acerca de su opinión del libro. Prosiguiendo y terminando con una felicitación a su magnifico ingenio.

Su sorpresa y agrado fue excesivo, cuando, el mismo día, Saga recibió una respuesta amable, educada y humilde a sus halagos.

¡Ahora sí que ansiaba conocerlo en persona!

-.-

Cuando entró a la oficina se sorprendió al notar que su ocupante no estaba sentado en el escritorio como normalmente esperaría. Frunció el ceño con extrañeza y se adelantó unos pasos como para ampliar su campo visual y comprobar su ausencia; sin embargo, cuando llegó al pie del escritorio, escuchó que este entraba tarareando una canción.

-"Hola"- Lo saludó con una sonrisa. El otro lo miró con curiosidad.

-"Nos vimos esta mañana."

-"Lo sé, sólo quería ser cortés."- Parecía que sus labios no podían unirse otra vez, y que los dientes tenían algún adhesivo.

-"Ehm… bien, señor cortesía. Shaka me pregunta si…"- El peliazul caminó hasta un estante, abrió el callejón; y mientras buscaba lo solicitado, continuó cantando. Mu percibió que estaba de muy buen humor. –"Aquí está"- Le extendió un folder verde pistache, a la par que le hacia una seña con el dedo para que aguardara un segundo, y se inclinaba hasta tomar un rollo de cartulina que también le dio. Acto seguido se acercó el archivero y sin bajar la intensidad de su buen ánimo, sacó una carpeta.

-"Muy bien Saga, ¿qué te pasa?"- Se aventuró a preguntar.

-"Nada"- Pero la sonrisa ahí estaba.

-"¿Nada? ¿Por qué estas tan feliz?"

-"Porque quiero estarlo."- Mu lo miró con desconfianza.

-"¿Prefieres que indague en tu computadora?"- Saga se quedó frío. Viró sobre su propio eje y enfrentó la mirada de Mu.

-"Como sabes, desde hace tres meses me escribo con Camus Depardieu"- El otro asintió. –"Pues… Me dijo anoche en el chat que estaba invitado a una reunión –o algo parecido- de escritores, que se realiza cada año, y que, casualmente será aquí en Grecia. Camus en este momento debe estar tomando un vuelo para acá… y…"- La sonrisa se le hizo tan grande que dejó de hablar.

-"¿Y?"- Le insistió el otro, roído por la curiosidad.

-"Me ha invitado a una exposición de arte privada que habrá en el museo central; todo con el claro pretexto de conocernos."- Ahora que Mu conocía el motivo, se sentía movido por la misma dicha que él.

-"¡Qué bien!"- Lo palmeó a modo de felicitación. –"Imagino que ya tienes que usar o no estarías tan feliz…"- Saga de pronto se vio lleno de temor. El pelilila le sonrió. –"No importa amigo, yo te acompaño esta tarde, a la hora de la comida para que compremos algo que le impresione…"

-.-

Al aparcar el auto no tenía ni idea de que el nerviosismo lo haría su presa y que las piernas le amenazarían con colapsar en cuanto decidiera descender de este. Se miró en el espejo, directo a las pupilas esmeraldas, y se hizo repetir que no pasaba nada. Incluso intentó pensar en las muchas charlas que habían tenido a través del chat, y lo claro que fue Camus al mencionar que si iban a frecuentarse, se olvidara primero de los halagos y se centrara en tratarlo como lo haría de ser un amigo de la infancia; pero lo cierto era que el autor le gustaba desde sus escritos, hasta esas conversaciones que a veces culminaban al amanecer. Le encantaba que llegara de improvisto a la una de la mañana, y cuando no lo encontraba conectado, se consolaba con el e-mail que recibía a modo de disculpa, en cuanto refrescaba por centésima vez la bandeja de entrada.

Tomó por fin la decisión de salir del auto, y caminó por el estacionamiento, con la barbilla en alto, los brazos y las piernas relajados, y el ondulante movimiento que su cabellera azulina hacia al caminar.

Prosiguió hacia la puerta, hasta que un destello fugaz le llamó la atención. Se detuvo, virando hacia la entrada principal, donde descubrió que algunas personas se habían reunido y que tomaban fotografías. La curiosidad lo llamó a no despegar sus ojos de la escena, pero sobre todo, en cuanto dos personas del grupo se movieron, pudo notar que el foco de aquella atracción era su admirado escritor. Saga sintió que el corazón se le bajaba al estómago: él estaba parado ahí, con una mano en la cintura y con su brazo libre alrededor de una figura más pequeña, que sonreía con la faz llena de rubor. El gesto en la cara de Camus no era tan amplio, pero se notaba que estaba complacido y agradecido a la vez, por la atención recibida.

El peliazul se acercó sin despegar sus ojos de la figura del escritor francés, a quien admiró desde los zapatos negros, hasta el cabello fogoso que el viento nocturno se llevaba.

Las pupilas caobas del afamado se posaron en las esmeraldas de Saga, quien sintió otra vez el vuelco en el estómago, y se paró en seco. Camus le sonrió, mostrando un gesto en los labios mayor que el que cualquiera de sus fans había visto entonces; aunque el peliazul no supo si lo hacia por cortesía o porque sabía quien era. Dudoso, pues nunca le mandó una fotografía. El escritor elevó un dedo, pidiéndole un minuto, mientras firmaba una fotografía instantánea, y recibía el beso de una chica de lentes. Viró después hacia Saga, le ofreció la mano, y cuanto este la tomó tan suave que la cara se le enrojeció completamente, se viró hacia un fanático y le dijo en un claro acento inglés, algo que el otro no entendió.

-"Una foto"- Explicó. –"No nos llevará mucho tiempo."- Saga era mucho más alto, así que Camus apoyó la cara en su pecho, pasó la mano libre por su cintura, y la otra la tuvo sostenida al frente. Por instinto y comodidad, el otro apoyó la barbilla en su coronillo y el brazo libre de modo que pareciera un abrazo.

La sensación que el ojiverde experimentó al tenerlo así, fue única. Incluso se le vino a la mente poder abrazarlo con todas sus fuerzas y permanecer unidos en un glorioso abrazo todo el tiempo que duraran con vida; pero le momento pasó tan rápido, que cuando tuvieron que separarse para que Camus continuara con lo que hacia, este experimentó un hondo vacío.

El escritor galo se acercó una familia de tres personas, tomó la fotografía que acababa de tomarse con Saga y la guardó en su bolsillo sin decirle nada al otro; en tanto su invitado se quedaba parado a tres pasos, alejado de la escena; aunque recibiendo constantes sonrisas de parte del pelirrojo, cada minuto que tardaba.

Una vez que terminó se dirigió a donde estaba Saga, pasando su brazo derecho por el siniestro del otro. Se despidió de su pequeño grupo de fans y continuó caminando hacia el museo.

Ya estaban solos por el camino de arcos que desbordaba hasta la entrada principal del lugar, rodeados por un jardín lleno de rosas, que solamente se alumbraba por lámparas nocturnas. La entrada se veía más cerca y el peliazul no sabía que decir… ¡Era más sencillo hacer un comentario por medio del teclado de una computadora, que hablarlo! Percibía los vocablos en la punta de los labios, mas, la boca no se movía aunque fuera saludarlo. Continuaba caminando sólo porque su admirado escritor lo conducía del brazo.

-"¡No te pedí autógrafo!"- Exclamó de pronto, como despertando de un letargo y recordando la escena anterior, y a todos los turistas que se habían llevado el sello del prodigioso autor. Se pararon de pronto, Camus apartándose de él, y pensando que si lo había hecho con los otros fanáticos, también podría hacerlo con él. Saga se busco en la misa algo en que firmara y una pluma, pues trabajando en una revista deberían ser artículos básicos en su haber; pero todo lo que encontró en las bolsas fueron las etiquetas de la ropa nueva que llevaba. El pelirrojo lo observó, luego pensó que debería darle la foto de ambos, pero se arrepintió.

-"Si te doy el autógrafo demitiré mi invitación a la exposición."- Dijo, poniéndose serio. Saga lo miró con sorpresa.

-"¿Por qué? Yo también soy tu fan…"

-"¿Recuerdas lo que te dije cuando nos conocimos?"- El peliazul asintió. Lo acababa de recordar mientras bajaba del coche. –"Aquí también se aplica, así que decide…"- Se cruzó de brazos y ladeó la cara. El otro entró en pánico. Deseaba su autógrafo, pero no quería perderse la oportunidad de convivir con él. No entendía la causa de condicionarlo, quizá por esa manía de decir que prefería un amigo antes que un fan.

De cualquier forma su mayor deseo se había vuelto realidad, y Camus estaba frente a él en carne y hueso, brindándole la oportunidad de escuchar de sus labios más de las historias que leía y que continuaban encantándole. Parecía que de pronto se daba cuenta de ello, y sentía tanta dicha al saberlo, que sin pensarlo se le fue encima, pasándole los brazos por debajo de las axilas, apretándole contra su pecho…

-"¡Eres tú! ¡TÚ!"- La cara de horror y espanto del galo sólo podía sobrepasar la escena embarazosa, donde ambos estaban unidos en un abrazo, quedando a la par, y los pies del más pequeño despegados centímetros del suelo. Saga pareció recordar que debía guardar compostura, y darse cuenta a la vez que sostenía mayor peso de lo espero en los brazos. Lo bajó enseguida, abriendo un amplio estrecho entre los dos.

Su cara griega mostró vergüenza en cada palmo, y sus labios no pudieron expresar disculpas a su acto. Sin embargo, en cuanto pensó en una inmediata retirada como solución a su ridícula demostración, el franco explotó en carcajadas. Y es que jamás fue participe de semejante actuación. El peliazul agachó la cabeza, sonriendo con timidez.

-"Perdona… normalmente suelo ser una persona tranquila, pero… tenerte aquí y poder tocarte… es… un sueño…"- El francés seguía riendo, aunque esta vez en un volumen más bajo.

-"Descuida… Supongo que ya debería estar acostumbrado a recibir atención especial, aunque no me guste. De cualquier forma siempre me haces reír y eso es bueno, ¿no?"- Asintió, recordando las veces que en la pantalla de su computadora aparecían 'jajaja' y 'me matas de risa'. Jamás creyó que llegaría el momento en que lo escuchara a viva voz. Camus tomó un poco de aire, exhaló, y sonriendo le señaló con el brazo el camino a seguir. –"¿Vamos?"

-"Claro."- Respondió. El otro se le acercó.

-"¿Puedo…?"- Señaló su brazo. Saga con las mejillas enrojecidas asintió, feliz porque lo llevaba como su acompañante oficial. Como a una pareja.

Ambos caminaron uno al lado del otro sin decir más.

En la entrada del museo estaba colocado un ambón con un libro. Junto a estos estaba situado un señor de traje, que al verlos los saludos con una suave inclinación

-"Buenas noches caballeros. Sus nombres…"- A Saga le pareció una grosería para el galo, pero a este parecía no importarle.

-"Camus Depardiey y Saga Dalaras."- Se sorprendió al oír que su nombre figuraba en la lista. A una sonrisa del otro comprendió que él le había hablado a su anfitrión, acerca de su acompañante.

-"Bienvenidos. Pasen por favor y disfruten de la exposición.

-"Merci, monsieur."- Saga sintió que se le erizaban los bellos. Leer múltiples frases en francés era una cosa, pero oírlas directamente de sus labios era sumamente seductor. Aún del brazo, el escritor se lo llevó desde la entrada hasta a la primera ala del museo donde estaban expuestas las pinturas del famoso Ikki Van Rohe, a quien no le gustaban los eventos, pero como era amigo del director del museo, había conseguido que se abriera una exposición privaba, que de acuerdo a la critica, abriría las puertas al demás público.

Saga no entendía el arte moderno, y tampoco estaba interesado en aprenderlo porque él se dedicaba a otras cosas en la revista para la que se empleaba; pero, al notar el como Camus plasmaba sus pupilas caobas con detenimiento en aquella pieza, por un momento deseó poder entender y comentar algo inteligente. El pelirrojo abandonó la contemplación, viró la cara y con ella sus ojos hacia las esmeraldas de Saga.

-"¿No te intriga el uso de colores? Creo que el azul en la sangre lo hace más dramático"- El peliazul abrió los ojos con sorpresa, incluso tuvo que observar el cuadro un par de veces más para localizar lo que había oído, sin embargo, no, no veía tal cosa.

-"Me impacta… el excesivo uso de marrón…"- Dijo, aunque luego le pareció una tontería. Camus se llevó la mano a la boca, acallando una risa inapropiada. Abochornado, el peliazul volvió a mirar el cuadro y notó que el autor le había puesto 'Si-marrón'; así que también río. Era un buen chiste del pintor. El francés lo sajó suavemente del brazo y continuaron. Al dar algunos pasos, una figura le reconoció a lo lejos, y sonriendo ampliamente se acercó a ellos.

-"Camus Depardieu en persona. ¿Qué tal todo en el Olimpo?"- A Saga el comentario le pareció ofensivo, pero cuando el nombrado sonrió y se le acercó al moreno ojiverde, decidió establecer distancia.

-"No sé, Aioria, porque no me lo dices tú."- Se saludaron en un apretó de manos ligero. El peliazul se preguntó si a él le gustaría el tipo de gente más seria. –"Gracias por invitarnos a la exposición."- Dijo, acercándose a su acompañante y tomándole de nuevo el brazo. –"Te presento a Aioria Paspala, es hijo del director del museo."

-"Mucho gusto. Saga Dalaras"- Le ofreció la mano. El moreno le sonrió mientras se la aceptaba.

-"Tú trabajas en 'Prisma', he visto tu fotografía muchas veces."- Saga no se lo esperaba. Quizá por eso Camus lo reconoció al principio. –"Dele mis saludos a Shaka y agradézcale el reportaje de su número anterior. Mi padre quedó enormemente agradecido."

-"Para nosotros fue un placer."- Dijo educadamente.

-"Lo invité a venir, pero se encontraba ocupado."- Saga pensó que justo ese día era su aniversario con Mu.

-"Si, últimamente tiene la agenda repleta."- Mentiroso, hubiera sido un excelente calificativo.

-"Que pena… Bueno, espero que asista en otro momento."

-"Seguramente si. De todos modos le daré sus saludos."- Aioria asintió.

-"Bueno, me daré una vuelta para conocer la opinión de los inversionistas. Nos vemos luego Camus, llámame para tomarnos un café antes de que marches a Marsella."- Saga no quería pensar que se iría, y a juzgar por su semblante él tampoco. Se sintió un poco celoso, pero tampoco pensaba acaparar todo su tiempo libre. Aunque… podría portarse mal e intentarlo.

-"Claro."- Respondió. Se despidieron y ambos se quedaron solos, sumergidos en silencio.

-"No te he preguntado… ¿Cuánto tiempo estarás en Grecia?"- Con una sonrisa suave Camus lo miró.

-"Desde hoy hasta el miércoles."- Saga hizo una cuenta mental: Viernes, sábado, domingo, lunes, y… martes. –"La cumbre es el Lunes por la noche, el martes tengo una entrevista con tu revista, y el miércoles por la tarde partiré a Marsella."- Sintió un nudo en estómago.

-"Mu será afortunado en conducir la sección especial a ti."- El franco únicamente sonrió.

-.-

Tenía los días contados. No podía… no quería desperdiciar ninguno, pero no deseaba recibir una negativa a una invitación cualquiera. Saga ni siquiera tenía un plan para aquél día, pues trabajaba la mitad de si ciclo, y a las tres de la tarde no sabía a donde podía invitar al galo, además, tampoco, quiso preguntar que haría estando en la ciudad.

Recordar la noche anterior le ocasionaba replegarse al sillón, apoyar la cabeza en el y dar vueltas quedas sobre su propio eje, mientras perdía la vista en el techo y pensaba en lo bien que se la pasó. No estaba seguro si el sentir de Camus estaba encaminado en la misma dirección, pero escuchar en la escena anterior sus risas y los gestos cándidos que tenía con él, le hacían creer que si, que el escritor se encontraba cómodo en su compañía.

Se miró la mano, en ella sostenía el número telefónico del hotel y del cuarto donde se alojaba. Se detuvo, tomó el auricular, y antes de marcar, soltó la bocina…

-"Cobarde…"- Dejó que la cabeza le colgara y callera sobre el escritorio. El oportuno Mu entró en el momento exacto.

-"Eres muy lento."- Lo criticó. Le aventó un folder y se quedó ahí parado.

-"Estoy enfermo."- Se disculpó el peliazul, fingiendo la voz.

-"Grecia no es la cuna del romanticismo, pero te a puesto que tanto aquí como en Alemania y Francia, eso"- Lo señaló. –"Se le llama de la misma forma."

-"¿Por qué me molestas?"

-"Te ayudo, Saga. Te ayudo."

-"Si ayudarme es echarme en cara que no puedo…"

-"Pero él si, y te ha llamado. Justo ahora espera en la línea…"- El peliazul descolgó. –"¡Mu, no te perdonaré!"- El otro le dio la espalda, soltando una carcajada. Saga se llevó el auricular al oído. –"¿Ho-hola?"

-"Hola, ¿cómo estas?"

-"Bi-bien, gracias. ¿Y tú?"

-"El calor de aquí es un poco sofocante, pero estoy bien."- Silencio.

-"Si, Grecia es muy caliente."

Saga continuaba teniendo el mismo problema de comunicación. No lo hacia a propósito, sólo que Camus lo inhibía hasta borrarle el sentido del habla. Al escritor le daba tanto gusto escucharlo, que también olvidó lo que iba a decir.

-"Espero no haberte interrumpido."

-"¡Que va! Mi colega y yo debatíamos puntos acerca de las personas entrometidas."- Miró al frente y se fijó que Mu continuaba ahí. Le hizo señas para que se esfumara y les diera intimidad, pero este no le prestaba atención, aunque aún escuchaba.

-"… pues… espero que tengas una linda tarde…"- El galo se estaba despidiendo. Saga no sabía que decir o si debía dejarlo ir.

-"Igualmente Camus. Come una rica nieve de limón por mí."- Sonrió, aunque se sentía triste. Del otro lado oyó que él reía.

-"Eso haré. Nos vemos"- ¿Pero cuando? Pensó el peliazul, aunque ya fuera tarde para preguntárselo. Dejó el teléfono en su lugar y se apoyó de nuevo en el escritorio, deprimido. Mu se le quedó viendo, meneando la cabeza.

-"Asunto."- Indagó. Si no lo tenía mejor que lo dejara solo.

-"Shaka quiere verte enseguida."- Saga levantó la cabeza y con ella se paró de un brinco.

-"¿¡Por qué no me dijiste antes?"- Gritó, saliendo de su lugar para dirigirse a la oficina del jefe. El pelilila rió un poco.

-"Tenías una llamada importante."- Alzó los hombros. Dejó las cosas como estaban y salió en busca de su jefe. Atravesó el pasillo, los cubículos y los escritorios de los reporteros, pero cuando llegó al sitio donde Shaka debía estar, la oficina estaba cerrada. Parpadeó y se dirigió hacia donde su asistente.

-"Bud, ¿y el jefe?"- El muchacho de melena de extraño tono verdoso, lo miró como si se hubiera vuelto loco.

-"Hoy es sábado. Él no viene."- Saga volvió a parpadear, confundido. Si él no había ido a trabajar, por qué razón Mu le dijo… De pronto lo entendió y supo que era un nuevo plan de su 'amigo' para fastidiarlo. Apretó los puños, y sin darle las gracias al otro joven, se dirigió a zancadas de regreso a su oficina.

-"Si, no te preocupes, él asistirá puntual…"- Con un pie en el umbral de la puerta y a punto de dar de gritos, observó que el pelilila estaba al teléfono; en la mano sostenía un papel que lo hizo palidecer. –"… Es uno de sus defectos, pero normalmente suele ser encantador."- Se rió. –"Ahí a las siete, muy bien señor Depardieu…"- Saga sintió que las piernas le temblaban, así que se detuvo del marco de la puerta. Mu colgó, se levantó de la silla y caminó hasta su amigo. –"De nada…"- Le dijo, mientras le palmeaba la mejilla.

¿Eso quería decir que tenía una nueva cita con Camus?

¿Debería saltar, abrazar a su amigo y darle las gracias, o debía quedarse donde estaba y soñar con los momentos que pasaría al lado de 'él'…?

-.-

El viernes la exposición de arte privada. Sábado una noche de cine y palomitas. Domingo… aún quedaba pendiente. Saga había tenido la intensión de evitarse el penoso momento del día anterior, y que Mu tuviera que hacerla de su secretario para que pudiera tener una cita con el escritor; así que le preguntó cuales serían sus planes para el día siguiente. Camus, que en ese momento degustaba un helado, lo miró con un poco de tristeza y le dijo que tendría una rueda de prensa por la mañana para anunciar su reciente libro dedicado a la cultura griega. El peliazul con un suave 'ya veo' desistió de todo intento por pasar otro día a su lado; no obstante enseguida se le ocurrió sugerirle que si le quedaba tiempo libre le llamara para que hicieran algo…

Era domingo, ya pasaban de las cuatro y aún no recibía noticias del galo. Seguramente está muy ocupado, pensaba Saga, lleno de tristeza por no estar un minuto más con él…

Mu tenía razón al decirle que aunque sonara extraño, se había enamorado de alguien a quien apenas conocía por efímeras conversaciones en el chat; aunque también afirmaba que quizá se enamoró de su innato talento y de esa forma que poseía de cautivar a través de sus historias. La intensidad del sentimiento se reafirmó en aquél primer encuentro y la forma en que Camus lo trató desde el primer momento…

Saga soltó el teléfono, lo dejó en el sillón, y dando un suspiro se levantó. Ya dudaba que se encontraran ese día, y que tal vez ya no se vieran el resto que aún tenía disponibles; después de todo, la cumbre se realizaría mañana, luego la entrevista con Mu, y enseguida el vuelo…

Pensarlo le hacia sentirse triste, como herido. Una parte de él pensó que de no haberlo conocido… Si, tal vez estaba bien creer que arrepintiéndose borraría cualquier sentimiento, pero también se encargaría de eliminar los momentos que pasaron juntos, o esas conversaciones hasta el amanecer.

El reloj ya marcaba la cinco en punto cuando Saga terminó de vestirse. No tenía planes de salir, pero por si las dudas… ya estaba listo. Se paró frente al espejo, contemplando su aspecto: desde sus zapatos color miel, hasta el pantalón beige de mezclilla que acababa de comprarse, hasta la camisa de manga corta con rayas negras, azules y grises, con una bolsa en el pecho; su cabello largo y azulino, cortado en capas desde el pómulo hasta la punta que le llegaba más allá del final de la espalda.

Escuchó el timbre de la puerta, y se preguntó si Mu olvidó que ese domingo NO ERA día de mirar el soccer en grupo, porque Camus estaba en la ciudad. De cualquier forma, sin tener nada que hacer, y sin saber que sería de la agenda del galo, no perdía nada invitándolo a pasar. Se encaminó por el pasillo que daba a la entrada, colocó la mano en la perilla y jaló la puerta: su campo visual fue invadido por un ramo de rosas de rojas que le cubría la cara a quien las portaba, seguramente el repartidor. Saga se quedó sorprendido sin saber de quien eran o si en realidad iban destinadas a aquél departamento, pero cuando las flores dieron paso a una brillante sonrisa que le hizo enrojecer, el peliazul por poco salta de alegría al descubrir que era Camus quien estaba parado justo frente a él.

-"Menudo idiota que eres…"- Esa voz le hizo fruncir el ceño. Jaló de la mano al galo, lo metió en el departamento y salió al pasillo: Mu estaba recargado en la puerta, cruzado de brazos. Un rubio despampanante estaba parado a unos metros de él, con el celular pegado al oído.

-"¿Qué hacen aquí?"- Inquirió en voz baja, astuto en no 'lastimar' los sentimientos de su jefe por si le oía.

-"Le dijiste a Camus que te llamara apenas terminara, pero dime, ¿te molestaste en escribirle el número en algún sitio?"- Saga se quedó frío. Era verdad, no lo hizo, y tampoco le llamó porque creyó que si el otro no lo hacia primero, era debido a que no estaba disponible aún. –"Eso creí."- Interpretó su silencio. –"Bien, mi misión esta cumplida… con permiso…"- Ni siquiera le dio tiempo de rebatirle, cuando ya se estaba llevando a Shaka del brazo; este sólo atinó a decir adiós con la mano mientras seguía discutiendo sobre la portada del nuevo número.

El peliazul exhaló un poco cansado. Se dio la vuelta y encontró a Camus todavía en la entrada con el enorme ramo de rosas en las manos. Cerró la puerta tras él una vez dentro. Sonrojándose fue hacia donde estaba y le tomó el presente: sus dedos se rozaron. El francés no supo que decirle…

-"Espero que te gusten…"- Fue todo. La sonrisa en el rostro de Saga se amplió.

-"Me encantan las sorpresas…"- Dijo. Despegó su mano de la del otro y caminó hacia la concina. –"Buscaré donde ponerlas…"- No estaba seguro de tener algo los bastante grande donde colocarlas. –"Siéntate por favor."- Lo invitó, desapareciendo tras la entrada. Camus suspiró, caminó al sillón y antes de tomar el ofrecimiento de su anfitrión, se sacó un marco de madera del bolsillo, lo miró, repasó su dedo por el vidrio, y le dio un beso; como parte final levantó un cojín y lo escondió bajo este.

-"Para que me recuerdes cuando ya no este contigo…"

continuara