Nota: Los personajes son de Kubo y Yamamoto, MAPPA.
En el anime Muramoto Satsuki es la segunda coach de Phichit.
En la encimera de la cocina Phichit tenía a su disposición el frasco de mantequilla de maní, bastante concentrado en el delicioso color que se regaba en su rebanada de pan al pasar el cuchillo por encima. De pronto sus ojos que lucían poco motivados se fijaron en el filo brilloso del cuchillo, y luego en las marcas viejas que le atravesaban ambas muñecas.
Al terminar de cubrir su pan fue a tapar la mantequilla de maní, pero el ruido de la puerta y unos gritos repentinos lo hicieron tirar el frasco que acabó estrellado contra el suelo en cientos de pedazos a sus pies.
— ¡¿Pero estás viendo qué hora es?!
— ¡No eres mi madre, estúpida! ¡Yo llego cuando se me dé la gana!
— ¡Si fuera tu madre no tendría un hijo tan pendejo como tú! ¡Y encima otra vez llegas con ese olor a zorra, qué te pasa! ¡Gastando el dinero para que unas putas se dejen tocar por ti!
— ¡Al menos ellas saben mantener la boca ocupada en mi polla!
El escándalo se detuvo por un segundo cuando el sonido de una bofetada dejó todo en silencio. Phichit permaneció indiferente mientras se agachaba para recoger los vidrios rotos, apretándolos a propósito para sentir que la piel de sus palmas se cortaba y la sangre tibia salía presurosa, pintando delgados hilos carmesí y produciéndole un ardor que se le hacía terapéutico, casi placentero.
Luego los gritos estallaron de nuevo.
— ¡A mí no me vuelvas a pegar, maldita! ¡¿Quieres que te mate?!
— ¡Hazlo, así ya no tendré que chupársela más a ese cerdo asqueroso de la renta para que nos deje vivir aquí! ¡Ya que prefieres regalarle el dinero a unas putas!
— ¡La única puta eres tú que se la comes a otro! ¡¿Cómo te atreves?!
— ¡AAAaahh, suéltame! ¡SUÉLTAME! —se escucharon forcejeos, algunas cachetadas y un cuerpo siendo empujado contra la mesa del comedor, haciendo que las patas de madera se arrastraran bruscamente al ras del suelo con un ruido molesto— ¡Déjame! ¡¿Qué estás haciendo?!
— Te voy a tratar como la callejera que siempre fuiste.
— ¡Tuve que hacerlo porque no pagas la renta!
— Entonces ponte a trabajar, vaga de mierda. ¡Yo soy el que se rompe el lomo todos los días, y cuando llego ni siquiera hay un plato decente para comer aquí! ¡Ya me tienes harto!
— ¡No me hagas reír! ¡¿Acaso soy tu sirvienta?! —más forcejeos, insultos y el sonido metálico de la hebilla de un cinturón— ¡No te atrevas a tocarme!
— ¡Cállate, perra! Aprenderás a respetar.
— ¡Ahh! ¡AAAAHH! ¡Auxilio! —aquel mismo chirrido molesto de las patas de la mesa sobre el suelo empezó a repetirse una y otra vez, frenéticamente, al mismo ritmo de las respiraciones furiosas de su papá y los quejidos histéricos de su mamá— ¡Ahh, aah, aahh, agh! ¡Phichit! ¡Hijo, ayúdame! ¡Mira lo que me está haciendo tu padre!
— ¡Mira, Phichit! ¡Mira lo que me hace hacer tu madre! ¡Ngh!
El moreno terminó de juntar todos los cristales y los tiró en la papelera, poniéndose de pie y mirando sus manos ensangrentadas por un largo rato mientras su papá seguía violando a su mamá. Después de lavarse y dejar olvidada su rebanada de pan en la encimera, buscó su chaqueta y atravesó la sala sin mirar a nadie.
Con la camisa desarreglada y luciendo varios arañazos en la cara Celestino le preguntó que a dónde rayos iba, limpiándose la polla con las pantaletas de Satsuki antes de que se abrochara los pantalones y le pasara por un lado para ir a buscar una cerveza en la nevera, pero Phichit no lo miró ni le contestó. Así como tampoco desvió la mirada hacia Satsuki que se encontraba tirada en el suelo, despeinada, con su nariz sangrando y la falda levantada, chorreando semen, llorando con puños y dientes apretados no por el sexo forzado, eso no le importaba; simplemente lloraba por la impotencia de no poder devolverle a su marido el mismo daño físico por culpa de la desventaja de fuerza y tamaño.
— Eres un animal… ¡poco hombre! ¡Te voy a denunciar!
— Al menos en prisión sí me cocinarán algo, y a ver quién te va a mantener ese culo gordo si no sirves ni para follar.
— ¡No estarás tan tranquilo cuando llegue la policía!
— Cierra el pico, ridícula. Ponte a limpiar o algo.
Phichit salió de ahí sin detenerse. Afuera no tenía nada qué hacer o adonde ir más que el garaje destartalado de un sujeto que conoció en la calle, nadie que se pudiera llamar amigo o una buena influencia, pero al menos ahí no habían tormentos ni peleas, solo un grupito de inadaptados que se reunían para escapar de sus asquerosas vidas. Compartiendo una botella de alcohol y un porro de droga que se quemaba en sus labios, viciando el aire, desvaneciendo sus pensamientos, volviendo la mierda del mundo un poco menos desagradable aunque fuese una alucinación momentánea.
Luego tenía sexo sin sentido con alguno de ellos o quizás con todos, no lo sabía. Y en el camino de vuelta a su hogar los estupefacientes perdían efecto, su boca dejaba de sonreír tontamente y esa vaga felicidad de fantasía se le escapaba, impidiéndole afrontar la realidad.
Al llegar esta vez, sorprendentemente no escuchó gritos ni cosas rompiéndose dentro del departamento, y Phichit se preguntó si de verdad su madre había cumplido con llamar a la policía. Sin embargo, esa idea fue descartada en cuanto abrió la puerta y encontró a sus padres sentados en el diminuto living, pero no estaban solos. Hace mucho que no los veía, pero pudo reconocer a sus primos gemelos, Michele y Sala, los sobrinos de Celestino.
— Phichit, por fin llegas. Te estábamos esperando.
Y para volver todo más extraño ambos progenitores le sonreían, uno al lado del otro sin insultarse e incluso estaban bien vestidos, no como para ir a una fiesta de gala ni nada parecido, pero sí parecían disfrazados de buenas personas. Como si la discusión y los golpes de esta mañana nunca hubieran ocurrido.
Al acercarse a él lo suficiente Satsuki se percató de sus ojos rojizos, además de su detestable aroma a hierba, licor barato y sexo. Haciendo una mueca disimulada la mujer mitad japonesa, mitad tailandesa le habló cariñosamente para que fuera a lavarse la cara, pero en cuanto entraron al baño lo que hizo fue jalonear la chaqueta del joven moreno y luego su camisa, dejándolo semi desnudo y con marcas de chupones a la vista, además de viejas cortadas cicatrizadas.
— Mira, no me interesa qué te fumas ni con quién puteas, pero ahora mismo vas a quitarte ese olor a zorro, vas a sonreírle a tus primos y actuaremos como una buena familia. —dijo ella, haciendo que se quitara el resto de la ropa a las apuradas antes de empujarlo dentro de la ducha y abrir la llave, sin importarle que el agua estuviera fría. Phichit tampoco se quejó— Al menos por hoy no me hagas arrepentirme de haberte parido solo para darle el gusto a ese imbécil al que le dices papá, anda.
Después de veinte años de negligencia y falta de amor Phichit no se iba a poner a llorar ante el desprecio de su propia madre, solo necesitaría un par de cortadas poco profundas en su estómago o tal vez en sus muslos antes de dormir para eliminar cualquier pequeño rastro de dolor emocional.
Al final fue Satsuki quien lo enjabonó a toda prisa y lo llevó a rastras hasta su cuarto para secarlo y ponerle ropa decente. Regresaron al living y ella puso una sonrisa amable, apretando el brazo de su hijo para que la imitara y Phichit solo lo hizo torcidamente para que esta farsa acabara cuanto antes. Tomaron asiento junto a Celestino, que acababa de traerle a los invitados un vaso de agua.
La casa estaba limpia y no había nada fuera de su lugar, muy diferente al desastre en el que solían vivir a diario, y ver las caretas de buena gente de sus padres le dio náuseas. La mente de Phichit aún se encontraba difusa, además de que su constante estado depresivo no iba a desaparecer de pronto solo porque su madre se lo pidiera.
Así que, aunque escuchara todo, apenas logró atajar un par de palabras de esa charla y prefirió mantenerse al margen, pues tal parecía que a pesar de que hablaban sobre él no necesitaban de su participación en lo absoluto. Sin embargo, en cuanto la conversación empezó a ponerse turbia Phichit no lo pudo ignorar.
— Entonces si Phichit está de acuerdo, ¿sería posible?
Antes de que el chico mencionado abriera la boca para preguntar Satsuki se le adelantó, respondiendo bastante animada.
— ¡Claro que sí! Él está muy sano y no habrá ningún problema, así que puede ser tan pronto como ustedes quieran.
Todo iba demasiado rápido y él no lo estaba digiriendo a la misma velocidad.
— ¿Un bebé? ¿Quieren que… me embarace? —ninguno de los presentes pareció darle importancia a su cara de susto y Sala asintió, mirándolo con ojos brillantes por la alegría— Pero somos primos.
— ¡Eso no importa! —se rió Celestino— La verdad no son primos de sangre, así que no habrá nada malo con el bebé.
Quedó impactado. No es que adorara a Celestino y lo considerara un grande, pero le acababan de revelar que la única figura paterna que había tenido durante toda su vida en realidad no era nada suyo, y era ese mismo hombre quien se lo estaba diciendo en la cara mientras se reía. Su madre y Sala sonreían, y sentado junto a la morena tomado de la mano con ella, Michele lo miraba de reojo apenas un par de veces con el cejo fruncido. Al parecer era el único que, al igual que él, no le caía en gracia el asunto, pero estaba dispuesto con tal de darle felicidad a su hermana.
— Y bueno, ya que hicimos el viaje hasta aquí… —Sala dejó la frase en el aire, dándole un par de codazos discretos a su gemelo. Satsuki entendió enseguida, poniéndose de pie y haciendo que Phichit la siguiera.
— ¡Por supuesto! Nosotros iremos a prepararlo todo. Ven conmigo, Phichit. —el chico fue tomado de la mano y caminó tras de ella como un autista. En cuanto entraron de regreso a su habitación Satsuki se puso a recoger el desorden con rapidez— Escúchame, esto es muy importante. Ayer despidieron a tu padre y el muy inteligente lo que hizo fue ir a gastarse su liquidación en un prostíbulo.
— No es mi padre…
— No lo es, supéralo. Me embaracé a los catorce y tu verdadero padre me dejó botada, lo único que se me ocurrió fue salir a la calle y pararme en una esquina para ganar dinero suficiente y poder abortar. Así conocí a Celestino y después de un par de cogidas se enganchó, me habló bonito para venirme a Italia con él y convencerme de que se haría cargo de ti, y aquí estamos ahora. Fabuloso, ¿eh? —bufó la mujer, ahora arreglando la cama— La cosa es que los incestuosos esos quieren un bebé, pero no pueden procrear entre ellos o de seguro les sale enfermo o deforme. Tampoco podrán casarse y adoptar nunca, y nadie más de su familia los apoya. En realidad nosotros tampoco, su relación es repugnante, pero nos van a pagar un montón y el dinero hace mucha falta aquí, ¿entiendes?
Gracioso, sus padres creen que es repugnante que dos hermanos sean novios, pero les parece maravilloso que uno de esos "desviados" lo preñe para luego venderles el bebé.
— Después de todo, si no lo haces tú buscarán a alguien más, y es mejor aceptar ese dinero a ser unos pobretones pero dignos ciudadanos. De la moral no se vive.
— Te quejas de las prostitutas de papá, pero no te importa alquilarme como si fuera una. ¿Si tan emocionada estás por qué no lo haces tú y que te follen? —como respuesta el menor recibió una bofetada.
— Para tenerte a ti me hicieron mal la cesárea y me dejaron el útero inútil. Ahora, sé un poquito agradecido y no lo arruines, que tampoco es como si fueras modosito o un virgen. Al paso que vas no te falta nada para vender el culo en la calle, o que te peguen alguna mierda y te mueras.
La mujer salió del cuarto y Phichit pudo escuchar algunos murmullos, luego en su lugar entraron sus primos. Ya era de noche y el ambiente oscuro no los dejaba verse a la cara, pero nadie quiso encender la luz.
— Entonces yo me quedaré afuera y ustedes dos…
— Espera, Sala. Yo… no puedo hacerlo así.
— Pero Mickey, ya lo discutimos y…
— No es eso.
Después de un breve silencio la chica pareció entender a lo que se refería su hermano, y Phichit siguió dándoles la espalda mientras ella se arrodillaba, abriendo el pantalón de Michele para hacerle sexo oral. Al parecer el castaño no era capaz de animarse con otra persona que no fuera su pareja. Romántico, ¿no?
El vergonzoso sonido de succión era lo único que resonaba por toda la habitación, además de la respiración de Michele que se volvía más y más trabajosa sin llegar al escándalo, dejándose llevar por los obscenos mimos de su gemela hasta que Phichit los oyó detenerse.
— Ya estás a punto, ¿no? Así está bien.
El menor finalmente se decidió a desvestirse, sin mirar en ningún momento a la pareja. Sala se levantó, dándole un pequeño beso a Michele antes de salir y éste tardó un poco en empezar a acercarse dubitativamente.
— No estoy cómodo con esto, así que terminemos de una vez. —Phichit sonrió irónico, como si acaso él estuviera encantado con la idea de convertirse en una incubadora humana. Se subió a su cama que apenas tenía el tamaño adecuado para una persona y sintió el peso de su primo en la orilla, pero éste no se movió más— Mejor ponte bocabajo.
— Bien.
— … Y no hables.
Claro, porque solo podría correrse si pensaba en su hermana y no quería que esa ilusión fuese arruinada por la voz indeseada de Phichit, o su cara mirándolo mientras lo follaba. La oscuridad se hizo aún más espesa, Phichit se abrazó a la almohada y cerró los ojos cuando a sus espaldas Michele se colocó entre sus piernas, haciendo lo posible por solo tener el contacto necesario con el más bajito, y eso era su polla entre las nalgas del chico, nada más. Sin besos, sin caricias ni palabras, ni tampoco el látex de por medio, lo más rápido posible para no perder la erección.
Al principio Michele no se movió casi, más por nerviosismo y rechazo que por consideración hacia Phichit, pero finalmente se decidió y agarrando las caderas ajenas empezó a arremeter con fuerza, haciendo que sus jadeos involuntarios salieran roncos y breves por el esfuerzo.
Ninguno lo disfrutó.
En los días siguientes repitieron un par de veces para asegurarse de que la semilla quedara bien asentada, y mientras él se quedaba echado en su cama como un muñeco dejándose impregnar por dentro, muy contentos en la sala los otros tres se ponían de acuerdo con el tema del dinero.
Poco después, cuando le hicieron las pruebas y se enteró de que realmente se había sembrado algo dentro de él, fue tan trágico como si le anunciaran una enfermedad terminal. Cayó en un hueco emocional, no se sentía preparado ni lo suficientemente fuerte o cuerdo como para sobrellevarlo, y volvió a cortarse.
Cuando su madre lo descubrió con la hojilla en la mano y su piel oscura sangrando por todas partes, le soltó un puñetazo en la cabeza y le recriminó el estar arruinando su oportunidad de ganar un buen dinero, gritándole que si quería bien podría matarse luego de parir a ese bebé. Desde entonces lo tuvieron vigilado para que no atentara contra su embarazo, al punto en que muchas veces Satsuki incluso se acostaba a dormir con él, así se daba cuenta si Phichit se levantaba en la noche para hacer algo.
Cada semana los gemelos iban de visita para verificar que todo marchaba en orden, y eran los días más pesados para Phichit ya que era obligado a poner buena cara y fingir que se sentía estupendo. Y por supuesto, Sala y Michele ocupaban la primera fila cuando le tocaba su revisión mensual en el médico, ejerciendo aún más presión de la que el moreno menor podría resistir.
Tuvo varias complicaciones y recaídas, pero claro, a sus padres y primos no les importaba él, solo ese niño al que llevaba y que al parecer corría peligro en su interior.
— No se preocupen, es su primer embarazo. Es normal que no todo sea perfecto. —decía Satsuki con una sonrisa forzada, intentando tranquilizar a los gemelos que solo les pagarían cuando tuvieran al bebé. Así que si Phichit abortaba, intencionalmente o no, ellos no obtendrían nada.
Satsuki y Celestino se mordían las uñas, mientras que Phichit se sentía más abandonado que nunca a pesar de que ahora sus padres no lo dejaban solo ni para bañarse, oyéndolos discutir a cada rato encima de él. La mujer alegaba que ella se merecía la mayor parte del dinero, ya que Phichit era su hijo legítimo y era quien estaba cumpliendo el trabajo; por su parte el de la coleta la puteaba, echándole en cara que los gemelos eran sus sobrinos y que si no fuera por ese parentesco nunca les habría caído esta ganga.
Los primeros meses fueron terribles y Phichit solo quería darse por vencido. Sin embargo, cuando sintió las primeras patadas contra su vientre las lágrimas se le salieron solas; lágrimas de sorpresa y confusión, lágrimas que luego entendió que le sabían a algo muy parecido a la felicidad.
Él, quien no era nadie en su propia vida, estaba creando una nueva que no era envuelta en la mierda que lo rodeaba. Phichit protegía esa vida con un cuerpo usado y maltratado que no valía para nada, pero que para ese pequeño era su todo, su salvación, la única seguridad de que nacería y podría gritar que estaba vivo en cuanto fuera expulsado al mundo exterior. El futuro de este niño era toda una apuesta, mas, sin darse cuenta, Phichit dejó de pensar en todo lo malo y solo se llenó de las promesas blancas que su diminuto acompañante necesitaba para no tenerle miedo a crecer, respirar y existir.
En muchos años, por primera vez el moreno no estaba solo y esa silenciosa presencia le daba un propósito de ser.
— Sé que no podremos conocernos y nos alejarán, pero me alegra que no tengas que quedarte aquí. No podría cuidarte. —tirado en su cama Phichit se sobaba su oronda circunferencia, sonriendo y jugando con su ombligo salido.
Sabía que esta alegría momentánea era más hermosa, pero también más peligrosa que la que obtenía de las drogas. Un porro y alcohol le ofrecían ilusiones, en cambio esto era real y dolería mucho más cuando se terminara. Lo único que lo aliviaba era la certeza de que ese niño no tendría que pasar por lo mismo que él, sus primos no eran malos y se les notaba que iban a quererlo y protegerlo mucho.
No había nada de qué preocuparse o arrepentirse, esta era la mejor decisión que había tomado en su vida.
Al noveno mes le hicieron una cesárea y sacaron el capullo humano de su interior. Lo limpiaron, lo mimaron, y después de todos los protocolos los nuevos padres se llevaron al pequeño Leo, dejando en su lugar un cheque recién firmado.
