mis conocimientos sobre la serie naruto se limitan ùnica y exclusivamente al manga (y algunas películas). discrepancias con el animè se excusaràn segùn esta enmienda.

fic construìdo a partir del capi 460 del manga de naruto.


Hinata observaba al hombre en silencio desde el otro extremo de la habitación. Recordaba vagamente a aquél chiquillo despiadado que sin chistar había aplastado a aquellos hombres hasta la muerte frente a sus ojos. Incluso sus hermanos temían sufrir el mismo destino que sus enemigos...

El pelirrojo giró su rostro con lentitud, lo suficiente como para mostrar su mejilla izquierda oculta bajo algunos mechones alborotados. Alguna cosa había interrumpido su vigilia sobre su aldea. La ojiblanco agudizó los sentidos, mas no pudo sentir nada extraño; Ellos eran los únicos en la amplia oficina del Kazekage, la calma de la noche lo llenaba todo.

Ella dirigió su mirada hacia otra parte, sin mover el resto de su cuerpo un centímetro. Su postura rígida comenzaba a incomodarla, pero ni eso se atrevía a alterar por el nerviosismo que le causaba estar a solas con Sabaku no Gaara.

–¿Sucede algo? –Preguntó él, cortés y calmadamente.

Hinata dio un respingo.

–Na... ¿Nani?

Terminó de girar hasta darle la cara completamente a su invitada. El té seguía inmaculado sobre la mesa, al igual que la poca comida que habían servido.

–¿No te agrada lo que trajo Temari?

–Anno... No... No es eso...

–¿Entonces?

Hinata se sonrojó un poco. En silencio, se estiró a tomar la taza de té, aún humeante. Observó las otras dos tazas servidas. Se preguntó si él tampoco se sentía con apetito, ya que su taza seguía igual de intacta que la de ella, sin valor como para preguntarle. La tercera pertenecía a Temari, quien había tenido que abandonar el lugar por una emergencia... Al principio, todo había sido idea de ella: el reunirse con algunos bocadillos para pasar el rato mientras revisaban los papeles que había mandado Danzou. Y ahora la responsable de tan pintoresca idea se desaparecía a medio plan de acción.

No se preocupen, regreso en un momento. No comiencen a trabajar sin mí... Qué inoportuno.

La chica tomó el primer sorbo. Gaara volvió su atención a la vista nocturna a través de la ventana. Hinata contaba los segundos para que se terminara la incómoda espera...

–De acuerdo –Murmuró el pelirrojo.

–¿Su... Sumimasen? –La muchacha se asustó un momento, ¿había hecho algo mal?

El chico caminó hasta ella, quedando sentado frente suyo. Tomó su taza y la acompañó en silencio. Ninguno de los dos se miró. Ella agradecía que así fuera. A él no le importaba.

–Hinata, ¿no? –Preguntó el shinobi.

–Ha... Hai, Gaara-san –Asintió.

–Gaara a secas está bien. Prefiero evitar ceremonias.

–Hai... Gaara.

Un nuevo silencio. Hinata pensó que sería descortés quedarse callada, así que pensó en preguntar cualquier cosa para pasar la tensión. Gaara creyó que ella era demasiado tímida como para tomar la palabra, así que decidió tomarla él mismo.

–Etto...

–Entonces...

Se callaron. Ella bajó la mirada, sonriendo. El sonrió al verla sonreír a ella.

–¿Decías…? –Pidió el ojiverde.

–E... Era una tontería, no importa. ¿Qu... qué ibas a decir tú?

–Tengo entendido que te ofreciste voluntariamente para esta misión. ¿Algún motivo en especial?

Pregunta sensible. Hinata cambió la mirada a una sombría en un segundo. El recuerdo se revolvía a cada rato en sus entrañas, absorbiendo su energía. Hacía sólo un par de semanas, ella lo había abandonado todo para defenderlo a él en el campo de batalla. Sin planear nada, erguida orgullosamente entre la muerte y su cuerpo inmóvil, soltó su secreto más preciado y le confesó sus sentimientos sabiendo que después lo más seguro era que le esperara lo peor. No importaba. En ese momento lo único que importó fue defenderlo a costa de cualquier cosa. Su vida era insignificante a cambio de rescatar esa sonrisa que tanto amaba.

–N... No. Sólo... necesitaba ventilar mi cabeza...

Mintió. Esperaba que su anfitrión no lo notara. Era tan mala mintiendo... Incluso cuando se dijo con insistencia que no importaba si sus sentimientos fueran correspondidos, ella nunca se pudo creer a ella misma. Pudo acallar su deseo más profundo con el consuelo de que él seguía vivo. Un bonito consuelo, eso era. No esperó siquiera su agradecimiento luego de que todo había pasado. Es más, hasta se esforzó por no volver a encontrárselo en las oportunidades que se dieron más adelante. No quería escuchar su respuesta, no quería... La temía tanto.

–Sou ka. Vas a estar en Suna por mucho tiempo, sea cual sea el problema que tienes debe ser grande.

Ella lo miró sin proponérselo. Dio justo con sus pupilas aguamarinas, bajando la vista inmediatamente. De pronto, pasos. La puerta se abrió y se asomó Temari tranquilamente.

–Ya volví –Se anunció. Tomó asiento junto a la peliazul y agarró un bocadillo. Buscó entre los pergaminos apilados uno en particular, lo desenrolló y comenzó a hablar después de tragar–. Tienes que firmar esto, Gaara, hay que enviárselo a Danzou lo antes posible.

El chico tomó el documento, dándole una repasada rápida.

–¿Lo redactaste según te dije?

–Hai. Le dejaremos en claro que aunque sea el líder de la alianza no le da derecho de pasarnos a llevar de esa manera. Tremendo infeliz... Oh, disculpa, Hinata...

–No... No te preocupes...

–Bien –Gaara tomó un lápiz y firmó el papel, dándoselo a su hermana– ¿Y qué tal está el grupo de rastreo que enviamos anteayer?

–Ya regresaron, sin noticias. Acá está el informe de su misión...

La charla siguió y siguió entre los dos hablando sobre el estado de búsqueda de Uchiha Madara, la alianza de las cinco naciones ninja, mensajes con los otros kages y posibles pistas para ubicar al resto del grupo Akatsuki. Después de la reunión de los cinco líderes ninja, era imposible pedir clemencia en nombre de Uchiha Sasuke, cuya aparición imprudente condujo un violento final. No contento con asesinar a un ejército de samuráis, había dado muerte con sus propias manos al poderoso Raikage. Su fuga fue perfecta, no hubo rastro de él por ninguna parte luego de la feroz contienda. Ya era considerado un criminal peligroso y todo ninja que se lo encontrara se vería en la obligación de intentar eliminarlo. Aunque palabra clave era intentarlo.

Así había comenzado la extraña misión de Hinata. La decisión de ordenar al Hokage como cabecilla de la temporal alianza para detener a la agrupación Akatsuki no había sido bien recibida por los demás kages. Todos temían una traición de él (o de cualquiera en realidad) en cualquier momento, siendo famosa su reputación de guerrero ambicioso. Aprovechándose de la desconfianza que inspiraba Danzou, éste ideó una modesta estrategia para mantener a ralla a sus camaradas y al mismo tiempo calmar sus ánimos: seleccionó a cuatro shinobis que cumplieran con cierto estatus en Konoha y los envió a las diferentes aldeas ninja como prendas en caso de traición. Al mismo tiempo, estos embajadores deberían tomar notas de las acciones que tomara cada aldea ninja respecto a la cacería de Akatsuki y mantener informado a Danzou. Apenas Hinata se enteró que tal medida sería tomada requiriendo a cuatro voluntarios, ella se aprovechó de su estatus de Hyuuga y ganó la vacante a Suna. Sí, escapar, una misión lejana y solitaria en la Arena...

–Bien, entonces es todo por ahora. Lamento haberte hecho esperar hasta esta hora, no se me hizo posible atender estos papeles antes –Se disculpó Gaara con la ojiperla. Ella había tomado nota en silencio durante toda la reunión, como una secretaria común y corriente. Era verdad que era tarde, pero a la chica no le importaba. Lo agradecía, más bien. Trabajar con el calor del día era sofocante.

–E... Está bien –Ella cerró su libreta y vio que era la única que parecía dar su trabajo por terminado. Temari apartaba los papeles que habían revisado y sacaba otros para comenzar a leerlos y pasarle algunos a Gaara–. Etto...

–¿Hmm? - Exclamó Temari, viendo la expresión confusa de la Hyuuga –Ah, esto... Estos son papeles de la Arena, nada que ver con Akatsuki. No te preocupes, es trabajo habitual del Kazekage. Te puedes retirar.

–Hai. Bu... Buenas noches...

Hinata se puso de pie, yéndose en silencio. Le dio un último vistazo a los dos hermanos antes de pasar al otro lado del umbral, concentrados viendo informes, listas y mensajes urgentes. Ser kage parecía un duro trabajo. Se fue en silencio hasta el departamento que habían dispuesto durante su estadía en la Arena, un edificio alto a un par de cuadras de ahí. La joven sabía que era pasada la media noche, pero no tenía idea de la hora exacta. Se deducía que era tarde, ya que no se veía nadie en las calles.

Ese había sido su primer día como embajadora en Suna. Esa tarde había llegado escoltada de Shino y Kiba. La despedida había sido triste. Les dijo adiós a sus compañeros dando y recibiendo sus mejores deseos, ellos esperando volver a verla lo antes posible; ella, que pasara el tiempo suficiente para sanar antes de volver a Konoha. Siendo sincera, hasta se le hacía emocionante aquella misión, el estar en una aldea donde nadie conocía su rostro, sin rendirle cuentas a nadie, sin tener que huir de nadie; Ni de su padre, ni del consejo, ni de ella misma. Ni siquiera del rubio y su novia pelirrosada...

Llegó a la puerta del edificio disfrutando la fría brisa contra sus mejillas. Era maravilloso cómo los pensamientos se tornaban más agradables cuando se sentía el viento refrescante. Pensó en Temari y Gaara, quizás se quedarían algunas horas más trabajando. Dio un vistazo a las ventanas iluminadas de la oficina del ojiverde, sorprendida de ver una silueta masculina, vigilando el firmamento. Apenas pareció divisarla, se volvió a entrar en la oficina, perdiéndose a la vista.

–¿Nani?

¿Había estado vigilando que ella llegara bien a su destino? No, no podía ser. A lo mejor sólo estaba mirando por la ventana mientras le dictaba algo a Temari, se estaba dando una pausa del trabajo, cualquier cosa. Se rió de su pensamiento consigo misma, cruzando la puerta. Subió las escaleras sintiéndose ligera. Llegó a su provisorio hogar sumida de una libertad nueva para ella.

Se cambió sus ropas ninja por unos shorts y una camiseta de algodón, liberando su cuello de su inseparable insignia de la Hoja. Cocinó algo rápido. Se sirvió sin prisa, yendo a comer a la ventana. Ahí estaban otra vez, las alumbradas ventanas a varios metros de donde estaba. Desde el quinto piso en el que se encontraba se podía ver mejor al joven sentado, imperturbable... ¿solo? Al parecer, su hermana ya se había retirado. Sintió algo de remordimiento al dejarlo en ese lugar sin compañía... Le habría gustado ir junto a él, aunque sabía que no podría ser de mucha ayuda. Sin embargo, le faltaba mucho coraje para eso, además, ni siquiera lo conocía.

Terminó su merienda y se fue a acostar, pensando en que eso sería lo que le esperaba a cierta persona si se convertía en Hokage. Un doloroso pensamiento, sin duda.

º o º

La aldea estaba destruida. Konoha tenía un nuevo Hokage. Naruto se había ido a la nación de Acero burlando la vigilia de los hombres de su nuevo líder, Danzou, probando todas las opciones posibles para salvar la vida de Sasuke. Hecho sobre hecho se sumaban sacudiendo a la Hoja, que desde el ataque de Pein parecía que no volvería a ser la misma. Sin embargo, la gente seguía ahí, luchando por ganarse el futuro de su aldea.

Hinata había observado a Ino llorar desconsoladamente, escuchando cómo Shikamaru les decía su decisión. Sus dolorosas palabras fueron determinantes, pero tenía toda la razón: ellos ya no eran unos niños, ellos mismos debían tomar las riendas de la situación. Alguien debía detener a Sasuke. Ese mismo día se enteraría de que la misma Sakura había decidido hablar con Naruto para liberarlo de la promesa de regresar a su amigo a la aldea. No entendía bien qué pasaba, pero el mal presentimiento le decía mucho. Sola, meditaba sobre todo aquello, sentada a la orilla del enorme cráter que había quedado de recuerdo del ataque de Pein.

Hinata...

Escuchó su nombre musitado no con aprecio, sino con sorpresa. La ojiperla se giró violentamente en dirección de la voz que la llamaba. Kakashi, Yamato y... Naruto, quien la veía un tanto sonrojado. Venían llegando de su viaje al país del Acero.

Bueno, Naruto, nosotros nos vamos Se despidió Kakashi, desapareciendo con Yamato. Hinata y el ojiazul se quedaban solos en ese vasto vacío.

Ella bajó la mirada, silenciosa. No lo había visto desde su confesión. Su sangrienta confesión. Muerta de nervios, le dio la espalda, dispuesta a escapar de ese lugar lo antes posible. Sin embargo...

¡Matte kudasai!

...No pudo.

Naruto se acercó a ella con pasos pausados. Lo escuchaba caminar hacia ella sin verlo. Aclaró su mente, la despejó de toda esperanza. Sólo así pudo recobrar la calma.

Hinata, yo... Musitó una vez Yo... Musitó dos veces.

No... Te preocupes, Na... Naruto-kun Respondió ella, sin subir su frente un centímetro.

Arigatou, Hinata. Nunca pensé que alguien sería capaz de hacer lo que tú hiciste por mí.

Ella sonrió. Eso era todo lo que ella esperaba de él, ¿no? Y ni siquiera eso. Tan sólo, que su sonrisa viviera para siempre... Y sin embargo, aún dolía, ¡dolía tanto!

No... No digas eso... Cualquiera en la aldea...

Pero tú fuiste la única que se apareció.

Entonces sus masculinas manos la atraparon, aprisionando sus hombros contra su cuerpo. ¿El estaba...? Sí... ¡Sí, la abrazaba! ¡A ella!

Naruto-kun...

Sus ojos se humedecieron. El la sostenía fuertemente. No supo de dónde sacó la voluntad para tocar los brazos que la agarraban sobre sus hombros. ¿Era eso una prematura despedida? ¿Era esa su manera de decirle que no correspondía a sus sentimientos? Su cuerpo expresó lo que pensaba, negando con la cabeza sin articular palabra.

Lo siento.

Fueron sus palabras. ¿Qué era lo que sentía? ¿Por qué se disculpaba? ¿Acaso alguien pensaría que él, Uzumaki Naruto, sería capaz de fijarse en alguien como ella? ¿La indigna sucesora al liderazgo de la familia Hyuuga? Y lo más inexplicable del mundo sucedió en el instante siguiente.

El tomó su mentón.

Lo giró suavemente.

Acercó su boca...

... A la suya propia.

Y la besó.

º o º

–Etto... Si quieres te los puedo guardar yo. No es problema –Se ofreció la ojiperla en una limpia frase sin tartamudeos, mas igual de insegura que siempre.

–Arigatou –Le contestó la rubia.

El quinto día de estadía en la Arena corría para la Hyuuga. No todos los días había que ver el asunto de la alianza, pero aún así procuraba ayudar a Temari y a Gaara en lo que fuera todo el tiempo. Ahora él se encontraba en una reunión, se ausentaría algunas horas antes de poder volver a ayudarlas.

–Nee, más rato debo ir al entrenamiento de los pequeños. ¿Me acompañas?

–Hai –Sonrió Hinata.

No sabía de dónde habían salido los Sabaku que había conocido en los exámenes chünnin, porque los que había visto esos días en Suna eran completamente diferentes. Temari era atenta con ella, más que una anfitriona se comportaba como una amiga. Kankuro era de amabilidad cortés, decía lo justo, reía poco, pero era igual de atento que su hermana. Y Gaara... pues, pasando por alto que de verdad era un chico muy apuesto, sentía una dulzura y un instinto protector escondidos detrás de su semblante inexpresivo. Los tres habían hecho su visita un rato agradable, sin duda un buen recuerdo para los años venideros.

Ambas kunoichis salieron después de terminar el todo papeleo. Conversaban de trivialidades en el camino hacia el campo de entrenamiento, cada día sus charlas se alargaban más y más.

–Sólo un poco de aceite está bien, aunque hay que revolverlo constantemente –Decía la peliazul.

–Ahh, no sé cómo lo harás, Hinata. Yo le tengo horrores a la cocina...

–No es tan difícil, aunque es cierto que para aprender hay que arruinar muchos almuerzos antes de que salga bien.

–Uhm, dímelo a mí. He estado aprendiendo desde que tengo diez años.

Llegando donde los niños, la ojiperla se quedó observando a Temari como enseñaba a lanzar armas blancas. Miraba en silencio la práctica, divertida. Algún día, pensaba, le gustaría poder entrenar a niños en Konoha de la misma manera...

–Hina, no te quedes ahí. Ven a ayudarme, ¿sí?

–Etto... Claro...

La rubia separó un pequeño grupo de niños al cuidado de Hinata, atenta a sus lanzamientos de kunais y shurikens. Les corregía y les felicitaba, alentándolos por igual, como siempre le habría gustado que le enseñaran cuando ella era pequeña. En eso se les fue toda la tarde, sin darse cuenta el tiempo había volado.

–¡Sayonara, Hina-sensei! –Se despidieron algunos de los niños. La joven, al oír tales palabras, sintió una mezcla de fuerza, gratitud y satisfacción.

–Nee, me pondré celosa –Exclamó Temari, sonriente–. Estuviste fabulosa, no había podido enseñarle el tiro a Megumi de ninguna manera, ¿cómo lo hiciste?

–Yo... no tengo idea –Confesó sonrojada.

–Je, vamos a comer algo, me muero de hambre.

Emprendieron la vuelta a la aldea. Pasaron a comer algo rápido y se despidieron. En el camino a su edificio, Hinata se topó con...

–¿Gaara-kun?

No había podido llamarlo sencillamente Gaara, tenía que agregarle el kun. A él no parecía importarle. A él... parecía agradarle.

–Necesito hablar contigo.

–Cla... claro...

Ella caminó a dos pasos de él, siguiéndolo a las afueras de la aldea. El atardecer se ponía por detrás de las dunas interminables de arena. Anaranjado, fucsia, azul marino en el cielo. Nubes de lúcuma. Se sentaron mirando el brillante cuadro sobre ellos.

–¿Qué... pasa? –Preguntó la chica.

–Hinata, ¿cuántos años tienes?

–¿Nani? –Se sorprendió de la pregunta, pero la respondió sin más–. Tengo... dieciséis.

–Sou ka. Eres más joven de lo que pensaba –Murmuró, aunque ella pudo oírlo perfectamente. Se tomó una pausa antes de seguir hablando–. Hina, pienso enviar un mensaje a Danzou para que puedas volver a Konoha. Pediré que envíen a otra persona en tu reemplazo.

–¿Na...? ¡¿Nani? –La ojiperla lo miró estática, llevándose un puño al pecho– Pe... ¿Pero por qué?

–Estás consciente de las condiciones en las que te encuentras, ¿verdad? Embajadora no es más un término bonito para secuestrada. Al primer paso en falso que dé Danzou, Suna tendrá todo el derecho de enviar tu cabeza en una caja a la casa de los Hyuuga. Ni en mi posición de Kazekage estoy seguro de poder evitar la influencia del consejo. Ya comenzaron los primeros rumores que dicen que te la pasas en mi oficina hurgando en los asuntos de Suna, sirviendo de espía para el Hokage.

–De... Demo... ¡No es verdad! ¡Gaara, yo no estoy espiándote! Si... si de verdad es tan molesto que vaya tanto a verlos a ti y a Temari me puedo quedar en mi apartamento, yo...

–Eso no hace ninguna diferencia. Los roces con Danzou se están haciendo notar cada vez más. Los ancianos ya están diciéndome que te asesine y le entregue tu cadáver a la Hoja como muestra de nuestra fortaleza, que no nos doblegaremos a sus exigencias. ¿Te das cuenta de lo grave que es el asunto?

Hinata no podía creerlo. Su mundo se venía abajo... nuevamente. Llevó sus manos a su rostro, ocultando las desesperadas lágrimas. El no decía nada. Sólo suspiró pesadamente, sin mirarla.

–Lo lamento.

–Gaara-kun... –Su frente quedó apoyada sobre el hombro del joven. Las lágrimas continuaban, cayendo lentamente sobre el brazo del pelirrojo– Gaara-kun, moriré de cualquier manera, me quede o me vaya, me da lo mismo... Demo... Demo, no me envíes de vuelta, onegai... ¡Onegai!

–No digas eso –La rodeó con su brazo, abrazando su espalda, reconfortándola. Se quedaron quietos mientras que el ocaso se terminaba.

De tanto llorar se durmió, sostenida por el fuerte brazo del pálido muchacho pelirrojo. Sus ojos empapados de pena no alcanzaron a notar la noche que cubría a ambos.

º o º

Abrió los ojos. Al principio, se extrañó al ver que no estaba en su habitación, en la mansión Hyuuga. Recordó que no estaba en Konoha... Y se volvió a extrañar al ver que no estaba en su pequeño apartamento. Intentó incorporarse, pero las mantas no cedían para que pudiera levantarse. Junto a ella había un bulto, una persona tirada sobre las colchas, acostada junto a ella.

La cama era enorme, sin embargo, su cuerpo estaba aprisionado bajo las ropas. Tenía calor, sentía su cuerpo húmedo. Con cuidado se deslizó fuera de su cepo, deteniéndose al poner atención al aroma que la inundaba.

–Gaara-kun... –Murmuró para sí.

Quieta, observó su cuerpo, también quieto. Respiraba. Un instante. Un instante más largo... Se veía tan sereno. Continuó con la incómoda tarea de liberarse, lográndolo luego de un buen rato de sigiloso forcejeo. De verdad tenía calor. Se quitó su banda con la insignia de la Hoja y su chaqueta, quedando más ligera. La poca luz que llegaba al cuarto desde afuera le permitió dar con una puerta que pensó que podría ser el baño. Bingo. Tomó un poco de agua y regresó a la cama.

Volvió a mirarlo. A duras penas se reconocía su rostro, su cuerpo abandonado boca arriba delataba su entrenamiento diario, sus cabellos perdían su característico rojo entre la oscuridad. Caminó con cuidado hacia él, mirando serenamente el encantador rostro del Kazekage. ¿Tendría que despedirse de él ese día? ¿Al día siguiente, tal vez? No se atrevió a volver a recostarse junto a él. Buscó algún sillón cerca... Inútil, sólo muebles de madera y el piso. La cama era en realidad bastante cómoda... No. Se recostó en el suelo, no lo molestaría más.

–¿Qué haces? –Preguntó él con una voz ronca.

Lo miró asustada. El encendió una lámpara de noche, junto a la cama. Se asomó al borde de la cama para mirarla, tirada en el suelo en pantalones y una ajustada camiseta ninja. Desacostumbrada a la luz, no pudo verlo claramente, desviando la mirada. La ampolleta se apagó en seguida.

–Si alguien va a dormir en el suelo, seré yo.

–Iie... Yo soy la intrusa. Demo, si tienes un sillón en tu sala, yo...

–Si quieres puedo despertar a Temari para que duermas con ella.

Ambos se quedaron en silencio. Era una pésima idea.

–Go... Gomennasai, no quería molestarte...

–Duerme acá, por favor –Dijo en un tono casual, para agregar apresuradamente:– Yo dormiré en el estar.

Se pusieron de pie. El pasó junto a ella, quien le tomó el brazo antes de que se escapara.

–Si... Si a ti no te importa... a mí tampoco. Yo... dormiré bajo las mantas,... si te... parece bien...

–Está bien –Ella podría haber jurado que él estaba sonriendo.

–Demo... ¿Te... puedo pedir algo más ligero... para dormir?

Sin decir nada se fue a buscar en unos cajones algo que le sirviera a la ojiperla. Encontró una polera que no usaba nunca, cuello redondo, algodón negro, lisa. Se la entregó tomando antes su mano.

–¿Está bien esto?

–Ha... –Obviando lo revelador de la prenda, le parecía suficiente–. Hai. Me iré a cambiar...

Se fue al baño a prisa. Con todo el ajetreo supuso que le costaría trabajo retomar el sueño. Se desvistió y rápidamente se puso la polera. De verdad era pequeña en comparación a Gaara: le tapaba hasta medio muslo, mientras que las mangas que deberían ser cortas llegaban hasta abajo de sus codos. Olía a él. Se asomó por la puerta para pedirle que se volteara antes de salir, no quería ser vista en esas fachas. El se le había adelantado, meditaba sentado, dándole la espalda. Se llevó su ropa consigo, dejándola doblada sobre una silla. Se volvió a meter en la cama, él se mantuvo inmóvil, mirándolo de costado.

–Es... Está bien... Puedes voltear.

–Creo que se me quitó el sueño.

Ella rió. El la miró extrañado.

–A mi también.

–Eso es un problema –Dio la vuelta y se recostó junto a ella–. ¿Tienes hambre?

–No. ¿Y... Y tú?

–No, comí antes de acostarme.

–Sou ka... –Silencio.

–Me alegro que hayas recuperado el ánimo.

–¿Tú... crees? –Se sorprendió al darse cuenta de que él tenía razón, aunque estaba destrozada por dentro, estaba llena de un ánimo que no sabía de dónde provenía– Arigatou.

–¿Por qué?

–Por preocuparte tanto... Demo, aún así... Gaara-kun, yo... quiero quedarme en Suna.

El suspiró, volviendo a darle la espalda.

–¿Por qué insistes en algo que puede matarte?

No hubo respuesta. El muchacho se puso de pie, dirigiéndose a una de las ventanas de la amplia habitación. Ella pudo ver claramente su rostro más serio de lo normal.

º o º

El día siguiente, se levantó radiante de alegría. No podía creerlo, su primer beso y con... con él. Ni Kiba ni Shino le pudieron sacar la razón de su entusiasmo, era su nuevo preciado secreto.

Hinata, has estado extraña todo el día. ¿Pasó algo de lo que nos perdimos?

Uh-uhm Negó ella–. Nada, Kiba-kun.

Es extraño que te emociones tanto por levantar un montón de casas.

Tienes razón, Shino. Algo raro pasa con Hina.

Las faenas de reconstrucción de la aldea no habían parado desde su destrucción, todos ponían de su parte para acelerar los trabajos. A medio día quedaron libres para almorzar. Los tres se pusieron en marcha a comer a un lugar apartado del polvo y el ruido. Todo era normal.

Después del encuentro con el ojiazul, él no le dijo nada. Sólo se excusó de tener que hablar algo con Kakashi, que se verían más tarde. Lo notó torpe. No le dio más vueltas al asunto, sólo lo dejó ir, quedándose confundida y emocionada al mismo tiempo, sentada en la tierra, completamente sola. No había vuelto a encontrárselo desde entonces. No podía esperar a verlo otra vez.

Oi, miren ahí. Dos tortolitos Exclamó Kiba, apuntando un punto del bosque. Entre las sombras, tras unos troncos, lo único que pudo ver fue una cabellera rosa conversando con alguien. Sin embargo...

Sakura y Naruto Comentó Shino, indiferente.

En efecto, eran ellos. No alcanzaban a oír lo que decían, sólo ver sus gestos, sus miradas inseparables, la mano de Naruto tomando la de Sakura, ella tirándosele encima y abrazándolo...

Naruto... kun...

Y él besándola.

º o º

–¿Hina? ¿Hinata...?

–¿Mmm...?

Parpadeó varias veces, los llamados de la voz femenina la despertaban.

–¡Te acostaste con mi hermano!

–¡¿NANI? –Se incorporó de golpe, roja hasta las orejas, viendo con los ojos como platos a la malvada rubia riéndose de ella efusivamente.

–¡Jajajajaja! ¡Hubieras visto tu cara...!

–¡Te... Temari, no es gracioso! –Se tiró a la cama tapándose la cabeza con la almohada.

–¡Hinata, levántate, ya son las nueve! –Le reclamó tirando de la funda y descubriendo su rostro–. Gaara se fue hace horas; Me dio órdenes personales, no te separarás de mi en todo el día.

–¿Eh?

Recordó la charla de la tarde anterior, después la de la noche, a Gaara silencioso antes de que volviera el sueño y se quedara dormida. La rubia se alejaba de ella al ver que había obtenido su atención, lanzándole un morral a la cama. Hina se incorporó a ver qué había dentro; Era su ropa.

–Sou ka –Se lamentó Hinata–. Tú me escoltarás a Konoha...

–Iie –A la peliazul se le iluminaron los ojos, viendo a la chica como si fuera una figura milagrosa. Temari continuó:– Gaara me contó del problema con el consejo y tus urgentes ganas de quedarte en la Arena. Consultó conmigo las posibilidades para que pudieras prolongar tu estadía como embajadora... ¡Pero sólo prolongarla, ¿eh?

No podía creerlo, podía aferrarse a esa pequeña esperanza todavía. Se sintió flotar.

–¡Arigatou, Temari! –Exclamó con una profunda reverencia. La suna la miró con cariño.

–Pero no todo es buenas noticias. Para convencer al consejo de que eres inocua, Gaara tuvo que autorizar que registraran los documentos en los que llevas los apuntes sobre los temas de la Alianza. Sólo pude sacar tu ropa después de que la revisaran. Gomen...

–No, está bien –Sonrió la ojiperla, aunque con algo de color en las mejillas–. Cualquier cosa con tal de no volver a la Hoja.

–Estás muy decidida –Sonrió–. Bueno, ve a ducharte, te espero en la cocina. Quiero que me hagas el platillo del que me hablaste ayer...

–Hai –Le sonrió de vuelta.

Luego de quince minutos, la peliazul bajó al primer piso a hacer el desayuno. Ahí estaban Kankuro y Temari, sin embargo el primero se retiró antes para ir a cumplir con una misión. Quedaron las dos chicas en la mesa, comiendo sin apuro.

–¿No tienes asuntos que atender hoy? –Preguntó la Hyuuga.

–No te preocupes, está todo controlado. Gaara pensó en todo, incluso en designar mis tareas para no descuidar nada –Hinata asintió. Hubo un silencio antes de que la rubia volviera a hablar–. Es importante que nos mantengamos alejadas de los asuntos oficiales de Suna mientras que estés en mi guardia. Anoche llegó una carta de Danzou con una lista de exigencias extra. Hoy Gaara deberá decidir qué le responderá, pero tú no estarás presente cuando eso ocurra. El concejo decidió limitar las funciones de la embajadora a un mero título honorífico.

–De acuerdo...

–Hay más. Te están vigilando desde ayer. Es mejor que te acostumbres a la idea, así que cuida tus pasos. Ven, vamos al campo de entrenamiento, seguro los chicos querrán verte otra vez –Dijo cogiendo su plato.

–¿No será problema?

–No, esos niños no alcanzan nivel gennin, no tiene nada de malo practicar las técnicas básicas con unos pequeños. Venga, yo lavo esto, ayúdame a levantar la mesa.

–Hai.

º o º

Anteayer Hinata había dormido en la cama de Gaara, no volvió a su apartamento desde entonces, pero tampoco a la habitación del pelirrojo. Reposaba tranquila en la casa de los Sabaku, sentada en el sillón, viendo la tele. La apagó y cerró los ojos. Sintió el silencio. Estaba sola.

–Estás aquí.

Bueno, no tan sola...

–Gaara-kun. Bienvenido –Le sonrió Hinata. No se explicaba cómo era que nunca podía percibirlo al acercarse.

–Hoy terminé más temprano, Kankuro me dijo que estarías en la casa. ¿Tienes hambre?

La ojiperla notó la bolsa con víveres que traía. No podía negarlo, estaba famélica.

–Sí, un poco –Admitió sonrojada.

–Perfecto. Espero que te guste el curry con arroz –Dijo mientras se iba rumbo a la cocina. La muchacha se asomó por sobre el sillón para verlo con sus propios ojos. Vació la bolsa sobre la mesa, se arremangó y echó unas verduras a lavar.

–¿Va... Vas a cocinar? –Preguntó incrédula.

–¿Hmm? –La miró indiferente–. No te sorprendas tanto, tuve que aprender obligado. ¿Has probado lo que cocina Temari?

Ella rió. El sonrió, volviendo su atención a la cocina. El cocinero aceptó sin inmutarse la ayuda de la peliazul, conversando en el intertanto. Kankuro había salido a una misión fuera de Suna, regresaría en unos días más; Temari, por su parte, regresaría bien entrada la noche. Eran apenas las seis, la tarde estaba recién comenzando.

–¿Qué tal está? –Preguntó él sin mirarla. Ella sólo asintió mientras tragaba–. Me alegro –Respondió a la muda respuesta, inexpugnable.

–¿Cómo estuvo el día? –Preguntó entonces ella, probando bocado apenas terminaba de hablar.

–Normal –Dijo él. Se tornó pensativo.

–Etto... ¿Pasó algo, Gaara-kun?

Sus lagunas verdosas se fijaron en ese par de lunas, curiosas, fijas en él. Pestañeó, sosteniendo la mirada más tiempo de lo normal.

–¿Por qué no quieres volver a Konoha? –Inquirió, casi dulcemente. La joven dejó sus palillos en el plato, mirando la ventana. Nostálgica.

–Go... Gomennasai, yo...

–¿Es por amor? –Volvió a preguntar, sin sacrificar la grave calma de su voz.

–¿Nani?

Lo vio, directo a sus ojos, sin vergüenza, pero aún así, desnuda. Mejillas rojas, corazón empequeñecido, pensamiento expuesto. Silencio.

–Sou ka –Dijo él, bajando los ojos. Y su voz... su voz, ¿acaso había perdido potencia? ¿Acaso había visto sus párpados caer cansados?– No sé si... compadecerte... o envidiarte.

–¿Qué dices?

–Estás más pálida de lo normal. Come –Dijo él, secamente. Hinata cayó en una fugaz tristeza, no le gustaba ese tono de parte de Gaara. Mas, él volvió a hablar usando palabras más dulces–. Después nos podemos echar a conversar.

–Hai –Le sonrió, confidente. No podía creer lo mucho que había crecido esa amistad en sólo unos días– Gaara-kun...

–¿Hmm?

–De verdad está rico. Gochisou-sama –Agradeció, juntando las palmas–... A propósito, ahora que me fijo tú también estás pálido, ¿te sientes bien?

–Sí, estoy bien. Gochisou-sama –Respondió casualmente y se levantó con su plato.

Su cara estaba igual que siempre, su actitud, también. Sin embargo, algo estaba mal. Hinata lo observaba en silencio, notando cómo su piel aclaraba más de lo normal.