Disclaimer: Los personajes y las situaciones que les recuerden a Twilight no me pertenece, está inspirado bajo la obra de Stephenie Meyer. Y la historia es de James Patterson.

Argumento: Por fuera parecía un diario como cualquier otro, pero en su interior guardaba la conmovedora historia de dos personas que lograron encontrar el amor perfecto en el lluvioso espacio de Forks. En aquellas hojas manchadas por las lagrimas, una joven con el corazón destrozado y excelsas del amor que se encuentra y se pierde.

Capitulo 1

Tanya…

Tanya Denalí tomaba un baño caliente en la extraña aunque esplendida tina antigua de porcelana, en su hermoso departamento en Nueva York. El lugar transmitía una atmosfera vetusta y gastada que envidiaría cualquier decorador amante de los estilos antiguos pero chic. Acomodada sobre el lavabo se encontraba Guinevere, la gata persa de Tanya, que tenía el aspecto de un bello suéter gris de lana. Merlín, el perro labrador negro, estaba echado en la entrada que daba al dormitorio. Ambos la observaban detenidamente como si temieran por ella.

Tanya bajo la cabeza al terminar de leer el diario encuadernado en piel; lo puso en un banquillo de madera al lado de la tina. Se estremeció y luego comenzó a sollozar. Se dio cuenta de que las manos le temblaban. Estaba perdiendo el control, algo que no le sucedía a menudo. Era una persona fuerte; siempre lo había sido. Susurro las palabras que cierta vez le escucho decir a su padre en la iglesia de Asheboro, Carolina del Norte.

—¡Oh, Dios, Dios! ¿Estás en alguna parte?

Jamás hubiera imaginado que aquel pequeño volumen tendría sobre ella un efecto tan perturbador. Claro que no había sido solo el diario lo que la sumió en aquel estado de confusión y de sentimientos encontrados.

No, no había sido el diario que Isabella escribió para Nessie.

Se imagino a Isabella. Podía verla en su pintoresca cabaña en Forks.

Luego imagino a la pequeña Nessie, de doce meses de edad, con un par de brillantes ojos cafés.

Y finalmente a Edward.

El padre de Nessie.

El esposo de Isabella.

El ex amante de Tanya.

¿Qué pensaba ahora de Edward? ¿Acaso podría perdonarlo alguna vez? No estaba segura, pero al menos entendía por fin algunas de las cosas que habían sucedido. El diario le revelo ciertos detalles que necesitaba saber, así como secretos dolorosos que quizá no tenia por que conocer.

Tanya se hundió más en el agua y se encontró pensando en el día que recibió el diario… el diecinueve de julio.

Al recordarlo comenzó a llorar de nuevo.

.

.

.

La mañana del diecinueve, Tanya sintió deseos de viajar por el rio Hudson; así que se dirigió a Circle Line, el paseo en barco alrededor de la isla de Manhattan que ella y Edward tomaron por primera vez en un impulso, y que habían disfrutado tanto que lo repetían cada vez que podían.

Abordó el primer barco del día. Se sentía triste y también muy molesta. ¡Ay Dios! Ya no estaba segura de como se sentía.

El primer barco no iba muy lleno de turistas. Se sentó en la cubierta superior y contempló Nueva York desde ese lugar de privilegio ante las perturbadoras corrientes que lo rodeaban.

Una que otra persona la miraba sentada ahí, sola. Especialmente los hombres.

Tanya por lo general sobresalía entre la multitud. Era muy alta; media poco más de metro ochenta y sus ojos azules eran afables. Siempre se había sentido desgarbada y creía que las personas se la quedaban viendo por razones equivocadas. Sus amigos no estaban de acuerdo; decían que era poco menos que despampanante. Tanya no podía creerlo. Era una chica normal. En el fondo no era nada más que una chica pueblerina de Carolina del Norte.

A menudo se recogía el cabello rojizo en una larga trenza, que había tenido desde los ocho años. Le daba un aspecto intrépido, casi masculino, aunque se suponía que estaba de moda en la gran urbe. Por fin su aspecto iba de acuerdo con la época. El único maquillaje que usaba era un poco de rímel y a veces, lápiz de labios. Aquel día no se había puesto nada de esto. Definitivamente no se veía despampanante.

Había estado llorando horas y horas y tenía los ojos hinchados. La noche anterior, el hombre al que amaba decidió terminar su relación con ella de forma repentina e inexplicable. No lo esperaba. Le parecía casi imposible que Edward la hubiera dejado.

"¡Maldito sea! ¿Cómo pude hacerme esto? ¿Me habrá estado mintiendo todo este tiempo? ¿Todos estos meses? ¡Claro que sí! ¡Que infeliz!", reflexionó Tanya.

Quería pensar en Edward, encontrar que había ocurrido para separarlos, pero termino recordando los momentos, casi todos buenos, que habían compartido juntos.

A regañadientes tuvo que admitir que siempre podía hablar con él de prácticamente cualquier tema. Conversaba con Edward en la misma forma en que lo hacía con sus amigas. Entonces, ¿Qué sucedió? Estaba ansiosa por saberlo.

Él era considerado… por lo menos lo había sido. Como cumplía años en junio, él le envió una rosa cada día de lo que él llamo su mes de cumpleaños. Siempre advertía hasta los más pequeños detalles, como que zapatos llevaba puestos, si estaba de buen o mal humor incluso en esos días llenos de estrés, o si una blusa o algún suéter eran nuevos. Compartía con Tanya muchas aficiones, al menos eso decía. Le gustaban, como a ella, algunos programas de televisión como Ally McBeal, The practice, Memoir of a Geisha. Cenar primero y luego ir a tomar una copa al bar: One If by Land, Two If by Sea, le gustaban las películas extranjeras que pasaban en el Lincon Plaza Cinema, las fotografías antiguas en blanco y negro y los oleos que encontraban en los mercados ambulantes.

La acompañaba los domingos a la iglesia, donde ella daba clases de Biblia a los niños pequeños. Los dos atesoraban las tardes de domingo en el departamento de Tanya, en las que ella leía el Times de cabo a rabo y Edward corregía sus poemas, mismos que extendía sobre la cama, el piso y hasta la tabla de picar de la cocina.

Él la ayudaba a sentirse en paz consigo misma. Nadie más la hizo sentirse así. Completa y maravillosamente en paz.

¿Qué podía ser mejor que estar enamorada de Edward?

Hasta donde Tanya sabia, nada.

Ella deseaba estar con él todo el tiempo. Era algo muy trillado, pero cierto.

Cuando él se iba a Forks, donde vivía y trabajaba, podían hablar por teléfono durante horas cada noche o enviarse correos electrónicos graciosos. Lo llamaba su romance a larga distancia. Sin embargo, el nunca había permitido que Tanya lo visitara en Forks. Tal vez aquella debió haber sido la primera señal de advertencia.

De alguna forma funciono durante once gloriosos meses que parecieron transcurrir en un instante. Tanya esperaba que él le propusiera matrimonio a la brevedad. Estaba segura de que lo haría. Incluso alcanzo a mencionárselo a su madre; aunque, por supuesto, el estar tan equivocada lo volvía todo casi patético. No era común que su intuición le fallara en tal forma. ¡Dios! Ahora sí que había cometido una equivocación monumental.

De pronto Tanya se dio cuenta de que estaba sollozando y de que en cubierta todos a su alrededor la miraban.

—Lo lamento mucho —murmuró ella sintiéndose como una tonta—. Estoy bien.

Claro que no era cierto

Tanya nunca se había sentido tan mal en toda su vida. Había perdido al único hombre que amaba. ¡Y vaya que si amaba a Edward!

.

.

.

Tanya no quiso ni pensar en ir a trabajar aquel día. No se sentía preparada para enfrentar a la gente de su oficina. Ni siquiera a los desconocidos en un autobús. Ya había recibido suficientes miradas lastimeras en el barco, que le durarían toda la vida.

Cuando volvió a su departamento, después de su paseo, encontró un paquete apoyado en la puerta. Pensó que se trataba de un manuscrito de la oficina. ¿Acaso no podían dejarla en paz ni un solo día? Tenía derecho a tomarse un descanso para sus asuntos personales de vez en cuando. Trabajaba duro para sus jefes. Ellos sabían cómo se apasionaba por los libros.

Tanya se encargaba de las publicaciones en una conocida editorial neoyorquina especializada en la edición de poesía y novelas. Le gustaba mucho su trabajo. Ahí fue donde conoció a Edward. Ella se había entusiasmado cuando adquirió los derechos del primer volumen de poemas de él en una pequeña agencia literaria en Boston, casi un año antes.

Los dos se llevaron bien desde el principio; realmente bien. Semanas más tarde estaban enamorados, o al menos eso creyó ella, en cuerpo y alma.

Cuando se inclino para recoger el paquete, reconoció los rasgos de la escritura. Era la letra de Edward. No le cabía la menor duda.

Estuvo a punto de dejarlo caer. Luego sintió deseos de arrojarlo muy lejos, con todas sus fuerzas.

No lo hizo. Se controlaba mucho a sí misma; ese era su problema. Solo miro el paquete. Por fin, aspiro profundo y le quito la envoltura. Contenía un pequeño diario de apariencia antigua. Tanya no comprendía. Entonces sintió un vacio en el estomago.

En la portada había manuscrito lo siguiente: "Diario de Isabella para Renesmee". No era la letra de Edward.

¿Isabella?

De pronto a Tanya le dio vueltas la cabeza y se quedó sin aliento. Edward nunca quiso hablarle del pasado. Una de las cosas que descubrió una noche, después de beber dos botellas de vino, era que había tenido una esposa llamada Isabella, pero él nunca quiso hablar de ella.

La única vez que discutieron fue por culpa del silencio que él guardaba sobre su pasado. Tanya insistió en saber más, lo que solo hizo que Edward se mostrara mas taciturno. Era algo tan ajeno a su forma de ser… cuando el asunto se convirtió en una pelea, él le aseguró que ya no estaba casado con Isabella. Lo juro, pero eso fue lo único que estuvo dispuesto a decirle.

¿Quién era Renesmee? ¿Y por qué le había enviado Edward ese diario? Los dedos de Tanya temblaron cuando lo abrió en la primera página. Ahí encontró pegada una nota de Edward. Empezó a leerla.

Querida Tanya:

No hay palabras para expresar lo que estoy sintiendo ahora. Lamento mucho lo que permití que pasara entre nosotros. Fue culpa mía. Acepto toda la responsabilidad. Tú eres perfecta, maravillosa, bella.

Tal vez este diario te explique todo mejor de lo que yo podría hacerlo. Si tienes la entereza para hacerlo, léelo.

Es sobre mi esposa, mi hija y sobre mí. Sin embargo, te advierto que habrá partes que tal vez te sean muy difíciles de asimilar.

Nunca pensé que me enamoraría de ti, pero así fue.

Edward.

Tanya dio vuelta a la hoja.


N.A: Hola.

Esta es mi nueva historia, quiero aclarar que una autora, Cinthia Swan, estaba planeando hacer una edición de este libro, pero por razones personales no pudo más que comenzar el proyecto, así que decidí hablar con ella y me ha dado permiso para hacerlo yo misma.

Espero que les guste esta historia, sus reviews son bien recibidos.