¡¡Hola a todos!! Hace mucho que no publicaba nada, y las próximas publicaciones serán lentas también. Lo siento mucho por eso.
Les presento la continuación de Perdido y olvidado. Para un resumen de esa historia lean la nota al final.
REHABILITACION
Capítulo I: Modas
"La moda es la manada; lo interesante es hacer lo que a uno le de la gana." (Luis Buñuelo)
"La moda es lo que adoptas cuando dejas de conocerte." (Quentin Crisp)
Había bruma en las calles de Londres. Una humedad molesta que hacia que sus cabellos se despeinaran con facilidad y se descontrolara en todas las direcciones. Ginny Weasley se ajustó mejor su capa y miró hacia un pequeño café que estaba justo en frente al Ministerio.
Con sus tacos aguja nuevos, caminó precavida de no pisar los charcos que había dejado la lluvia de la mañana y molesta debido a los suelos adoquinados que la hacían sentirse que se iba a tropezar en cualquier momento. No se acostumbraba a esas coqueterías que se habían puesto de moda entre las brujas de Inglaterra. Suspiró. Antes le resultaba mucho más fácil seguir las tendencias de la moda, pero últimamente se sentía como sapo de otro pozo.
Entró al café y una campanilla resonó en todos los rincones del local anunciando su llegada. Inmediatamente apareció un elfo doméstico elegantemente cubierto por una funda de almohada escocesa, quien le entrego un menú y la llevó a una mesa junto a la ventana. Había un exquisito aroma a galletitas recién horneadas y tuvo que cerrar los ojos para saborearlo mejor. El elfo carraspeó y ella se dio cuenta que estaba esperando la orden.
– Solo quiero un macchiato y un apple crumble, – le indicó ella sin abrir el menú.
El elfo asintió con la cabeza y se desvaneció en el aire.
A Ginny le gustaba ese lugar. Allí lograba relajarse un poco luego de las miles de preguntas que le hacían en el Departamento de Seguridad Mágica. Se había presentado a las siete de la mañana en el Cuartel General de Aurores y ya eran las cinco de la tarde ¡Diez horas encerrada en un cuartito claustrofóbico¡Diez horas con ese agente Thompson! Cualquiera terminaría agotado y con dolor de cabeza.
De repente aparecieron sobre su mesa un café cortado con espuma de leche que olía deliciosamente bien y una tarta de manzana que parecía exquisita. Ginny sonrió para sí misma. Buscó entre sus cosas una revista para hojear tranquila. Le resultaba mas efectiva una Cosmobruja que cualquier analgésico para eliminar el latido molesto en su frente. Aparte, esa clase de revista no podía leerla en cualquier lugar. Su madre se había puesto roja como un tomate cuando la vio pensando que era solo de moda. Justo había un artículo sobre las diez posiciones favoritas entre brujas y magos. Las más interesante e insólita era una sobre una escoba voladora. Se rió para si misma pensando en lo incomodo que seria. O los veinte hechizos más divertidos para conquistar a tu jefe…
De todas maneras, Ginny no tenía la revista por eso. Le gustaba mucho cómo escribía Romilda Vane los artículos sobre la moda. Romilda siempre había tenido buen gusto para vestirse. Pero Ginny se enorgullecía de tener un gusto mucho mejor. Sin embargo, haber estado tan alejada por tanto tiempo la hicieron un poco descuidada en esa materia y le daba vergüenza admitir que Hermione Granger, su amiga sin sentido para la moda, estuviese mejor arreglada que ella.
Y ni hablar de Harry, quien podía tener a cualquier chica en sus narices con el mejor vestido del planeta y ni darse por enterado. Pero por el momento no quería pensar en Harry. Aunque sabía que volvería a hacerlo. Tomó un sorbo de café enojada consigo misma por dejarse pensar en aquel hombre.
El día anterior a que partiera a Bangladesh, la saludó a Hermione y le dijo que se veía muy bien, eso en el idioma "Harry Potter" significaba que estaba hermosa. Y a ella solo le ofreció una de sus hermosas sonrisas. ¡Claro que Hermione estaba radiante! Tenía zapatos Wucci y un sencillo vestido de Cuco Chanel. Los mejores diseñadores del mundo mágico. Ella vestía la ropa que ella misma se hacía, marca Weasley.
Bebió la última gota de café y apareció otra vez el elfo doméstico preguntándole si deseaba más. Ginny le agradeció y siguió concentrada en la revista.
Tenía que sacar modelos nuevos para mejorar su vestuario. Y la Cosmobruja estaba cargada de fotos con vestidos, túnicas de galas y ropa similar a la muggle. Esa era la que más le gustaba a Ginny, vestirse con jeans y algún top sexy. Se mordió el labio pensando en la idea. A Harry le gustaría seguro. Pero sin magia no sabía cuando lo terminaría.
Ginny miró la hora. Tendría que volver a su casa en la Madriguera, pero Harry le había pedido que pasara por su apartamento cuando quisiera y que de paso se fijara que todo estaba en orden. Todavía no se había animado a ir. ¡Tonta y cobarde! Eso era. Se moría de curiosidad por ver dónde vivía Harry. Pero algo que no podía describir la retenía y no quería meterse en aquel lugar que Harry le había ofrecido como su segunda casa.
La campanilla del local volvió a sonar y se despabiló un poco. Decidió que se iría a caminar y ver un poco las vidrieras. Tal vez haría tiempo para chusmear el local de Madam Malkin. Se volvió a poner la capa, pagó y salió a la calle.
Se había levantado un fuerte viento, y entre la humedad y la ventolina su cabello se parecía a un puercoespín. Era más difícil acomodárselo ahora que lo tenía corto. Demasiado corto en su opinión. Pero eso había sido su culpa y de eso ya había hablado con Thompson durante todo el día. También lo había hablado con Hermione y su madre se lo había arreglado lo mejor que pudo. Ahora tenía flequillo y pelo que le crecía en todas las direcciones. Igual que a Harry, con la diferencia que sabía que en unos meses volvería a comportarse como correspondía.
Apresuró su marcha en dirección al apartamento de su hermano Ron, quien estaba de viaje en Marruecos o Senegal o tal vez era Ghana… Y Hermione estaba sola y aburrida. Además, el clima no se prestaba para andar por el callejón, así que iría a hacerle algo de compañía.
Llamó a la puerta.
– ¡Entra Ginny! – escuchó que le decían a través de una especie de altavoz que había en la entrada. Obedeció y subió las escaleras más despacio de lo que lo hacía normalmente. Sentía una ampolla en el dedo pequeño de su pie izquierdo.
– ¡Malditos zapatos! – susurró mientras que le latían ambos pies.
– Hola, Ginny. ¿Cómo estas? – Hermione le abrió la puerta cuando llegó al piso que correspondía.
Sonrió cordialmente y la saludó. No esperó un minuto y se sacó los zapatos.
– Me estaban matando… No se si tengo los pies hinchados o son un par de zapatos muy malos.
– ¿Has intentado con un hechizo acolchonador? – preguntó ella, y ante lo ruborizada que se había puesto Ginny se llevó una mano a la boca.
– Discúlpame, – le dijo tomando sus zapatos. Pronunció algo inentendible moviendo su varita. – Ya están, no te van a resultar tan incómodos ahora. – Le dijo con una sonrisa exagerada.
– Gracias, Hermione, eres muy paciente conmigo. – Le contestó con sinceridad.
El hecho de estar en rehabilitación mágica por un año entero y no poder realizar el mas simple de los hechizos la estaban volviendo loca. Hermione era la que mejor la ayudaba, pues sabía por experiencia cómo vivir como muggle, y era conciente del orgullo Weasley, así que la ayudaba sin hacer comentarios demás. Su madre, por otro lado, la trataba como si fuese menor de edad, no solo porque no podía realizar magia, sino que no conseguía que ella sintiera esos años que estuvo en Sudamérica y pudiera ver que Ginny había madurado en una mujer independiente.
Se sentó con Hermione en el comedor, donde había tres pilas de libros en el suelo y una montaña más sobre la mesa.
Hermione había agarrado un canasto de donde sacó una larga tira tejida. Era demasiado larga para ser considerada una bufanda pero Ginny frunció los labios y no comentó al respecto.
– Me estoy quedando sin lana, – suspiró Hermione.
– ¿Qué estas tejiendo?
– Una bufanda. – Le dijo sonriendo, desplegando orgullosa su labor frente a Ginny quien estaba haciendo un gran esfuerzo para no hacer algún comentario sarcástico que ofendiera a su amiga.
– ¿Cómo te fue en el Ministerio? – pregunto Hermione y Ginny exhaló una bocanada de aire. – ¿Tan mal?
Se miró las manos descuidadas. Deseaba fervientemente tener su varita para arreglarse las uñas.
– Ese Thompson me tiene harta, Hermione. – Le dijo ventilando sus frustraciones. – Ya son tres veces que fui esta semana y siempre me hace las mismas preguntas ¿No se supone que debería hacérmelas una vez y ya? Aparte ese cuartito… me da la impresión que se hace cada vez mas chicos, como si quisiera exprimirme la información. Y la verdad es que no sé mas de los que les cuento. Hoy le dije que estaba dispuesta a tomar veritaserum…
– Ginny… no puedes… lo sabes… – Le dijo Hermione. Y ella lo sabia. No podía mezclar su medicamento con otras pociones. Así le había advertido su sanador.
– Sí, lo sé, – suspiró y encogió los hombros en resignación. – Imagínatelo a Harry cómo se pondría si se enterara que no estoy siguiendo con las indicaciones del sanador – intentó reírse pero Hermione la miró perpleja.
– ¿Has tenido noticias de Harry? – preguntó concentrada en las agujas de su tejido.
– Me escribe todos los días – había molestia en su voz. – No me quejo… – aclaró sonriendo, pero me gustaría que estuviese aquí. Y sé que me vas a decir que antes de que se fuera me quejaba de lo pesado que se había puesto. ¡Es que el hombre me seguía por todos lados! Cualquiera en mi lugar opinaría que no era normal. Pero tengo derecho a extrañarlo ahora ¿no crees?
Su amiga contestó con un extraño balbuceo pero Ginny continuó hablando.
– En su carta solo me hablaba del Congreso. Dice que esta muy interesante y me gustaría que me contara por qué cree eso. Pero no dice nada. Tal vez es porque no tiene permitido hablar mucho. ¡Ay, no se! – exhaló sacudiendo la cabeza. – Te juro que pensé que sus cartas iban a ser más informativas. Contaba que hizo algo de turismo… – Carraspeó. – ¡Es mas! La aprendí de memoria… Decía exactamente: "Ginny, hoy pude pasear en Dhaka por la tarde y quise sacar fotos, pero no traje una cámara (tampoco tengo una). – Ginny imitaba una voz masculina muy burlona. – El Congreso esta bastante interesante. También pude comprarte algo que seguramente te va a gustar. Saludos, Harry"
Ginny miró a su amiga para que le diera la razón acerca de la clase de mensajes que recibía. Pero se dio cuenta que no había escuchado nada de lo que le había dicho y su tejido había avanzado de una manera sorprendente. Por lo menos había hecho 20 vueltas y aun continuaba toda acelerada. Ginny levantó una ceja perpleja. Hermione no parecía haber notado que ella ya había parado de hablar.
– ¿Hermione? – No le respondió – ¿¡Hermione!? – exclamó mas alarmada, logrando que su amiga levantara finalmente la vista. – ¿Estas bien?
– Si, claro que estoy bien. – contesto molesta, pero Ginny no le creyó.
– ¿Has tenido noticias de Ron? – pregunto pensando que tal vez era esa la causa del raro comportamiento.
– Sí, me escribió, me llegó su lechuza esta mañana. – contestó seca.
– ¿Y que te decía?
– Que está bien – encogió los hombros simulando que no le importaba pero la expresión que tenía en su rostro evidenciaba todo lo contrario. Igualmente Ginny iba a seguirle el juego.
– ¿Solo eso? – sabía que su ceja derecha se estaba elevando, pero los músculos de su cara la estaban forzando hacia la altura de su ceja izquierda. Seguro que tenía cara de loca.
– Solo eso. – Aseguró Hermione y continuó tejiendo. Ginny se quedó observando en silencio como sus agujas chocaban entre sí haciendo clic-clics. Unas vueltas más y definitivamente se quedaría sin lana.
– Creo que mejor me voy… – Suspiró Ginny.
– ¿Ya? Pero si no te has quedado nada. – Se quejó su amiga dejando el tejido a un lado.
– Es que te veo ocupada, no quiero molestarte. – Pretendió preocupación, pero sabía que se le asomaba una sonrisa.
– ¿Ocupada? No, no tengo nada para hacer. Si te refieres al tejido, no tengo apuro para acabarlo. – Hermione se veía realmente consternada.
– ¿Entonces que te anda ocurriendo? Pareces un poco… – se mordía las uñas, algo que nunca antes la había visto hacer, – nerviosa.
– Es solo que tengo miles de cosas en la cabeza. Lo siento, Ginny, no quise darte la impresión que estaba ocupada. Es que el tejido me sirve de terapia.
– ¿Terapia? – Esta vez le permitió a su ceja derecha elevarse.
– Sí, sí, para bajar mis niveles de nervios.
– ¿Pero que es lo que te esta poniendo tan nerviosa?
– La P. E. D. D. O. – inconcientemente Ginny escuchó en su mente a su hermano haciendo chistes al respecto. – O mejor dicho, el C. O. D. D. E. D. – carraspeó. – El Comité Oficial en Defensa de los Derechos de Elfos Domésticos.
Ginny sonreía a pesar del rostro agrave que tenia su amiga. El tema de los elfos domésticos era casi tan viejo como la amistad que había entre ellas. Y no dejaba de admirar la tenacidad por llevar a cabo esa clase de empresas, a pesar de las veces que había sido ridiculizada en los medios y entre sus conocidos (sin mencionar a Ron).
– Hemos estado recibiendo amenazas anónimas para que deje de lado mis ideas sobre la liberación de los elfos. Nunca llegaron a cumplirlas, excepto hace unos meses que entraron al apartamento y… bueno… – Hermione se puso algo colorada – dejaron todo desordenado. Ron prometió que se iba a hacer cargo de que no volviese a ocurrir algo similar. Pero…
– ¿Has vuelto a recibir otra amenaza? – La interrumpió Ginny.
– Sí, quiero decir, las amenazas nunca pararon, y ya estoy bastante acostumbrada a eso. – Hermione sonaba menos nerviosa, y había adquirido su famoso tono de saber-manejar-cualquier-situación, del que ella ya tanto conocía de sus años en Hogwarts. – Imagínate que en donde trabajo una está sentenciada a recibir correo indeseable todos los días. Desde la Asociación en contra de Centauros hasta el Club anti-gnómico… – Inhaló un poco de aire y bajó un poco la vista. – Pero ya sabemos distinguir entre meras intimidaciones y casos concretos de amenazas peligrosas. Con los elfos, parecía un simple caso de inocentes intimidaciones. Pero no tuve en cuenta a las familias ricas que están adueñadas de esas pobres criaturas. Y ahora no dejo de recibir cualquier cantidad de cosas espantosas de parte de ellos… Antes enviaban sus lechuzas a la oficina del Ministerio, pero desde que se fue Ron me han estado empezando a llegar cosas aquí. Y no tengo un servicio de filtraje que me permita separar el correo normal del correo peligroso… Eso no es todo, Ron me prometió que se iba a hacer cargo de las amenazas que nos llegaban de Hogwarts, pero aun sigo teniendo problemas con ellos.
– ¿Desde Hogwarts?
– Aunque parezca mentira, así es…
– ¿Pero como permiten eso?
– Bueno, Ginny, no es como si controlaran el correo que sale de allí. No es correcto hurgar en la propiedad ajena. – Le dijo con tono de reprimenda.
– No fue tan difícil hacerlo cuando nosotros íbamos al colegio… – Ginny se cruzó los brazos.
– Eran otros tiempos, entre Voldemort… y ni hablar de Umbridge, pues no se, hasta los derechos mas básicos de la privacidad fueron desechados como si nada.
– ¿Y por que no efectúas un encantamiento anti remitente?
– ¿Anti Hogwarts? – Hermione exhaló, y se quedó por una fracción de minuto pensativa.
– Así es, solo lo realizas en tu casa. Si de todas maneras no conoces a nadie que necesite enviarte una lechuza desde Hogwarts. Y si la directora McGonagall desea enviarte algún mensaje puede hacerlo al Ministerio, o puede contactarte por la red de chimeneas.
– Puede ser… – Hermione no se veía muy convencida. Pero Ginny se sintió satisfecha porque al menos lo estaba considerando. Seguramente que Hermione conseguiría resolver el resto por su cuenta. Después de todo era la bruja más inteligente que conocía.
– Hazme un favor, por favor, deja ese tejido, realiza los conjuros necesarios para que no te sigan llegando esas lechuzas molestas y escríbele a mi hermano que lo necesitas aquí con urgencia. – Ginny puso la mayor cantidad de autoridad en su voz, pero sabia que jamás llegaría a sonar como su madre, sobretodo porque siempre se tentaba de la risa. Pero esta vez, suprimió la sonrisa que quería mostrarse.
La morocha continuaba cabizbaja, y ante la mención de Ron pareció ponerse más triste.
– Ron va a quedarse más tiempo en Senegal. No quiero molestarlo con estas cosas. Ya esta bastante preocupado persiguiendo los rastros de Regan MacNeil… Al parecer tuvo un enfrentamiento con unos cuantos inferis controlados por esa loca. – Hermione volvió a tomar su tejido. – Me da rabia no haber elegido ser una auror. Podría viajar con él y ayudarlo…
Ginny se quedó quieta mirándola. Nunca habían hablado sobre la elección de sus carreras. Se enteró por Harry que Hermione había decidido estudiar leyes para poder defender los derechos de las criaturas mágicas en general. Y ella, Ginevra Molly Weasley no había tenido opciones, se auto enseñó un poco de Herbologia con aplicación a las artes curativas, pero no hubiese su primera elección de haber podido elegir.
– ¿Te arrepientes de estudiar Leyes?
– ¡No, que dices! – Se abrieron bien grandes sus ojos. – Hubiese hecho ambas al mismo tiempo, pero mis padres me convencieron que haga uno a la vez. No me querían ver igual de agotada que cuando tenía 13 años. – Hermione sonrió. – ¿Qué hay de ti, Ginny?
– ¿Qué quieres saber? – Ginny disimuló ingenuidad.
– Sabes a qué me refiero ¿Tienes pensado estudiar algo o…, no se, qué piensas hacer?
Ginny se mordió los labios. Tenía miedo de su futuro. Por ahora sabia bien que debía terminar con su tratamiento para recuperar sus fuerzas y poder hacer magia.
– No se, Hermione, no me decido…
– ¿Todavía quieres ser Auror?
Sonrió abiertamente recordando sus ambiciones de cuando estaba en Hogwarts. Quería ir detrás de Harry, no le importaba llegar a ser su fiel secuaz como en los comics que leían sus hermanos. Lo cierto era que soñaba con acompañarlo en sus misiones para poder cuidarlo cuando se hiriera o estuviese enfrentando a la misma muerte. Así había hecho aquel espantoso año que Harry había desaparecido junto a Ron y Hermione. Sentía escalofríos cada vez que recordaba la lluvia y el viento del día que Harry parecía que había muerto cuando derrotó a Tom Riddle.
– No voy a mentirte, Hermione. Aun quiero serlo, pero quiero hablar antes con la directora McGonagall para ver qué otras opciones tengo.
– Con tus notas del último año sabes que puedes ser aceptada en cualquier Academia…
– Sí, – Ginny no pudo evitar sonrojarse. – Igualmente no quiero elegir precipitadamente. Mis metas han cambiado un poco, y me gustaría enterarme que están enseñando en las Academias antes de apresurarme a inscribirme en algo de lo que ya no tengo tanto interés.
– Minerva te dirá que tomes un examen vocacional, son bastante exactos según tengo entendido.
¿Minerva?, pensó Ginny, ¿desde cuando tiene la confianza como para llamarla con su nombre de pila?
– No me molestaría en absoluto hacer uno… – Suspiro Ginny. – La última vez no fue muy exitoso.
Ginny empezó a reírse provocando una mirada perpleja en Hermione. Sacudió su mano indicándole que no le hiciera caso.
– No me resulta gracioso, Ginny, después de todo a muchos les ayuda a decidirse.
– ¡No, no! No me estoy riendo del examen. Es que recuerdo la vez anterior que lo hice.
La castaña fruncía las cejas y sus labios eran una delgada línea en su boca.
– Esta vez podrías terminarlo – Hermione quiso reprenderla, pero Ginny no le hizo caso.
– Siempre y cuando no intervenga Filch, o Kreacher, o Peeves… – Ginny se cruzó de brazos y desafió a Hermione con la mirada.
– ¿Estudiarías leyes? – la interrumpió. Provocando una risa nerviosa en Ginny.
– No, para serte sincera nunca tuve en cuenta esa opción. No porque no me gustase, – le aclaró rápidamente al verle la desilusión en sus ojos. – Sino que siempre fui bastante bruta para esas cosas.
Hermione la miró escandalizada.
– ¿¡Qué dices?! – Exclamó – ¡Te dieron una medalla de Merito en Magia!
– En magia… ¿Quién dijo que en leyes se necesitara algo de magia? – En el momento que se escapaban esas palabras de su boca se arrepintió por completo
– ¡Claro que se usa magia¡No se trata únicamente de aprender unas cuantas leyes y ya! Solo en el estrado frente a los jueces aplicas los conocimientos meramente teóricos, pero antes debes estar preparada para cualquier situación con el objetivo de conseguir lo que necesites. En mi caso, que debo mantener un trato constante con criaturas mágicas, debo estar siempre dispuesta a defenderme o a demostrar las habilidades de nuestra comunidad y los beneficios que la magia nuestra puede significar para ellos. Si no te gustan las criaturas mágicas, pues las posibilidades son infinitas. Están los defensores normales quienes requieren de muchos conocimientos forensicos para entender las investigaciones del grupo de investigación aritmansico y de los aurores. ¡Y cuando hay que buscar fuentes de información! También puedes estudiar leyes y relaciones intermagicas para trabajar siendo diplomático y, – carraspeó – bueno…, ahí si que no se usa mucha magia.
– En serio, no es mi intención ofenderte, pero todo eso me suena a chantajeo y a manipulación de personas.
– No hay nada de malo en eso, siempre que se haga con responsabilidad ética. – Se sonrojó un poco.
Ginny quiso reírse pero solo curvo el costado de su boca.
– ¿Y lo tienes al tanto a Ron de tus cosas?
– ¡Claro que sí! – contesto mas alto de lo que había pretendido. – Quiero decir, – intento rectificarse, – no hago nada malo, simplemente hago buenos contactos y los manejo en beneficio de seres mas desafortunados.
– Eres toda una Robin Hood.
– Hablando de Robin Hood… – Hermione no pareció notar el sarcasmo, y cambio el tema. – ¿Pudiste ver los descuentos que están haciendo en la tienda de Lady Vareta?
– ¿Lady Vareta? – Ginny estaba desconcertada.
– ¿Recuerdas a Laura Madley? Estaba en Hufflepuff. – Ginny asintió – Empezó poniendo una tienda de disfraces, los de Robin Hood y los del rey Arturo eran los mas populares, tanto que la gente los empezó a usar todos los días. Ahora es competencia de Madam Malkin porque no solo hace disfraces, ahora tiene una línea de ropa para todos que es mucho más accesible. También ofrece cursos de corte y confección, bordados, tejidos…
– ¿Y has tomado alguno?
– ¡Claro que sí! Ya los hice a todos. Pero no soy nada buena. Lo único positivo que pude rescatar de las clases fue que me enseñó un poco sobre lo que realmente debo saber para mantenerme a la moda. ¡Pero ni loca me acerco a una aguja! – Se rió.
– ¿Por qué no? – Ginny, que era buena para esas cosas no lograba entenderla.
– Nunca me pinché tanto en mi vida. Y descubrí que soy alérgica al encantamiento dedal. Con lo cual no dejaba de lastimarme los dedos.
– ¿alérgica? Hermione, no puedes ser alérgica a un encantamiento. – Ginny no iba a creer semejante estupidez.
– Mejor créemelo, no quieres saber cómo quedan mis dedos después de protegérmelos ¡No estoy mintiendo! – insistió ante la cara de perplejidad de Ginny. – Puedes encontrarlo en cualquier libro de Sanacion. Es un hechizo común al que la gente es alérgica. Ese y el de hacer la cama.
– ¡¿El de hacer la cama?!
– Sí, insólito¿no?
– Pero cómo…
– Bueno, no es alergia directa al hechizo. La gente responde al acostarse en una cama donde se realizo el hechizo. Las sabanas los envuelven como si fuese una crisálida de la que no se pueden escapar hasta que no le echen un baldazo de agua fría.
Ginny seguía creyendo que eran solo excusas para no coser o para no tender la cama. Pero no lo menciono, solo le llamo la atención que Hermione, quien era una de las personas mas escépticas que conocía creyera semejante disparate.
– No me mires con esa cara, – se rió. – ¡Es cierto! A mi también me parecía imposible…
Ginny encogió los hombros. Por suerte ella no era alérgica a ninguna de esas cosas y, a diferencia de Hermione, le gustaba coser y no necesitaba inventar excusas para no hacerlo.
– Mejor me voy, se me ha hecho bien tarde y mi mamá ya debe estar preocupada. – Ginny se puso de pie y fue a la entrada donde estaba colgada su capa. Miro a través de una ventana, ya era de noche.
– ¿No quieres utilizar mi chimenea? – Ofreció Hermione mientras que Ginny se volvía a colocar los zapatos con taco aguja.
– Te agradezco, pero mi papá me dijo que salía ahora del trabajo y que el me llevaría.
Se saludaron y Ginny bajo las escaleras del apartamento cuidadosamente al comienzo, temiendo por sus pies. Pero el hechizo acolchonador de Hermione estaba funcionando bien y pronto de olvido de sus pies y continuo su camino satisfecha consigo misma.
Nota de Autora
Aquí les dejo un resumen de lo que fue Perdido y olvidado.
Harry Potter esta en plena misión en Italia y accidentalmente llega a Sudamérica, a un pueblo llamado La Florinda. Allí le salva la vida a Rebeca (un hada) quien lo guía hasta la casa de Jennifer. Esta última resulta tener cualidades muy conocidas, sin embargo Harry no se da cuenta por qué. Pasa el tiempo en Sudamérica, donde descubre que Jennifer esta metida en asuntos extraños relacionados con la magia oscura y una organización de mujeres que se hacen llamar fanales. A pesar de que ella insiste que esta atrapada en toda esa situación.
Harry vuelve a Londres a seguir con su rutina normal de vida. Pero pronto descubre que uno de los involucrados en su investigación esta en La Florinda. Así que decide volver, encontrándose con un lugar sumergido en una neblina que no permitía ver mucho. Solo sangre y señas de una masacre.
Pronto descubre a Jennifer quien esta casi muerta en una cueva. Harry se da cuenta, sin querer, que Jennifer no era nadie más que Ginny Weasley… pero ya era muy tarde, pues con ese descubrimiento Ginny muere. Por suerte estaba Rebeca (que nunca había abandonado a Harry), y entrega su vida para que Ginny sobreviva.
Todos terminan felices… lamentablemente un montón de detalles quedaron si explicar y por eso decidí hacer una pequeña continuación.
Espero que les haya gustado lo suficiente como para que me dejen algún comentario. Malo o bueno, todo es aceptado.
GRACIAS
Vicus Riddle
