Nuestra historia comienza en un lugar lejano y desconocido, en un tiempo anterior al del nuevo portador de la Keyblade.

El sol comienza a salir por el horizonte como cada mañana, la luz del sol llena los campos e ilumina las ciudades que hasta hace un momento permanecían en la penumbra, los campesinos comienzan a arar sus campos y la gente de las ciudades se dirige a sus trabajos.

Es en este mundo cuyo nombre pasara al anonimato debido a los sucesos de este día que nos encontramos con un joven de cabello rojo, corriendo a toda velocidad por una callejuela de la ciudad real de Castaspell.

-¡Detente en el acto ladrón!

A espaldas del pelirrojo un trío de soldados portando los uniformes de la casa real le perseguían haciendo un gran esfuerzo por el peso de las armaduras. Después de unos minutos el ladronzuelo los llevo hasta un callejón sin salida, los soldados concientes de esta situación se detuvieron para verlo acorralado, los tres mostraron una sonrisa burlona y el que parecía su líder se acerco muy despacio desenvainando su espada al tiempo que los otros dos hacían lo propio con sus armas.

-Bien muchacho, se termino el juego. Hay dos formas de hacer esto, entrégate y acompáñanos al palacio sin ningún rasguño o haz algo estupido y oblíganos a matarte. Personalmente preferiría la segunda opción.

El soldado sonrío burlonamente, sabia que el chico no tenia ninguna oportunidad contra ellos, en ese momento el joven le regreso la sonrisa burlándose. El chico dio un pequeño salto contra la pared derecha del callejón y se impulso para llegar a la parte superior de la barda que le bloqueaba el paso, los soldados empezaron a avanzar hacia el para impedir su escape pero el chico los miro desde la parte superior de la estructura con una amplia sonrisa en su cara.

-Mi nombre no es muchacho, es Eal. ¿Lo memorizas?

Tras esta frase el chico dio un salto hacia la libertad. Los soldados sabían que no podrían saltar la barda gracias a sus armaduras y aunque rodearon la calle para continuar la persecución ya era demasiado tarde. No lo atraparían esa mañana, ni nunca.

Eal contemplo el amanecer en la parte superior del muro oriente de la ciudad, el sol se reflejaba en sus ojos de color verde pálido al tiempo que iluminaba sus ropas. Ataviado solo con un pantalón de color rojo y una playera verde contemplaba el amanecer como sumergido en sus propios pensamientos.

-Es hermoso, pero… ¿lo conseguiste?

La voz de una chica lo saco de su ensimismamiento, era una joven un poco mas baja que el, tenia unos preciosos ojos azul brillante y su dorado cabello lucia aún mas radiante al reflejar los primeros rayos del sol al tiempo que una ligera brisa lo hacia volar un poco. Ella lo miraba con un gesto impaciente, los brazos cruzados y moviendo su pie derecho para apresurarlo. Por un momento Eal pensó en lo bien q se veía en esos pantalones azules ajustados y esa simple playera con tirantes color blanco, por suerte logro alejar esos pensamientos antes de que sus mejillas se sonrojaran.

-Lo logre, tu sabes que eso era un juego de niños.

Eal llevo su mano hasta el bolsillo derecho y saco un par de joyas en forma de rombo, eran de un particular color violeta y sus brillos casi morados eran muy bellos, extendió su mano abierta hacía la chica para q los observara, ella sonrío complacida.

-¡Bien! Justo eso era lo que me estaba haciendo falta.

-No he entendido bien para que los quieres Arleen.

La chica tomo las joyas en su mano y luego se las coloco sobre los lóbulos como simulando unos aretes.

-¡Joyería tonto! ¿Para que más podría querer algo así una mujer?

Eal le dirigió una mirada desconfiada, sabía que si bien ella era una mujer sus ambiciones solían ser mucho más altas que eso, así que era demasiado simple y banal, aún para una chica.

-¡Jajajaja! Deberías ver tu cara

-Solo por un momento te creí, es evidente que las quieres para algo mas.

-Por supuesto, ¿tienes idea de cuanto puede valer esto? No solo en la cofradía, en el mundo de allá afuera –dijo volviendo la vista hacia el horizonte donde el sol ascendía- son joyas de la corona, cualquiera que las conozca nos dará suficiente oro como para vivir tranquilos. ¿Entiendes eso? No volver a robar nunca Eal.

El lo pensó por un momento, en su cabeza las últimas palabras resonaban como las campanas de la capilla a sus espaldas. Realmente le gustaría no volver a robar nunca mas, toda su vida se había visto obligado a hacerlo para continuar con vida. Si lo que Arleen le decía era cierto ellos podrían cambiar de ciudad y comenzar una nueva vida, una vida al lado de Arleen donde no tendría que huir de guardias a través de callejones al amanecer, donde tal vez, y solo tal vez al fin se animaría a confesarle los sentimientos que desde hace tiempo tenia por ella.

Ella en el mismo momento le miraba de reojo, le gustaba hacia tiempo. Sin embargo nunca lo había dicho ni sugerido de algún modo, después de todo eran amigos de la infancia. Las joyas que sostenía en su mano podrían ser la llave para un nuevo y brillante futuro para ellos dos y solo para ellos dos.

Las campanas de la capilla cesaron su repicar y el silencio como proveniente de la pradera volvió a reinar en el sitio donde estaban, Eal volteo a verla.

-Muy bien mi querida Arleen, supongo que lo mas difícil era conseguir estos juguetes, así que ¿cual es la siguiente parte de tu plan?

-Sabía que preguntarías –sonrió complacida-. Bien, el plan es simple, saldremos de Castaspell rumbo a Port LaCross, ahí venderemos estos "juguetes" y comenzaremos nuestra nueva vida, podemos hacerlo donde queramos, en LaCross, Angeli Dominus, Mont DeRois, eso lo decidiremos mas tarde.

La sonrisa de Arleen se hizo mas amplia mientras hablaba, la idea de comenzar lejos y con una mejor posición social le encantaba, además si el aceptaba todo seria maravilloso. Ella quizá incluso podría convertirse en escritora como siempre había querido. Los sueños de él no le eran totalmente ajenos, sabía que el quería viajar por el mundo y ella podría acompañarlo, escribiendo historias de todos los lugares que conocieran, serian felices, mucho mas felices de lo que habían sido hasta ese momento. Estaba sumergida en este pensamiento cuando sintió un rápido movimiento sobre su mano derecha y la ausencia de una de las joyas.

-Bien, tú conservaras esa y yo me quedare con esta. Si te parece bien partiremos antes del atardecer mientras aprovecha tu tiempo para reunir lo que necesites para el viaje y despedirte de quien necesites. Te veré en la puerta este, si no me equivoco es el camino mas rápido a LaCross.

Tras decir esto se dejo caer desde el muro y comenzó a caminar hacia la capilla donde unos minutos antes las campanas repicaban. Ella no dejaba de sonreír, el vendría con ella, juntos hacia un futuro que aunque incierto prometía ser mejor, y entonces se dio cuenta de algo.

-¡Estas loco! ¡Todos los guardias de la ciudad deben estar buscándote!

El detuvo su caminata y volvió la cabeza para verla.

-Te preocupas demasiado, ¡se cuidarme solo Arleen! Te veré en la puerta este justo antes del atardecer. ¿Lo memorizas?

Tras decir esto continuo su camino sin volver la vista una sola vez, ella sabia que estaría bien pero no podía evitar el preocuparse por el, después de todo como se evita el preocuparse por alguien que se ama. Lo siguió con la vista hasta que doblo en una esquina y desapareció, salto hasta el tejado más próximo y corrió en dirección a su guarida para recoger lo poco que necesitaría para el camino.