¡Hey! ¿Qué hay? Aquí Bou, con una pequeña novedad (literalmente pequeña). Espero que os guste.

Dedicado a InWhite/Shiroakuni.

Disclaimer: The Prince of Tennis es propiedad de Takeshi Konomi-sensei.


Vampiro

—Pues, sinceramente, a mí el concepto de vampiro me fascina. Y no me refiero a estas pamplinas ultramodernas que se han puesto tan de moda últimamente; no, esas desvirtúan el mito. Me refiero al vampiro de concepto romántico, el vampiro antiguo, temido, odiado, sufrido. Conceptualmente, Drácula me vale. El vampiro clásico causa inmediatamente una fuerte impresión, gélida, pero inevitablemente atrayente. La vida de un vampiro (si se le puede llamar así) es nefasta, dolorosa; uno no puede desear ser vampiro si comprende el verdadero concepto. De todos modos, su existencia es inteligente. Drácula era conde, un hombre hospitalario, con buenos modales aunque extrañas manías. Pero, claro, párate a pensarlo un instante: en realidad, en el amplio sentido del término, él te quiere comer…

—¿Y?

—Pues que resulta mucho más sencillo si tú entras en su casa por tu propio pie. En ese momento ya has sido conquistado, si bien no ha de ser necesariamente de una manera positiva. Él tiene tu corazón. Él sabe lo que quieres. Sabe lo que piensas, y cuándo tienes miedo. Él sacia tus deseos, cuantos tengas si es necesario. Aviva tu curiosidad por lo prohibido, incitándote a ello sin que tú seas consciente, para luego lanzarte miradas llenas de regocijo y gélido reproche. Cuando menos te lo esperas, lanza sobre ti un ataque certero. Y tú mismo te abandonas casi de propia voluntad a tu destino…

Yuushi terminó su reflexión dándole a Gakuto con el dedo índice suavemente en la nariz.

—¿Se puede saber a dónde demonios intentas llegar con todo esto?

El moreno dejó sus cosas. Dio un par de vueltas alrededor de Gakuto, con su característica sonrisa. Después se colocó pegado a la espalda de éste, dejando que una de sus manos se posara con delicadeza sobre su cadera. Con la otra mano, y con infinita dulzura, ladeó la barbilla del pelirrojo, dejando su cuello completamente al descubierto. Hizo amago de besarlo sin llegar a tocarlo, y acercó sus labios para poder susurrarle al oído:

—¿No lo adivinas?... A que tengo hambre…

En ese mismo instante Gakuto se dio cuenta de que ya habían llegado al cuarto de Yuushi. También notó que había entrado ahí por su propio pie. Y también, por algún motivo, sabía que su compañero estaba sonriendo de una forma que sólo él conocía.


¡Y hasta aquí! Espero poder haber sacado alguna sonrisa. Muchas gracias por leer,

Saludos,

Bou.