Hola a todos! Esta historia se sitúa a comienzos de la cuarta temporada y, evidentemente, Castle y Beckett no están juntos. Espero que les guste! Tiene cuatro capítulos.
Sólo una noche – Parte 1
Había sido un día agotador. El caso en el que estuvieron trabajando había resultado mucho más complicado de lo que esperaban. Sin embargo, gracias al trabajo de todo el equipo, habían conseguido resolverlo y detener al asesino.
Después de ese largo día, decidieron que merecían celebrarlo por todo lo alto. Era viernes, por lo que en principio ninguno tendría que trabajar al día siguiente. Además, el verano estaba cerca y las noches en Nueva York eran bastante agradables. Castle les propuso ir a la guarida, ya que estarían alejados de la gente y podrían beber gratis todo lo que quisieran y estar hasta cualquier hora. Al principio Beckett se había mostrado reacia a salir. Decía que estaba agotada y que lo único que le apetecía era llegar a casa y darse una buena ducha.
¡Oh! Vamos Beckett, anímate –le dijo Espósito.
Sí, no seas aguafiestas –insistió Ryan. Castle no dijo una palabra. Se limitó a mirar a la inspectora directamente, con esa mirada de súplica que sabía que la derretía. Ella dudó durante un momento. Se pasó la mano por el pelo confundida y desvió la mirada de un lado a otro tratando de dar con la respuesta. Cuando sus ojos se toparon con los de Castle sintió como todos sus argumentos se desvanecían. Una sensación de vértigo la envolvió y supo que no podía decir que no.
Está bien, pero sólo un rato… -contestó Beckett dando a entender que lo hacía de mala gana, aunque en el fondo se estuviese muriendo de ganas de pasar más tiempo con su escritor.
Antes de salir de la comisaría, Espósito y Ryan fueron a buscar a Lanie a la morgue mientras Castle y Beckett salían rumbo a La Guarida. Durante el trayecto, el escritor no paró de hablar en ningún momento. Era una forma de ocultar los nervios que tenía, ya que se sentía diferente cuando estaba con Beckett fuera del horario de trabajo. Era como si en ese momento dejasen de ser una policía y el escritor que la sigue en sus casos, para ser simplemente un hombre y una mujer. La inspectora, por su parte, se reía divertida con cada comentario que él le hacía, mostrándose mucho más relajada que de costumbre.
Cada vez que estaba así con Beckett, al escritor le entraban unas ganas locas de abalanzarse sobre ella y demostrarle todo lo que sentía besándola hasta cansarse. Había estado en esa tesitura varias veces, sin embargo, cuando parecía que las cosas iban bien y ella le estaba dando pie a algo más, por alguna razón todo se desvanecía. A veces los interrumpían y, otras, simplemente ella cambiaba su actitud y volvía a alejarse. Luego al día siguiente todo volvía a estar como siempre, volvían a ser compañeros y cualquier posibilidad de afianzar su relación se esfumaba. A pesar de ello, Castle no podía dejar de fantasear y disfrutar del brillo especial que mostraba la mirada de su musa en esas ocasiones.
Media hora más tarde, los cinco estaban sentados en una mesa apartada del bar bebiendo y conversando animadamente. Beckett, Castle y Ryan se habían sentado, en ese orden, en el sillón que estaba en un lado de la mesa. En el otro lado, Lanie y Espósito compartían el suyo.
Cada uno contó sus propias batallas para hacer reír al resto pero, como siempre, el que se llevaba el premio era Castle. A él le encantaba ser el centro de atención y a los demás les gustaba escuchar sus historias. Beckett lo miraba interesada mientras él hablaba. Para ella estaba claro que era un maestro con las palabras y lo demostraba en cada segundo de su repertorio. La inspectora se sentía hipnotizada y no podía apartar los ojos de él. Apoyó su codo en la mesa, dejando caer la cabeza sobre su mano para poder dedicarse a observarlo con mayor comodidad. Castle procuraba mirabala tanto como al resto pero, cada vez que sus miradas se encontraban, sentía un calor inmenso recorrer todo su cuerpo.
Las copas siguieron bajando y todos estaban más animados. Las conversaciones habían dejado de ser simples batallas para dar paso a otras más comprometidas. Lanie y Espósito no tuvieron reparo en compartir alguna… experiencia o situación embarazosa en la que se habían visto involucrados. Ryan confesó que a él y a Jenny nunca les había pasado nada de ese tipo, aunque tampoco es que hubiera habido ocasión. Castle y Beckett también contaron alguna situación extraña en sus relaciones anteriores, aunque de una forma muy superficial.
Durante toda la noche, la inspectora y el escritor no habían parado de rozar sus manos sin querer, haciendo que sus cuerpos se estremecieran en más de una ocasión por ese simple contacto. También, buscaban continuamente la mirada del otro, intercambiando una intensidad desbordante. Los dos eran conscientes de ese tonteo que tenían, a los dos le gustaba y ninguno hacía nada por evitarlo. En un momento de la noche, Kate se levantó para ir al baño y, cuando él la miró, le devolvió la mirada mordiéndose el labio. En aquel instante Castle no supo si aquello había sido una señal o si su mente se imaginaba lo que le gustaría que pasara. Dudó durante un momento pero al final se decidió. Se bebió la copa de un trago y dejó la mesa, poniendo como excusa que iba al almacén a por más bebida.
Se apoyó contra la pared entre el baño de señoras y el de caballeros, y cerró los ojos para poner atención a sus pensamientos. Notaba como su corazón latía con fuerza, como si quisiese salirse del pecho. No estaba seguro de nada de lo que estaba haciendo pero tenía claro que no se quería quedar con la duda. No podía ser que todo fueran imaginaciones suyas. Los roces, las miradas, las caricias supuestamente no intencionadas, las sonrisas… Todo eso no lo pudo haber malinterpretado. Tenía que ser algo que a ella también le estaba pasando como a él.
Mientras estaba sumido en sus pensamientos oyó como una de las puertas se abría. Cuando abrió los ojos Beckett estaba frente a él mirándolo directamente. De nuevo se perdieron en la inmensidad de los ojos del otro, en un silencio que en cualquier otra situación podría resultar incómodo pero que ahora no lo era. Quizás el alcohol les estaba dando la valentía que normalmente les faltaba. Y otra vez esa mirada, y esa sonrisa que lo volvía loco.
Ninguno de los dos dijo nada. Castle fue recorriendo poco a poco la distancia que los separaba, sin apartar sus ojos de los de Beckett. Cuando estuvo a unos centímetros de ella sintió como su olor lo embriagaba y como sus respiraciones se mezclaban en una. Los dos se estaban mareando con esa cercanía. El escritor empezó a recorrer el brazo de su musa con su mano, subiendo hacia su nuca. Ella cerró los ojos ante este contacto y no pudo evitar soltar un suspiro.
Kate… -susurró Castle mientras enredaba sus dedos en el pelo de ella. Se volvieron a mirar a los ojos durante unos segundos, hasta que el escritor no pudo más y la atrajo hacia su cuerpo besándola con urgencia. Ella al principio no reaccionó y se quedó quieta dentro de su beso y su abrazo. Pero después acompañó su urgencia invadiendo la boca del escritor con su lengua y acariciando su pelo y su espalda con rapidez. Estuvieron besándose hasta que tuvieron que separarse por falta de aire.
Castle… esto no está bien… -susurró Beckett apoyando su frente en la de él. Eso era lo que debía decir pero no lo que realmente quería decir. El escritor notó que su mirada y sus palabras no decían lo mismo, así que se limitó a acariciar los labios de su musa con sus dedos. Ella volvió a cerrar los ojos antes su caricia y ahí él tuvo claro lo que provocaba en ella. Sería ahora o nunca... Volvió a besarla con la misma pasión que antes mientras entraba con ella en el baño.
Yo sé que tú lo deseas tanto como yo, Kate… me vuelves loco… -su voz era ronca y entrecortada a causa de la excitación que estaba sintiendo. Le habló sin despegarse de su boca, alternando los besos y las palabras.
Y qué va a pasar mañana… -le dijo ella en el mismo tono.
No pienses en mañana… piensa en hoy… -Después de decir esto fue como si los dos hubiesen llegado a un acuerdo. Ya no hubo más tiempos para las palabras. Lo único que necesitaban era acabar con esa tensión y ese deseo que llevaba torturándolos durante cuatro años y que ya era insostenible. Las manos de Castle empezaron a colarse bajo la camisa de Beckett, desesperado por acariciar su piel. Buscó su espalda y trazó un recorrido con la mano disfrutando de su suavidad, y aprovechando para pegarla aún más a su cuerpo. Ella empezó a desabrocharle los primeros botones de la camisa, cuando se oyó como tocaban en la puerta.
¡Kate! ¿Estás ahí? –volvieron a tocar -¡Kate!
Es Lanie –le susurró a Castle antes de taparle la boca con la mano–. Sí, Lanie. Ya salgo, es que… no me encontraba muy bien… -gritó ahora a su amiga no muy convencida de sus palabras.
¿Necesitas ayuda? –insistió la forense.
No, no… -Kate y Castle se tensaron pensando en que Lanie entrara y los pillara en esa situación. Sería mucho más vergonzosa que cualquiera de las historias que ella y Espósito habían contado unos minutos antes. –Espérame y ya salgo.
Okey…
Espera un rato antes de salir –le susurró Beckett secamente al escritor antes de acercarse al espejo del lavamanos para adecentarse. Él se quedó un momento parado, sin saber cómo reaccionar. Esta vez habían dado un paso, un gran paso. Pero, como siempre, algo pasaba y volvían a ser dos extraños.
Kate… espera… –dijo agarrándola del brazo para evitar que saliera. Ella se detuvo pero dejó su mirada fija en la puerta, no podía mirarlo a los ojos. –Kate… -insistió él –mírame. –Esperó un segundo y, como la inspectora no parecía dispuesta a mirarlo a la cara, el escritor tomó con suavidad su mentón y giró su cabeza, quedando frente a frente.
Castle… lo siento… esto no debió pasar –dijo Beckett avergonzada.
Shh… no lo sientas… fue… maravilloso. Y hubiese sido aún más maravilloso si hubiésemos seguido. No te arrepientas por favor… -le dijo suplicándole con la mirada.
No sé… Castle… Nos dejamos llevar pero…
Prométeme que lo hablaremos después… -la interrumpió el escritor. Ella lo pensó durante un momento, para ella también había sido maravilloso pero estaba hecha un lío. Tal vez el alcohol le había jugado una mala pasada y no había podido resistirse, pero lo cierto es que no tenía nada claro.
¡Kate! –volvió a llamar Lanie. Beckett miró de nuevo a Castle, disculpándose en silencio y luego salió, dejándolo confundido. Para él también había sido algo raro, algo que no pensaba que fuese a suceder. Pero tenía claro que era algo que deseaba con todas sus fuerzas y que sabía que ella deseaba tanto como él. Esperó unos segundos y luego salió, convencido de que esta vez no iba a dejar que ella actuara como si nada. Esta vez, aunque Beckett prefiriese salir corriendo y hacer como si nada hubiese pasado, no iba a dejarla.
