*Prólogo.*
No había formas de expresar con palabras lo que un niño rubio de unos seis años estaba sintiendo durante la noche del diez de octubre. La única razón por la que el niño no se estaba mojando gracias a la tormenta que durante esa noche estaba pasando era que este se encontraba en una zona que algunos de los shinobis de la aldea oculta entre las hojas, sean genin, chuunin o inclusive algunos jounin, pensarían dos o incluso tres veces antes de siquiera pisar.
El niño se encontraba en el Bosque de la muerte. Un campo de entrenamiento plagado de animales mortales, animales como osos, tigres, escorpiones, ciempiés e inclusive arañas. Aunque el problema era que todos estos animales tenían un tamaño gigantesco, el cual aferraba a gran parte de la población, tanto civil como shinobis, aunque estos últimos le tenían menos miedo.
Teniendo eso en cuenta, encontrarse en el Bosque de la muerte a los diez años de edad no era algo nada bueno. Las posibilidades de que mueras superan por mucho a las posibilidades de que puedas sobrevivir una mera noche en ese bosque. A menos que el individuo en cuestión sea un prodigio en las artes shinobis o de supervivencia, la muerte era algo muy difícil de evitar.
Uzumaki Naruto, el niño de diez años que entró involuntariamente al bosque de la muerte, además de estar asustado y no saber qué hacer, este se encontraba severamente herido.
Los aldeanos habían golpeado a Naruto con todo tipo de cosas. Botellas rotas, palos, cuchillos, sartenes, kunais, shurikens, lo habían quemado con sus cigarrillos y con antorchas, habían jugado al tiro al blanco de kunais con él y habían hecho cosas indescriptibles con Naruto, pero, para resumir, el Uzumaki se encontraba en un estado extremadamente cercano a la muerte, en un lugar en el que probablemente sería devorado por algún animal gigante antes de morir.
Sin embargo, lo que sentía el Uzumaki no era miedo.
El no le tenía miedo a la muerte, más bien, él estaba triste. Triste porque no iba a ser capaz de ver nuevamente a su abuelo adoptivo, el tercer hokage del pueblo, Hiruzen Sarutobi, no iba a poder volver a comer ramen en Ichiraku, no iba a volver a ver a Ayame, no iba a volver a ver a Teuchi, y no iba a volver a ver al maestro de la academia, quien recientemente había formado un valioso vínculo con el Uzumaki, Iruka Umino.
Dos frases. Dos frases eran todo lo que podía pensar el Uzumaki en las puertas de la muerte.
"Lo lamento, me morí." y "Quisiera poder verlos a todos aunque sea una última vez, y disculparme por no cumplir mis promesas."
Esas fueron las dos únicas frases que Naruto Uzumaki pudo pensar antes de que le sucediera lo que todo el pueblo de la hoja esperaba desde que el nació.
Con esas dos últimas frases, Naruto Uzumaki cerró sus ojos por última vez, dejando un cuerpo de diez años tirado en un charco de sangre en medio del bosque de la muerte.
Al cerrar los ojos, lo último que vio fue un resplandor carmesí justo en frente suyo.
Al abrir sus ojos, Naruto vio que se encontraba en un lugar en el que él jamás en sus cortos diez años de vida había pisado.
Las paredes eran completamente blancas, algo que le recordaba al hospital de la aldea oculta entre las hojas, lugar en el que despertaba luego de ser golpeado por los aldeanos. Había una cama similar a las que podías encontrar en cualquier hospital, e incluso había elementos comunes en un hospital.
Naruto noto que se encontraba en un hospital debido a que este se encontraba con una bolsa de suero inyectada en sus venas, y vio que además de eso, se le estaba midiendo su ritmo cardíaco.
"Acaso sobreviví? Qué es lo que está pasando? Dónde estoy?" esas fueron las preguntas que pasaron por la mente confundida del Uzumaki al ver que no se encontraba muerto. "Será que morí y esta es una nueva vida?" con esa idea en mente, Naruto agarro un espejo que se encontraba en una mesa de luz cercana y vio su rostro.
El tenía los mismos rasgos faciales, mismos ojos celestes comparables con el color del cielo, e inclusive tenía la misma ropa que llevaba puerta en el bosque de la muerte. Pero, había algo en el que había sufrido un cambio que Naruto no se esperaba.
Su cabello.
Su cabello dejó de tener el tono amarillo comparable con el mismísimo sol y pasó a tener un color grisáceo. Un color grisáceo similar al metal, un color que le recordaba a la luna. La luna que miraba durante las largas noches en las que el sufría de insomnio, noches en las que el se iba a mirar la luna y las estrellas sentado en el monumento de los hokages, el punto más alto de la aldea en general.
Al ver que su cabello cambió tanto, Naruto tuvo una de las reacciones que se esperarían de un chico común de su edad.
Rápidamente dejó caer el espejo, el cual cayó al piso y se partió en varios pedazos. Eso causó un ruido algo más fuerte de lo normal, pero Naruto decidió ignorar eso. En lugar de siquiera preocuparse por el espejo, Naruto se llevó sus dos manos a la cabeza y grito mientras se revolvía el cabello, esperando que lo que le diese el color gris se fuera, dejando su cabello rubio nuevamente.
Naruto revolvió su cabello, pero nada sucedió...
Su cabello seguía de color gris, y eso lo comprobó al agarrar el pedazo de espejo más grande que vio del suelo.
Viendo que su cabello se quedaría definitivamente gris, Naruto suspiro. "Realmente me gustaba mi cabello rubio..." se dijo Naruto a si mismo. Y eso era verdad, a Naruto le gustaba mucho su cabello, ya que pocas personas lo tenían de ese color y le parecía distintivo. Su cabello era algo que lo hacía destacar entre todos los demás, y ahora, lo perdió.
"Dejame disculparme, es mi culpa que lo hayas perdido." una voz completamente desconocida para Naruto sonó en la habitación, provocando que el Uzumaki se asustara y soltara el pedazo de espejo que tenía en su mano, pedazo de espejo que cayó al piso y se rompió nuevamente.
"Veo que tienes un problema bastante grande con los espejos, Naruto-kun." dijo otra voz desconocida por el Uzumaki. Pero esta voz no sonaba sin emociones, esta voz tenía un claro tono jovial.
Naruto se quedó en silencio observando a los dos adultos que habían entrado en la habitación sin que el se diese cuenta. Uno era un hombre de un largo cabello rojo, el cual le llegaba hasta la cintura, mientras que la otra era una mujer de ojos grises, y de un cabello que poseía el mismo tono del cabello de Naruto, el cual le llegaba hasta la espalda. "Quienes son?" preguntó desconfiado Naruto, pensando que esas personas iban a hacerle daño.
"Oh, tal nivel de desconfianza... Lamento no haber podido actuar antes Naruto-kun, pero simplemente no pude hacerlo. De milagro pudimos encontrarte en ese bosque." se lamentó el hombre de cabello rojo mientras veía a Naruto con tristeza en sus ojos. "Pero... Supongo que la forma más sencilla de explicar todo es esta. Nosotros encontramos tu cadáver en el bosque de la muerte." Naruto se estremeció y confundió al escuchar que habían encontrado su cadáver, pero antes de siquiera poder preguntar cómo era que estaba vivo, el hombre continuó. "Nosotros mediante a un antiguo ritual te dimos una nueva vida, una segunda oportunidad. Parte de ese se ritual incluyó un cambio extremadamente grande en tu ADN, y ahora prácticamente lo único que tienes en común con tu anterior 'yo' son esos tiernos bigotes tuyos. Como puedes ver, tus ojos son casi iguales, pero eso solo es una coincidencia, ya que el color de tus ojos cambió ligeramente y ahora son idénticos a los míos, mientras que tu cabello es idéntico al de Grayfia-chan." explicó el hombre de cabello rojo mientras observaba atentamente al Uzumaki.
Naruto se mantuvo un momento callado. "Eso quiere decir que..." dijo Naruto, revelando la enorme sorpresa que se había llevado al comprender lo que había pasado.
"Así es Naruto-kun, gracias a que el ritual se completó con éxito, nosotros ahora somos tus padres biológicos." terminó el hombre de cabello rojo con una sonrisa en su rostro. "Mi nombre es Sirzechs, y tu madre es Grayfia Lucifuge. Al parecer los genes de Grayfia-chan fueron los predominantes... Así que probablemente hayas heredado sus poderes de hielo." dijo Sirzechs, quien ocultó su apellido para no tener que revelarle al chico que era un demonio. Eso era algo que el chico aún no estaba listo para comprender.
Naruto ignoro completamente lo que dijo Sirzechs acerca de los poderes de hielo de Grayfia. El estaba estupefacto. Tenía padres, había pasado de ser un huérfano odiado por todo su pueblo a tener una familia...
Sin pensar en otra cosa, Naruto salió corriendo de la cama, sacándose forzosamente el suero y otras cosas que tenía conectadas y abrazo a Sirzechs y a Grayfia. "Gracias... Gracias..." susurro Naruto agradecido mientras abrazaba a sus dos padres.
"Ni lo menciones, Naruto Lucifuge, hijo mío." fueron las palabras de Grayfia Lucifuge al ver que su hijo la estaba abrazando de esa forma.
Puede que Naruto no lo sepa, pero, él se acababa de convertir en una de las figuras más importantes y prometedoras de todo el inframundo.
El hijo de Sirzechs Lucifer y Grayfia Lucifuge.
