Yuri Katsuki es un degenerado...Además de un doble cara.

A sus 24 años no tenía pareja, vivía solo en un pequeño departamento no muy alejado de su trabajo. Cualquiera creería que era un trabajador común y corriente, como un japonés estándar que cree que es necesario un trabajo digno y por ende solo se dedica a ello. Era muy bueno en su trabajo, podía quedarse tiempo extra si era requerido y normalmente entregaba sus reportes a tiempo. No era la persona más sociable del mundo que digamos...

Difícilmente entablaba conversaciones con otros, solía ser demasiado reservado. Por lo menos en el horario diurno. En realidad tenía una excusa para su comportamiento, una que no le contaría a nadie en el mundo. Era un gay de closet, y no uno cualquiera, era uno virgen que no era virgen, por extraño que parezca. Desde que cumplió 17 intento explorar su cuerpo, la calentura de la edad lo llevo a tocar zonas intimas que por nada del mundo le gustaría mostrarle a alguien mas.

Solo que... no noto que había sobrepasado el límite. Dejándose llevar mientras se masturbaba termino por juguetear con su entrada y tomarle cariño a esto. Era virgen por el hecho de nunca haber tenido relaciones sexuales con otra persona, pero no tanto por el hecho de había explotado su miembro y próstata incontables veces. Por lo menos tenia cuidado con ello, se había mudado a un pequeño departamento donde no tenía vecinos, el edificio en si no era la gran cosa. Si emitía algún sonido nadie lo notaria.

Realmente le resultaba una sensación agradable el introducir algo dentro de él. A través de páginas de internet había terminado comprando ciertos objetos que llegaban hasta su departamento en cajas perfectamente selladas cuyo contenido era un misterio para la mayoría, le gustaban los juguetes. Nadie podía juzgarlo por eso, nadie lo sabía. Es decir, Yuri Katsuki es solo un japonés estándar enfocado en su trabajo que no se dedica a nada más que eso.

¿No es así?

Nada ni nadie en el mundo conocería su secreto.

O eso creyó, hasta que un día una inesperada persona apareció en su vida. Su nuevo vecino quien por accidente el día de la mudanza termino tomando el paquete recién llegado para Yuri confundiéndolo con una caja más de su equipaje. Katsuki se sintió morir de una y mil maneras al atardecer al llegar de su trabajo y ser recibido por aquel hombre disculpándose por haber tomado el paquete por error.

La caja estaba sellada, así que tal vez el sujeto no sabía nada del contenido adentro. Por lo menos Yuri intentaba hacerse a la idea de que era lo más lógico. Por otro lado, aquel extranjero se volvió su perdición. Aunque vamos ¿Qué tan malo podría ser que un homosexual reprimido tuviese un vecino con cuerpo de dios griego, hermosos ojos azules y sonrisa angelical? No, claro que no iba a mal pensar.

Mucho menos cuando lo veía por las mañanas salir a recoger el periódico sin camisa y agachándose mostrándole un trasero bien firme.

De acuerdo, era difícil. Además, estaba al lado. Desde la aparición de Víctor Nikiforov, Yuri tuvo que abstenerse a tocar su cuerpo lo más que podía. Era desesperante, cuando el estrés por su inactividad sexual comenzó a reflejarse en su trabajo, opto por tomar otro tipo de medidas. Como tocarse al menos los fines de semana con la televisión a todo volumen. Parecía funcionar.

Al menos, cada mañana Víctor no mostraba ninguna señal de disgusto o daba indicios de saber lo que hacía, simplemente lo saludaba amablemente y lo deslumbraba con aquella sonrisa mientras tomaba una taza de té. Normalmente el ruso se despertaba a muy temprana hora y solía encontrarse observando el amanecer desde el barandal del edificio en el segundo piso. Era bastante rutinario, al paso de unas semanas Yuri había terminado conversando con él al menos algunos 5 minutos antes de ir a trabajar.

Por obvias razones el atreverse a hablarle de esa manera le causaba remordimiento. Víctor era una persona demasiado simpática y amable como para ser sujeto de fantasías sexuales, pero tenía la culpa por ser tan atractivo, y sobre todo, por ser tan atrevido como para ir a pedirle una taza de azúcar en bóxer por la noche. Era un hombre sin vergüenza, pero bastante sexy.

Ciertamente por primera vez en su vida Yuri se alegraba de ser bilingüe. En realidad, pese a que el extranjero fuera ruso, al menos hablaba inglés con un acento británico peculiar, no parecía entender mucho el japonés y el que distinguiera que por lo menos se podía comunicar con su vecino, había convertido a Yuri en una especie de soporte para afrontar la sociedad japonesa. Había sido bastante estúpido por parte de Nikiforov el haber viajado solo a un país donde no entiende las costumbres o el idioma, pero de alguna u otra manera sobrevivía, y bueno, Katsuki no se quejaba de ello.

Por su parte, el azabache se entretenía bastante tratando de explicarle la cultura a aquel desconocido. Sin querer ya consideraba que eran amigos y habían terminado por hacer planes para salir de paseo juntos cuando la cultura lo ameritaba. Como hacerse compañía para ir a un festival de año nuevo a ver los fuegos artificiales, sin que dejara de causar un poco de gracia que Víctor pareciese amar la vestimenta tradicional japonesa que un mismo japonés.

—Hace bastante frío esta noche. — Víctor temblaba levemente mientras trataba de empalmarse las mangas de la Yukata. Sentado sobre el pasto en el parque, en el único lugar solitario que el par había encontrado en plena fecha. Esperando la cuenta regresiva para que los fuegos artificiales empezaran a exhibirse por el cielo.

—No me parece nada fuera de lo común. — Yuri por su parte se mantenía entusiasmado sin dejar de mirar al cielo, con la mirada brillante, cual niño ilusionado. A su edad, aun amaba ver esa clase de espectáculos.

—Realmente es frio, leí en internet que las Yukatas se usan sin ropa interior y ya me estoy arrepintiendo de no usar.

—¡¿Qué no estas usando que?! — Yuri giro de inmediato su rostro para verlo, cuando una imagen obscena llego a su mente.

—¿Acaso tu estas usando? — Pregunto con la misma mirada picara que solía poner.

—¡¿P-Por qué crees que no usaría?! — Las mejillas se le tornaron rojizas.

—Tranquilo, estoy bromeando. — Víctor dio un gran suspiro, mientras Yuri lo imito de igual manera, tratando de calmarse para devolver la mirada al cielo. — Es obvio que estoy usando ropa interior, no es como si hubiese planeado venir contigo aquí a solas porque quiera cogerte duro ya que me tengas en mi límite, y que te haya estado espiando durante semanas mientras te masturbas por un pequeño agujerito que hay en la pared que divide nuestros departamentos. No Yuri, jamás te he escuchado gemir mi nombre mientras metes hasta el fondo aquel consolador rosa que te llego a casa el día que me mude.