Ante todo, agradezco infinitamente a George Lucas el haber alumbrado la saga más épica jamás conocida: Star Wars, y a Disney, que está haciendo tan magnífico trabajo con ella. Este relato es mío, pero no así los personajes ni su trasfondo, propiedad de ambos.
CAPÍTULO 1
Era bien entrada la noche cuando la lanzadera imperial recibió permiso para poder aterrizar en los hangares que la Alianza Rebelde había habilitado junto al Templo de Massassi, en el planeta Yavin 4. Apenas hubo tomado tierra, el general Davits Draven —el mismo que había interrogado a Jyn, junto con Cassian, nada más ella fue rescatada durante su traslado a los campos de trabajo imperiales de Wobani—, abordó al Capitán con rapidez, sin darle tiempo siquiera a poner ni un solo pie fuera de la rampa de la nave, exigiendo un informe detallado de la operación que les había llevado a Eadu, y que había culminado en un ataque relámpago procedente de un escuadrón de cazas rebeldes, destruyendo los laboratorios que el Imperio, en secreto, había mantenido allí con el fin de dotar a la Estrella de la Muerte del armamento más potente y letal jamás visto en toda la galaxia.
La reunión entre Cassian y Draven se alargó casi una hora, en la que Jyn, Chirrut, Baze y Bodhi se vieron obligados a esperarlo en los mismos hangares donde habían aterrizado, ya que nadie, al parecer, iba a indicarles siquiera dónde pasar la noche. Ni siquiera K-2SO, que había sido requerido también rápidamente. Si él no regresaba, pues no les había prometido nada al respecto antes de marcharse, tendrían que acomodarse como pudieran entre las cajas de abastecimiento que había desperdigadas en varios puntos del hangar, a la espera de decidir qué hacer a la mañana siguiente.
La mente de Jyn era un hervidero de sentimientos encontrados que apenas podía controlar. La infinita pena que había sentido por la muerte de Saw Gerrera, había acabado convirtiéndose en debacle emocional tras el asesinato de su propio padre. Necesitaba desesperadamente culpar a alguien de ambas muertes. Y se había empeñado en culpar a Cassian, obligándose a pensar que si él no hubiese precipitado los acontecimientos en Jedha, y hubiese impedido el ataque de las fuerzas rebeldes en Eadu, tanto Saw como su padre aún estarían vivos. Pero en el fondo de su corazón no podía culparlo, pues él no había hecho más que protegerla desde que la había conocido, una y otra vez, y aquello la enfurecía. Su zozobra se debía estar trasparentando a través de su rostro, pues tanto Bodhi como Baze la miraban de reojo de cuando en cuando, preocupados, y Chirrut había tomado una de sus manos entre las suyas, sentado sobre una de aquellas cajas, en silencio.
Estaba apunto de perder la paciencia cuando Cassian llegó hasta ellos procedente de uno de los accesos al hangar. Su paso sereno y firme contrastaba, sin embargo, con la profunda cara de funeral que no podía ocultar, así como con la excesiva gelidez que mostró al hablarles.
—Acompañadme. Esta noche os hospedaréis en uno de los viejos barracones que ya nadie usa. No es una habitación de hotel, pero al menos estaréis mejor que aquí. Tiene camas limpias, y aseos, y he pedido que os dejen allí varias raciones de campaña —declaró, como quien habla con desconocidos y no con aquellos con los que había compartido tanta camaradería en tan pocos días—. Mañana, a primera hora, Jyn será convocada para comparecer ante una reunión de urgencia del Consejo de la Alianza Rebelde, donde se decidirá qué hacer con la información que les ha proporcionado. Puede acompañarte Bodhi, si quieres —La mirada indiferente que le dedicó mientras le hablaba logró encender su furia todavía más, aunque no respondió.
Baze se dispuso a seguir a Cassian despreocupadamente, mientras Chirrut se puso en pie y comenzó a caminar con tranquilidad, aunque al pasar junto al Capitán, le dirigió una mueca inquietante, que él decidió no interpretar. Pero Bodhi, preocupado por Jyn, no puso un pie delante del otro hasta que esta, en completo silencio, los siguió también.
—Hemos llegado —Cassian anunció, tras abrir la puerta de una gran nave situada en los terrenos traseros al hangar. Encendió una luz y esperó a que ellos pasasen dentro.
Uno a uno entraron en el gran recinto, casi diáfano, tan sólo amueblado con austeras literas y poco más. En contra de lo que hubiesen podido imaginar, y a pesar de no haber sido usado desde hace tiempo, se mantenía en perfectas condiciones de higiene. Jyn pasó ante Cassian sin dirigirle una mirada siquiera y tampoco él la miró. Chirrut fue el último en entrar. Cuando Cassian ya les daba la espalda dispuesto a marcharse, escuchó la voz del monje tras de sí.
—La oscuridad que atenaza su corazón es menor, pero aún lo esclaviza. ¿Es esto lo que desea, Capitán?
Con el paso de los días, Cassian había llegado a temer aquella voz serena e inmutable más que a un cañón de turboláser apuntando directamente a su cabeza.
—Hace mucho tiempo que no tengo derecho a desear nada —respondió, atrincherándose en la frialdad de su voz.
—¿Y ella?
—Mi misión concluye aquí.
Se alejó del barracón a pasos agigantados, sin mirar atrás. Él ya no era nadie allí, ni en ningún lugar de la galaxia —se obligó a recordar con toda la estoicidad que fue capaz de reunir—. Además, tenía una fuerte corazonada acerca de la reunión que iba a celebrarse al día siguiente y sus consecuencias. Y había decidido, porque tenía muy claro que, pasara lo que pasara, sí tenía derecho a decidir —y así se lo había hecho saber al general Draven, pagando un alto precio por ello— que su misión iba a ser una muy concreta. Había mentido a Chirrut descaradamente, pero aquel no era momento de anticiparse a lo que, con total seguridad, iba a suceder. Cuando pasara, él estaría allí, junto a ella, a su modo, al único modo en que podía permitirse estar. Todo lo demás no era más que neblina disipada por el gélido viento nocturno.
Nada más sentir la puerta cerrada a sus espaldas, la furia que hasta el momento Jyn había logrado contener, se desató en un rabiosa patada que ella dio a la primera cama que se encontró en su camino, levantándola casi un palmo del suelo. El estrépito logró que sus compañeros le dedicasen toda su atención.
—¡Será imbécil! ¡Nos ha dejado aquí, tirados como deshechos! —soltó a voz en grito mientras la emprendía de nuevo contra la cama.
—¿No te gusta este lugar? —Baze quiso saber. A él no le parecía tan mal, después de todo.
—¡No es eso! —respondió, traspasándolo con una mirada de profunda indignación. Caminó arriba y abajo del cuarto con vehemencia, antes de volverse hacia él de nuevo—. Mira… Yo era muy pequeña por entonces, pero aún recuerdo a mi padre como si fuera hoy, negándose a formar parte con sus investigaciones, una y otra vez, de la maquinaria de guerra de Palpatine. Él jamás habría contribuido a crear esa cosa. ¡Pero lo manipularon! ¡Lo embaucaron! ¡Lo amenazaron!—Su voz iba ganando fuerza e intensidad a medida que ella se exaltaba—. ¡Su sueño de llevar energía abundante y barata a todos los rincones de la galaxia fue convertido en una horrible pesadilla, forjada a medida por el Imperio corrupto! Le privaron de todo, excepto de su dignidad. Él jamás se rindió, encontró un modo de redimirse y luchó con todas su fuerzas por lograr sus fines, pero no pudo hacerlo. —Negó con la cabeza, apesadumbrada—. Era el mejor hombre que pueda existir jamás, crea lo que crea la Galaxia entera. Por eso yo tampoco me voy a rendir, y voy a ser quien lo redima. Se lo debo. —Negó nuevamente, ahora resuelta—. Le dije a Saw, antes de que muriese, que ver ondear la bandera del Imperio por toda la Galaxia no es tan grave si no alzas la vista… Me equivoqué. No puedo hacer realidad el sueño de mi padre, porque yo no soy una científica brillante como él. Pero sí puedo cumplir su última voluntad. Lucharé hasta mi último aliento, daré todo lo que soy y todo lo que pueda llegar a ser, por ver destruido ese engendro que él, manipulado, coaccionado, obligado, contribuyó a que viera la luz. Y ni ese capitán sin escrúpulos, ni nadie, me lo va a impedir. Lo haré, sea como sea.
—Él ha cumplido su misión. Lo que suceda de ahora en adelante no depende de sus decisiones —Chirrut afirmó con voz suave pero firme, a pesar de que la Fuerza se empeñaba en lanzarle pálpitos constantes, haciéndole notar que iba a depender de las decisiones de Cassian, mucho más que de las de cualquier otro, lo que pudiese suceder a partir de entonces.
—¿Misión? ¡No me recuerdes su misión! ¡Yo no pedí venir aquí! ¡Yo no pedí que él me metiese en todo este rollo! ¡Ni que mataran a mi padre!
—No. Fue tu padre, de algún modo, quien lo pidió, según tú misma nos has contado —él respondió sin inmutarse, manteniendo su mirada vacua al frente—. Todos somos reos de nuestras propias decisiones. ¿Qué es lo que esperas del Capitán, joven amiga?
—¡No lo sé! ¡Pero desde luego, después de todo lo que él nos ha hecho pasar, no que nos deje tirados de esta manera! ¿Qué pasa con la reunión de mañana? ¿Nos va a abandonar a nuestra suerte, cuando ha sido él quien nos ha metido de cabeza en todo esto?
Sin esperar respuesta alguna, caminó hacia la puerta con pasos rápidos y decididos, la abrió, salió por ella y la cerró dando un fuerte un portazo.
—Más te vale tenerlo claro cuando hables con él —Chirrut casi murmuró, por lo que sus dos compañeros hubieron de esforzarse para poder escucharle —, pues es un hombre de acción, con ideas claras y fuertes convicciones. Y no lo convencerás titubeando. Aunque tú no eres de las personas que titubean.
Cassian llegó a su cuarto como un tornado. Nada más entrar, se cambió la camisa, sucia y sudada, por una camiseta blanca de manga corta, que sacó con malos modos de una pequeña taquilla que había situada a un lado de la pequeña habitación. Allí no había más que el poco mobiliario que él necesitaba: una pequeña cama, una mesa y una silla, separadas de un casi minúsculo cuarto de aseo al que fue a entrar para darse una ducha rápida, aunque lo pensó mejor, dejándola para más tarde. Aún así, su actividad era frenética: examinó planos que yacían desperdigados por la mesa, sentándose en la silla y levantándose de ella en varias ocasiones; jugueteó entre sus manos con un pequeño datapad que formaba parte de una de las identidades falsas que él usaba para infiltrarse entre las filas imperiales durante alguna de sus misiones; deshizo la cama, la hizo de nuevo… Hasta que, frustrado, se dejó caer en la silla una vez más, apoyó las botas en la mesa y cruzó sus manos tras la nuca.
Aquella mujer, con su resolución, su testarudez, sus problemas y sus actos, había dado un vuelco a su vida que él no había visto venir ni había podido evitar, por mucho que se había empeñado en hacerlo. Hasta el punto de haberse enfrentado directamente contra Draven. Y lo que había salido de aquella conversación… todavía no era capaz de asimilarlo. Desde luego, él ya no era el mismo, o quizá volvía a serlo, después de muchos años de haber vivido en una constante huida hacia delante. Obviamente, él no había pedido tener amigos —se dijo—, ni los deseaba. Al menos no a un guerrero que se mostraba de vuelta de todo y al que parecía no importar nada, excepto un monje ciego e híper confiado en la Fuerza, con una lengua más afilada y certera que un sable hecho del mismo kyber que una jovencita imprudente y experimentada guerrera llevaba amarrado al cuello a modo de talismán. Sin olvidar a un piloto arrepentido que vivía en una constante revelación del karma. No, no había pedido tener amigos, no había pedido tenerlos a ellos… pero ahí estaban. La cuestión no era qué hacer con ellos a partir de entonces, pues ellos eran más que capaces de meterse en mil y un problemas sin él. La cuestión era que sentía que habían irrumpido en su vida, y que jamás saldrían de ella, fuera como fuera... y que estaban comenzando a penetrar sus férreas defensas con seria amenaza alcanzar su corazón. Esto último era lo verdaderamente peligroso, pues él no podía permitirse tener corazón, lo sabía bien. Y lo que creía haber comenzado a sentir por Jyn… casi no sabía ya cómo contenerlo, si no era alejándose de ella lo máximo posible, tal y como había hecho nada más regresar al Cuartel. Una nueva huida hacia delante, una más…
Por un momento cerró los ojos, en un intento frustrado de seguir huyendo, cuando un fuerte golpe en la puerta lo sobresaltó.
—¡Cassian Andor! ¡Abre, o te juro que echo la puerta abajo! —La voz de Jyn se escuchó del otro lado.
¿Cómo demonios ella había podido saber cuál era su cuarto? ¿Y cómo narices había logrado llegar hasta él, burlando los numerosos controles de seguridad que, sin duda, se había hallado por el camino? Decididamente, aquella mujer era mucho más que un problema. Aunque eso, él hacía mucho que ya lo sabía. Permaneció inmóvil y en silencio, con la vana esperanza de que ella pensase que dentro no había nadie y se marchara… ¡O que un rayo se la llevara! ¡Por todos los demonios! Pero nada de ello sucedió, y se acordó, demasiado tarde para su tranquilidad, de que no había cerrado la puerta con llave, como siempre hacía cuando él estaba dentro. Total, ¿para qué hacerlo? Si no lograban matarlo durante una de sus peligrosas misiones, no creía que nadie fuera a su cuarto, sorteando toda la parafernalia de la Alianza Rebelde, para intentar conseguirlo.
Así que, cuando Jyn abrió la puerta e irrumpió en el cuarto como una bestia furiosa, a él no le quedó más remedio que revestir su rostro de aquella máscara fría que tan bien sabía hacer servir como defensa. La miró fijamente, sin pestañear.
—Jeron.
—¿Cómo? —ella lo miró, confusa.
—Cassian Jeron Andor, para ser exactos. ¿Nadie te ha enseñado a esperar a que te den permiso para entrar en una habitación privada? —dejó caer como quien no quiere la cosa, con la mirada fija en sus ojos, repantigado todavía con los pies sobre la mesa, y con la cabeza apoyada relajadamente sobre sus manos en actitud arrogante.
—No me lo habrías dado —soltó, cortante, mientras lo traspasaba con una mirada amenazadora.
—Lo sé. ¿Qué haces aquí?
—¿Ya está, sin más? —Abrió los brazos y los dejó caer con fuerza para dar énfasis a aquella pregunta.
—¿A qué te refieres? —Por un momento observó su mirada con genuina confusión, que muy pronto sustituyó por aparente indiferencia—. Mira… no estoy para acertijos. Así que si te dignas a largarte de aquí...
—¿Nos vas a abandonar? ¿Me vas a abandonar así, sin más? —Le apuntó con un dedo, acusadora—. Tú me has traído a este lugar. Y tú...
—Soy el culpable de la muerte de tu padre, sí, ya lo he oído antes —añadió con voz hastiada—. ¿Abandonarte? Tú no me necesitas absolutamente para nada. Mira, niña…
—¡Yo no soy ninguna niña!
—¿Para qué estás aquí, entonces, si no buscas una niñera? —La traspasó con una mirada arrogante, casi burlona.
En respuesta, ella dio una patada tan fuerte a la mesa que casi le hizo caer, obligándolo a ponerse en pie.
—¡Maldita sea tu estampa! ¡Tú estuviste presente en los últimos momentos de Saw! ¡Y también en los de mi padre! ¡Tú eres el único nexo que aún tengo con ellos! ¡Eres lo único que me queda!
Al escucharla, Cassian la miró totalmente sorprendido por sus palabras. Quedó pensativo; jamás habría imaginado que Jyn lo vería como al único nexo vivo con su pasado, a él, a quien acababa de conocer y del que prácticamente no sabía nada, y que, hasta cierto punto, la había utilizado. Cuando habló de nuevo, no quedaba ni rastro de toda la hostilidad que había mostrado hacia ella.
—Habría salvado a tu padre si hubiera podido, Jyn, lo creas o no —afirmó, solemne—. Pedí que se detuviera la orden de ataque al laboratorio de Eadu. Aún así, yo no puedo devolvértelo, ni tampoco a Saw. No sé qué quieres de mí.
—Ya lo sé… —Por un momento, suavizó el tono de voz, agotada por el dolor que ambas pérdidas le estaban haciendo sentir—. Hablo de ti, capitán Andor. Me obligaste por la fuerza a entrar en tu vida, en tu mundo, y ahora me echas de él de una sola patada. Ni siquiera piensas estar presente mañana en la reunión con el Consejo para apoyarme, cuando obtener los planos de la Estrella de la Muerte que se guardan en Scarif es la única esperanza para tu Alianza Rebelde, a quien tanto quieres.
Alianza Rebelde… si ella supiera...
—Yo no te he obligado a entrar en mi vida —afirmó, rotundo—. Y por supuesto que no voy a estar presente en la reunión del Consejo. Primero, porque en ella, yo no pinto nada. Y segundo, porque si asisto, sin duda me pedirán opinión, y nada más yo comience a hablar, ellos notarán mis… que algo ha... Déjalo estar, Jyn. Te las apañarás perfectamente sin mí. Además, es imposible que acepten tu palabra y tu propuesta sin más garantía que los sucesos de Jedha. Y mi palabra, te lo aseguro, en este momento no vale nada.
Ella negó con la cabeza fuertemente, todavía furiosa, pero aún más decepcionada.
—Y yo que creía que estaba empezando a sentir algo por ti… —Se mordió los labios al darse cuenta de que había pronunciado en alto aquella reflexión, le dio la espalda y salió del cuarto bruscamente, tal y como había entrado en él.
Atónito, Cassian maldijo por lo bajo, y en un arranque impetuoso provocado por aquellos sentimientos que se empeñaba en negar una y otra vez, salió tras ella y la siguió por el pasillo, que a aquellas horas nocturnas se hallaba casi desierto, hasta que, alcanzándola, la tomó por una mano con fuerza para retenerla.
—¡No se te ocurra tocarme! —le prohibió, mientras se revolvía intentando deshacerse de él.
Pero Cassian, preparado para bloquear cualquiera de sus intentos, hizo valer toda su fuerza, habilidad y astucia y la pegó a su cuerpo.
—Por favor, Jyn… —No sabía cuándo había sido la última vez que había rogado a alguien, de tanto tiempo que hacía de aquello, o si lo había hecho alguna vez. Su tipo de vida, de trabajo, no se llevaban nada bien con los ruegos. Pero ahora lo había hecho por ella, tan sólo sintiendo, sin pensar… No tenía ni idea de si aquello iba a llevarle a la ruina, tan sólo que no podía evitar hacerlo, ni en ese momento quería evitarlo—. Acompáñame, por favor…
Jyn quedó tan sorprendida, que cuando Cassian aflojó la fuerza que había ejercido sobre ella hasta liberarla por completo, en vez de propinarle una buena patada en el estómago, como ante cualquier otro y en cualquier otro momento no habría dudado en hacer, permitió que él la cogiera con firmeza de una mano y la condujera de nuevo a su habitación.
Una vez en el cuarto, él cerró la puerta y la soltó de la mano, amarrándola, sin embargo, con aquella profunda mirada que la hacía enmudecer.
—No sé porqué demonios voy a explicarte esto, quizá porque me he vuelto loco, pero tengo que hacerlo. Si mañana te acompaño ante el Consejo, en cuanto yo empiece a hablar, ellos notarán por el tono de mi voz, por la pasión que ponga en mis palabras, por el empeño que ponga en que me hagan caso, que no soy imparcial, aunque realmente sí lo sea. No te conviene que yo te acompañe, Jyn. Además, desobedecí órdenes al no matar a tu padre yo mismo cuando lo tuve a tiro. Ya no tengo crédito ante el Consejo.
"Ni creo que vuelva a tenerlo nunca", recordó para sí.
—Pero ¿por qué? —Lo miró fijamente a los ojos, retadora, intentando comprender.
—¡Porque me importas más que ellos! ¡Que cualquiera! ¡Que toda la gente con la que me he visto obligado a relacionarme en esta maldita vida! ¡Maldición! ¡He hecho cosas por ti que no habría hecho por nadie!
—¡Ya lo veo, ya! ¡Por eso me has largado de una patada! ¡Ya veo cuánto te importo! —Se sintió herida y traicionada. ¿De verdad él le estaba asegurando que ella era la persona que más le importaba? ¡Pues las demás personas no debían importarle en absoluto!
Furioso consigo mismo por aquello que no podía impedirse sentir, y dolido por sus palabras, se pegó a ella sosteniendo su mirada del mismo modo, casi rozándola, mas sin tocarla. Sin embargo, un segundo después se retiró.
—Márchate, Jyn, es lo mejor para ti.
Fue ella quien se pegó a su cuerpo de nuevo, indignada y desafiante.
—Sólo yo decido qué es lo mejor para mi.
Cediendo frente al impulso salvaje de besarla que había podido reprimir a duras penas desde que ella había llegado, y que lo atormentaba prácticamente desde que la conoció, Cassian la tomó por la cintura, buscó su mirada por tan sólo un instante, sintiendo por sus ojos que ella estaba deseando aquel beso tanto como él, y sus labios provocaron los suyos una y otra vez, retándola a ignorarlos, si era capaz, mientras la pegaba a su cuerpo con desesperación. No le sorprendió sentir cómo los labios de Jyn exigían los suyos en una danza exquisita y furiosa, tal y como siempre él los había deseado. Aún así, no estaba preparado para sentir cómo ella, sin despegar sus labios de los de él ni por un instante, comenzaba a desnudarlo, tratando de quitarle la camiseta.
—Jyn… —La tomó por ambas manos, sintiendo que se había vuelto totalmente loco al impedirle continuar, pues estar desnudo ante ella, tenerla desnuda en su cama, era aquello que más deseaba.
—No soy una niña. —Lo besó una vez más, tras buscar su mirada con resolución.
—Créeme que lo sé —. Soltó sus manos suavemente, llevando las suyas hasta su hermosa cintura de nuevo—. Lo sé… —Besó su cuello, desesperado, sus labios, tras adorarla con la mirada.
—Quiéreme esta noche —le exigió.
"Esta noche y todas las noches de mi vida" deseó jurar. Y aquello era a lo que tanto temía, por ser verdad. Pero en cambio, ninguna palabra salió de su boca, excepto quedos jadeos que fueron ganando intensidad a medida que la ropa desaparecía de su cuerpo y del de ella, y se entregaba al placer con el que tanto había soñado, aún sin quererlo.
Aquella noche se entregaron el uno al otro una y otra vez, en cuerpo y alma, sin palabras, sin promesas, pues los besos y las caricias lo decían todo por ellos.
Cuando Jyn despertó, nada más despuntar el alba, lo primero que le vino a la mente fue la pregunta sobre cómo no se había dado cuenta antes de cuánto significaba Cassian para ella, e inmediatamente después toda la euforia que sentía se vino abajo al recordar que, apenas una hora después, debía enfrentarse al Consejo de la Alianza Rebelde, en pleno, para defender con uñas y dientes el último deseo de su difunto padre: conseguir los planos de la Estrella de la Muerte con el fin de lograr destruirla. Sabía que no iba a ser tarea fácil, en absoluto, pero tenía la esperanza de triunfar con la inestimable ayuda de Bodhi y de Cassian, al que esperaba poder convencer finalmente para que asistiera. Pero todas sus esperanzas, la pequeña alegría que yacía aún, aletargada, en lo más hondo de su alma, se hicieron añicos al darse la vuelta en la cama y hallarla completamente vacía. Él se había marchado, sin decirle nada, sin dejarle una nota siquiera sobre dónde o cómo encontrarle, se había ido una vez más. Sacando fuerzas de flaqueza para lograr seguir adelante con ánimo y decisión, como siempre había hecho, se vistió con rapidez para salir de aquel maldito cuarto lo antes posible, para no recordar el dolor que ahora se había sumado a sus profundas penas: Cassian no la quería en su vida, y nunca lo haría. Estaba claro que, si le esperaba, él acabaría volviendo a su propia habitación. Pero ni iba a hacerlo ni lo deseaba, ni siquiera por partirle aquella cara que en el fondo tanto quería. Se había acabado la autocompasión. Además, tenía que ir en busca de Bodhi para que la acompañase ante el Consejo; sabía que, al menos, él no le fallaría.
Horas después, una decepcionada, furiosa, agotada y frustrada Jyn se reunió de nuevo con los que había llegado a considerar más que amigos: casi su familia. Sentados sobre un montón de cajones, en el mismo hangar donde la noche antes la nave había aterrizado, Baze y Chirrut aguardaban su regreso.
—No pareces contenta —Baze dijo, mirándola a los ojos.
—Prefieren rendirse —respondió secamente. Todavía no había podido digerir que aquella panda de cobardes hubiesen elegido esconder el culo, en vez de luchar por aquello en lo que juraban creer tan firmemente.
—¿Y tú?
—Ehm, ella quiere luchar —Chirrut afirmó con una sonrisa, apoyando su decisión con un fuerte golpe de su bastón en el suelo.
—¡Y yo también! ¡Todos queremos! —Bodhi, que la había acompañado a la reunión con el Consejo de la Alianza Rebelde y que había regresado tan frustrado con ella, exclamó con convicción.
—¡La Fuerza es poderosa! —Chirrut apoyó a su compañero, fervoroso.
—No creo que los cuatro seamos suficientes —Jyn se lamentó con cansancio.
—¿Cuántos necesitamos? —Baze quiso saber, mirándola fijamente a los ojos.
—¿A qué te refieres?
A lo que el hombre le señaló con un gesto tranquilo de la mano hacia su espalda, instándole a que volviese la cabeza en aquella dirección. Confusa, Jyn hizo como él le indicaba, y su sorpresa fue mayúscula al hallarse con Cassian, quien la miraba, resuelto, al frente de una veintena de sus hombres. El Capitán se acercó unos pasos hacia ella. Sonrió.
—Era imposible que te creyeran —declaró con obviedad.
—Gracias por tu apoyo —ella respondió, alzando los brazos con sarcasmo. No podía creer que después de cómo él se había portado con ella, además estuviese removiendo su dedo en la llaga con sorna. Iba a enviarle al maldito Infierno cuando él continuó.
—Pero yo sí. Yo te creo —Aquellas sencillas palabras hicieron que los ojos de ella se abriesen como platos debido a la sorpresa—. Nos ofrecemos voluntarios.
Cuando los ojos de ambos volvieron a encontrarse, él la miraba con tanto amor, con tanta devoción, que ella no pudo articular palabra debido a la emoción. Entonces Jyn supo que aquella era la causa de que Cassian se hubiera marchado del cuarto tan pronto aquella mañana, para reclutar a aquellos de entre sus compañeros que estuviesen dispuestos a seguirlo por una gran causa, incluso hasta la muerte si fuera necesario. Porque preveía el resultado de la reunión con el Consejo y estaba trazando un plan alternativo… Por un momento desvió su mirada de la de él, sintiéndose una tonta por haber creído que era un miserable.
—Algunos, la mayoría, hemos hecho cosas horribles en nombre de la Rebelión: espiar, sabotear, asesinar... Todo lo que he hecho, lo he hecho por la Rebelión —reconoció con tristeza, desviando su mirada, por un momento, hacia sus hombres, quienes se mantuvieron firmes, dándole su apoyo—. Y cada vez que intentaba huir de algo que quería olvidar, me decía que lo había hecho por la causa en la que creía, que valía la pena —. Volvió a mirar a sus hombres por un fugaz instante, sabiendo que ellos se sentían exactamente igual que él—. Sin ella estamos perdidos, todo lo que hemos hecho no habría servido para nada. Si abandonase ahora, no podría mirarme a la cara. Ninguno podría —confesó con el corazón en la mano.
Jyn no sabía si reír, llorar, agradecerle aquello o, sencillamente, echarse a sus brazos, así que se mantuvo quieta, incapaz de moverse, y tan sólo sus ojos dijeron a Cassian todo aquello que ella no podía pronunciar.
—No será cómodo, iremos apretados, pero cabemos —Bodhi opinó, animándola a aceptar aquel ofrecimiento con el que él se había entusiasmado—. Podemos hacerlo —afirmó cuando Jyn se giró hacia él para mirarlo con una ligera sonrisa de agradecimiento.
—¡Muy bien! ¡Vamos! ¡Coged todo lo que no esté clavado al suelo! ¡Vamos, vamos!—Cassian ordenó cuando Jyn le devolvió una mirada infinitamente agradecida, logrando que todo el mundo se pusiera en marcha excepto Bodhi, quien buscó con la suya la aprobación de Jyn. Esta afirmó con un leve gesto de la cabeza y también él corrió a poner a punto la nave que los llevaría hacia su destino.
—Jyn, yo cuidaré de ti —K-2SO, que había permanecido en un discreto segundo plano, le dijo al quedarse solo junto a ambos—. Cassian me lo ha ordenado.
—No estoy acostumbrada a que la gente no huya cuando la cosa se pone fea —Jyn declaró, sin despegar la vista de aquellos ojos que tanto adoraba.
Despacio, Cassian se acercó a ella e hizo que ambos rostros casi se rozaran en un gesto íntimo.
—Bien venida a casa —afirmó con una serena sonrisa, acariciándola con la mirada.
En aquel momento y en aquel lugar, ella supo que amaba a ese hombre, cuánto y cómo lo amaba, y que era igualmente correspondida. Deseó besarlo con todas sus fuerzas, y notó claramente cómo él se contenía para no besarla también ante todos sus compañeros y amigos, que iban de aquí para allá en una actividad frenética para disponer su rápida partida hacia Scarif.
Sí, supo que, pasara lo que pasara, había hallado su casa, su hogar, allá donde él estuviera, pues sería siempre a su lado donde hallaría su propio corazón.
DEDICATORIA
Este fic va dedicado a Sheelf21, mi querida amiga, mi amiga del alma, a quien conocí a través de Fanfiction (nunca se lo podré agradecer suficiente) y que se ha convertido en parte importante de mi vida. Mientras se hace realidad ese proyecto maravilloso sobre Rogue One, Cassian y Jyn, que ambas compartimos, te dedico el mío de todo corazón, y brindo por nuestra eterna amistad.
NOTA
Por si no lo parece, este fic no es de un sólo capítulo, no ha terminado, ni mucho menos. Prometo volver con toda una historia que contar. Si alguien decide acompañarme en el camino con sus reviews o añadiendo el fic a sus favoritos, me sentiré inmensamente honrada.
Hasta el próximo capítulo.
Rose.
