Avisos preliminares:

Esta historia toma los hechos sucedidos en Death Hallows hasta el último capítulo inclusive, es decir el Epílogo no se tomará en cuenta. Parte de esta historia se situará inmediatamente después del final del último libro; se manejarán dos planos temporales especificados al comienzo de cada parte.

***

Capítulo 1: Hogwarts, sentimientos de hogar

Hermione Granger cerró el curso de agua de la ducha. ¡Cuánto había extrañado el agua caliente y una cama mullida, durante el año que pasó con sus amigos destruyendo los Horrocruxes de Voldemort!

Era verano, y un suave olor a lavanda subía proveniente de los jardines del colegio. El aire tibio transportaba ese aroma delicioso de flores junto, con el olor a ozono que dejaba la lluvia veraniega.

Se vistió con sencillez, dado que no tenía un gran guardarropa y bajó a la Sala Común, donde su novio y sus amigos la esperaban.

Ginny estaba enrollada sobre Harry, quien leía distraídamente mientras acariciaba la cabeza de su novia. Ron, por otra parte, estaba sentado de cualquier manera, con la camisa abierta y las zapatillas sobre el sillón.

— Hermione, ¿Vienes a desayunar?

— En un rato, quiero ver unos libros en la biblioteca.

— ¿Siempre en la biblioteca? Es el único lugar donde has estado desde que volvimos... Sinceramente me gustas más fuera de Hogwarts -declaró el pelirrojo. Haberla besado, le daba una confianza en sí mismo que Hermione consideraba exagerada... ¡Ella había iniciado el beso!

Sonrió de lado, mordiéndose su lengua. Varias respuestas, desde sinceras hasta irónicas y muy crueles fueron a su mente.

Salió de la sala común y fue a la biblioteca, su lugar de paz.

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11 de noviembre de 1938

Tom Riddle era un niño pequeño, de cabello oscuro y lindas facciones, pese a lo cercanas que se veían a sus huesos faciales. Era menudo, pero no por decisión propia. El orfanato donde había sobrevivido los pasados años, había hecho de él un niño de rodillas huesudas y pelo negro que solía caerse por la carencia de vitaminas. Durante épocas de crisis económicas en las que tardaba en llegar el dinero al orfanato ubicado en Londres, la directora ordenaba que se diluyese la leche para alimentar a los niños y que las porciones de alimentos se mezclasen con arroz. Una de sus mayores sorpresas al llegar a Hogwarts, había sido encontrar variedad de comidas que no estaban racionalizadas.

Se sentó en su banco de roble en la biblioteca y abrió su libro de pociones dispuesto a terminar el ensayo requerido por su jefe de casa, Slytherin.

Miró a su alrededor. Cientos de estantes cargados con libros acomodados según un riguroso orden lo rodeaban. La luz solar fuerte proveniente de afuera iluminaba la enorme extensión de los terrenos del colegio.

Se sentía un tanto raro en su casa, aceptado. Nunca había sentido que podía compartir algo con alguien, pero Slytherin era su lugar. Él siempre había creído que era más que todos, siempre había sentido que era más y que estaba allí para dominar pero nunca antes se había convencido como en Slytherin.

Sus compañeros eran elitistas, consideraban (sin importar la edad) que ser sangre pura era lo más importante del mundo. El no sabía mucho de su familia, al haberse criado en un orfanato muggle, sin embargo la directora del orfanato le había contado a una enfermera que su madre llegó al lugar parturienta y poco después murió, rehusándose a tomar los antibióticos que las enfermeras del lugar le decían. Su madre había sido débil; seguramente no había sido como él... Seguramente su padre le había transmitido su magia.

Pero él nunca lo diría. En Slytherin, todos eran hijos de magos. Pues él también. No iba a ser menos... de hecho, sentía que era más que ellos.

Leyó las páginas amarillentas del libro y rápidamente redactó un completo informe. Se esmeraba en cada cosa que hacía, quería demostrarles a todos que él era el mejor.

Miró la vacía biblioteca. Sólo había un par de Ravenclaws en la otra punta de la biblioteca, que conversaban entusiasmados sobre un viejo libro de runas.

Caminó ignorante entre un par de estantes y llegó a la sección prohibida, con altas puertas enrejadas y cerradas por un fuerte encantamiento. La miró con atención... era larga, oscura y misteriosa. Le llamaba. Había algo allí que le inquietaba y quería saber qué.

— ¿Buscabas algo jovencito?-preguntó una señora mayor, con pelo entrecano y mirada oscura. Tom rápidamente negó y bajó la mirada. Cuando lo deseaba, era encantador... como un lobo antes de atacar a su presa.

La bibliotecaria se fue y Tom se dio vuelta, encontrando la polvorienta sección de historia de la magia.

Muchos de los títulos eran aburridos hasta que encontró un libro amarronado y sin tapas.

"Salazar, más allá del mito"

Miró para todos lados, nadie lo miraba. Tomó el libro y lo escondió entre sus ropas. Caminó hasta su mesa y lo guardó junto con sus trabajos en su mochila de cuero.

De la biblioteca salió atravesando un corredor, y luego de bajar las cambiantes escaleras de madera lustrada, llegó a uno de los últimos pasillos de las mazmorras, donde estaba la pared de piedra que protegía la sala común de Slytherin.

La sala común de Slytherin era una sala larga, semisubterránea, con los muros y el techo de piedra basta. Varias lámparas de color verdoso colgaban del techo mediante cadenas. Enfrente de ellos, debajo de la repisa labrada de la chimenea, crepitaba la hoguera, y contra ella se recortaban las siluetas de algunos miembros de la casa Slytherin, acomodados en sillones de estilo muy recargado.

Llegó a la sala de Slytherin donde un grupo de compañeros de diferentes edades estaba rodeando a un chico de tercero que leía el Profeta en voz alta

"Al parecer una nueva amenaza de magia oscura se alza sobre Europa; haciéndose notar en Alemania. El conocido mago Grindelwald ha marcado su paso por la ciudad de Colonia, matando a muggles indefensos en los barrios ricos de la ciudad. A su vez, las autoridades muggles alemanas, pertenecientes al partido nazi han dicho que los sucesos sucedidos en Alemania donde casi 20.000 personas de la religión judía que fueron brutalmente deportados a Polonia se deben al programa de "limpieza" que el líder del partido desea imponer en su nueva nación.

Sucesos parecidos sucedieron en Austria, patria de Adolf Hitler, donde la mayor parte de las 94 sinagogas de Viena y las casas de oración fueron dañadas parcial o totalmente. Esta gente fue sometida a toda clase de humillaciones, incluyendo el fregar los pavimentos mientras eran atormentados por sus compatriotas austriacos, algunos de los cuales habían sido sus amigos y vecinos...

Esperemos que el gobierno muggle controle las brutalidades ocurridas y que el ministerio mágico de Alemania tenga éxito para detener al mago oscuro."

Silencio. Diversas expresiones mudas se veían en la sala común de Slytherin.

—Alguien se tenía que ocupar de hacer la limpieza… bien por Grindelwald. — celebró su compañero de curso, Abraxas Malfoy.

La sala común lo miró, muchos sonrieron contentos ante la libre expresión del pequeño y otros permanecieron en mutismo y continuaron con sus quehaceres.

Tom sonrió y se acercó a sus compañeros que volvían a concentrarse en sus libros de pociones.

— ¿Ya terminaste el ensayo, Tom? —preguntó Orión Black, con tupido cabello lacio negro azabache, facciones perfectas y preciosos ojos grises. Muy similares a los de Abraxas Malfoy.

— Me falta arreglarlo —respondió con actitud adusta.

Orión lo miró un tanto cortado pero asintió y volvió a su redacción.

—Me cansé, voy a volar. ¿Vienen? —preguntó Abraxas tirando su costosísima pluma de cisne al suelo con cansancio.

— ¿No se supone que no podemos tener escobas? — demandó una compañera de ellos, Eileen Prince con expresión tímida. Abraxas sonrió con fanfarronería.

— ¿Vienes, Tom? — curioseó Abraxas.

—No tengo escoba. — admitió con cierta bronca.

—Nos turnamos en la mía o robamos una del armario. — indicó Abraxas mientras subía corriendo a buscar su equipo de Quiddich.

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Hermione se levantó de la vieja silla de madera lustrada sobre la cual había pasado el día leyendo. Le dolían un poco los huesos de la espalda por la mala postura

Decidió estirar las piernas y caminar a través del largo corredor de mármol pulido, que terminaba en la puerta de la sección oscura. La bibliotecaria no estaba cerca y Hermione decidió ver que títulos Hogwarts consideraba no aptos para sus alumnos... sin embargo, conservaba.

Abrió la puerta de hierro con cuidado y entró a la sala pobremente iluminada y llena de polvo.

Caminó un poco más y llegó al final de la sala, donde en un estante envejecido, había un libro.

"Salazar, más allá del mito"

Miró nuevamente que la bibliotecaria estuviese lejos y lo guardó en su mochila.