Disclaimer: Todos los personajes aquí aparecidos son propiedad de J.K. Rowling
Este fic participa para el reto especial "Primero de septiembre" del foro La Noble y Ancestral Casa de los Black.
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Era extraño, casi podría decir que era mágico sino hubiera aprendido a odiar esa palabra. Por primera vez en su vida tenía personas a su alrededor que le hablaban porque querían hacerlo. No buscaban el beneplácito de sus padres o era algún familiar que lo único que quería era asegurarse de que fuera un buen ejemplar de su linaje. El día que la magia fluyo por sus venas por primera vez, fue el día en que empezó a odiarla. Sus padres pronto empezaron a planear su vida como si no le perteneciera.
Ahora sin embargo se sentía feliz de ser mago por primera vez en mucho tiempo. Tenía amigos al fin. James Potter no había tardado más de dos minutos en clasificarle como su mejor amigo nada más saludarse en el tren. Remus Lupin era un chico tímido y reservado pero sentía su amistad como si le caldease el interior. Peter Pettigrew era aun más tímido que Remus pero había algo en él que inspiraba confianza, no era divertido como James o inteligente como Remus pero tenía algo especial que les decía que debía ser su amigo para el futuro lejano y pronto se unió al recién creado grupo.
Y allí estaba dos horas después en el Gran Comedor de Hogwarts. Era mucho más divertido y cálido, sus padres habían descrito demasiado mal aquel lugar. Ya se imaginaba haciendo bromas con James entre esos bancos. Entonces sintió como algo se rompía. ¡Gryffindor! gritó el sombrero con cada uno de sus amigos. Era una ducha de agua fría después de las horas más felices de su vida en años. Miró como los tres le miraban felices y animándole a subir. Luego miró la mesa de Slytherin y sintió nauseas. No quería formar parte de esa mesa por nada del mundo. Lentamente camino hacia el sombrero como quien camina al patíbulo. Se sentó y dejo que se lo pusieran en la cabeza. No quería ver nada hasta que la condena fuera impuesta. Y entonces el sombrero tronó una palabra maravillosa, una palabra que le había salvado y condenado a la vez: ¡GRYFFINDOR!
