"Recuerda que jamás te perdonaré que te cases con una sangre sucia" Draco Malfoy recordó las últimas palabras de su padre, Lucius, antes de subir al expreso escarlata de Hogwarts. Soltó un bufido y caminó, con desgano, hacia el primer vagón, el de prefectos. Detrás de él, una castaña y un pelirrojo iban discutiendo, sin percatarse del rubio platinado que iba delante de ellos. Draco escuchaba atento la conversación, tal vez, podría servirle…
— Ya te lo dije, Ronald. No podemos ir con Harry ahora, somos prefectos y debemos ir a nuestro compartimento a esperar que…
— Cállate, Hermione. -gruñó el pelirrojo, con aparente enfado. La castaña resopló y juntos siguieron caminando, sin ninguna discusión, a pesar de que ambos se llevaban como perro y gato.
Draco emblanqueció sus ojos con una sonrisa de suficiencia y siguió su camino, hasta que se encontró con Pansy Parkinson, su, por así decirlo, querida novia. Ambos se tomaron las manos y conversaron un rato. Hermione murmuró algo, provocando risas por parte de Ron. El rubio estuvo a punto de voltearse a preguntar de qué se reían, pero cerró la boca con fuerza al escuchar su apellido.
— Malfoy es hijo de un mortífago, papá dice que los Malfoy son muy prestigiosos ante el señor Tenebroso. Papá me lo ha asegurado y me ha dicho que no me junte con los de Slytherin, están del otro lado… y él no quiere que me vuelva a favor del Innombrable. -farfulló un pequeño niño colorado a sus amigos. Aparentaba tener once o doce años. "Comadreja" pensó Draco, antes de acercarse y amenazar al niño, al que le correspondía el nombre de Thomas Byron.
— Eh, comadreja. No te metas con mi familia, o te lanzaré un Avada. -exclamó el joven prefecto a su contrincante.
— ¡Malfoy! -gritó Hermione Granger, en medio de Thomas y Draco, posiblemente, para evitar que vuelen maleficios. Su voz mandona y su nariz levemente repignada, hizo que Draco sonriera, sin saber porqué. -¿Acaso has olvidado que eres prefecto? ¡Debes dar el ejemplo! Y ni se te ocurra…
— ¿Ocurrirme que, Granger? Eres sólo una sangre sucia, ni siquiera deberías estar en este colegio. -musitó con fiereza. No obstante, se sintió mal al haberla llamado así, y aún peor cuando vio a la castaña agachar la cabeza. Un manojo de sentimientos de tristeza lo invadieron, sin embargo, él no podía.
Él tenía terminantemente prohibido sentir alguna cosa que no sea asco por la maldita sangre sucia y sabelotodo de la Granger. Como si supiera lo que pasaba, la imagen de Lucius Malfoy diciéndole que no podía casarse con alguien que no tuviera un linaje totalmente puro, llegó a él, haciéndolo sentir mucho peor de lo que ya estaba.
Vio que las lágrimas de Hermione comenzaban a salir, el 'idiota Weasley', tal como Draco le decía, la consoló. Ver esa escena produjo en él un montón de emociones nuevas, de cosas que nunca había sentido, de algo especial y finalmente, de sentimientos encontrados.
