Era una mañana cualquiera en la aldea de Konoha. El único detalle es que estaba desierta. Eran alrededor de las 3 de la mañana, cuando una figura encapuchada se acerco a la puerta sur de la aldea.
La noche lo cubría con un velo de sombras aun más grueso que la capucha que lo cubría casi en su totalidad. Lo único que sobresalía en aquella figura sombría que cruzaba el umbral de Konoha era un medallón. Un extraño medallón con un dibujo parecido a lo que seria una "F" en manuscrito.
Este misterioso personaje aparecía y desaparecía entre la penumbra que danzaba con las sombras por el paso de las nubes frente a la luna. Finalmente, se estaba acercando al puesto de vigila de la aldea.
-Un momento!- le llamo una vos algo ronca –Tiene que registrar su entrada o ir a notificarse con la hokage para poder entrar. –¿"La" hokage?- Interrogo el encapuchado con una voz bastante contraria a lo que su imagen decía de él. – ¿Así que ya no esta el viejo Sarutobi? – Prosiguió la voz. - ¿Quién es usted?, El Sandaime fue muerto en batalla hace ya 3 años- Respondió su interlocutor. –Pues… ¿Quién es ahora el hokage?- Dijo la extraña figura.- La Señorita Tsunade-sama- Continuo el vigía.
En eso se acerca un cuerpo del ANBU de Konoha. Se acerca para interrogan al guardia para proseguir con la misteriosa figura que hacia su entrada a tan altas horas de la madrugada. - ¿Quién eres?, Si no eres de la aldea, debes acompañarnos a la residencia del Hokage- A lo que la figura contesto – Con mucho gusto, pero antes necesito Pediros un favor- los ANBU pusieron una cara de pocos amigos detrás de sus mascaras – Necesito ver la tumba de Sarutobi- Ante esta semejante muestra de irreverencia, uno de los ANBU estallo – No puede hadarse paseando por todo Konoha sin la autorización previa de la Hokage!!!- En ese instante, el oficial saco una docena de kunais y los arrojó al Extraño sin ninguna piedad, todos se dirigían directamente a su corazón.
La figura no parecía asustada, mas bien parecía divertida con la escena. Pareció disfrutar viendo como los afilados cuchillos se le acercaban cada vez más. Los dejo avanzar, avanzar y avanzar hasta que estuvieron a menos de 1 cm. de distancia entre su capucha. En ese momento, se vio como si la figura fuera un holograma, la imagen se tambaleo como gelatina, pero ese era nada mas un efecto visual, pues los pies del extraño no se movieron en lo más mínimo. Pero lo que realmente alarmo al cuerpo de policía fue que cada uno de los kunais se encontraba ahora clavado en el piso, justo detrás de aquel hombre, sin una sola señal de haberlo rozado siquiera…
