La espada Biggoron
Disclaimer: No me pertenece The Legend of Zelda…
Shigeru Miyamoto es el único protagonista de esta famosa Leyenda.
¡Hola, Buen día! :D
Aquí está una historia de pocos capítulos, que acompañarán a Link en su búsqueda de la Espada Biggoron. Él se dará cuenta de que buscar el tesoro es mucho mejor que encontrarlo; pero para eso, necesitará la ayuda de algunos personajes, y la asistencia constante de Navi y de Sheik.
Sheik... Mi personaje favorito. Por cierto, ustedes pueden leer esta historia pensando de dos formas: en Sheik siendo Zelda o en Sheik siendo hombre y un personaje completamente distinto a ella. También, pueden ser intermediarios y seguir la teoría del manga: un poco de ambos. Decidan lo que quieran; total, no hay romance. Y si quieren ver romance, existe en esta historia cierto delirio ligero muy parecido a él. Interpreten como lo prefieran, eso es lo divertido ;)
Y, sin más por el momento, que disfruten la lectura:
CAPÍTULO UNO: COJIRO.
— Deberíamos buscar una forma de entrar al Templo del Agua, ¿sabes? Sheik se decepcionará si no lo resuelves rápido.
— Ya lo sé… Pero me siento culpable por aquella chica. Hace mucho tiempo que me dio al Gallo Azul. Me pregunto si aún sigue vivo… — Entonces, Link, el Héroe del Tiempo, sacó una especie de bolsa desde detrás de su escudo Hylian, con un movimiento acostumbrado. La pequeña bolsa de piel, de color café, no era más grande que una máscara de Keaton, pero era mágica. Cuando Link metía la mano, se perdía en un mundo desastroso: ahí dentro, las cosas se encogían para que pudieran cohabitar flechas, arco, bombas, un gancho con una cadena de resorte, medallitas con forma de calaveras, cientos de rupias, cuatro botellas de cristal y demás indumentaria, digna de un héroe.
Navi, el hada que acompañaba a Link, detestaba parecer una madre, pero realmente, cualquier hada tenía casi la obligación de actuar como una madre con su respectivo Kokiri. Por supuesto, Link no era un Kokiri, pero Navi lo quería como si lo fuera, por eso, su deber era regañar a Link, darle órdenes y consejos y además acabar con la diversión, con tal de que el rubio se concentrara y pudieran terminar con la Misión.
El único aspecto rescatable de que Link estuviera destinado a terminar con la maldad de Ganondorf, era que el chico prácticamente seguía siendo un niño, y todo el asunto lo encontraba divertido. ¡Divertido! En serio, ¿arriesgar la vida a cada paso era divertido? Por Navi, no había problema. Era un hada, y no podía morir. Lo que tenía a la pequeña orbe azul tan preocupada era el bienestar de Link. Y verlo actuar tan irresponsablemente para con su vida era algo que la orillaba a gritarle cosas como: "Hey, listen!"," Watch out!" o cualquier otra cosa enfadosa. Navi sabía que molestaba a la gente (los oía hablar a sus espaldas), pero pensó que ellos jamás entenderían lo que era ser un hada, significar todo para alguien y, desafortunadamente, ser tan pequeña e inútil como para defenderlo.
Sólo tenía sus grititos, entonces.
Después de un rato de revolver aún más las cosas que llevaba en la bolsa, Link sacó un objeto azul. Navi voló más cerca para identificarlo, y se llevó una desagradable sorpresa: la cosa azul tenía ojos y pico.
— ¡Aquí está! ¡El Gallo Azul! — exclamó Link, levantándolo sobre su cabeza. Era una cosilla que solía hacer para divertir a Navi: promocionar las cosas.
— ¡¿Por qué metiste a un animal vivo a tu bolsa?! ¿Desde cuándo está ese gallo ahí? — preguntó Navi inmediatamente, con un tono mitad acusador y mitad asustado. Link pareció no notar ninguno de los dos estados de ánimo; en cambio, pareció como más cómodo.
— Desde que me lo dio la chica, después de que terminamos el Templo del Bosque y Sheik nos enseñó el "Preludio de la Luz" en el Templo del Tiempo — contestó Link, como si nada grave sucediera, como si a Navi no estuviera por darle un paro cardíaco (si es que las hadas tuvieran corazón). La pequeña hada empezó a pensar un montón de cosas, sobre todo, en todas las caídas y en todos los riesgos en que Link se había expuesto desde lo del Templo del Bosque… ¡El Templo de Fuego! Navi se sacudió levemente, horrorizada. ¡De seguro el pobre Gallo Azul ya estaba rostizado! — Pero no te preocupes — añadió Link, inesperadamente, como si le hubiera leído el pensamiento al hada —, lo dejé con Malon antes de ir a la Ciudad Goron, no soy tan malo. Como sea, ¿no te diste cuenta de eso? Eres bastante distraída para ser un hada guardiana, ¿no es así?
Se lo dijo con una sonrisa cálida y serena, mientras le daba un toquecito a la esfera azul que Navi era, con un dedo; un toque más suave que el de una pluma, justo en medio de las alas del ser mágico.
El hada solía corresponder a la caricia en miniatura moviendo sus hermosas alas alrededor del dedo de Link, cariñosamente; al final, se restregaba, mucho a la manera de un gato, contra la yema de su dedo.
Esos eran momentos buenos.
Era la felicidad de Link que la hacía feliz a ella.
Era completamente diferente cuando Link acariciaba a Epona. No. Eso la hacía enfurecer.
Navi era un ser muy pequeño, y es bien sabido que a las hadas sólo les cabe un sentimiento a la vez en sus cuerpecitos. Por eso, era perfectamente entendible que Navi no pudiera entender el amor de Link por… Bueno, para el punto de vista de ella… por cualquier cosa que se moviera.
¿No se suponía que un hada y su Kokiri se tenían el uno al otro, por y para siempre?
¿No era ese lazo el único que podían o querrían tener ambos? O, ¿era porque Link no era un Kokiri, sino un Hylian, que debía crecer, formar más lazos y olvidarse de ella?
Y cuando pensaba en cosas así, se ponía toda enojada; los celos dominaban lo mejor de sí, y lo peor era que Link no tenía idea del súbito cambio de humor de su hada.
— De cualquier modo — dijo Link de pronto, — no sé qué hacer con este Gallo Azul. Traté de despertar al señor Ingo con él, pero también el gallo estaba profundamente dormido y no se despertó, ni aunque le jalé las plumas… — caviló el héroe, consternado. Navi decidió que tenía permiso de revolotear y jalarle a Link el cabello que se le escapaba del sombrero como reprimenda.
— ¡Claro, porque eran las tres de la mañana! — le recordó. — Además, ¿qué pretendes entrando al Rancho Lon Lon en la madrugada?
— No importa, Malon me dio la llave para que entrara cuando necesitara algo — dijo el héroe, con una sonrisa casual. Entonces siguió su camino hacia el enorme tronco que tenían justo delante: la entrada del bosque Kokiri. Epona se había quedado paciendo a algunos pasos de ahí, a la entrada del túnel que se formaba con los enormes árboles. Navi se quedó estática un momento, pero luego recuperó la movilidad (ya casi se caía por falta de aleteo) y persiguió a Link frenéticamente.
— ¿Qué pretende Malon dándote la llave del Rancho Lon Lon? — murmuró entre dientes, antes de entrar al bosque Kokiri a través del tronco.
Lo primero que vieron, fue el puente.
Link sentía como si jamás se hubiera ido, cada vez que llegaba al puente, porque en ese lugar había jugado muchas veces. Como los Kokiri no tenían permitido salir del bosque, ese era el punto hasta el cual llegaban él y sus amigos. Recordaba, como si hubiera sido ayer (y, para él, había sido hace unos meses) cómo se retaban unos a otros para ver quién se atrevía a cruzar el puente y dejar el bosque Kokiri. Todos empezaban muy gallitos, pero al final de cuentas, todos se echaban para atrás. Todos bromeaban al respecto, pero a Link siempre lo dejaban con la curiosidad, cada vez que estaban a punto de cruzar el puente. Link sintió de inmediato el cambio de temperatura: afuera del bosque hacía un poco de calor, pero adentro siempre estaba fresco. La humedad era agradable, el alfombrado del césped estaba vibrante, los rayitos del sol que se colaban por el follaje estaban siempre adorables, y las voces de los Deku Scrubs y algunas otras criaturas amenizaban el ambiente.
Link y Navi se dirigían a la Tienda Kokiri por flechas.
A Link se le habían terminado las flechas más cerca de villa Kakariko que del bosque Kokiri, pero cualquier excusa era buena para volver al añorado bosque, a pesar de que las únicas cosas que podían comprar ahí eran flechas y Nueces Deku.
A Link le gustaban las Nueces Deku.
Siempre parecía fascinado cuando Sheik desaparecía en medio de una luz blanca destellante que surgía de aquellas nueces.
La primera vez que lo vio hacerlo, afuera del Templo del Bosque, no le tomó ni tres segundos reaccionar agarrando todas las Nueces que traía en la bolsa e imitarlo. Cambió de posición corporal, de posición en el espacio, hizo florituras extrañas con las manos y hasta trató de copiar la extraña voz del Sheikah, pero nada pasó.
No le dijo nada a Navi, pero la primera cosa que hizo saliendo de los Bosques Perdidos, fue dirigirse a la tienda Kokiri por más Nueces Deku, tantas como pudo costear. Éstas se convirtieron en su herramienta favorita.
Sin embargo, no todo era diversión, pues la segunda vez que vio a Sheik usar una Nuez Deku (en el Templo del Tiempo), Link se veía alicaído. Navi podía decir que estaba resentido, como si le reprochara su fracaso al Sheikah. Por supuesto, el Guía del Héroe del Tiempo no tenía ni la más remota idea de esto.
Como en el Templo del Fuego Sheik no pareció desaparecer por la Nuez, sino por una llamarada de fuego que los separó a mitad del puente que colgaba del cráter, la tercera vez que usó una Nuez Deku para desaparecer fue en la Caverna de Hielo, hace algunos días.
Navi también se dio cuenta de que el estado de ánimo de Link hacia Sheik y sus Nueces había cambiado: ahora se veía un poquitito presuntuoso, como si retara a Sheik a lanzar la nuez una vez más.
Link se sintió bien al entrar al bosque y ver todo como solía recordarlo. Seguramente, la gente diría que estaba loco, pero creía que incluso los Kokiri estaban parados justo donde los dejó, siete años atrás. Ahí estaba el Kokiri que se ponía en la entrada (y casi siempre que Link le hablaba, con su cuerpo de adulto, lo único que murmuraba el pobre era: "Me pregunto si algún día volverá Link…"), y también estaba la Kokiri de grandes ojos, que siempre que lo veía llegar, se ponía casi a bailar a su alrededor y le preguntaba sobre cosas afuera del Bosque. Link no recordaba que ella fuera tan curiosa, siete años atrás. Quizás se debía a que esta era la primera vez que veía a una persona extranjera.
Esta vez, sin embargo, en vez de molestarlo con preguntas, la Kokiri le dio respuestas.
Ella estaba asustada, por supuesto, pero le dijo que había un sujeto extraño en los Bosques Perdidos, que sólo se la pasaba tirado contra un tronco, como si estuviera muerto. Y quizás lo estaba, añadió. Por eso tenía mucho miedo de ir a verificar, porque cuando el Gran Árbol Deku había muerto, ella lo había sentido mucho, y si así se sentía ver a alguien morir, no quería ver morir al extraño sujeto que sólo se la pasaba tirado contra un tronco en los Bosques Perdidos.
— ¿Podría ir a ver, señor? — le pidió finalmente la Kokiri de los ojos grandes, con un rostro de súplica. — ¿Por favor…?
Aquella chiquilla le puso sus ojotes suplicantes… Y aunque Link acababa de dejar su cuerpo de niño (bueno, hace ya bastante, según le decían) no pudo resistírsele a aquellos ojos. Era como si, con el cuerpo de adulto, también viniera incluida la vulnerabilidad por las cosas tiernas y pequeñas.
Link olvidó momentáneamente las compras que pensaba hacer en la tienda Kokiri, y le indicó a Navi que irían hacia los Bosques Perdidos.
El acceso a dicho lugar era bastante más fácil desde que Link tenía un cuerpo más grande y fuerte, y disfrutaba yendo y viniendo por aquellos sitios que antes le parecieron problemáticos de niño.
Al entrar, siempre a través de un tronco hueco, a este bosque mucho más "cerrado", se sintió una súbita disminución de la temperatura. Navi revoloteó un poco y se escondió bajo el sombrero del rubio; Link entonces se sintió incomprendido, porque no tenía idea de dónde pudiera estar el sujeto al que entró a buscar, el bosque era muy engañoso, y su hada guía estaba aparentemente disfrutando en los brazos de Morfeo.
Pero no estaba todo perdido: sus años de experiencia en los bosques (años que pasó jugando con Saria), le dijeron a Link que, primero que nada, tomara una decisión: ir por derecha o por izquierda. Cuando eligió, se sintió alegre de haberle hecho caso a sus instintos, porque ahí estaba el sujeto.
En ese pequeño claro, donde solamente habían dos muñones de troncos, estaba sentado un hombre de apariencia realmente extraña, pero Link recordaba haberlo visto antes, en algún lugar… Link pensó que el hombre había escogido perfectamente bien el lugar, ya que donde estaba dormitando caía un exuberante rayo de sol, como chorro de agua dorada; aquello apetecía en el clima frío del espeso bosque, mucho más que cualquier otra cosa.
Las volutas de polvo que flotaban a través del chorro de luz se pintaban de su resplandor, y lo seguían reflejando aún cuando ya estaban alejadas. Link se sintió atraído por la luz, tal como las palomillas, y empezó a caminar hacia allí.
— Oye, amigo… — Link finalmente se topó con el hombre. Estaba tieso como los muertos, pero cuando puso bastante atención, vio cómo subía y bajaba su pecho, casi imperceptiblemente. Link decidió mover un poco el pie del hombre con su bota izquierda, pero el sujeto no dio señales de vida. Fue en ese horrible instante que Link recordó algo que le sucedió en la Ciudad del Castillo de Hyrule, justo después de que Impa se llevara a la princesita Zelda en aquel caballo blanco.
Link había visto morir a un hombre.
Era un guardia del castillo, y Link sintió que ya había hablado con él, a pesar de que todos eran parecidos y no podía decirse con certeza. El guardia había esperado, moribundo, en un callejón. Cuando Link apareció, el guardia, exhausto, le expresó sus últimas palabras, y eran un mensaje para él. Un mensaje para Link, ¡ni siquiera había tenido tiempo de despedirse de su familia, de pedir ayuda ni nada! Simplemente aguardó ahí por Link. Después que las palabras acabaron, se retorció, se quedó inerte y no volvió a moverse.
Link no tenía idea de que algo así pudiera pasarle a una persona, porque jamás se había hablado de ello en el bosque Kokiri; y cuando el guardia se había quedado quieto, Link había intentado despertarlo durante mucho tiempo… No entendía la insistencia de Navi porque se fueran, sólo le intrigaba (y le asustaba sobremanera) que el guardia ya no respondiera más a sus estímulos.
Finalmente, un anciano lo encontró agachado y recargado contra la pared contraria a donde yacía el guardia. Debió verlo muy traumatizado, porque lo invitó a su casa y le explicó todo. Aún después de que comprendió que la gente moría, como las plantas, como el Gran Árbol Deku y como las arañas, Link no terminaba de entenderlo todo: ¿por qué aquel guardia del castillo "ya no estaba en este mundo", pero su cuerpo seguía aquí? Todas las otras cosas que morían desaparecían (no el Gran Árbol Deku, porque era un árbol y siempre había estado pegado a la tierra), pero aquel guardia no había desaparecido en un pequeño incendio, como aquellos monstruos que Link terminaba con su espada, sino que se había quedado ahí tirado, como si estuviera dormido.
Era muy extraño.
Link todavía no podía estar seguro, incluso ahora, de que aquel guardia del castillo hubiera muerto aquel día.
— ¿Está dormido? — le preguntó Navi. Link volvió a la realidad y vio al sujeto extraño que estaba a sus pies.
— ¿Tú crees? — respondió Link, y sintió que el calor regresaba a su cuerpo. No sólo eso, sino que se le ocurrió una idea, y eso lo hizo feliz. — ¡Es el momento indicado para utilizar al Gallo!
Entonces, sacó de la bolsa al animal. Seguía deprimido.
— Es inútil, Link. Este Gallo está defectuo… — empezó a decir Navi, pero el ave decidió contrariarla y hacerla enfadar, cacareando tan fuerte y tan alegremente como le fue posible. Ambos, el hada y el Hylian, se sorprendieron de la reacción del gallo, y luego acentuaron aquel sentimiento cuando el hombre, que había estado durmiendo contra el muñón más alto, despertó sobresaltado.
— ¡COJIRO! — gritó, con algunos restos persistentes del sueño.
— Ahhh, así que ese es su nombre… — murmuró Navi, mirándolo bajo una nueva luz. El gallo pareció tan feliz que daba la impresión que se iba a poner de otro color: uno como el amarillo o el naranja.
Link miraba con curiosidad al sujeto extraño, con una pequeña sonrisa. El sujeto había estirado los brazos hacia el gallo, el Gallo Cojiro, y lo reclamaba con tanta energía que los brazos le temblaban.
— Pero, ¿por qué? — empezó a decir el sujeto. — Sólo alguien tan amable como yo puede domarte… Eso significa…— miró a Link súbitamente, con una intensidad malévola que tomó por sorpresa al Héroe. — ¡Que tú debes ser un tipo amable!
—Eh… — Link se llevó una mano tras la nuca y la rascó con suavidad, componiéndole al dueño de Cojiro una sonrisa un tanto incómoda.
— Sí, debes ser muy amable. El Señor Amable — acentuó. Link no tuvo tiempo ni de aceptar el título, porque el dueño de Cojiro juntó las manos en posición de plegaria y le pidió: — ¿Me lo devolverías? Ese Gallo significa mucho para mí…
— Claro que sí. — Link se sintió feliz de por fin poder contestar algo bien. Y no podía mentir: también se sintió feliz de no tener que hacerse más cargo de Cojiro. Cuando el sujeto lo recibió, Link pensó que jamás había visto una expresión más alegre, ni oído una carcajada de alivio más sonora.
Fue como si, ahora, aquel sujeto extraño combinara perfectamente bien con los árboles, y el césped, los "gusanitos" de colores que se formaban con varias esferitas que revoloteaban en aquel bosque, el crujido de las hojas cuando los Deku Scrubs se ocultaban con ellas, el enorme chorro de luz dorada, la canción de Saria, y las hadas extraviadas. ¿Qué había sido? ¿Qué había provocado que todo se pusiera tan bonito?
— No quiero abusar de tu confianza… — dijo de pronto el sujeto. — Pero, ¿podrías hacerme otro favor?
A Link jamás le hubiera pasado por la mente que alguien se estuviera aprovechando de él. Que le pidieran favores era algo que le parecía natural, a estas alturas de la aventura. Además, si era algo que no tuviera qué ver con el próximo Templo (del Agua), todo estaría maravilloso, sobre todo, porque Link no tenía idea de cómo entrar en él. Casi pareció que el que estaba pidiendo el favor era Link, cuando le dijo al dueño de Cojiro:
— Por supuesto que sí.
— Toma. — El sujeto le extendió un hongo. Link lo tomó con cautela, y lo miró a conciencia. Lo había visto muchas veces, cuando venía a jugar con Saria, pero ella siempre le había dicho que no se le ocurriera ni darle una lamidita. Además de la advertencia, el hongo no se veía nada apetecible, a juzgar por Link. — ¿Conoces Villa Kakariko?
— ¿Quién no conoce Villa Kakariko? — contestó Link, entusiasta. Navi no dijo nada, pero era obvio que Link no conocía Villa Kakariko hasta que pasó todo esto; no conocía nada afuera de este bosque.
— Ahí vive una vieja bruja que lleva una Tienda de Pociones… Si no es mucha molestia, Señor Amable… ¿podrías llevarle este hongo, antes de que se pudra? Es un hongo muy delicado, debes darte prisa.
— Me tomará un día llegar. — Dijo Link, más para sí mismo, en un tono quejumbroso. — ¿Por qué es tan importante para ti? — le acometió al dueño de Cojiro. Después de que le iba a hacer el favor, lo menos que podía hacer el dueño del gallo era contarle sus planes, ¿verdad? Y no había nada más delicioso y útil que la información.
El sujeto miró a Link con simpatía, pero el sentimiento se convirtió en agresión de un segundo a otro:
— ¡Eso no es de tu incumbencia, metiche!
Link entonces lo miró con los ojos grandes como platos, en señal de advertencia. El dueño de Cojiro se ablandó, y volvió a juntar las manos. — ¡Debes disculparme, Señor Amable! He pasado solo tanto tiempo que ya olvidé cómo ser cortés. — Link miró a Navi con una ceja arqueada, y le señaló al tipo con la cabeza en un ademán de incredulidad. — ¡Te lo ruego!
Navi le dio a Link una mirada significativa.
La pequeñita tampoco podía negarse a los favores.
— Está bien.
— ¡Muchas gracias! Estaré esperando aquí.
Link lo miró unos segundos más. ¿Esperando qué? Pero no preguntó, pues no quería que le gritaran una vez más, y luego tener qué ir por el mismo sermón de disculpas. Cuando vio que el sujeto ya no le estaba poniendo atención, y que no le iba a contestar la pregunta no formulada, Link dio media vuelta, esperando que lo llamara, pero no sucedió y abandonó los Bosques Perdidos, seguido por Navi.
Antes de irse, se tomó el tiempo de comprar flechas y Nueces Deku. Aquello, inevitablemente, le hizo pensar en Sheik, y en cuánto le gustaría ver que se enojara con él por no estar yendo hacia el Templo del Agua… Porque sería realmente divertido que Sheik hiciera alguna expresión humana, ¿no?
Rió un poco, aunque Navi se le quedó mirando raro.
Ante la perspectiva de tener que cabalgar hasta Kakariko Village, Lin no se sintió abrumado. Hacerle el favor al sujeto calvo y extraño de los Bosques Perdidos lo valía todo; porque a Link le gustaban las sonrisas de las personas, más que cualquier otra cosa en la vida.
