Disclaimer
Saint Seiya no me pertenece, yo sólo he jugado un poco con sus personajes y situaciones esperando poder narrar una historia que vosotros puedan disfrutar.
Justificación
Aquellos familiarizados con el mundo del comic, sabrán que en el universo Marvel existe la serie What if...?
En estas historias, Marvel explota el concepto de "Universos Paralelos". Estos son universos diferentes, con historias diferentes en los que cualquier cosa es posible. Historias diferentes que podrían suceder, en universos que podrían existir, pero que no deben ser.
Siguiendo esta dinámica, el mes antepasado en los foros de Saint Seiya Info-Red se celebró un concurso con la temática de "What if...?" En el que participe con el fic "Decisiones" que intenta responder la pregunta "Qué pasaría si Poseidón hubiese despertado por completo".
Mi participación fue bien recibida e incluso gané el primer lugar del concurso, el cuál venía acompañado por una Myth Cloth donada amablemente por mi amigo Jeczman.
Y bueno, pues ahora he venido a compartirles este fic, el cuál consta de 8 capítulos + dos escenas inéditas, los cualés estaré posteando por aquí cada jueves. Espero sinceramente que les agrade.
Saludos y gracias por pasearse por aquí.
What if…¡Poseidón se levanta!
por Aither
El mar... tan infinito como el tiempo...
El tiempo... tan inmutable como el mar...
Desde el inicio de los tiempos, incontables han sido los poetas que han contemplado el mar sin poder definir el misticismo que sus profundidades encierran. Numerosos científicos han intentado estudiarlo sin alcanzar a entender sus secretos. Hombres valerosos han cabalgado sobre sus olas sin poder jamás llegar a conquistarlo.
Indescifrable, impredecible, indómito… hipnotizante.
El mar siempre ha cobrado la vida de aquellos que se atreven a aventurarse en sus olas sin otorgarle el respeto que su asfixiante vastedad entraña.
Edades han pasado desde que el hombre lo contemplase por primera vez. Celoso guardián de sus secretos, el mar que hoy podemos contemplar es el mismo mar del que alguna vez escribiera Platón, el mismo que alguna vez dividiera Moisés, el mismo que antaño galopase Ulises.
Y es que el mar, a diferencia del ser humano, es permanente.
Tan inmutable, tan eterno. Mueve incesante su oleaje siguiendo designios establecidos largo tiempo atrás, y es que al portentoso océano se le ha negado la posibilidad de tomar decisiones.
Y eso, es precisamente de lo que vengo hablarles el día de hoy.
Decisiones
Las decisiones que tomamos son producto de nuestro pasado y son las arquitectas de nuestro futuro. Nuestras decisiones viajan como las olas, extendiéndose de unas a otras, propiciando las corrientes.
Hay decisiones tan importantes, tan cruciales, que pueden cambiar el flujo de la marea.
Prólogo
La decisión de la sirena enamorada
Los santos de bronce entregaron sus cosmos y sus vidas a la flecha dorada de Sagitario. Sus armaduras se tornaron doradas, al igual que la sangre de aquellos que les precedieron. Juntos elevaron sus cosmos una vez más y con ayuda de maestros y amigos lograron rescatar a Athena de su prisión submarina.
El milagro no terminó ahí, el sacrificio sincero de sus santos se convirtió en un aliento de vida para la diosa guerrera, quien gloriosa se levantó nuevamente a encarar al emperador de los mares.
Poseidón se defendió implacable ante la diosa. Su cosmos resplandeciente como el mar cada vez más violento y amenazante, pero sus intentos fueron en vano ante la diosa guerrera, quien tan sólo armada con un jarrón elegantemente labrado, hacia frente al poderoso emperador.
-Athena… ¡detente! –suplicó Poseidón ya incapaz de soportar los embates de la diosa.
-La que despertó en esta época no fue tu voluntad original… –respondió la diosa no sin cierta pena en su voz – ¡Ahora debes regresar a tu sueño!
-¡Serás maldecida por la furia del Olimpo! –condenó el emperador cuando un aura difusa comienza a desprenderse de su cuerpo. Julián podía sentir como la presencia preternatural que le había acompañado desde su infancia era rápidamente extirpada. Estaba a punto de ser absorbida por completo por el jarrón cuando una sombra se interpuso velozmente entre los dioses.
-¡Señor Julián! –gritó Thetys aferrándose al jarrón que Athena sostenía en sus manos, su rostro contorneándose en muecas de dolor.
-¿The... Thetys? –murmuró Julián desconcertado. Su vista estaba nublada, su mente confundida y sus fuerzas le abandonaban cada vez más. Aun así no pudo dejar de notar que Thetys se había dirigido hacia él no como dios, sino como hombre.
-Thetys ¡No! –gritó Athena aterrada al notar que Thetys se asía al jarrón, impidiéndole capturar el alma de Poseidón, que ahora se desprendía del cuerpo de Julián. El dolor se intensificaba en el rostro de la sirena, pero aun así Athena sabía que las lágrimas que surcaban su rostro de nieve no eran producto del dolor físico.
-¡Debes alejarte! –suplicó Athena con urgencia en la voz. Elevó su cálido cosmos y con ella rodeó a la sirena en un vano intento por protegerla de la prisión divina. Era inútil, el jarrón clamaba por una víctima, y Thetys se le ofrecía sin reservas.
-¡Basta Thetys! –imploró también Julián desde el piso – ¡No lo hagas!
-¡Jamás lo abandonaré, señor Julián! –susurró Thetys ahora cubriendo completamente el jarrón con su cuerpo.
-¡No puedo detenerlo más! –Athena destinaba todo su cosmos en intentar detener el jarrón, pero era tarde, una vez accionado, ni siquiera ella era capaz de detenerlo.
-¡No lo hagas Thetys!
-Señor Julián... –exclamó la sirena dirigiéndole una última mirada a Julián, sus ojos derramaban lágrimas, pero en su rostro se esbozaba una sincera sonrisa – Yo lo...
Eso fue todo lo que Thetys pudo decir. Lo que pasó después, fue tan rápido que ninguno de los presentes podría describirlo ahora.
Los ojos de Thetys, antes radiantes y cálidos perdieron toda expresión y brillo. Hubo un resplandor cegador al instante que la marina caía inerte al piso.
Julián se abalanzó hacia ella en un intento por detenerla, pero la distancia era grande y sus fuerzas pocas. Cuando logró alcanzarla, Thetys ya yacía sobre el piso, su rostro completamente en calma. Julián gritó y lloró con la sirena en brazos mientras que el agua de los océanos comenzaba a precipitarse sobre sus cabezas.
-Julián –se acercó tímida Athena, la culpa taladrando su voz – debemos irnos... pronto el lugar será inundado.
-¡Regrésamela! –exigió Julián encarando a la diosa con rabia.
-No puedo –contestó Athena incapaz de sostener su mirada.
-¡Mientes! –gritó Julián arrebatándole el jarrón de las manos. Antes de que Athena pudiera reaccionar, Julián ya lo había estrellado contra el piso, quebrándolo en pedazos. Sólo entonces, mientras miraba los fragmentos esparcidos, Julián se percató de que el jarrón nunca había sido cerrado.
-¿Por qué? –preguntó Julián atónito al ver que nada sucedía –¿Dónde está el alma de Thetys?
-Julián yo... –Athena no pudo contener más sus lágrimas – ella no va a regresar.
-¿Qué quieres decir con eso?
-Ese jarrón fue hecho para contener el alma de un dios –Athena le dio la espalda incapaz de seguir presenciando la tristeza en los ojos del que alguna vez fuera el emperador de los mares –Thetys… Thetys sólo era una criatura marina.
-¿Qué estás tratando de decirme? –exigió saber Julián.
-El alma de Thetys no lo soportó... fue desgarrada por completo.
Julián no pudo articular otra palabra, ni siquiera fue capaz de derramar más lágrimas a pesar que sentía como si su alma hubiese sido desgarrada también. Sólo regresó a donde se encontraba postrada Thetys y la abrazó.
La abrazó, y al hacerlo las lágrimas volvieron a brotar, más intensas e incontrolables que nunca. No necesitaba ser un dios para saber que, con su alma desgarrada... esparcida, Thetys jamás encontraría ningún tipo de descanso.
-No había forma de que pudiera detenerlo... Julián yo…
-¡No te atrevas a decir que lo lamentas! –amenazó Julián sin separar la mirada del rostro níveo de la mujer que lo había amado más allá de la vida – ¡Sólo vete!
-Las aguas...
-¡Vete! –rugió Julián y Athena comenzó a alejarse, sus santos lentamente la siguieron, ninguno de ellos capaz de expresar palabra alguna.
-Athena –llamó Julián y la diosa detuvo su andar.
-Te equivocas...
... ella era más que "sólo una criatura marina"
