Hola xD bien, obviamente todos los personajes de Naruto le pertenecen a Masashi Kishimoto.
(veo que todos aclaran eso)
Espero les guste c:
Paso 1. Admitimos que éramos impotentes ante el alcohol, que nuestras vidas se habían vuelto ingobernables.
La puerta se abrió de golpe azotando la manija contra la pared, el golpe resonó en toda la habitación y la marca del cerrojo ya agrietada fue recreada una vez mas, como si en cada ocasión necesitara de repetir el proceso para poder ser inmortalizada, aquella marca que, luego de tantos años, finalmente había hecho rendirse al kazekage sobre la idea de pintar o re decorar su oficina…era como un vestigio, como una constante, un nuevo miembro en su rota familia y un recordatorio de que aquello era un ciclo de nunca acabar…
Ya no eran tres, ahora eran cuatro, y les acompañaban todos los trastes rotos y los ecos de las tantas discusiones que ahora vagaban por su casa, como almas en pena.
Todas las heridas, toda la ira y destrucción.
—¡Kazekage-sama!
Sin crisparse ni un poco, Gaara continuó firmando y sellando documentos, apilándolos en una u otra de las distintas pilas de papeles que abundaban por su escritorio, de manera metódica, leía, firmaba y sellaba uno tras otro, y continuó por varios minutos, ante la mirada expectante del joven ninja que acababa de entrar con urgencia.
Descolocado, el chico espero a que el pelirrojo produjera alguna sola palabra, pero no lo hizo…
En su lugar, tan solo apiló el último papel por firmar y después, con un suave rechinido de la silla de su escritorio, se puso de pie, y caminó hacia la puerta con paso lento.
Le puso una mano en el hombro al chico, y lo miró fijamente a los ojos, con dolor…con agradecimiento…con enojo y una extraña sensación de costumbre.
—e-esto…él esta…lo encontramos…
—gracias, ve a descansar.
Y luego, salió de la habitación.
...
—nuestro cuerpo identifica las sustancias toxicas y peligrosas con sabores desagradables y otras sensaciones incomodas, por eso, chicos, si ustedes dan un trago de leche cortada, sentirán la necesidad de escupirla de vuelta, ¿entendieron?
—si…sensei—aquello salió mas como un balbuceo que como una frase.
—¿entonces porque bebes el veneno, kankuro?, ¿Por qué no lo has escupido?
—¡con una mierda!, ¡váyase al carajo!
Y entonces se le fue encima, atravesando el cuerpo de aquel jounin que alguna vez fue el encargado de su clase, cuando era apenas un niño.
Tirado de rodillas en la arena, se dedico a golpear el suelo con los puños, a jalar y rascar con desesperación mientras la arena salpicaba y volaba por todos lados, tratando de encontrar al cabrón que, durante horas, le había estado jodiendo la fiesta, solo para cumplir con ese innegable deseo de sacarle los ojos y las entrañas con las uñas de los dedos…
Porque lo había jodido, una y otra vez, con el mismo discurso…golpeó y golpeó, una y otra vez, esperando en una de esas dar con el blanco.
Con las manos y pies ensangrentados y la piel roja, llena de ámpulas por el brutal sol, los labios pálidos y agrietados de Kankuro no hacían más que soltar alaridos y gritos de rabia, continuó golpeando el suelo hasta que poco a poco se quedo quieto, en silencio, y entonces se puso de pie, y continuó deambulando solo por el extenso desierto...con la mente ahora en blanco, porque su cerebro no podía producir nada que no fuesen alucinaciones.
...
Gaara lo divisó a lo lejos. Podía ver su tambaleante figura ir sin ningún rumbo. Nunca dejaría de preguntarse, ¿cómo es que siempre acababa ahí?
Estaba probablemente a medio kilometro de distancia…dio media vuelta y miró al equipo médico que esperaba sus ordenes, asintió hacia ellos y estos avanzaron.
...
Los cantos se habían convertido en alaridos y llantos, las conversaciones en discusiones, las risas se volvieron furia y por último, los bailes, tristemente, se habían vuelto una pelea ridícula y patética contra sí mismo.
Se había golpeado y arrastrado por la arena, se había arañado y tirado de los cabellos frustrado, solo por descubrir que la ultima botella se hallaba vacía.
Ahora estaba desnudo, y con el rostro arañado, lleno de moretones y manchado de lo que alguna vez había sido su tan característica pintura de batalla…tenía una botella vacía en la mano, la cual de vez en cuando llevaba a la boca para intentar tomar un trago…aunque en ella no hubiese nada.
—Kankuro
El moreno frenó en seco.
Como de costumbre, los médicos esperaron a una corta distancia tras de Gaara, permitiendo que el pelirrojo tratara, inútilmente, de razonar con su hermano.
—vamos a casa…—continuó
—Temari, ¿eres tu? —susurró el marionetista sin mirar atrás.
El pelirrojo apretó los labios, con el dolor oprimiéndole el pecho, ya conocía esa rutina…
—Soy Gaara, ven…te pondrás mejor…
—Temari, lo siento…discúlpame…
—Kankuro…
Vio sus hombros temblar levemente, y después de forma histérica. Escuchó los sollozos de su hermano mayor al momento en que se dejó caer de rodillas sobre la arena.
Si, sin duda, era esa misma rutina que repetía de vez en cuando…
De un tiempo a acá, tristemente Kankuro había dejado de sorprenderle. Por eso ya no se alarmaba, porque todo había pasado a ser algo de rutina, una situación venidera cada cierto tiempo.
Porque, cada dos o tres semanas, Kankuro dejaba de conformarse con simples resacas y dolores de cabeza, porque no solo decidía pasarse el día bebiendo o tomando tragos a escondidas de todos, no…había veces en que deseaba mas…mucho mas…
Así que se escurría en las bodegas de licores de Suna y robaba unas cuantas botellas, y entonces bebía, una y otra vez, por días enteros, hasta que "dar un paseo por el desierto" le parecía una idea excelente y entonces se perdía por otro dia o dos…y luego lo encontraban.
A veces solo estaba deshidratado, en el mejor de los casos estaba inconsciente…en el peor, bueno, las condiciones actuales de su hermano demostraban que era uno de esos: el peor de los casos.
Caminó hacia él y se arrodillo a su lado, tratando de no tocarlo, buscó su mirada.
Su rostro era toda una mezcla de elementos distintos, había lagrimas y sudor deslizándose y cayendo desde el puente hasta la punta de su nariz, había sangre y moretones y pintura…
—no lo soporto…mi cabeza, Gaara…va a reventar, en cualquier instante…
—te traje algo…—susurró Gaara al momento en que sacaba una botella de agua de uno de sus bolsillos.
De pronto algo se iluminó en la mirada del moreno al ver lo que su hermano le ofrecía, se apresuró a limpiarse el rostro y tomó la botella, con las manos temblorosas y la poca fuerza que le quedaba, logró abrirla y se apresuró a bebérsela con desesperación.
Echó la cabeza hacia atrás con los ojos cerrados, produciendo una agitación en la manzana de Adán con cada trago.
Pasaron unos segundos cuando sus ojos se abrieron de pronto, sorprendidos.
Con una fuerza totalmente sorprendente, Kankuro arrojó la botella lejos de si y escupió el agua como si fuera un geiser, luego, rabioso, se fue sobre Gaara tumbándolo en la arena y posicionándose encima de él, sujetándolo de las solapas.
—¡¿Agua?! ¡Maldito cabrón! ¡¿Eso es lo que me das?! ¡¿Puta agua?! — comenzó a agitarlo de manera violenta, mientras el equipo medico y los demás ninjas se pusieron en guardia, listos para acatar cualquier señal de parte del kazekage…pero no hubo nada.
Gaara, enmudecido, esperó y escuchó a Kankuro gritarle y reclamarle al tiempo que gritaba y se tiraba del cabello de manera casi demencial…
— ¡¿Que te crees que soy?! ¡¿Eh?! ¡¿Un maldito pez?!
Asintió con la cabeza en dirección al escuadrón que lo acompañaba…estos se prepararon para inmovilizarlo.
Kankuro lo notó y se detuvo…una sonrisa lunática apareció en su rostro.
—¡¿que fue eso Gaara?! ¡¿Vas a pedirle a tus perras que vengan por mi?! ¡JA! El gran Kazekage no puede hacerse cargo ni de su propia familia
Y luego comenzó a reír, como todo un chiflado.
Hasta ahí.
Una ola de arena se le vino encima, arrojándolo a uno o dos metros lejos de Gaara, y luego, una ola todavía mas grande lo envolvió y aprisionó dejando libre únicamente su cabeza.
Aterrorizado, Kankuro miró a su hermano, quien mantenía una mano a medio cerrar en su dirección…con el rostro enfurecido.
—¡no gaara! ¡Por favor!...no de nuevo, no lo entiendes…mi cabeza…hay algo dentro de ella, va a estallar…por favor…
Sintió la arena apretarlo un poco más al momento en que vio a su hermanito cerrar un poco la mano.
Y gritó…
...
Durante todo el trayecto de vuelta a Suna, los alaridos de Kankuro invadieron el desierto y se colaron en los oídos del kazekage y los ninjas que lo acompañaban, no fue hasta que se hallaban a unos pocos kilómetros que él moreno había caído inconsciente y, para alivio de todos, pudieron disfrutar de un instante de tranquilidad.
Finalmente, ya en Suna, el equipo médico pudo llevar a cabo su labor.
Gaara depositó a Kankuro en el suelo mientras otros lo sostenían, le colocaron una manta encima, y después lo recostaron en una camilla.
...
Kankuro se definía a sí mismo como un hombre ingobernable, alguien que era y hacia lo que quería, porque nunca estaba a merced de nadie ni de nada…o al menos eso era lo que pensaba.
Habían pasado 3 días cuando despertó. Estaba solo y aturdido en su recamara, por alguna razón, todo parecía limpio y ordenado, mucho más que la última vez que estuvo ahí.
Estaba aseado y tenía puesta una camiseta y un short, a su lado, en un tripié colgaba una bolsita de suero, conectada vía intravenosa a su brazo.
Lo arrancó de un tirón y confundido, fue a la ventana. Era de noche y solo podía pensar en una sola cosa.
Difícilmente se logró a bajar las escaleras, tenía manos y pies vendados, y múltiples banditas en su rostro y brazos…los moretones no habían desaparecido del todo y las quemaduras podía sentirlas cada que su ropa rozaba, aunque fuera de manera delicada, cada milímetro de su piel.
Y buscó.
Buscó y buscó en cada rincón en el que él sabía que podía encontrar su solución. Bajo la bañera, entre las toallas del baño, en la alacena o bajo el fregadero, tras los sillones, o entre las plantas y tierra del patio, enterradas…
Hasta que dio con lo que buscaba.
Ahí, dentro de un hueco que había hecho en la pata de la mesa, estaba lo que el buscaba y que Gaara jamás había hallado, y nunca hallaría.
Era una pequeña y diminuta botella. Era poco, si, pero era suficiente por ahora, luego podría buscar más, y después mas, y más…
Se sentó en el suelo y se dispuso a abrir la botella, justo cuando la acercó a sus labios…
—así que esa era la que faltaba
Se detuvo.
Detrás, en la entrada de la cocina, Gaara le miraba inexpresivo.
Kankuro se puso de pié y dio media vuelta, escondiendo la botella tras de sí.
— ¡hermanito!...eh…esto…no es lo que piensas, yo…quería servirnos un trago.
Si Gaara tuviera cejas, las habría arqueado.
— ¿un trago? ¿Para los dos? — preguntó escéptico.
— Tu sabes, para celebrar, vamos…no seas aguafiestas, ¿qué dices?
— ¿celebrar qué? Kankuro…pudiste haber muerto hoy.
— ¡pero no lo hice! ¡Y por eso vamos a celebrar! Venga, trae esos vasos pequeñitos que te regaló el tsuchikage, será uno para cada uno
Gaara se quedó de pie, mirándolo. Expectante, kankuro bufó molesto y fue a la alacena por aquellos pequeños vasos de porcelana, depositó dos en la mesa y comenzó a servirlos, luego los tomó y le ofreció uno a Gaara, extendiéndolo.
A paso lento, se acercó hacia el moreno, hasta quedar frente a frente.
—uno para ti, y uno para mi, perfecto…aunque si no quieres el tuyo, bueno…lo dejaremos de un lado, ¿si?
—¿y después qué?
Sin entender, el marionetista ladeo la cabeza, fingiendo no entender.
—después…bueno, después puedes ir a dormir, si quieres.
—¿para que tu vayas a buscar más sake, cerveza, vino o incluso perfumes? ¿Acaso planeas asaltar el botiquín de la casa de a lado?
La sonrisa se borró del rostro, en su lugar, se instaló una expresión más lúgubre…Gaara empezaba a ponérsele difícil, eso no le gustaba. Dejó los tragos sobre la mesa, al tiempo que el pelirrojo se cruzaba de brazos.
—así que te pones hablador, ¿eh?, ¿Gaara?
No contestó. Se limitó a mirarle, fingiendo frialdad, dureza, tratando de intimidarle aunque fuese…cualquier cosa que le hiciese detenerse…pero no funcionó. Porque sus ojos solo transmitían lo que sentía, desesperación…el simple deseo de que todo volviera a ser como antes, y que su familia ya rota, no se rompiera más.
— ¿y? ¿Vas a decir algo?
—por favor, déjalo Kankuro…tienes un problema, esto te está matando…
Una risa histérica salió de su garganta.
— ¿esto? ¿Esto me está matando? ¿A mí? —Apuntó hacia los pequeños vasos sobre la mesa y luego se apunto a si mismo.
Sin respuesta de nuevo, porque no la había. Porque su cuerpo dañado y lastimado hablaba por sí mismo, porque el único que no se daba cuenta de lo que sucedía era él mismo.
El rostro de Kankuro se volvió serio y atemorizante, estaba molesto, y lo único que quería era poder beberse el contenido de esos vasitos para poder proceder con lo que seguía…la búsqueda de mas y mas de ello.
—Por favor Gaara, no te metas en mis asuntos…no me importa si eres el kazekage o un señor feudal…sigues siendo mi hermano menor, así que por una vez en tu vida, haz lo que te ordeno ¡y déjame en paz!
El silencio inundo la cocina, la sala, las recamaras y el resto de la casa, más pronto que tarde, los fantasmas de todos los trastes rotos, las discusiones y los gritos salieron a deambular, con sus tristes presencias, por los pasillos, llenando sus oídos de llanto y argumentos tontos, risas muertas y el recuerdo de lo que una vez había sido vivir ahí.
No había nada más que decir porque esa conversación la habían tenido tal vez más de un centenar de veces.
Gaara la conocía; las primeras veces, Kankuro había prometido no volver a tomar, y aunque se había mantenido sobrio unos días, siempre volvía a caer; después, durante una temporada acabó en culpa, porque siempre eran los demás los del problema y no él; luego recurrió a la lastima de Gaara, pidiéndole paciencia, prometiendo que sería "la última vez"; finalmente, estaba la situación actual, donde al moreno no le importaba nada de lo que le dijeran.
Sin embargo, pese a todo pronóstico de que en esta ocasión nada cambiara, si que iba a acabar diferente.
Dio media vuelta, dispuesto a abandonar la cocina
—te vas, como Temari, ¿cierto?...bien, ¡márchate!
—Espero hayas disfrutado todo lo que bebiste hace días…porque fue lo último…
— ¿ah sí? ¿Quién lo dice? —tomó ambos vasos y se llevó uno a los labios.
Avanzó unos pasos, antes de decir su sentencia final.
—Yo me encargaré de eso
—Vete a la mierda —inclinó el vaso listo para beberlo
Estalló.
En sus manos, como si de nada se tratara, ambos contenedores habían volado en miles de pequeños cristales.
Con el líquido escurriendo entre sus manos, impresionado, Kankuro miró directamente a su hermano, quien lo observaba por encima del hombro…
Sin que se percatara, había miles de granos de arena volando por el ambiente, rodeándolos, y había sido esto lo que había hecho efectiva la advertencia de Gaara.
Y de un momento para otro, con un grito bestial, se arrojó hacia su hermano menor, derribándolo al piso, solo para posicionarse encima de él y luego alzar el puño, y sin pensarlo lo golpeó, una y otra vez.
Después de todo, no importaba, sus únicos testigos reunidos a su alrededor entre arena, soledad y luz de luna eran los fantasmas de todas esas discusiones que vagaban por su casa.
El recuerdo de lo que había sido su pequeña familia de tres los miraba desde la fotografía colgada en la pared, esa donde Kankuro y Temari posaban con Gaara el día en que se había convertido en kazekage, aquel día en que se habían llenado de la esperanza que ahora les faltaba. Porque, Dios, habían perdido tanto.
Lentamente, los golpes que habían venido con fuerza uno después del otro se fueron haciendo cada vez más lentos, hasta que, jadeante, Kankuro se percató de la nube de arena que flotaba a su alrededor, mientras su hermanito lo miraba desde el suelo ensangrentado, con la boca y nariz partida y lleno de moretones, y unos ojos llenos de lagrimas…
—¡Gaara! ¡G-Gaara!...discúlpame…¡yo…!
Sin decir nada, el pelirrojo se incorporó, empujó a su hermano mayor quitándoselo de encima y arrojándolo al suelo. Luego, con lentitud y tambaleándose, se puso de pie.
Kankuro lo miró expectante, con horror en el rostro, porque eran sus nudillos los que estaban manchados de sangre, y porque era él quien le había hecho eso…esta vez, había llegado lejos.
La arena cayó al suelo despacio, como si de muchos relojes de arena se tratara.
—¡¿porque no me detuviste?!
Escupió sangre al suelo y luego se limpió la boca, y miró hacia adelante
—yo no…yo no quería hacerte daño.
...
Kankuro se definía a sí mismo como un hombre ingobernable, alguien que era y hacia lo que quería, porque nunca estaba a merced de nadie ni de nada.
Pero estaba equivocado porque esta vez no era él quien controlaba su propia vida.
Era una adicción, le habían dicho, una enfermedad donde pierdes el control y dejas de ser tu, una oscuridad que te consume y hace que lastimes a todos tus seres queridos.
Crees que tú te gobiernas, pero en realidad, es algo más lo que te gobierna a ti.
No habían sido días, ni semanas, ni meses…habían pasado años desde que aquello había comenzado…y ahora, sin darse cuenta, había destruido a las personas que más quería.
Esa noche Kankuro de nuevo bebió más de la cuenta, esta vez consciente de que todo estaba mal. Siguió hasta quedarse dormido. Por la mañana, en silencio, con resaca y todo, escribió una nota a Gaara y la dejó sobre la mesa de la cocina junto con su gorro de marionetista donde portaba su protector shinobi.
Fue a la puerta, y con el rostro limpio de cualquier pintura de guerra, nada más que una camiseta, un pantalón y una mochila, se calzó sus sandalias y se marchó.
