Disclaimer: Haikyu no me pertenece, ojala, es de Haruichi Furudate.
NA: No sé, sólo necesitaba esto. Hubo mucho ocio hoy.
Tú, tú y tú.
Cuando lo conoció por primera vez tenía quince años y él diecisiete. Según su versión de la historia todo el asunto fue un desafortunado orden de los acontecimientos que lo llevó al terrible resultado de encontrarse en su camino no una, sino dos casi tres veces. Recordaba que lo único que pensó de él es que tenía un desorden de peinado y no le agradaba, de hecho nadie de su equipo le agradaba, ni su propio equipo le agradaba. En ese momento simplemente se encogió de hombros ante el primer contacto y olvidó ese día, pero en el futuro, cuando se volvieran a encontrar, se daría cuenta que ignorar no era algo tan fácil.
A Tsukishima nunca le han gustado los gatos.
Sumando eso le daban alergia.
La segunda vez que lo encontró su vida se volvió un huracán. Kuroo era capitán de su equipo y de vez en cuando se comportaba como uno, pero él estaba tan acostumbrado a ser ácido con las personas que sus comentarios sarcásticos lograban hacerle olvidar la diferencia de edad (misma que después recordaría, más adelante). Kuroo era la clase de persona que ante sus comentarios simplemente sonreía, se encogía de hombros y lo ignoraba, o cuando viera necesario respondía con una sonrisa amable en el rostro pero con toda la intención de destruir al otro. Kei nunca se había encontrado con ese Kuroo, pero se lo imaginaba.
—Tsukki, nunca mejoraras si sigues así —comentaba de vez en vez, en aquel campamento.
Kei, de una manera, se lograba tragar todas las palabras que quería soltar.
Ahora que también lo pensaba quizás tampoco conoció al verdadero Kuroo en ese momento porque nunca estuvieron realmente solos; compartían mucho con otras personas y la interacción entre ambos de todas formas era poca.
La siguiente vez que se vieron fue en un partido; Nekoma contra Karasuno.
La vez decisiva en que se vieron fue cuando Tsukishima había ido a ver universidades a Tokio. Iba caminando por la calle cuando, literalmente, el tonto de Kuroo chocó con él y logró tirarlo al suelo. En aquella ocasión antes de darse cuenta se había encontrado con una mano firme que le invitaba para ponerse de pie, junto con la sonrisa roñosa del mayor. Aunque no se notó ciertamente era que Kei se sintió un poco sorprendido por verlo otra vez porque el cambio era poco pero ahí estaba; Kuroo había cambiado y él también.
—Eh, Tsukki, hace mucho que no te veo. Que sorpresa —sonrió él.
Nunca le había gustado la manera en que decía ese apodo tan estúpido.
—No puedo decir lo mismo.
—¡Que cruel! ¡Cómo es que así saludas a tu antiguo maestro! —sonrió el otro mientras lo miraba de aquella forma tan extraña que tenía.
Cuando miraba atrás en el tiempo jamás habría imaginado que ese gato roñoso se enredaría tanto en su vida personal hasta el punto en que algún día, el presente, tendría que aguantar que él entrelazara sus dedos y le hablara de tantas estupideces. No podía creer que cuando su vida de instituto acabara se encontraría compartiendo piso con un gato de basura como él, a pesar de sus alergias. En cada ocasión que el mayor intentaba recordarle algo de esto simplemente se daba la vuelta para ignorarlo, acostumbrado a que después sentiría un tirón molesto en su ropa que lo obligaría a quedarse en su lugar.
Quizás Tsukishima no podía controlar todo, al final.
